Partida Rol por web

Miro hacia la izquierda, agudizando el oído. Creo que podría haber algo raro en esos cantos, tal vez sea la señal que buscamos pero no parece que ninguno de mis acompañantes se haya dado cuenta.

-Esperad.- Digo alzando la mano, señalando a mi izquierda y luego a mi oído. -Prestad atención.- Mantengo silencio unos instantes antes de decirles. -¿Creéis que puede ser esta la señal que buscamos?- Con la mano les hago un gesto para que acompañen y dejo el camino para adentrarme en el bosque, dejándome guiar por el sonido de los pájaros, aquellos que quizás puedan pertenecer a la bruja que buscamos.

Aunque voy encabezando la marcha, cada cierto tiempo me vuelvo para asegurarme que Vahala sigue mis pasos, no quiero perderla de vista pero también necesita que le muestre el camino. Ahora empiezo a entender la razón por la que me pidió su ayuda la Emperatriz.

Valtorn aguza el oído cuando Morrigan les llama la atención sobre ese canto. Se pregunta cómo ha podido pasarlo por alto y sonríe bajo el bigote.

—Vaya. Merece la pena echar un vistazo, sin duda...

Y sigue a la guerrera al adentrarse en el bosque, cerrando la marcha del grupo.

Por su parte, le costaba diferenciar el ruido al que se refería Morrigan y es que eran pocos los pájaros que abundaban por el palacio, de tal modo que estaba acostumbrada al canto de un máximo de tres especies. Más allá de aquel sonido, todos le parecían iguales.

- Si tú crees que puede ser, vamos - afirmó con seriedad antes de aventurarse tras la guerrera en el bosque, tratando de no resbalar entre la hierba húmeda y el barro.

Se comienzan a adentrar en el bosque, dejando atrás un camino conocido para adentrarse en uno desdibujado e incierto. Pero la verdad es que sin tomar riesgos quizá nunca lleguen a su destino final. Poco a poco, van dejando atrás el linde del bosque y se adentran en un corazón cada vez más salvaje. El canto de los pájaros sigue presente y cambia de dirección constantemente.

Al final, el sonido se pierde en el silencio de un bosque mágico y da paso a un claro que queda justo frente a ellos. Entre los árboles, se puede ver una casa ya conocida para Valtorn.

El anciano caminante se detiene en seco nada más ver la cabaña. Una media sonrisa asoma bajo el poblado bigote.

—Vaya... parece que después de todo, la guerrera tiene buen oído —dice—. Ya es la segunda vez que veo esta casa, así que supongo que ha sido buena idea seguir el canto de esos pájaros.

Se vuelve hacia Vahala. Es ella quien debe mostrar la iniciativa para seguir recorriendo el camino.

—¿Vamos pues?

Presurosos, con torpeza, siguieron el canto de los pájaros como un oasis en medio de un desierto. Había momentos en que temía que Morrigan dejara de escuchar el piar que los guiaba a su destino pues, si eso sucedía, el hilo que cual estrella los guiaba hacia su final se rompería para siempre sin dejarles llegar a la salida.

Pero si su corazón latía con rapidez mientras andaban por el bosque embarrado por la lluvia, no fue nada en comparación a la cabalgata que inicio, tratando de salirse de su pecho, al vislumbrar la cabaña. Miró a sus tres compañeros, buscando en ellos la misma febril excitación que sentía ella, pero sólo se encontró con la media sonrisa de Valtorn cargada de aplomo.

- Sí, vamos - dijo, sonriéndole a su vuelta antes de echar a andar hacia el lugar.

Una vez llego al claro, detengo mis pasos y observo la casa con cautela, no estoy segura de que sea aquí donde debíamos llegar; pero por una vez supongo que tener un poco de esperanza puede ayudarnos a continuar con nuestro cometido.

—Lo tengo.— Dijo mostrando una media sonrisa al anciano. —Me ha sido necesario.—

Después me echo a un lado y colocándome de lado, miro hacia Vahala. Según las palabras del viejo, es la segunda vez que ve este lugar, lo cual parece que es buena señal. Al confirmar la joven su deseo de continuar asiento y la acompaño hasta la puerta para llamar a ella. Tras eso, una curiosidad aflora dentro de mí, haciendo que empiece a darle vueltas a lo que nos revelará la supuesta Bruja.

La casita en el bosque no ha cambiado nada en ese corto plazo de tiempo que ha pasado desde la primera visita de Valtorn y la segunda. Como la vez anterior, una pequeña columna de humo sale de la chimenea, invitando a quien la mire a entrar y calentarse a la vera del hogar. Una promesa de un fuego reconfortante y comida caliente.

Aunque a diferencia de la otra vez, una mujer les espera justo frente a la entrada de la cabaña. Es hermosa. Su largo cabello castaño cae por su espalda y hombros. A pesar de ser primavera, lleva un vestido bastante ligero, pero no acusa de ningún frío.

