Partida Rol por web

- Una visión. - Se llevó la mano al mentón pensativo. - Entiendo. - Mintió descaradamente.

Lo que estaba claro era que el tiempo apremiaba. No sabían por qué depravada razón aquellas ranas habían capturado a Guillaume o al hijo de Momotzli, aunque se le ocurrían unas cuantas. Por ello era necesario actuar con presteza para tratar de impedir lo que fuera que estaban tramando. 

- ¿Subimos entonces? - Preguntó. - ¿O queréis prepararos mágicamente antes?

La pregunta de Patrice fue recibida por un silencio de sus compañeros tan atronador como el aguacero torrencial. Nadie le contestó, pero la realidad era que nadie le hacía mucho caso desde que bajaron del barco. El almirante escuchó el sonido de la lluvia repicar contra los escalones de piedra antigua y desgastada, el chirriar de los pebeteros de hierro forjado mecerse por el vendaval, el sisear del viento entre las fauces de piedra de las esculturas de las serpientes emplumadas, el fluir de las corrientes deslizarse por las acanaladuras que desaguaban la superficie que coronaba el zigurat, aún incluso el sibilante sonido de su propia respiración, entrecortada por la reciente batalla con los bullywugs. ¿Pero respuestas? Ninguna.

De modo que reemprendieron su ascenso por la escalinata del antiguo zigurat. "Raven" y Sazel, que veían mejor en la penumbra imperante, distinguieron que los bajorrelieves cubiertos de musgo representaban escenas sobre el culto a los ancestros en Chardauka. Coronaron el zigurat, que terminaba en una suerte de templete cubierto. Frente a él había un altar de piedra pulida, tan grande como si se tendieran sobre él dos humanos, uno junto a otro. En el interior del templete parecía vacío, como si los bullywugs se hubieran esfumado.

—Estas son las estancias en las que el Señor de los Huesos y sus acólitos preparan los cuerpos para la transferencia ritual de las almas de los ancestros al poderoso cuerpo de un chardarrim —explicó Itzel, señalando al templete vacío—. Nunca he entrado, así que no sé qué nos vamos a encontrar. Cuando la aldea se reúne, ya sea en asamblea o para el culto, siempre es en el exterior. Nos sentamos en las escaleras.

- Pues vamos a ciegas desde aquí... - Le dijo a Itzel. - Mejor será que vayamos preparados para lo peor. - Dijo asiendo con firmeza los mangos de sus armas. 

Tampoco esperaba que nadie le hiciera mucho caso. Ya le hacían poco caso abordo del Lauretta y menos se lo estaban haciendo en tierra. Ahora que estaban en ll alto del zigurat, no tenía cambiar de golpe.

Los hombres rana no podían haberse esfumado, eso estaba claro, por lo que efectivamente tenía que haber algún pasadizo secreto hacia las profundidades. Patrice iba a encontrarlo y eso hizo, ciudadosamente y sin hacer ruido se acercó al templete con la clara intención de investigar su interior. 

Sazel contempló el altar con curiosidad morbosa. En Revraine, los rituales nigrománticos se realizaban en secreto, en capillas ocultas, torres perdidas y catacumbas oscuras. En aquella tierra, se hacía en lo alto de una pirámide que se erguía sobre la civilización, a la vista de todos. Un espectáculo, tal vez, como toda ceremonia que se celebraba en público.

Caminamos en tinieblas desde que la tormenta nos separó de la flota, replicó, caminando junto a Lefebre. En lo alto del zigurat, al menos, sabían que se aproximaban al peligro, aunque fuese uno de cuya naturaleza dudaban todavía.

Mientras le capitaine buscaba el lugar por el que se habían retirado los bullywugs, Sazel se quedó quieto en la entrada del templete, la punta de la espada en el suelo y la mano apoyada en el pomo.

Victoire, avanzando con cautela y dispuesta a disparar al menor signo, miró al capitán con desaprobación.

—¡Vamos Lefebre ten un poco de orgullo!—dijo intentando espolear su orgullo—. ¿Acaso no has sobrevivido a todo lo que esta infernal tormenta nos ha arrojado? No gimotees tonterías. ¡Somos Agentes de la Basílica Argéntea! ¡Es el enemigo el que tiene que temblar ante nuestra presencia!

