Partida Rol por web

Antes de que ninguno de los forasteros pudiera siquiera hablar, Iodinie hizo las preguntas pertinentes.

-¿Qué sucedió? ¿Qué está pasando?- preguntó con tono angustiado por la ansiedad.

La joven había quedado sola en la habitación... pero justo cuando estaba recogiendo la cuerda que su esposo había lanzado por la ventana, vio cómo varias figuras armadas se acercaban a la posada por el frente.

-Los refugiados de Nerdua... mataron a Carl y a su hijo... creo que había alguien más dentro, pero no pudimos hacer más que encerrar a esas criaturas dentro- contó el anciano que había dejado de clavar la madera a la puerta.

Sólo quedaba él, un anciano más que tenía claras intenciones de encerrarse en su hogar, y la mujer que murmuraba erráticamente...

“qué demonios…”

Táedok, al ver que los muertos estaban intentando salir del lugar se dio cuenta que la gente que quedaba viva estaba del lado de afuera.
Volvió lentamente a la habitación. Cerró la puerta. Y le dijo a Lállebron.-vamos, los vivos están del lado de afuera. Se ve que los dejaron encerrados aquí.-

-bueno, atranquemos esta puerta y nos retiremos por la ventana.-

No habían tardado mucho tiempo en trabar esa vieja puerta, pero el tiempo parecía eterno. Un instante en el tiempo que jamás parecía terminar.
Comenzaron a bajar por la ventana, primero Lállebron con la hija. Por ultimo Táedok.

En el mismísimo momento en el cual el viejo estaba respondiendo la pregunta de Iodinie, una mujer muy bella bajaba con una beba en brazos por una cuerda. Desde la ventana por donde habían salido, un gigante pelirrojo se asomó y con unos movimientos seguros bajó por la misma cuerda.

-¡Esos eran!- exclamó alegre el viejo al ver a la pareja que había sobrevivido.

-La joven... está viva- dijo esta vez más lúcida la mujer de los cabellos desgreñados y movimiento lunático.

"¿Refugiados de Nerdua...? ¡Oh por Soid! No habrán llegado muertos vivientes hasta aqui ¿o si?"

De repente todo se había ido al diablo... parecía que sin importar cuantos símbolos pintaran en sus puertas y paredes, los ciudadanos de Bremie no escaparían a la desgracia. Tendríamos que hablar con estos refugiados si es que seguían vivos y sobre todo, si es que no eran muertos vivientes.

Al final, cuando vi a la mujer con la criatura bajando presurosa por la cuerda, me lance enseguida bajo ella, por si caía o si necesitase ayuda en la bajada mientras miraba a los alrededores de reojo, temiendo que en cualquier momento apareciese algún muerto arrastrándose por cualquier parte para atacarnos.

-No se preocupe, estoy aquí abajo por si me necesita; usted no se detenga.-

Nunca el tiempo había sido tan fluctuante. Mientras que el escape de Ávanil había sido una especie de relámpago difícil de percibir, el viaje a Bremie había tenido una densidad tranquilizante. Por lo que Arnald, que había cedido a tal densidad y relajación, no podía reaccionar al ritmo frenético que estaban sucediendo las cosas.

"¡Por Soid y todos los santos!"

Pensó en el bebé y la dama que bajaban por la cuerda, pero vio que Grind podía hacerse cargo perfectamente.

"No creo que tenga problemas con ello. Después de todo, es tan alto que con poco esfuerzo podría ayudarla a bajar..."

Se acercó, entonces, al anciano que colocó las maderas en la puerta. Aguardó a que se calmara un poco, ofreciéndole agua de su odre, e intentó hablar con él.

-Beba tranquilo señor. Despacio. Mi nombre es Arnald, ¿y el suyo?- aguardó a que le dijera su nombre para continuar- ¿Ha visto usted algo de lo que ocurrió allí dentro?