-Bienvenido de nuevo, Anciano. Veo que encontraste tu camino y has traído a gente interesante contigo. Incluido a un mensajero de los dioses.

Mira a los demás con una sonrisa.

-Bienvenidos al hogar de la Bruja. Soy la guardiana de los infinitos caminos que cruzan este mundo. Soy la Guía de los perdidos.

Valtorn franque la entrada a Vahala, para que pueda pasar primero a la casa de la Bruja. Cuando está dentro, se inclina en un saludo y asiente con la cabeza.

—Tu consejo se reveló muy útil —dice a la Bruja—. Espero que puedas ser de ayuda a mis compañeras de viaje, igual que lo fuiste para mí.

Y se queda en silencio, esperando para ver cómo la joven Vahala se desenvuelve en el trance que él mismo ha vivido no hace tanto.

De algún modo aquel pintoresco escenario constituía un lugar que, con su calidez, le llegaba al corazón. Sin saber si era embrujo o mero encanto, sus pies se aceleraban el camino hasta que, al ver la figura de aquella mujer, se detuvo de golpe. Era hermosa, tanto, tanto...que le recordaba a su madre. A pesar de que en nada se parecieran, las dos contenían aquel tipo de belleza etérea que se hacía eco en la eternidad.

Lo que tenía claro era que ante ella se hallaba un ser superior. O, por lo menos, uno que podía guiar sus pasos hacia la salvación. Con humildad y respeto, le dedicó a la mujer una profunda reverencia.

- Gracias por acogernos en su hogar, milady - dijo, sin saber cómo dirigirse a ella -. Sois vos la guía de los perdidos y no hay nadie más perdido que nosotros y que requiera de más indicaciones. Yo, Vahala, heredera del legado de la Emperatriz Eterna, protectora del Imperio Blanco, guardiana del Sello Divino, os suplico humildemente toda la ayuda que podáis brindarnos.

Al ver la Bruja, me quedo observándola con extrañeza. La verdad es que esperaba a una mujer mucho más anciana, una en la que se pudiera apreciar su experiencia solo con ver como el paso del tiempo ha ido deteriorando su cuerpo. Supongo que si el pelirrojo este puede ser un mensajero de los dioses, ella también puede ser la poderosa Bruja que buscamos. Además, el anciano mago ha reverenciado su consejo así que parece que ella es la persona correcta.

Entro tras Vahala, asegurándome que nunca esté lo suficientemente lejos de mí como para que no pueda alcanzarla si surgiera algo y como todos se presentan, yo hago lo propio. —Soy Morrigan Sølvjorden.— No sabría decir ni siquiera si mi el nombre que doy a mi hogar es por el que se le conoce, aun así, decido añadirlo. —De las montañas de plata.—

Luego me quedo observando el interior de la cabaña. —Tiene una bonita casa…— Mientras huelo el aroma de la comida, enseguida empiezo a salivar y a sentir la necesidad de llevarme algo a la boca. Un plato caliente es algo que nunca se debe despreciar.

Una vez todos en el interior de la casa, la mujer les invita a sentarse y ofrece una bebida caliente. No es más que una infusión de hierbas. 

-Entonces, ¿en qué os puedo ayudar? ¿Qué camino perseguís con tanta insistencia?

Es obvio que la mujer ya sabe vuestro destino, pero quiere que sean ellos mismos los que pregunten por el lugar al que quieren llegar.

-Aunque os debo avisar... solo os puedo mostrar el camino si estáis dispuestos a dejar algo atrás. Debéis estar dispuestos a pagar el precio de mi ayuda.

Valtorn permanece en silencio. La primera vez que encontró a la Bruja era el único que aún no había hallado el camino, y por tanto estaba solo. Pero en esa ocasión, Vahala es la verdadera alma perdida, y es ella la que debe encontrar un sendero al que dirigir sus pasos. Él la asistirá lo mejor que pueda, pero siente que no le corresponde si no esperar a que sea la joven la que hable en primer lugar para obtener el consejo de la Bruja.

Se había sentado en una sala caldeada, con una infusión en la mano mientras esperaba a que la mujer volviera a tomar la palabra sobre el asunto que a todos los allí presentes les atañía. ¿Incluso a ella? Seguramente no. Ella parecía más un ser neutral que se limitaba a observar su entorno así que la lealtad, el deber o el honor parecían elementos inútiles a los que apelar cuando se trataba de la Bruja.

- Buscamos la ciudad perdida de Aknosh... aunque parece que los perdidos somos nosotros - dijo con cautela, pues lo de perder algo le había dado mala espina. Pero, ¿qué podía hacer? -. ¿Cuál es el precio a pagar?

Llegados a aquel punto, esa no era una pregunta para valorar sino meramente una consulta de lo que debía perder. Era una decisión tomada de antemano de modo que seguiría adelante. 