- ¿De que pueñetas hablas, Victoire? - Dijo extrañado el capitán. - ¡No gimoteo nada! - Exclamó confuso. - Solo digo que vamos a entrar en una trampa de la que no conocemos nada y que estéis preparados para lo peor... - Meneó la cabeza. Le estaba distrayendo de hacer si trabajo. El capitán se centró y volvió a lo suyo. Buscar posibles trampas y accesos a las plantas interiores del Zigurat.

Raven no veía qué tenía de malo ser precavido ni qué necesitad había de dramatizar las cosas. Pero precisamente como se estaban dramatizando las cosas, no dijo nada al respecto.

Observó con curiosidad uno de los grabados de la escalera, aquello era otro elemento de tantos que le hubiera gustado examinar con detenimiento al igual que las aves de colores pero en ese momento no podía. Malditas fueran las circunstancias.

Si bien no había rastro de los bullywugs a simple vista, en el éter no podían haberse esfumado. O se habían colado por algún sitio allá adentro y en efecto el Zigurat tenía interiores o habían salido corriendo escaleras abajo por la otra cara de la pirámide. Lo cual tendría hasta su gracia pero dudaba de que hubiese sido así. Nunca era tan fácil. Además, el Señor de los Huesos tenía que estar en alguna parte.

—Lefebre, ven un momento.

Se encontraba aún en las escaleras así que esperó a que llegase para levantar ligeramente una mano que hasta ahora quedaba totalmente cubierta por la manga de la túnica pero que al hacerlo se descubrió esgrimiendo una varita. La sacudió ligeramente en el aire murmurando algo y enseguida un segundo Lefebre apareció junto a ella, solo que desde el templete no se les veía. Le hizo un gesto al verdadero de que se esperase ahí mientras la imagen avanzaba, de hecho la propia drow subió un par de peldaños tras ella para tener justo línea de visión con el templete, manteniéndose siempre por detrás de Sazel.

Aquel conjuro no hacía ruido pero la lluvia torrencial sí, hasta el punto de enmascarar bastante los pasos reales de alguien que pretendiera ser sigiloso, por lo que en ese aspecto no llamaría mucho la atención. Lo que no la convencía del todo era que tampoco despidiese olor pues los bullywugs habían demostrado tener bastante desarrollado dicho sentido. Aunque quería confiar en que el simple hecho de ver "un humano que no huele" resultara lo suficientemente extraño como para acercarse a él si es que había realmente alguna de aquellas ranas allá adentro.

No era una garantía perfecta que darle antes de introducirse él mismo a investigar, pero era mejor que nada.

Raven usa su varita de Imagen Silenciosa para crear un Lefebre "entrando ninjamente a investigar" en el templete.

Lefebre se detuvo y dejó que fuera la copia ilusoria que había conjurado "Raven" entrara primero en el templete. Ningún hombre-rana saltó de entre las sombras para atacarlo mientras se paseó por el interior.

Todo tuyo, Esti.

—No es una garantía infalible de que no haya nada—dijo la drow—. Pero es todo lo que te puedo dar ahora mismo.

Luego esperó a que Lefebre hiciera sus investigaciones.

De modo que Lefebre hizo lo propio y entró en el templete. Tampoco entonces saltó ningún hombre rana sobre el auténtico almirante de la flota revraína, sino que pudo revisarla sin problemas. Se encontró una habitación prácticamente vacía. Apenas había un gong y un mazo utilizados, presumiblemente, para llamar a la aldea a los ritos y a las asambleas que debían celebrarse en lo alto de la pirámide. Una de las baldosas tenía una argolla. Al asegurarse de que no había ninguna trampa para incautos esperándole, Patrice tiró de ella y descubrió un pozo vertical que descendía hacia el corazón del zigurat. Había una escalera de madera que se perdía en la oscuridad.

—No estoy sorprendida.

Y no lo estaba, un edificio tan grande... parecía casi antinatural que fuera completamente macizo. Los chardaukanos eran raros, dominaban los secretos del acero o la magia, pero para otras cosas resultaban, anacrónicos. Victoire sacó dos antorchas y las encendió. Ni Lefebre ni ella podían ver en esa negrura.

—Cógela Lefebre—dijo tendiéndole uno de los hachones—. Raven, Sazel, ¿podéis ver cuan profundo es el pozo?

Si ellos no veían la profundidad del mismo, arrojaría la antorcha. Pero prefería no revelar su presencia antes de tiempo.

Raven se asomó y entornó los ojos durante un momento.

—No—dijo—. El descenso debe ser bastante largo. De hecho... calculo que este pozo atraviesa el zigurat entero y desciende bajo tierra.