-¿Qué si he visto? ¡Por supuesto! ¡Estaba adentro!- respondió escandalizado el anciano, que luego de una segunda mirada, tenía un jubón que lo acreditaba como guardia. Tomó del odre apenas un poco, ya que volvió a hablar mirando a Iondine -¿Son estos los que vienen a exterminar Nerdua? Porque en ese caso ellos se deberían ocupar de estos...- dijo con un gesto hacia la taberna, donde aún se escuchaban los rasguños contra la madera.

-Los refugiados estaban tomando algo con nosotros, cuando de pronto sus miradas se perdieron... sus gestos comenzaron a ser más erráticos y de sus manos salieron garras filosas como espadas Fedder... mataron a Tom y a su hijo... y creo que estaba Clara dentro también... pobre mujer.

La cruda realidad ya estaba frente a nuestras narices, Bremier está bajo ataque!

Este enemigo se está presentando de a poco, es astuto. Juega con las mentes de la personas, su mayor arma es el miedo que carcome lentamente la cordura hasta del más veterano.

Me precipito a cuidar las aberturas de la taberna, esgrimo con fuerza mi hacha, esperando con ansias que esas maderas se rompan y me lleven una ves más a la gloria al acabar con mi enemigo.

¿Qué esperas criatura? ¿unas simples maderas son capaces de contener tu furia?    

Arnald se sorprendió con la iniciativa de Rarkan, al verlo ya apostado contra la puerta con el hacha lista.

-Si no puede ayudar, ¡retroceda!- instó al anciano, mientras sacaba su mangual y su escudo; para situarse al lado derecho de la puerta, esperando que saliera la criatura.

"Santo Hadrio, protégeme..."

Mientras miraba hacia abajo una turba de hombres fuertemente armados estaban postrados contra la puerta de la posada.

-¡Esos eran!- se escuchó desde cerca de la puerta. Parece un hombre.

"Alguien se acerca". "Parece bastante calmado y no tiene armas desenfundadas". “aquí afuera la situación parece estar más serena”.

Ni bien termina de bajar esta dama lo primero que se nota es la belleza. Una mirada tan dulce y tierna que quien la veía directo a los ojos sentía por un instante la tranquilidad de las estrellas.
Una figura esbelta acompañada de ropa muy modesta.
Además, un bebe. Este parece ser parte de la mujer, como si nada o nadie los pudiese separar.

-Muchas gracias señor. Gracias por recibirme- Dije a ese joven, con tan buena predisposición.
Mientras esperaba pacientemente bajo la cuerda, contemplaba la escena.

“parece que se están agrupando en la puerta. Esos engendros han de querer salir.”
A los pocos segundos veo bajar a mi marido.

-pronto, ve a la puerta amor. Allí parece se están reuniendo unos guerreros. Podrían necesitar de tu ayuda.- ni bien dije eso sentí la curiosidad, o más que curiosidad la necesidad de acercarme yo también un poco.
-¿cómo están todos? – Exclamé en voz alta – ¿Hay algún herido? ¿Alguno se siente raro?- no terminaba de decir esto, que mis ojos se desviaban a la extraña puerta… “quizá sea de buena madera, quizá solo esperaban algo. Espero salgan pronto.”

Miro detrás antes de bajar. No parece haber mucho. Los ruidos provienen de abajo. y nada más.
Mientras estoy bajando la soga veo un rostro acercarse. “¿Ayuda? bajaré rápido”.
-escuché querida. Quédate tranquila, allí voy.- apenas estoy bajando pero ya desenfundo mi espada.

Aquí se ve en todo su esplendor a un hombre de aproximadamente dos metros, con una espada tan grande como el propio largo de un ser humano. La fiera levanta su espada con su diestra, mientras con la zurda alza un escudo muy grande. Parece traído del propio infierno, la cabellera roja, como el mismísimo fuego de un volcán. El fisco de tamaño gigante, como un oso enfurecido.