Tomo la infusión y la acerco a mi rostro para oler los vapores que desprende, luego la conservo en mis manos sin probarla. Me quedo callada ante las palabras de la bruja, aunque arqueo una ceja disconforme por tener que pagar un precio. La vamos a salvar de una amenaza demoníaca que se cierne sobre el mundo y podrá seguir haciendo lo que quiera que haga y aun así pretende cobrarnos por decirnos a donde debemos ir. Doy un profundo suspiro.

Dejo que hable Vahala, al final es ella quien debe forjar el sello que nos defenderá y a pesar de sus dudas, creo que tiene más claro que yo lo que debemos hacer, al menos la parte que le corresponde y la que precisamos ver realizada. Miro hacia la joven cuando pregunta el precio a pagar y asiento para luego mirar de forma inquisitiva a la bruja. No me gusta.

El silencio se hace en la habitación mientras los ojos de la bruja se centran en los de Vahala. El tiempo parece hacerse eterno, pero tan solo son unos segundos.

-Si el precio fuese tu recuerdo más importante, ¿me lo entregarías? Antes de dar una respuesta, piensa que olvidarías para siempre haber tenido ese recuerdo. Sería un espacio en negro en tu mente. No habría nada que ocupase su lugar. 

La mujer parece seria. Sin duda, no esta bromeando.

Su mirada se apagó conforme la Bruja hablaba, haciendo que desviara su mano a la taza que sostenía entre sus manos. Sabía cuál era su recuerdo más importante en aquellos momentos. Era su madre. Era toda su vida, la persona que la había criado a pesar de su obstinación, que le había enseñado su pasión por proteger a los demás, quien la había cuidado cuando estaba enferma. Quien había muerto, asesinada a la vista de todos.

Cerró los ojos mientras recreaba la imagen de su madre, sintiendo el dolor desgarrador en su interior. No quería olvidarla. ¿Cómo podía? ¿Qué clase de crueldad sería esa? Si la olvidaba, ¿qué habría en su vida? Todo sería un enorme vacío. ¿Y qué habría de su muerte? ¿Cómo recordaría ella su compromiso con su misión? ¿Cómo honraría una vida de sacrificio?

Respiró de forma trémula y abrió los ojos. Su mirada, llena de lágrimas que no llegó a derramar, mostraba tristeza pero determinación.

- Sólo tengo una pregunta. ¿Seguiría recordando mi misión?

Había decidido arriesgar su vida por aquello. Y lo haría. Lo sacrificaría todo por salvar a los demás. Y si aquello era todo lo que podía hacer para honrar a su madre, perder su recuerdo, lo haría. Porque era lo que ella habría querido.

Escucho a la bruja mientras mi ceño se va frunciendo poco a poco, sé perfectamente cuál debe ser el recuerdo más importante de la cría, suelto un bufido y clavo mi mirada en la mujer, una que no muestra ningún aprecio. Puedo imaginarme todas las dudas que debe sentir Vahala, su madre ha sido un buen ejemplo y perder ese recuerdo podría hacer que no fuera la Emperatriz que todos quisieran, además había prometido a su madre que la protegería y también debía protegerla de ese dolor. Ella debe conservar esos recuerdos.

Apoyo mi mano sobre el hombro de la joven. —Tranquila.— Luego miro a la bruja. —Yo pagaré el precio por saber donde está la ciudad de Aknosh.— Digo con determinación mientras doy un paso al frente «dije a su madre que la guiaría» así podré conocer donde está realmente ese lugar y solo perderé… ¿Cuál será mi recuerdo más importante? ¿Mi gente? No pensaba volverlos a ver nunca más, quizás entonces no sea eso...

Mantengo la mirada de la mujer, no le tengo ningún aprecio, y no puedo dejar que le haga eso a la niña.

La mujer mira a Morrigan y ésta siente que no hay nada que pueda hacer para intimidar a la Bruja. Los ojos de la Bruja son como dos estanques. No hay nada que pueda molestar su superficie, pero en su interior parece que esconda más de lo que se pueda ver a simple vista.

-Solo ella puede pagar el precio de ese camino. 

La Bruja se acerca a Vahala.

-Tu misión seguirá ahí. Nada puede arrebatarte eso. Pero solo te pido tu recuerdo más importante. No soy un monstruo, pero toda magia conlleva un precio que debemos estar dispuestos a pagar. A veces es nuestra propia vida o nuestra identidad. ¿Y bien?

Tiende la mano hacia ella.

El anciano ha esperado esa respuesta. El ofrecimiento de Morrigan ha sido desinteresado y muy generoso, pero Valtorn ya había temido que no sirviese de nada. Hay veces en que otros no pueden hacer de escudo ante las dificultades, y uno debe afrontarlas por sí mismo para que el sacrificio sea auténtico.

No dice nada. Permanece en silencio, esperando a que Vahala tome su decisión. Aunque no le cabe duda de que la joven no titubeará un instante para cumplir su tarea.