Partida Rol por web

Anald estaba hablando con Eduard cuando, de repente, a Iodinie y a Ecbert se les acababa de desmantelar uno de los cuerpos que llevaban...

Arnald había visto cosas muy escalofriantes en sus faenas para la Corrección. Pero quizás esto era demasiado hasta para él. No pudo contener las náuseas, y acabó por vomitar en la sala, empeorando el panorama y el olor del ambiente.

Débiles.. Lo primero que se me vino a la mente cuando observé como un poco de hedor podía con ellos. No preste importancia a lo sucedido con mis compañeros. -Los cuerpos tienen que ser quemados-

El olor me había llegado antes que la visión. Desagradable, profundo y vomitivo. La arcada llego de golpe, pero fue solo un reflejo y ningún vómito la siguió. Había visto demasiadas tripas fuera de sus dueños antes como para que estas me alteraran.

Me recupere en menos de un segundo y mire a Rarkan. -Me temo que es una precaución necesaria. Cuando Iodinie y Ecbert se recuperen habra que avisarles para que busquen rápido a sus familiares para hacer una pira lo antes posible.-

Termine pegandole una ojeada al anillo, apenas desde lejos. "Ojala lo hubiera encontrado yo, algo así se paga muchas rondas de cerveza."

Cuando los valerosos pero poco veteranos guardias de Bremie se hubieron recuperado (que fue bastante rápido) salieron dejando los cuerpos para que los aventureros se ocuparan de ellos mientras buscaban a los deudos...

Eduard se había quedado con el anillo y luego, junto a Arnald y Anton, habían continuado sacando a las criaturas de la taberna. Las habían amontonado a pocos metros de la puerta...

Por otro lado, Grind y Rarkan revisaron a los cadáveres de los bremienses y pudieron ver que además de múltiples mordidas y desgarros, pocos estaban en un estado tan intacto como los necrófagos que habían atacado al grupo.

Por fin habían terminado con la faena, y algunos familiares ya estaban reunidos junto a los cadáveres de sus seres queridos. Muchos lloraban, algunos quedamente y otros con muchos mocos y lágrimas. Para todos era una perspectiva desgarradora: sus seres queridos habían sido medio devorados por hombres que habían dejado de serlo. 

Los rezos y plegarias se elevaban... no todos eran al buenamado Soid, pero eso era algo normal, hasta para Arnald.

Mientras tanto, los hombres de Armind tenían que decidir qué harían.

¿Esperar a que la armadura de Rarkan fuera reparada? Según Iodinie tardaría no menos de un día o dos ya que no había un armero ni curtidor de profesión.

¿Salir esa misma noche sin descansar?

¿Tomar una habitación en esa taberna maldita y continuar luego?

Muchas opciones se habrían ante ellos.

-No deberíamos perder más tiempo aquí. Pero aun no estamos listos para partir.- dijo Arnald a sus compañeros. -Rarkan, mañana a primera hora te ayudaré a buscar alguien que pueda reparar tu armadura. Creo conveniente descansar aquí esta noche. Podemos continuar con las guardias nocturnas, si les deja más tranquilos. ¿Qué dicen?

"¿Dormir aqui? Mhhh....."

La idea no me convencía. El olor debía ser igual de fuerte en las habitaciones y el lugar entero daba mala espina. -Iodine, ¿no hay otro lugar en el que podamos descansar?- Tras preguntarle al guardia, me gire para mirar a mis compañeros, en especial a Rarkan. -No creo que tengamos dos días para que un novato arregle tu armadura Rarkan. Mientras más tiempo tardemos más de estos monstruos se aparecerán por aquí.-

Un gesto de asombro inundó el rostro del gladiador. -Agradezco su ayuda Señor Arnald, pero estoy de acuerdo con Grind, es mucho tiempo para reparar mi armadura, y no estoy para nada conforme de ser una carga y mucho menos complicar la partida- asiento con la cabeza al buen gesto del agente. Miro al veterano -En cambio, el señor Arnald tiene razón con respecto al descanso, con mi precaria forma de vida, puedo decir que no hay nada como un techo y una comida caliente para relajarse- termino de hablar con una sonrisa.

Iodinie se dio vuelta cuando Grind lo mencionó. Él estaba consolando a una joven que parecía que había perdido a su madre... o a alguien esa noche.

