Partida Rol por web

-Zarek tras escuchar las palabras de Laern y de la elfa se incorporo y dijo:

-Por mi parte prefiero descansar como una vieja matrona.-Mientras lanza una mirada furtiva y burlona a la elfa -Además también podemos investigar los rumores que circulan , quizás encontremos algo útil .

Recuerdo unas palabras del abuelo: la forma de descansar de un ser vivo dice mucho acerca de él. Las recitaba cuando nos acompañaba para que descubriéramos el mundo natural. Nos animaba a observar. ¿Todavía quedará algún abuelo que haga esas cosas?

Ahora bastaría una palabra equivocada y tendríamos una nueva gresca. ¿Qué pasaría si yo resumiera y soltara las palabras de mi abuelo tal como lleguen a mi boca? Sería algo así como: <<Cada uno descansa como le dicta su conciencia>>. Voy a consultarlo.

Me acerco a Laern y con cuidado le susurro lo que se me pasa por la cabeza. Aunque ya se sabe que un susurro de enano puede ser muy poco discreto.

¡Eh, Laern! He estado pensando en las palabras. ¿Has oído lo que ha dicho Zarek? Vale, piensa que lo hubieras dicho tu y entonces yo te contestara <<cada uno descansa como le dicta su conciencia>>. ¿Sería ofensivo? ¿Podría interpretarse como un ataque?

Nunca antes había pensado antes en palabras arrojadizas. Me está interesando el tema.

Laern mira al resto y se percata claramente de que le han escuchado, y atentamente, además, en este silencio sepulcral sólo roto por las palabras del enano. Se mesa la barba lentamente mientras titubea.

- ¡Hum! ¡Vaya! Me sobreestimas, amigo, ya sabes que hablo más a través de mis actos que con palabras. Pero -se detiene un momento y mira con una sonrisa al hechicero- sí es cierto que cada uno habla según le dicte su conciencia, también. No creo que se vaya a ofender por decir que piensa hacer lo que dice, ¡vaya que no!

La tarde pasaba y el sol se iba ocultando poco a poco hasta que la única luz que hubo era la de la luna. Los estómagos empezaban a pedir comida y Laern buscaba un buen lugar donde acampar, un lugar que les protegiera de miradas indiscretas y les permitiera a la vez defenderse en caso de emboscada.

No tardó mucho en fijarse en una pequeña colina a unos cincuenta metros del camino, y allí os dirigisteis.

Cada uno sacó su bolsa y empezó a cenar, por supuesto antes habías atado a los caballos y demás cosas básicas en estas situaciones, mientras la mayoría comía Morz no paraba de corretear de un lado a otro, parece que nunca puede estar quieto. Y las largas caminatas son demasiado para él.

Sentados en piedras formando un corro empezasteis a beber cerveza. Como siempre Anioz empezó a protestar, pero Görg y Laern le hicieron callar. Las historias de unos y otros amenizaban la velada, que solo era interrumpida de vez en cuando por los sonidos que hacían los animales salvajes así como los búhos.

No mucho antes de dormir, Laern repitió su ritual de limpiar minuciosamente su peculiar escudo. Lo hacía sereno, callado, ensimismado en su labor. No tardó en acostarse tras terminar.

La noche pasó sin ninguna novedad importante, lo único que pasó es que Morz no podía dormir y se dedicó a ir despertando al que tenía más a mano para marearle un rato. Claro que nunca fue Laern al que despertó.

Por la mañana recogisteis todas las cosas, al mismo tiempo que desayunabais algo ligero, y pusisteis rumbo a Aglen.

Tras pasar unas horas en la ciudad de Aglen el grupo partió de nuevo rumbo al sur, pero esta vez con los estómagos más que satisfechos.

Era por la tarde y la hora de la siesta se hacía notar en la conversación, que otra vez brillaba por su ausencia. Morz, como ya era costumbre, dormía a pierna suelta en el carro, cosa que a Anioz le venía de perlas.

Más al Sur de Aglen ya no había ninguna gran ciudad más, como mucho se podía encontrar algún pueblo próspero, pero la tónica era encontrar muchas aldeas pequeñas dispersas por las colinas y llanuras. Y mucho más al sur (a donde os dirigís) en las montañas.

Hacía ya unos cuantos minutos desde que dejásteis de ver la ciudad de Aglen, y el sol empezó a esconderse por las montañas. Alrededor del camino de tierra por el que viajabais todo era llanura, campos de trigo y pequeñas colinas. De vez en cuando veíais alguna casa en la cima de una colina, a veces ésta estaba derruida, seguramente por el paso del tiempo o por el asalto de algún grupo de bandidos.

