Partida Rol por web

"Maldito frío..."

Un recuerdo de otros tiempos y las montañas, batallas con más sangre que nieve y guneares y dormenios muertos por igual... malos recuerdos para traer a la memoria justo antes de pelear con muertos que caminan.

Despeje mi mente y fui a ver por la puerta, alli donde los muertos caminaban y donde nuestro destino insistía en llevarnos. Poco auspicioso se veía nuestro futuro, pero esto podía ser también algo bueno. Después de todo si sobrevivía a una batalla contra los muertos, ¿no significaría eso también que podía sobrevivir a los fantasmas de mi pasado?

Pasos me quitaron de mis vacilaciones y deseos. Era momento de pelear en el presente, y nada más. Espada y escudos prestos aparecieron en mis manos y antiguas canciones de guerra brotaron de mis labios. Blandí mi espada con maestría mientras las estrofas saltaban de mi garganta hacía el frío aire de Nerdua.

_{"5 segundo antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de mi madre 
que con voz tierna y cariñosa 
me decía hijo hijo no vayas a la guerra, 
4 segundos antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de mi padre 
que con voz fuerte y amistosa 
me decía hijo hijo no vayas a la guerra, 
3 segundo antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de mi hermana 
que con voz clara y cariñosa me decía 
hermano hermano no vayas a la guerra, 
2 segundo antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de mi novia 
que con voz tierna y amorosa me decía 
amooor amooor no vayas a la guerra, 
1 segundo antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de la muerte 
que con voz fuerte y tenebrosa me decía 
listo listo vamos a la guerra."}

Así, en un movimiento practicado mil veces mientras cantaba esta canción con mis compañeros legionarios, nuevamente mi espada se hundió en la carne muerta del pecho muerto profundamente, haciéndolo trastabillar, pero no logre derrotarlo por completo.

Grind acababa de asestar un golpe certero. Acababa de hacer honores a su experiencia de combatiente. 

"¡Por Soid! Eso debió acabarlo..."

No duró mucho el optimismo de Arnald-que parecía casi ingenuidad-: la criatura putrefacta se reincorporaba rápidamente, con sus miembros marchitos como la hierba bajo la escarcha. El olor inmundo, los rostros de ultratumba, la muerte en vida como nunca antes la hubiera imaginado. Era una ofensa para la grandeza de Soid. Su misión sagrada ahora era destruir a esas criaturas, pero si el veterano de la Legión no lo hubo ultimado, mucho no podría él. O peor...

Y lo peor invadió su mente y su corazón: imaginó su propia muerte a manos de su adversario sobrenatural; lo que llevó al agente a imaginar a su propia familia en peligro si llegaba a fracasar.

"¡NO VOY A MORIR AQUÍ!"

Avanzó impetuoso hacia el muerto viviente y le asestó un golpe con el mangual. Sintió cómo el mangual hacía crujir la piel y la carne muerta de la criatura. Pero Arnald ya había predicho el resultado: su golpe había sido duro, pero no lo suficiente...

"¿Hoy será el día que mis manos no blandirán más un arma?..." Hombro a hombro avanzamos con mis compañeros, nuestros pasos se hacían sentir en la fría nieve. Pero uno resalto a la marcha del destino, un legionario bagando en sus pensamientos.  "Te veo Grind, oscuros recuerdos que atormentan tu vida solo te hacen ser un muerto vivo más..." 

La puerta quedo a mi espalda y al frente una pesadilla en la que soy partícipe. El tosco viento en contra ahora estaba a favor, nos empujaba cada vez más a las fauces de la bestia.

Mis manos transpiran, mis abrigos me incomodan. Dejo caer las pesadas cargas, "Solo mi hacha será mi compañera..." Mirando a mi fiel compañera me percaté de entonar un pequeño fragmento de la canción. Solo salió de mis labios, sin poder  controlarme. 

