Partida Rol por web

Os encontráis en medio de la tormenta, exhaustos por el viaje y helados por el frío. Comenzáis a pensar que El Gran Páramo es un lugar poco digno para morir y que toda esperanza empieza a perderse. No dais crédito cuando vuestros ojos disciernen: una entrada de gruta a una caverna

El frió parece que os tiene un poco exaustos y helados, no dais para mas, en ese momento no distiguiis lo que pudiera ser la entrada de un cueva o una roca en medio del camino. Con lo cual no encontrais nada

El frio empezaba a calar mis huesos,ya empezaba a entumecer mis extremidades.
Con mi antebrazo cubriendo mis ojos,no conseguia ver nada mas que el suelo que pisaba.
¿Podeis ver algo? Deberiamos buscar algun refugio antes de que la tempestad segue nuestras vidas.

Y así como de la nada veo algo que podría salvarnos la vida o bien, terminar por cortarla. - Hayá veo una cueva, o algo muy parecido. ¿Alguien más la ve? - Mientras hago seña en esa dirección para que todos la vean.

Sí, sí la veo. Compañeros, necesitamos descansar y abrigarnos del intenso frío. Pero tengamos cuidado por si no somos los únicos en pensar que la cueva es un buen lugar para resguardarse de las inclemencias del tiempo.

Saco mi arco y me sitúo detrás del grupo, pero con la vista puesta en la entrada de la cueva. Miro el suelo por si veo huellas y el interior de la gruta.

Un fuerte olor a excremento de algún tipo de animal os invade al entrar en la caverna. Está oscura y algo resplandece en su interior. Sentís cómo el viento penetra desde la entrada de la gruta hacia su interior. Cuando vuestros ojos se acostumbran a la penumbra discernís una fogata que ilumina la gruta, proyectando sombras por todos los rincones de la fría caverna. Al lado del fuego hay una jaula hecha de huesos unidos por pieles de animales. Todo indica que este lugar parece ser el refugio de una criatura grande. La caverna está vacía.

Compañeros (hablo bajo) tengamos cuidado y vayamos despacio, por lo que pueda pasar.

Voy con mi arco cargado, aunque la cuerda destensada, pues mis fuerzas no dan para ese esfuerzo.

El frío empieza a llegarme a los huesos, como si de millones de agujas se tratara; agujas que se deslizan hasta chocar con los puntos más profundos de mi cuerpo.

Y, por si fuera poco, no logro encontrar un refugio. Delante de mí solo se extiende un vasto manto de... nada. No hay un mísero lugar que pudiera servirnos de refugio. La situación se volvía más precaria a medida que pasaban los minutos...

-Tienes razón, Menthor -respondo mientras asiento al guerrero-. Debemos encontrar un lugar seguro y rápido si no queremos pasar la noche a la intemperie...

...y hacer apuestas para ver quién sigue vivo mañana.

 A pesar de la inclemencia del entorno en el que nos encontramos podemos volver con nuestros compañeros. Nos esperan a la entrada de lo que parece ser una cueva. El olor no es del todo agradable y oigo como el ulular del viento reverbera en mis oídos.

Asiento cuando oigo los consejos del Clérigo.

-Tienes toda la razón, Zaius -contesto, hablando tan bajo como él-. Debemos extremar las precauciones... y, sobre todo, intentar no separarnos demasiado: no sabemos qué puede haber aquí dentro.

Una vez dicho esto adopto una postura adecuada para poder reaccionar ante cualquier imprevisto y me coloco a la altura del Clérigo, siempre discernir algo entre las sombras que embadurnan la cueva y moverme en el más absoluto silencio.

“A ver si conseguimos averiguar quién es el habitante de esta acogedora morada”, pienso. “Aunque algo me dice que no tendrá ganas de compartir alojamiento...”

¿Y será tan grande la criatura? Pienso mientras nuestro sabio amigo nos aconseja con muchas opciones sobre lo más conveniente. - Yo creo que esperarlo adentro o afuera será lo mismo. Este es su entorno y lo conoce como nadie. Deberíamos estar donde más nos convenga y atacar la pobre criatura con todo lo que tengamos y asñi poder sobrevivir nosotros al páramo. - Respondiendo así a las palabras antes pronunciadas por  Zaius.