Me acerco a la puerta. – ¿Necesitan ayuda?- las palabras se oyen tranquilas. Pues lo que más le importa parece estar bien ya.
“quédate lejos… por favor”

Aparentemente, mirar de más a la muchacha era un riesgo tan grande, pero más cierto, que hacerle frente a las criaturas que se estaban agitando en la taberna, el pelirrojo era enorme. Alterné la vista entre él y Grind, creo que podrían haber espantado a cualquier vivo o no muerto con sólo su presencia.

Desenvainé con un floreo dirigido a nadie mi espada y di un par de pasos al frente, hacia la taberna.

El miedo no era del todo disimulable.

Muchas ganas de perder la vida tampoco tenía, recién había comenzado la gesta por las tres coronas y el mecenazgo de Aglazor. Había en el grupo al menos tres personas aparentemente más dispuestas a enfrentamientos que yo, y realmente más preparadas para éste tipo de cosas. Lo mío eran los duelos, entuertos, nobles enfadados o, sólo en algunos casos, guardias de la ciudad.

Me paré en posición de combate a un par de metros por detrás de nuestra espontánea linea de vanguardia, no iba a entrar en combate si no era necesario, pero al menos debía actuar como si estuviera dispuesto a hacerlo.

Entendido ;) Voy a intentar llevarlo de la mejor manera posible :D Buen viaje!!

Desenvaino mi espada y me coloco junto a Anton. Parecía que nosotros seríamos apoyo ante los monstruos de combate que había allí. La presencia que imponía el gladiador, el legionario y el pelirrojo, era importante, y él no sería quien rompiera esa armonía que se había generado en un momento tan tenso como ese.

Vamos a ver de qué se trata...

El viejo, Iodinie y la señora claramente se quedaron al margen, por más que Iodinie y el viejo desenfundaron sendas espadas. La mujer, poco a poco, fue encarando hacia su hogar, ya que el motivo de su preocupación había sido rescatado...

-Deberían abrir las tablas si desean pelear contra ellos...- sugirió el viejo sin acercarse ni un ápice a la puerta que tan laboriosamente había logrado sellar.

Ya los rasguños no se escuchaban por ningún lado, como si de pronto, las criaturas del otro lado, hubiera oído y entendido lo que se había dicho fuera de la taberna... aunque ninguno estaba seguro de por qué era el cese del movimiento.

Tal belleza calmaría hasta la fiera más descontrolada, esa sensación inundó la mente del gladiador. Por un instante se perdió en tiempo y espacio, admirando a la preciosa joven. Disfrutó de la paz que ella emanaba y deleitó sus ojos como hubiera deleitado su paladar con una copa de vino. Mi bella Ayra...  

Me paro frente a la puerta con sed de sangre, -Ya es el momento señor Arnald, por favor quite las maderas. He de ser yo quien se enfrente primero a estas criaturas-

Miro a espaldas mías al espadachín y con cierto humor le desvuelvo la misma sonrisa que se formó en su cara esa ves en el callejón  -Joven Anton no se ofenda por favor, pero guarde distancia. Ya llegará el momento para su arte-    

La larga espada salio de su fundo, aunque algo opacada por la enorme arma del tipo de la taberna. "Y a mi me dicen el alto..." Me pare al lado de Rarkan y con la zurda descolgué el escudo de mi espalda, balanceándolo para acostumbrarme a su peso de nuevo. Era momento de ver que tan duros eran estos infames muertos.

Los golpes habían parado y estábamos esperando que Arnald abriera la puerta. Mientras tanto yo, me imaginaba una horda de guneares esperando que las maderas fueran removidas para salir a la carga y segar nuestras vidas... sonreí mientras mi rostro tomaba una oscuridad nacida de lo más profundo de mi interior. Mataría todo lo que cruzara esa puerta.

Arnald entendió la lógica: estaba más cerca de la puerta que el resto. 

Comenzó a retirar las tablas de la puerta, sin saber exactamente lo que iba a suceder... o lo que saldría de allí...