Partida Rol por web

Toribio asiente con la cabeza y golpea con el codo a Gabino, justo en el momento en el que él comienza a hablar. Toribio le mira y dice: -Me lo has quitado de la boca, buen amigo. El listo de tu amigo va como una flecha, y no creo que vaya a comprar el pan. Sigámosle....

Hecho, igual perdemos comba del acuchillado, o sobre los chantajes a los tenderos, pero Avellaneda me da unpalpito, y era conocido de mi viejo. Algo trama y no se que es. Julieta, te vienes?

Niego con la cabeza.

Vereis, bastante tienen estos pobre comerciantes con malvender su género como para que les extorsionen y le obliguen a compartir sus ya de por sí exiguas ganancias. Prefiero quedarme aquí. Indagaré por los distintos puestos.  Ustedes sin al de Avellanada. Nos encontramos en la posada cuando todo termine.

Dicho esto cruzo el mercadillo hasta el puesto del tal Alfón. Me hago un hueco entre los clientes y observo el género buscando los candelabros de la noche anterior.

Julieta prefirió no ir con sus dos compañeros. Mientras ella marchaba cruzando el mercado hacia el vendedor que le habían indicado, sus dos compañeros, Gabino y Toribio, comenzaron a seguir, raudos, a don Francisco de Avellaneda antes de que lo perdieran de vista.

El tipo al que te acercaste no era sino un vendedor bastante popular entre el gentío: agolpaba delante de su tenderete a numerosos curiosos atentos a sus piezas: tenedores, herramientas, objetos de decoracion y hasta alguna joya de dudosa reputación. El caso es que el muchacho, de piel blanca y cabellos rojizos, te miró al llegar. Sabías que se llamaba Jimeno, pues así lo llamaban algunos viandantes y clientes que ya le conocían. Entonces aparcó la atención a los "buitres" que ojeaban su mercancía y posó sus ojos sobre tí.

Hola, ¿qué busca, señorita? -te dijo el tipo-. ¿Está su marido por aquí? -cuando te preguntó esto, los jacos que había al lado, los que tenía Toribio antes puesto en vigilancia, se interesaron por tí-. Ahora era un total de cinco.

Dejando a un lado a Julieta, que se acercaba al tipo de piel blanca y pelos rojizos que le había indicado el otro comprador, os encaminásteis tras los pasos del de Avellaneda. ¿A dónde iría con tanta prisa? El caso es que salió del mercado, y tras callejear un poco alejado del gentío, vísteis que marchaba hacia el  Gallinero del Mercado, a unas pocas cuadras hacia el centro de la Villa. Vosotros sabíais muy bien qué era este sitio: en un patio interior al aire libre, el Gallinero no era sino un improvisado corral de comedias a cielo abierto, situado entre casas dispuestas aquí y allá, y que gozaba de cierta popularidad en aquel barrio. Claro que, estaba agolpado, los espectadores estaban delante de un tablado donde se estaba celebrando una obra teatral (una comedia que trababa de una familia en la que las mujeres de la casa estaban enamoradas del mismo hombre). Y vuestros ojos que se atormentaron un poco al no ver al de Avellaneda, pues parecía haberse perdido entre el gentío. Eso sí, de una cosa estábais seguros, andaba por allí y no podía haber salido por la ingente cantidad de personas allí reunidas.

Maldita sea Toribio, no puede andar lejos, y menos salir del corral, hemos de encontrarlo. 

miro que se ve en el corral... que lo compone y que puede ser interesante a parte de la obra... quizas es un buen sitio para tener una reunion pasada desapercibida?

Ante la pregunta del comerciante mudo la cara en un gesto lo más afligido que puedo.

Honrado mercader, ¿acaso no ha reparado en la negrura de mi velo? Dios, nuestro Señor, requirió a mi marido a su presencia en fechas recientes por lo que no dispongo de él para realizar estas gestiones.

En un gesto cuidadosamente estudiado, una delicada sonrisa aparece en mi rostro.

Pero seguro que puedo contar con su ayuda a la hora de elegir unos candelabros para el comedor, ¿verdad?

¿Candelabros...? Uhm... ninguno tengo a su disposición, señora... -decía el comerciante-. Tal vez en el almacén de estos productos, y hasta la semana próxima no vuelvo -su casa, seguramente, que aquel tipo era poco menos que un mendigo sino fuera por el tenderete-. Entonces se te acercaron aquellos tipos que te estaban mirando. Pareció que acabaron por interesarse por tí.

Le doy el pésame, señora -dijo uno de ellos mientras se acercaba-. Entonces viste que los otros dos también te rodearon, mientras aún estabas delante del puesto de baratijas-. Su marido bien gusto tenía, con Dios -decía tocándose el sombrero otro mientras notabas que te miraban con malos ojos. ¿Y qué hace vos por aquí, tan sola? Aquí no encontrarás nada -desdeñando a Jimeno el mercader-. Si quiere, yo le puedo llevar aun sitio para comprar lo que tenga que comprar... ¿Qué me dice, vuecencia? A aquellos tipos no les importaba lo más mínimo el molestar a cualesquier, pese a estar en un mercado abarrotado de gente...

Hola, ya he posteado para Julieta en solitario. Asique es vuestro turno.

Gabino me tiene que hacer la tirada que pedí en mi último post narrativo y Toribio ambas cosas (post + tirada) ;)

No lo veo, allí!!! no no, me pareció... mm en ese soportal!!! es él? vaya, mil diablos se lo lleven... Soy incapaz de encontrarlo Toribio...

Totalmente decepcionado e incluso un poco enfurecido Gabino se caló el sombrero... No estaba de buen humor, así que no era muy buen momento para bromas, jaques o cualquier otra lindeza de la concurrencia...