-¿Otro lugar? No lo creo... la gente de aquí no confiará en ustedes así como así. Además, ni cuartel tenemos nosotros- dijo señalando con la mano a Ecbert -Creo que sólo les queda la taberna antes de que la tome posesión un pariente del tabernero... además, prácticamente la tendrán toda para ustedes, excepto el almacén...- aclaró pensando en lo que podrían hacer esos sujetos con un almacén con bebidas a su disposición.

-Entonces supongo que las opciones se acortan. Tendremos que dormir aquí esta noche- dijo Arnald. A él tampoco le agradaba la idea de dormir en ese lugar hediondo; pero no quedaban alternativas-. A no ser que piensen dormir en otro lugar. No recomiendo la intemperie: si esos adefesios infectaron a alguien, podría haber más. Nerdua no está tan lejos...

Fruncí el ceño. Esto no me gustaba ni mierda.

-Ya, parece que dormiremos aquí entonces.-

Deje que los ritos funerarios a los muertos terminaran sin mi presencia y me dirigí hacia el interior de la taberna mirando a los demás, para ver si me seguían. Al menos tendríamos mucha bebida para esa noche... y que ese Iodine tratara de detenerme, pobre diablo.

"Por fin, mis odres necesitaban un relleno."

El veterano tomo la delantera. Que insoportable hedor.. como había planteado antes, no tenía ningún problema en descansar en esa apestosa taberna. Seguí sus paso al entrar, y los dos atinamos a lo mismo con respecto a las bebidas. 

Esa noche había tenido un desenlace distinto a lo que estaban acostumbrados los bremienses. Esa noche se había teñido de sangre: forastera, local y sobrenatural. Esa noche, todo el pueblo estaría en duelo.

Cuando los lamentos y llantos comenzaron a extinguirse como las hogueras que se habían creado para eliminar los cuerpos corruptos de los nerduenses. El frío había ayudado a que el silencio se apoderara del pueblo y de la taberna. Era el mismo tipo de silencio posterior a una carnicería… Grind conocía ese tipo de silencio.

Para el veterano había sido fácil la elección. Acompañado del gladiador se habían dirigido directamente a las bodegas de la taberna donde encontraron algunas botellas de vino, dos barriles de cerveza y un almacén bastante bien provisto de alimentos y objetos varios. Sería una noche con mucha bebida…

Los enemigos a los que se habían enfrentado aquella noche eran diferentes a los salvajes guneares pero en algunas cosas eran idénticos: letales en el combate y nunca se rendían, ni aún frente a las peores condiciones. Pero los gigantes norteños eran más fuertes y resistentes. Ojalá hubiesen podido matar de una estocada a los hijos del lobo, o a los hijos del oso… esos sí que eran duros.

Rarkan, en cambio, luego de varias jarras de cerveza, por momentos mezclada con vino, había pensado en su hermana. Se imaginó que el cuerpo de la mujer que había sido devorada en aquel piso era el de su bella y querida hermana. Por un momento no pudo más que mirar el suelo. Su mano no podía acercar la jarra a su boca. Su mente había viajado muchos kilómetros…

Arnald había tenido un viaje parecido. Él había decidido descansar antes. Soid promulgaba el trabajo desde el amanecer y él estaba acostumbrado a ello. Habían viajado mucho y hasta habían tenido que combatir contra criaturas alejadas totalmente del seno de Soid. Estaba cansado… pero de todas formas le costaba conciliar el sueño. Pensó en su Vhara y los niños. Se imaginó a esos necrófagos entrando en tropel por las puertas destruidas de Ávanil, acercándose a su calle, a su hogar, a su familia. Y él allí, mirándolo todo sin poder hacer nada.

Anton lo vivió de diferente manera. Aquella noche había significado para él mucho menos que para ellos. O eso creía. Había subido para descansar, sabía que al día siguiente tendrían que hacer muchas cosas y un buen descanso le vendría bien. Además, tanto Grind como Rarkan, esas moles de músculos pero de dudosa inteligencia, estaban bebiendo abajo. Si algo intentaba ingresar a la taberna por allí, antes escucharía sus gritos de guerra o sus gritos de agonía. Podría dormir… pero no podía. Pensó en su único ser querido. En ella. Tal vez, pronto podría hacer algo para acercarse a ella. Tal vez, y si jugaba bien sus cartas, podría tener ayuda en sus objetivos. No entendía del todo el por qué, pero si al Aglazor le servía quitarse de en medio a su enemigo, Anton no sería el que dijera que no. Todo esto puede que llevara a un buen camino… si sobrevivía.

