Partida Rol por web

Al entrar en la cocina me relamí. No se porque se llamaba cocina, pero todos los hogares humanos tenían una y siempre olía bien. Mi humano domestico cacharreaba mucho en ella, aunque luego algunas cosas huelen a quemado. Parece que solo pone esmero cuando viene esa humana de pelaje rojo. Maldita.

Me aventuro en abrir con mi patita de reina uno de las puertecillas que poblan el lugar. Los humanos siempre empeñados en poner obstáculos a todo. Escondían la comida y no compartían. No sabían todavía quien mandaba.

Zoe me habla, pero yo ya tengo al mente en otra cosa. La puerta que consigo abrir me da acceso a esto:

!Por bastet! Es lo que come mi humano doméstico a veces y luego me dan. Están tan delicioso, y hace un ruido tan hipnótico. Le doy con la pata. !Uy! !Ahí esta! !El ruído! Si el humano puede, yo también puedo abrir esto con las uñas. 

- Silencio, me desconcentráis...

  La lavadora seguía dando vueltas y fascinando a Felicia, de forma prácticamente hipnótica, ya es sabido que la gatita moteada tenía la atención de un pez y se distraía con mucha facilidad, no estaba siendo la excepción y es que ¡nunca había visto eso! La tenía fascinada.

  Giraba la cabeza, y la giraba, y giraba, hasta que notó que el último de los gatos se había ido. Pero ella seguía con la boca abierta, los ojos como platos y girando el unísono del aparato diabólico. Pero la gata ladrona sabía que tenía una misión, y que era de suma importancia, así que cuando olió a su amiga Ophelia alejarse cerró su mente y empezó a susurrarse para sus adentros algo así como una mágica letanía “mosca, mosca, mosca, mosca…” hasta que pudo apartar la mirada y alejarse.

  Cuando lo consiguió, dio un par o tres de pasos tambaleantes por el mareo sufrido, por suerte no llegó a caerse al suelo, lo que viniendo de ella ya era todo un prodigio, pero sí se mareó y vomitó incluso el desayuno.

  Seguidamente empezó a olerlo como si aquello no fuese suyo.

  Fue entonces que la lavadora dobló la velocidad centrifugando y causándole un susto de muerte. Salió corriendo a esconderse, y cuando reunió valor para salir, se acercó a ella y la bufó. —¡¡¡Pfffffff!!!

Supergato entró en la cocina y el resto de gaticos entraron dispuestos a hacer de las suyas, unos abriendo los armarios, otros brincando por doquier y la gata gorda y lustrosa agarrando una bolsa de riquísimo alimento salado.

Pero era su deber protegerlos de posibles ataques así que de un brinco se subió a la mesa, de otro a la silla y con la cola "accidentalmente" tiró una cosa de esas de cristal que tanto se rompían al suelo, donde estalló en mil pedazos.

—Cuidado, no os cortéis— dijo Supergato.

Maldito sabía que esa era la zona donde se guardaba la comida, pero nunca tuvo la oportunidad de poder abrir una de esas puertas guardacomida, ya que siempre estaban los humanos en las casas cuando entraba en una.

Pero esta vez eran muchos gatos así que no le dio miedo probar, sin contar que el coronel bigotitos les había dicho que la casa estaba sola. También les había dicho algo más pero ahora mismo sus tripas no le dejaban pensar en otra cosa que no fuese buscar comida, y sobre todo las preciadas latas de atún.

Se dirigió hacia una de las puertas que aun no habían abierto ninguno de los otros gatos y empezó a poner la pata, los primeros intentos fallo, pero no le importo. Así de paso aprovecho para limarse las zarpas con la puerta, y dejar un bonito dibujo.

Al tercer intento clavo las garras y consiguió abrir un hueco por donde empezó a meter el hocico y poco a poco ensanchar el hueco con el resto de su cuerpo hasta terminar de abrir la puerta.

- Para ser la primera vez no está mal. ¿A ver que nos encontramos por aquí? - Dicho esto se aventuró hacia el interior del armario.

Miaaaaaaaaaaaaaau, cuántas vueltas que daban aquellos pelajes humanos… Era tan… hipnótico… ¿De verdad algún gato se habría colado dentro de esas máquinas? Meter a Rayas ahí dentro seguro que habría sido divertido, viéndole dar vueltas y más vueltas y más vueltas…

De no haber sido por las voces de los gatos que estaban celebrando la puerta abierta y el acceso a la cocina, la gatita negra se habría quedado allí un buen rato más. Rápidamente alcanzó a sus compañeros en la cocina. ¡Y aquello sí que era para decir miaaaaaaaaaaaaau! ¡Armarios llenos de cosas estupendas que aguardaban a ser abiertos por aquellos intrépidos mininos! ¡Toneladas de atún, queso, jamón y muchas otras delicias seguro que les estaban esperando para darse el gran banquete a costa del traidorcete! Y ella no iba a ser menos, por supuesto. Se puso a olfatear el ambiente intentando buscar cosas deliciosas para comérselas ella sola compartirlas con sus camiauradas.