- Pues... - Miró haci abajo temeroso mientras enfundaba sus armas y agarraba un de las antorchas que Victoire me había facilitado. - Supongo que tendremos que bajar. - Concluyó sin demasiadas ganas de adentrarse en lo desconocido. 

Y es que en realidad, introducirse en una inmemorial construcción que sin duda daba acceso a una guarida de peligrosos anfibios esclavistas, sin conocer exactamente qué era a lo que se iban a enfrentar, no le hacía ninguna gracia. No obstante, habían dado su palabra a Momotzli de que harían lo posible por rescatar a la gente de su pueblo u descubrir que era lo que estaba sucediendo y eso harían, pues ante todo, Lefebre mantenía su palabra... Normalmente.

- Y supongo también que me toca ir a la cabeza... - Comentó con un gesto agrio.

Sin más, se introdujo a través de la trampilla y comenzó a descender por la escalera mientras murmuraba algo entre dientes, muy posiblemente palabrotas y maldiciones. Aunque eso sí, iba muy atento a cada escalón. ¡A saber cuantos años tenía aquella escalera y en qué condiciones estaba!

Sazel caminó junto a Raven, Victoire e Itzel hasta la trampilla desvelada por Lefebre. La entrada a un pozo que se adentraba en las tinieblas, profundamente. Como había aventurado la elfa oscura, la escalera descendía, probablemente, hasta más allá de la base del zigurat, y alcanzaba las profundidades de la tierra. Algo que podía explicar cómo lo que fuese que estuviese sucediendo había pasado desapercibido hasta ser demasiado tarde. Era posible que hubiera llegado desde debajo de la aldea.

Le capitaine, tal vez porque nadie le había respondido cuando preguntó si los demás agentes requerían prepararse mediante magia, lanzaba hipótesis al aire y respondía con acciones, sin esperar a que nadie le dijese nada. Cuando empezó a bajar las escaleras, Sazel hincó una rodilla junto a la trampilla y estiró una mano para sujetarle por el hombro.

Dejadme ir en primer lugar, capitaine, dijo. Mi mirada puede penetrar en la oscuridad sin necesidad de esa antorcha.

—¿No sería primero mejor averiguar cuán profundo es el pozo?

Si nadie dice nada, arrojo la antorcha.

¿Por qué? preguntó Sazel, girando la cabeza para mirar a Victoire. No saltaremos, sino que bajaremos por la escalera. ¿Haréis algo diferente si el pozo es más o menos profundo?

—De momento no, pero tener una idea del entorno en el que nos vamos a mover siempre es una ayuda. Como por ejemplo si los hombres-ranas intentan algún tipo de emboscada. Que caminemos entre tinieblas no significa que tengamos que ir con los ojos cerrados.

Sazel esperaba que, si los hombres rana preparaban algún tipo de emboscada, lanzar una antorcha como si fuese un explorador de avanzadilla, les advertiría de la llegada de los agentes de la Basílica con antelación suficiente para preparar la celada que temía Victoire. Pensaba también que poco era lo que iba a revelar la antorcha que no fueran a ver sus ojos con suficiente anticipación, pues él ya tenía una idea del entorno por el que iban a moverse. Mas no lo dijo. Si los bullywug les esperaban abajo, la advertencia temprana no iba a cambiar su suerte. Resistirse supondría la muerte. Poco daño podía hacer la necesidad de Victoire de ver con sus propios ojos lo que les aguardaba más abajo.

De modo que Victoire cogió y tiró la antorcha por el pozo vertical. Rebotó en las paredes en su descenso de más de quince metros y cuando llegó abajo se apagó en un plop.

Raven miró abajo durante unos segundos de silencio antes de añadir:

—O también puede que hayamos descubierto de dónde beben.

No lo creía realmente. El Señor de los Huesos tenía que estar en algún sitio, pero no terminaba ni de encajarle ni de hacerle gracia que hubiera agua cuando acababan de enfrentarse a unos bullywugs. Ya bastante tiempo habían perdido.

—Si el Señor de los Huesos y sus aprendices están en algún lugar ahí abajo quiero pensar que no se pasan el día pegándose con las paredes en la más absoluta oscuridad. Pero aun si el problema es que no haya luz, tampoco es algo que varios de nosotros no podamos solucionar—comentó antes de alzar la mirada hacia el sacerdote—. ¿Tú delante, Sazel?