Eduard se había quedado un momento con los bebedores. Pero pronto le hizo caso a su sentido común. Debía descansar. En aquel mar de emociones que parecía recorrer los cuerpos de todos, no habría lugar para las elucubraciones de revolución… no había nada para él esa noche. Mientras comenzaba a acomodarse en su camastro, se dio cuenta que esas criaturas sumaban un factor a aquella ecuación que parecía utópica de resolver como él quería. ¿Y si aquellos seres le ayudaban en su cometido? ¿Estaría dispuesto a sacrificar a más personas por crear desestabilidad para que la nobleza, la Iglesia de Soid y la Corrección pierdan afecto y poder? Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos… nunca podría anteponer la seguridad del pueblo por ese fin último que podría traer armonía y justicia a esa nación corrupta. ¿Era así realmente?

Tádeok y Lállebron no sabían si podían confiar en aquellos hombres. Su apariencia no era la más tranquilizadora: ex soldados, hombres de los bajos fondos como mínimo, y un agente de la corrección que no le interesaba pasar desapercibido, por lo que debía tener gran poder en la organización… o era un idiota. ¿Qué podían hacer? Debían pasar la noche allí, no podían intentar adentrarse en aquella noche fría y silenciosa. ¿Y si había más criaturas? Tádeok podía ocuparse de ellas, pero ¿cuándo dormiría? Además, la beba no podría pasar una buena noche en la intemperie… ya bastantes había pasado en aquel viaje. Lo más sensato sería pasar la noche en alguna habitación cerrada desde dentro, al menos hasta saber las intenciones de esos hombres sombríos. Se habían encerrado y Tádeok se apoyó en la puerta luego de darle un dulce beso a su mujer. Nadie pasaría sin que él se diera cuenta… y la mujer lo apreciaba. Siempre había sido protector con ellas. No podía ser de otra forma, pero ¿qué pasaría si muriese? No podía dejar que afrontara todos los peligros solo meramente por un mandato religioso y marital. Ella debía hacer algo al respecto ya que si lo perdiese, perdería mucho más que a su hombre. La mirada de la joven de cabellos plateados se posó por un momento sobre el pelirrojo, que había cerrado sus ojos con la mano derecha posada en una daga mientras que el espadón descansaba a su lado. Luego miró a su hija que dormía plácidamente sin siquiera preocuparse por los males que estaban azotando su tierra: no necesitaba hacerlo, para eso tenía a sus padres. Finalmente sus ojos se posaron sobre la hermosa luna que pareció hacerse paso a través de las nubes. 

¿Cuantas veces había sentido este silencio?¿Cuantas veces me había preguntado si viviría lo suficiente para volver a escucharlo?...

"Una carnicería es una carnicería, sin importar si la organizan guneares o muertos que caminan."

Me aleje de los fuegos con el estómago enfermo pero necesitado. Por más nauseas que uno pudiera sentir en la batalla, al final siempre la bebida había dado un buen escondite a la conciencia. Siempre estaba ese momento de... ¿Paz? No, no era paz pero al menos si quietud que el alcohol le daba al alma, solo interrumpido por el rellenar de jarras y algun brindis sin sentido.

Saquee sin miramentos el lugar. Bebi con Rarkan e invite a cualquiera que se sumara. Rellene los odres con fuerte vino y bebi cerveza negra y espumosa directo del barril... Todo para borrar recuerdos de viejas sangres que la nueva, aún fresca en el suelo había traído de vuelta a mi cabeza. Un recuerdo que vino logro pasar, a pesar de mis esfuerzos, a traves del vaho del alcohol... Una vieja canción de la soldadesca.

_{"Un pobre viejo
Vino a caballo,
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Oh, un pobre viejo
Vino a caballo,
Oh, un pobre viejo.}

_{Yo le dije: Viejo,
Tu caballo morirá.
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Y si en efecto muere,
Su pellejo curtiremos.
Oh, pobre viejo.}

_{Y si no muere,
Lo montaré de nuevo,
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Y montaré sobre él
Hasta que Soid quiera,
¡Oh, pobre viejo!}

_{Está más muerto que mi abuela
En la puerta del cementerio,
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Y jamás regresará
Ni nos volverá a molestar,
Oh, pobre viejo.}

_{Usaremos el pelo de su cola
tensar nuestros arcos.
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Y el hierro de sus pezuñas
Para los clavos de nuestros escudos,
Oh, pobre viejo.}

_{Suéltalo en las montañas
Con una cuerda muy larga.
Y lo contamos,
Y lo sabemos.
Para que los salvajes devoren su cuerpo
¡Y el diablo se lleve su alma!
¡Oh, pobre viejo!}

Una vieja canción... Siempre creí que era una especie de comparación entre el caballo viejo y los soldados viejos, pero el ritmo era pegadizo y nunca me importo la ironía. Así, repitiendo la canción fue como termine rendido por el cansancio, la borrachera y la larga hora del lobo que solo era el preludio de lo que vendría seguramente.