Toribio mira la multitud buscando a Avellaneda. Ese tipo, resulta que es escurridizo. Por un momento, Toribio se queda embelesado con la obra de teatro. No es que entienda mucho de ese género, mas le parece curiosa la escena.
¿Dos mujeres de la casa enamoradas del mismo hombre?¡Anda! como aquella familia que conoció hace años en un sitio remoto que llamaban Cuenca...

Los aplausos y risas lo sacaron de su embelesamiento. El Poco inteligente Toribio sacudió su cabeza y dijo...

-¡Gabino! ¡Mira, por ahí va! - Señala la parte izquierda de la plaza, mientras con voz que denota decepción dice: - No, ¡pardiez! No era él... Le mira fijamente, con una mirada que Gabino reconoce... y no es precisamente la de el Toribio amigo de los niños.... sino la de... "Lo buscamos y lo encontramos aunque haya que sacar a toda la gente de la plaza"... -¿Le buscamos palmo a palmo?

Por las gónadas de un astado, no se que hacer... hay mucha gente y tenemos a Julieta sola, si le ocurre algo  que? La muchacha es valiente, arrojada y se vale por si misma, pero ante una banda de rufianes y jacos, no les sería muy difícil reducirla y hacerle vete tu a saber, que vive Dios que la mujer está divina a ojos de un hombre aunque pueda ser tu hija y mi hermana.

No se si volver, dividirnos nosotros para ir en auxilio de Julieta en muy discreto, y el otro a ver si vemos al tal Avellaneda

Andábanse vuesas mercedes entre la multitud. La mujer que ahora protagonizaba ese entremés no era sino la que embelesaba al vulgo, allí expectante, mientras vosotros mirábais por doquier a éste o aquel rufián. El de Avellaneda, que sus orondas formas no se veían, no debía estar lejos. La parte baja del teatro está repleta de gente. La mayoría no eran sino hombres sentados en bancos largos de madera; más o menos están atentos a la obra. Conversaban entre ellos, ya fuera de la obra o de cosas de la ciudad. Al fondo había también un gallinero con gallinas y un cordero en una esquina, y no parecía andar por allí el truhán. Ese toque rural dado al improvisado teatro constrastaba con la balconada del patio donde se celebraba la obra. En las paredes derecha e izquierda y tras las celosías del primer piso estaban la mayoría de las damas viendo la obra, o más bien observando a la gente que ha venido a verla. Vive Dios que allí había, seguramente, algún hidalgo, o tal vez algo más que eso, en busca de entretenimiento fuera de sus palacetes. Y mientras escudriñábais de aquí para allí, vuestra vista fue al mismo tiempo hacia el el primer piso. ¡El de Avellaneda estaba allí!

El tipo no estaba sino reunido con... ¡Alberto!, el truhán de rubia y castiza cabellera; uno de con quien os enfrentásteis la noche anterior, tras la posada, en plena nieve. Que los dos hideputas andábanse reunidos, como cuchicheando, haciendo como negocios de dineros... ¡Qué digo! Lo vísteis entonces claramente: un intercambio de dos bolsas, puesto que Francisco de Avellaneda le entregaba una bolsita pequeña, pero el funesto jaque rubio le daba una bolsa abultada... Era como el haberse juntado el hambre y las ganas de comer... Los tipos no parecían haberos visto.

Vaya con el de Avellaneda... no parece tan buen cristiano después de todo. Al parecer poco le importa hacer negocios con un asaltante... lo cual le convierte en un simple bandolero más. Fuera amigo de mi padre o no, me la trae al pairo Toribio. A ese Jilguero le voy a hacer cantar cuanto sepa o acabará en el fondo del rio. Y el otro, puede que no esté solo, pero está herido, eso seguro, que la mano de Julieta le hizo un estropicio.

Allí hay una escalera lateral y alguno de esos portales debe de conducir a la casa, pero algún notable puede estar por allí... seamos cautos...y cálate el sombreo, no nos vayan a descubrir...

Nos acercamos a ver que parte nos corresponde de todo esto?

Lo teniamos a la vista, pero seguía preocupado por Julieta, mal raya los parta.

Toribio hace caso de las indicaciones de Gabino, cosa que no es extraña, ya que siempre las hace. Sin duda alguna, Calamonte es hombre  sensato, a la par que valiente, y pocas veces erra el tiro. Toribio cala la parte delantera de su sombrero y asiente con la cabeza mientras mira la zona.

Será complicado subir, mas si uno les asusta y les hace correr, y el otro les corta el paso, podríamos pararlos a los dos, como cuando vas a coger gallinas en el corral.

Cierto, salvo que haya salida por detrás. No tenemos forma de cubrir las dos salidas...

En cualquier caso, podemos acercarnos raudos, debajo del ventanal, uno les grita -Ehh Tú, asaltante asesino-, y empezar a subir por la escalera esperando salgan por otro lado y alli emboscarles.

Ahora bien, prefieres subirte por la escalera o atizarles en la cabeza cuando huyan?

No tendremos mucho tiempo, con tanta algarabía de gente, seguro que la Ronda andará próxima... Tocará actuar y desaparecer, con o sin botín...

Me calo aún más el pañuelo sobre la cabeza y cruzolos brazos delante de mi. La mano roza la empuñadura del cuchillo que llevo disimulado en el vestido.

- Pues le digo que una mujer de luto como yo no debería ser vista solo en compañia de hombres. Así que si, vuecencia me disculpa debo proseguir  con mis compras. Que tenga un buen dia caballero. A no ser qué... ¿Estaría usted dispuesto a traer esos candelabros un poco más tarde? Seguro que mis familiares estarían encantados de hacerse con ellos. Sería un buen trato para usted.