"3 segundo antes de morir 
yo vi el rostro el rostro de mi hermana 
que con voz clara y cariñosa me decía 
hermano hermano no vayas a la guerra"  

-Mi bella Ayra.-

El veterano hundió su filo en un cuerpo andante, el agente revotó su acero en los huesos y mi hacha corto lo que alguna vez fue un hombre.

Los espadachines mostraron una destreza sin igual a la hora de combatir con espada y daga. Anton, con un movimiento fluido, lanzó una estocada que atravesó el ojo del zombie que estaba colocándose frente a él, y con un salto acrobático digno de un circense, lanzó un tajo descendente al cuello de la criatura que había recibido la herida por parte de Grind. Esa herida fue suficiente para terminar de dejar fuera de combate a ese enemigo.

Eduard, sin quedarse atrás en la agilidad demostrada, con un tajo horizontal hizo que el cuello de lo que antes había sido una mujer entrada en años comenzara a manar sangre y cayera con las manos queriendo tapar algo que ya era incurable, aún para la muerte. Acto seguido dio un paso al frente, junto a Arnald, y le clavó al enemigo de éste la daga en la cabeza haciendo que cayera al suelo como si de un rayo se tratara.

Con grandes demostraciones de que el Aglazor no había elegido mal a los integrantes del grupo, éstos se habían despachado a cinco criaturas sin recibir apenas un rasguño. Aunque era claro que estos enemigos a los que se habían enfrentado no eran ni cerca parecidos a los que habían tenido que liquidar en la taberna de Bremie. 

¿Qué horrores aún los esperaban en el interior de Nerdua? Parecía que sería una pregunta que pronto tendría respuesta, ya que vaya a saber uno por qué, escucharon que pasos se acercaban nuevamente hacia ellos. Parecía que algo los estaba espoleando a salir de la ciudad... ¿sería la presencia de vida en la cercanía? ¿Tal vez el ruido que hicieron en el corto combate? Había mucho silencio y cualquier sonido podía ser exponencialmente escuchado en la lejanía... pero prácticamente no habían hecho sonido alguno. ¿Qué sería? Pero tampoco había tiempo para pensar en ello. Los pasos que se acercaban eran más...

Grind y Rarkan intentaron hacer que la puerta no se abriera más de la cuenta, pero sus esfuerzos fueron en vano cuando sintieron que el piso temblaba por momentos. Una oleada de seres golpeaba la puerta con fuerza, mientras que el suelo temblaba cada vez más. ¿Un terremoto? Pero parecían pasos acercándose...

Finalmente, y aún con la ayuda de Arnald y los demás, se dieron cuenta que no podían mantener las puertas mucho tiempo más cerradas. Tendrían que luchar de nuevo...

Cuando dieron unos pasos hacia atrás y colocándose en fila para que no los rebasaran y pudieran luchar cómodamente ya que las paredes de la puerta hacían que no pudieran rodearlos, las puertas cedieron con un estruendo. La imagen que vieron bien podría haber salido de uno de los Infiernos: cinco de las mismas criaturas que habían llegado hasta ellos caminaban torpemente, personas que alguna vez tuvieron una vida, una familia, ahora se acercaban hacia ellos buscando destruir cualquier vestigio de vida. Uno de ellos era un hombre alto, fornido, al que le faltaba un pedazo del cuello. Otro era un joven flaco que parecía estar acompañado de otro joven casi de iguales características, otra era una mujer que seguramente alguna vez fue bella, y el último de ellos había sido alguna vez un soldado, quien aún tenía el uniforme y hasta un arma al cinto.

Pero eso no era todo, detrás de ellos correteaban histéricamente cinco criaturas muy parecidas a las que se habían encontrado en la taberna: seres esqueléticos, de ojos saltones y movimientos ágiles. Y aún así, eso no era todo... una criatura de varios metros de altura caminaba lentamente hacia ellos y parecía estar formada por una acumulación de cadáveres que hacía aún más grotesca la visión. Aún tenían tiempo para que ésta llegara a ellos, pero tendrían que liquidar a los que tenían frente a ellos lo antes posible.