Pronto se haría de noche, y había que decidir si dirigirse a algún pueblo o pasar la noche al raso.

Por el camino os encontrabais carteles a cada rato, con el nombre de algunas aldeas y flechas indicando su posición.

Silenciosamente, Laern se detiene frente al primer cartel que ve con nombre acogedor. Ladea la cabeza hacia el letrero varias veces, llamándole al resto la atención sobre él.

- ¿Para qué dormir al raso?

Eso, mejor al raso no. Se me rizan las barbas y se oxida la armadura y las hachas. Lo peor es lo de la barba, se enreda y encrespa haciendo imposible peinarla bien hasta que se lava con abundante jabón. Y los jabones tienen la fea costumbre de estar perfumados, dejando un insufrible olor bajo mi nariz.

¡Demonio! Ya he hablado sin darme cuenta. Una vez más. Seguro que ahora alguno de mis "queridos" compañeros aprovechará para burlarse de mi. Quizá no me hayan oído.

Ireth miró al enano y no pudo evitar sonreír al oír sus palabras, pero intentó disimularlo llevándose la mano a la boca y fingiendo un bostezo.

-Aaahhh, yo estoy tan cansada que podría dormir sobre el caballo... pero si el reino de Talona todavía puede pagarnos una noche en una posada, no tengo reparos en aceptar tu propuesta Laern. Supongo que en este pueblito hallaremos un lugar dónde pasar la noche.

Siempre es más seguro dormir bajo un techo, además de que suele ser mucho más confortable que dormir en el suelo. ¿No creen?

Una vez termino de hablar pongo una cara extraña, giro la cabeza y miro a Morz, Ufff...menos mal que no le he despertado.

Laern se sonríe a sí mismo, satisfecho.

- Bien, sabía que no discutiríais... ¡Ya dormimos a la intemperie la mayor parte de las noches de viaje, bien nos convendría aprovechar cada oportunidad! Además, es menester hacer notar a las buenas gentes del reino que la autoridad vela por su protección. ¡Qué menos que visitar una pequeña población y demostrarles que siguen en nuestros mapas! -Tidarion observa dubitativo el mapa y sonríe al resto mientras alza la cabeza- ¡En alguno muy olvidado, seguro!

Y lanza otra de sus sonoras carcajadas, guiando a su corcel por el camino que lleva a la población. Mientras continúan el viaje, relaja el paso para ponerse a la altura de Ireth.

- Y también les vendrán bien nuestras monedas. Después de todo, son ellos quienes pagan nuestros servicios -le guiá un ojo, sin malicia alguna-.

La guerra y los recaudadores impiden a cualquiera olvidar que están en los mapas. Pero hacer circular las monedas siempre es motivo de regocijo, estoy dispuesto a invitar a una ronda para ayudar a las buenas gentes locales.

Espero que eso les distraiga de mi desafortunado comentario anterior. ¡Me va a salir caro tener la lengua tan suelta!

Una vez decidido el ir al pueblo de Nolvil, el grupo sigue el estrecho camino de tierra y piedras que conducía a él. Habían hierbajos por todas partes, pero ninguna planta con buena pinta. Las piedrecitas dificultaban el paso del carro, que empezó a traquetear muy a menudo, tanto que Morz despertó.

¡Ouch! - dijo el hobbit al darse un golpecillo en la cabeza producido por un pequeño bache - Pero que demon... Anioz, ¿acaso no sabes conducir un carro? Debería haber aceptado el ofrecimiento de Ireth.

Entonces miró a su alrededor y se dio cuenta de que era de noche, el sol había desaparecido por completo, y además ya no estaban en el camino principal, sino perdidos en medio de la nada.

¿Dónde estamos Laern? ¿A dónde vamos?

Un poco molesto por el comentario de Morz no dudé en excusarme. - ¿No ves que este camino es una porquería? Cuida tu lengua o puede que alguien te castigue. -

Laern respiró con fuerza por la nariz. Razonar con el hobbit era imposible, y hablarle se le hacía cuesta arriba. ¿Y quién podía culparle?

- A una aldea que hemos alcanzado cerca del camino. Nolvil, por si la conoces. Allí dormiremos, aunque me temo que usted no tenga nada que dormir, maese hobbit.

Como estará muy descansado podrá descargar las monturas, limpiarlas, darles de comer y preparar los aposentos para todos mientras nosotros nos lavamos para eliminar el polvo del camino. ¿No les parece capitán y mariscal?

Pese a que mantengo el gesto serio mientras lo digo mirando al hobbit una vez que giro la cabeza guiño el ojo a ambos.