Cuando encontró un armario que olía lo bastante apetecible, Azrael ni corta ni perezosa empleó todos sus recursos para abrir la puerta y así poder acceder a la comida que había dentro. Pero encontrarse con un montón de tarros de cristal llenos de cosas raras no era lo que se había imaginado, aunque algunos olían muy bien. La gatita se metió dentro del armario para tirar uno de los tarros, el cual se rompió al impactar contra el suelo derramando las aceitunas y la salmuera que contenía.

 -¡Miau! -Azrael se relamió después de probar el líquido de las aceitunas- ¡Esto está bueno! No es queso fresco, pero está bueno.

La gata blanca se sentía muy bien después de haber sido útil para el equipo, al fin alguien notaba su esfuerzo. Sin embargo no estaba preparada para encontrarse de cara con la zona-comedero de los humanos. A diferencia de su casa este comedero era muchísimo más grande que el de casa, lleno de cajones y trampas de comida que tan celosamente guardaban sus dueños para fastidiarla cuando tenía hambre (que era casi siempre). Por suerte Mitones ya había pasado por todo eso y sabía que en algún lugar de la habitación los humanos tendrían esa cosa brillante que usaban para poner calientitas sus croquetas.

Allí estaba, cerrado como siempre; eso indicaba que dentro habría comida para mancharse los bigotes lo suficiente como para no volver a querer comer en una hora... quizás una hora y media. Mitones logró encaramarse en la alacena mientras los otros gatitos abrían con total facilidad las puertas que dejaban ver distintos frascos, latas y otras trampas de comida humanas.

Intentó con las patas, apretando los botones, raspando su cuerpo contra la condenada caja -que estaba helada y sin luz, haciendo pensar a la gata en las muchas diferencias entre sus humanos y los que vivían en esta cueva tan purrrrr- hasta que llegó a la decisión definitiva: debía empujar la caja y así se abriría, o al menos eso recordaba que había escuchado hacer a Lazos, su vecina. El montón de pelo y grasa de la gata empujó con todas las fuerzas, haciendo que la caja humana se balanceara un poco sin ceder en su tapa ni liberando su comida.

Decepcionada, Mitones comenzó a sentirse hambrienta y borracha por el aroma a comida que llenaba todo el comedero, no pudo evitar distraerse e ir a lamer el suelo donde habían caído unos frascos con comida hacía muy poco

Lo que los gaticos no esperaban es que tanto ruido sin duda haría que los humanos, si estaban en casa, aparecieran por allí. Quizás no estaban allí los humanos dueños de la casa, pero sí la humana que limpiaba los cajones de arena y lavaba los pelajes humanos. En ese momento ella estaba arriba, preparada para dormir en su habitación y con una tórrida novela de Danielle Steel, cuando le pareció oír algo. ¡Justo en la mejor parte!

Se quedó quieta un momento, pensando que eran ladrones y fue a echar mano a su escoba. Bajó las escaleras con precaución y se encontró aquel circo de gaticos y tarros por el suelo. ¡Dramón! ¿Quién limpiaría todo eso?

-¡Ay, por la santísima virgen! ¡Fuera de aquí malditos! ¡Luego me tocará limpiar a mí!- comenzó a vapulear su escoba, tratando de apartar a los gaticos y asustarlos. En esas Guts se llevó el primer golpe de escoba y cayó hecho una bola escaleras abajo, al sótanos de nuevo. -¡Fus, fus!- gritaba haciendo aspavientos

La imagen de esa humana golpeando a mi hijo parecía a camara lenta, no me podia creer lo que estaba pasando, Guts que es un trozo de pan y jamas a hecho daño a nadie...

Erizo todo mi pelaje y bufo con rabia, me subo a la encimera con la mirada fija en ella, gruño a un con mas fuerza ya que la rabia gatuna me esta consumiendo.

Al grito de Por mi hijo ma-to, me has oido? ma-to!!!!, salto uñas en ristre a su cara.

Maldito ve desde el interior del armario como Guts, el miembro más joven de los compañeros sale rodando de vuelta al sotano. En circunstancias normales, Maldito habría salido corriendo, pero esta era una ocasión especial. Eramos 13 gaticos, 12 en la cocina y uno que había vuelto rodando al sotano.

Aparte no teniamos tiempo de escondernos ya que nos pilló infraganti. Y como dice el lema... "Gatos, unidos, jamás seran vencidos"

- Esto es miauuuu guerraaaaa -

Y dicho esto se lanzó a la mano con la que empuñaba la escoba, con la intención de que la humana al verse una gran rata pelada (para algo tenia que servir su sex appeal) agarrada a su brazo soltase el palo con pelos y saliese corriendo.

Se le enganchó con uñas y dientes a la muñeca y empezó a dar mordiscos.