Un frío helado recorrió las espaldas de todos y cada uno de los que presenciaron esa escena de muerte y desolación... que venía acompañada de muchos zombies más que se acercaban con paso lento y tambaleante. En ese momento, más de uno hubiera agradecido algo de ayuda de parte de Bremie, pero ya era tarde. Era un combate a muerte... con la muerte en vida.

"El mal ante mí..." Mi mirada se vio obligada a bajar, mis ojos me jugaban una mala pasada. Si miraba esa cruel imagen de nuevo, lo poco de cordura que conservaba se iría para nunca más regresar. Mi cuerpo se endureció, el frío inundó cada parte de él. " Esto no es posible!..." 

Clavé la mirada en el agente, -Que Soid se haga presente hoy Arnald, ya que ante nosotros tenemos el mismo infierno.-  Volví la mirada a mi frente y señalé con mi hacha a la bestia. -Esa criatura es el claro ejemplo de que tu falso dios no existe, escupo a tus creencias y repudio a tus líderes-

Me adelante al grupo caminando con mi hacha blandida con fuerza sobre mi hombro derecho , -¿Qué esperan?.... La gloria nos espera!! - 

 Cargué ante el más grande, pero mi golpe fue detenido con fuerza, mi odio había nublado por completo mi ataque. - Te mandaré al infierno de donde viniste- 

Los atraíamos, de eso estaba seguro. Los muertos nos sentían y querían arrastrarnos hacia sus garras para acabar con nuestras vidas y asi unirnos a sus filas. El recuerdo de la posada aún estaba fresco.

"Estas cosas pueden convertirnos..."

Arremetí con furia mientras la canción aún afloraba fuerte en mi garganta y mi espada descendía en un poderoso arco hacia la cabeza del muerto caminante que tenía frente a mi.

La delirante reacción de Rarkan no le sorprendía: el no habría conocido el infierno... aún. No obstante, le reconoció la bravura y temeridad hacia la muerte:

-Si ese es el infierno, ¡por Soid que acabaremos con él!

Asestó un golpe con su mangual, pero no pudo contra el no vivo.

-¡Por Soid!- exclamó Anton al ver el panorama que se venía hacia ellos con una furia destructiva, aunque a último momento esbozó una leve sonrisa.

Vamos a ver qué tan bueno soy contra ellos... pensó y se puso en guardia una vez más.

Con otra estocada certera, la verdad que eran fáciles estas criaturas, degolló a su primer contrincante, mientras que con la daga terminó la faena que había empezado Arnald a pesar de que éste le había hundido el pecho con su mangual.

Por su parte, Eduard, también se colocó en guardia y asestó un terrible espadazo sobre el primer zombie que se le acercaba, para luego clavar su daga en el pecho del zombie que Rarkan no había podido impactar. La retiró limpiamente, como si no hubiera sido un esfuerzo: parecía que hasta los huesos de las criaturas estaban cediendo.

Rarkan no pudo impactar por muy poco, tal vez los nervios, tal vez la escena que tenía ante sus ojos... tal vez las ansias por terminar rápido la faena. Lo cierto era que había quedado vulnerable... y el zombie colocó un golpetazo con uno de sus brazos que pareció brutal a simple vista. De apariencia cualquiera hubiera dicho que esa criatura no podría dar semejante golpe, pero parecía que algo más allá de la apariencia o el músculo le daba fuerza. El golpe encajó la costilla derecha de Rarkan haciendo que éste perdiera el aire y sintiera cómo algunas correas se desajustaban de su peto... eso era suficiente para su ya maltrecha armadura: no le serviría más.