Arnald se sirvió una pinta de cerveza, pero no la bebió con el entusiasmo con el que lo hicieron sus compañeros. Luego de servirse, tomó la pinta y se apartó a una de las mesas del fondo; iluminado solo por la luz de una vela, sentado sólo él, y los oscuros pensamientos que se edificaban y desmoronaban en su turbulenta mente.

El viaje había logrado que Arnald, orgullo Corrector del orden sacro de Soid, volviera a reflexionando acerca del rumbo que estaba tomando su vida.

"Vhara... Los niños... La Corrección..."

Y en torno a esos tres vago pilares giraba su mente esa noche, y las que habían sucedido hasta ese punto de la misión.

Comenzaba a construirse el ardid de Arnald. 

Debía hacer pensar a todos que su fe se estaba desmoronando. Que la Corrección lo había defraudado. Que su santa tarea, quizás la más importante para toda la fe soidiana, estaba errada. Que las paparruchas que Eduard e ¿Irgell? habían vociferado tenían un sentido. Que la duda se había implantado y que, habiendo echado raíces en su alma, era cuestión de tiempo para que decidiera abandonar la Corrección y actuar como un doble agente.

"Es muy arriesgado... Podría costarme la vida."

Volvió a evaluar el riesgo de fingir sabotear a la Corrección, y recordó que su vida era el menor de los costos...

"Vhara... Los niños... La Corrección..."

La Corrección, de fracasar el plan por atrapar a Eduard y desbaratar a los criminales que seguían a Anton, no solo se ocuparía de él; también irían por Vhara y sus hijos. Incluso la imagen de la Corrección se arruinaría más de lo que los plebeyos la percibían.

Por el momento, debería actuar de manera introvertida y dubitativa, para sostener la imagen del pusilánime que duda. Por eso, se sirvió una pinta de cerveza; y se sentó en una mesa apartada a la luz de una única vela. De un momento para otro, el ambiente alrededor de Arnald se había teñido de cierta oscuridad y tenebrosidad. Su aspecto, ominoso y lúgubre, ya no era el del temple confiado y altanero que solía mostrar habitualmente.

"A ver... ¿Quién será el primero en caer en la telaraña?"

La habitación, apenas iluminada por la luz de la luna que entraba desde la ventana, mostraba con claridad algunas partes del piso, de la cama, y de una vieja mesita apenas estable en la que un papel rasgado y manchado descansaba. Ahora parecía que el tiempo era mío, que la discordia era parte de una obra de teatro que apagaba su primer acto en la vieja sala de una taberna. ¿Será esta la calma previa a la tormenta?

¿Qué será de esos hombres de ahí abajo? pobre el semejante de Zoid, queriendo ver, queriendo sentir. Tan lejos, es parte de mi trabajo ayudar también a él. Aunque esto solo podría traerle problemas a Táedok y al pobre ciego.

¿Qué será de ese pobre esclavo? Gladiador, como una bestia tirado al combate, como un animal indefenso que se refugia en un gruñido o grito de guerra, esperando que el combate acabe sin siquiera tirar una estocada. No creo que hubiese vacilado en pelear, ninguno de esos hombres de ahí abajo. La pregunta sería si porque fue de último recurso, o de verdad querían ayudar. Podrían ser ambas, podría ser ninguna… Parecen haber quedados mal, eso desgraciadamente es un buen indicio de espíritu, de emociones, de misericordia.

Por la mañana seguro se harán más preguntas que lo normal, quizá mi amado pueda expresar y responder varias solo con su porte, y así evitaríamos algunos problemas. Quizá sería bueno decirles de mi situación, pero… ¿y si no me creen? que es lo más probable. El combate fue sencillo para esos pobres hombres a comparación de las palabras que vendrán mañana.

La noche pasaba lento, el clima era perfecto, no parecía que solo momentos atrás el caos era el actor principal, que el miedo corría (y corre) sobre algunas espaldas frías. La música del viento mecía algunas hojas secas, retorcía haciendo crujir algunas ramas viejas, acariciaba mi rostro. La mirada perdida en el cielo de ese cuarto, imaginando que ya no hay techo, viendo las estrellas con los ojos desenfocados, rezando en voz baja… los pensamientos interrumpen esporádicamente mis rezos, la situación es confusa. Espero que todo tenga una solución por la mañana, no puedo meditar nada en este momento.

¿De dónde habrán aparecido esos muertos? ¿Cómo fue que afloran de un momento a otro? ¿Cuándo volverá a ocurrir? antes de irme de aquí, debería intentar averiguar algo, asegurar un poco más de tranquilidad para esta necesitada gente. Tendré que indagar mucho, conocer… tendría… yo quizá debería… los bostezos toman la pobre de Lállebron, que llevaba un buen rato sin dormir, y de a poco sus ojos empiezan a ceder por el peso del cansancio. Los últimos esfuerzos por mantenerse despierta rescinden ante la obra y gracia de una esponjosa nube, que con mucho cuidado, como cuando una madre arropa a un niño, apaga la luz de la luna.

Ya descansan y se preparan en sueños para el amanecer que tan pronto esta y tantos acontecimientos van a traer. Todos descansan en la habitación. Táedok en la puerta, y Lállebron con su preciosa hija en brazos, en un cálido abrazo, en una belleza digna de un cuadro, en un paisaje de desolación y esperanza que resucitaría el brío de cualquiera que solo pudiera imaginarlo.

La noche sucedió tranquila y sin imprevistos... excepto para los borrachos de la sala común quienes tuvieron que lidiar con algún que otro vómito, y una tortícolis al despertar por la postura al dormir.

El amanecer acaeció y los primeros que se despertaron fueron aquellos que se habían ido a dormir temprano, luego de una noche de contratiempos... aunque más de uno seguramente elegiría seguir descansando ante la perspectiva de la misión en ciernes.

¿Qué harían ahora? Los que bajaran se encontrarían con el ex militar y el gladiador durmiendo en sendas sillas, en posturas que seguramente no serían cómodas ni estaba acostumbrado el cuerpo humano. Soid seguramente habría reprendido tal comportamiento, pero parecía que había alejado su vista de ese pueblo.

La oscuridad se cernía sobre ella... Lállebron se encontraba completamente sola, rodeada de niebla y con una sensación de desasosiego en el alma.

Su mirada buscaba el refugio de la luna, de su Diosa, pero las nubes bloqueaban cualquier indicio de ella. Estaba sola...

Las puertas se abrían ante ella y la oscuridad la esperaba detrás de aquellas recias, pero viejas puertas. Ella lo sabía, lo sentía.

Las puertas se abrieron... y ella despertó.

-¡Tádeok!- gritó Lállebron en un breve momento de exaltación. Se incorporó en el “respaldar” de la cama, tomo a su pequeña bebé y la besó. Miro alrededor, todo parecía igual que la noche, hasta el viejo papel seguía durmiendo sin ánimos de levantarse.
-disculpa amado, sentí algo extraño que provenía desde afuera. Una oscuridad profunda, nublaba la visión de mi diosa hacia mí, y viceversa. Pero, también puede ser los acontecimientos, mas no descarto la posibilidad de que sea real el sueño.-

-Anoche pensaba, mientras me estaba por dormir, que deberíamos tomarnos el día completo para asegurar que esto no pase nuevamente. O por lo menos para ver si podemos hallar algo.-

-Disculpa mi cielo que te levante asustado, pero fue un susto, algo muy esporádico. ¿Cómo descansaste? ¿Quieres algo?- Se terminó de levantar y fue despacio a besar su eterno enamorado.

-vamos a desayunar, necesitas comer algo. Tus fuerzas no vienen gratis.- tras decir eso, volvió a mirar toda la habitación, sabiendo que probablemente, tendrían que volver a pasar la noche allí. ¿Acaso son estas visiones? Mientras se preguntaba esto, ya alistada comenzaba a bajar para el comedor.

Cuando la mujer se levantó, ya el pelirrojo estaba despierto junto a la puerta. Ante el grito se acercó a la cama de un salto.

-¿Tuviste un sueño o una visión? ¿Qué viste?- preguntó su amado mientras le acariciaba los cabellos con suavidad -Yo estoy bien, no te preocupes...-

Él ya estaba cambiado y listo para lo que fuera, por lo que si ella quería bajar, lo haría.