Grind había demostrado con soltura la forma en que pelea la Legión: brutal y certera. La espada golpeó en la clavícula del caminante y se enterró bastante. Tuvo que utilizar toda su fuerza para retirarla, y cuando lo hizo, la criatura se desplomó inerte en el suelo.

-¡Arnald! ¡¿Dónde está tu Dios aquí?!- gritó Eduard con sarcasmo -Creo que sólo estamos nosotros... ¡Luchemos compañeros! ¡Devolvamos a la muerte lo que es de ella! ¡No le demos nuestra vida, sino la falsa de ellos!- arengó con soltura Eduard: parecía que estaba acostumbrado a hacerlo.

Destruida prácticamente la primer oleada de zombies y sin haber tenido que desarmar la línea de combate (salvo por la temeridad de Rarkan al adelantarse algunos pasos), ahora se acercaban con rapidez aquellas criaturas esqueléticas y ágiles con las que se habían encontrado en la taberna.

-Vengan...- susurró Anton colocando la espada a una altura media y la daga en postura alta. Tal vez alguno lo fuera a escuchar, tal vez no, pero eran las palabras de alguien que sabe que ganará, o al menos lo cree fervientemente.

Dos criaturas se le venían directo, una de las cuales correteaba con las cuatro extremidades como si de un mono se tratara, pero que aceleraba su velocidad. Ésta saltó contra la pared impulsándose con fuerza y lanzándose desde lo alto al espadachín que ya estaba preparado. Detuvo el impulso del necrófago con la misma espada, traspasando su pecho de lado a lado mientras una sangre negra goteaba por los orificios. Mientras tanto, la otra criatura se agachó y se lanzó contra éste, tal vez pensando que ya estaba fuera de combate, o al verlo menudo como ellos, ¿quién sabe? Lo cierto fue que la daga fue interpuesta y colocada quirúrgicamente en uno de los ojos del contrincante del espadachín, que no pudo  hacer otra cosa más que desplomarse sin vida en el suelo.

El otro espadachín estaba en la otra punta del umbral, junto a Grind. Eduard estaba tranquilo, no sería la primera vez que luchaba en inferioridad numérica, aunque esta claramente no era una situación normal. De todas formas, algo que le hacía bien era ver que no ofrecían una verdadera pelea... el problema sería el grandote y sus secuaces. Se adelantó un paso para cortarle la carrera a una de las criaturas y le clavó la espada en la boca, emergiendo negra por la parte superior de la cabeza. Uno de los necrófagos que parecía que estaba por aprovechar que Rarkan estaba ensarzado con un zombie y con otro de los ágiles, quiso atacarlo por el costado, pero no pudo. Una daga se clavó en su nuca lanzada por el certero brazo de Eduard, quien con dos grandes zancadas la retiró y volvió a su lugar...

Peor suerte la llevó el gladiador que temerariamente se adelantó a los demás. El zombie que tenía en frente lo había golpeado duro y un necrófago saltó hacia él buscando su carótida, pero el hombretón ya se había recuperado, acostumbrado a que en las arenas no hay tregua alguna, saltó hacia atrás para colocarse junto a los demás y el necrófago quedó frente a él con la boca abierta y con las garras afiladas como dagas apoyadas en el piso.

Frente a ellos quedaban sólo un zombie y un necrófago, ambos sedientos por la sangre del gladiador... pero a pocos metros llegaba la turba de zombies y la mole de cadáveres que emitió algo así como un grito desgarrador de mil bocas llenas de dolor y angustia. Y en ese preciso momento, cuando tuvieron a la criatura más cerca, pudieron ver cómo blandía dos hachas grandes con una soltura apabullante... 

La criatura que se presentaba ante ustedes era de por lo menos tres metros de altura. De apariencia parecía bastante endeble, ya que estaba conformada por una gran cantidad de costillas, cabezas, brazos y piernas, pero por la forma de blandir las hachas no aparentaba serlo tanto.

Apenas se podía ver qué había sido originalmente, pero lo cierto era que no era una sola cosa. Un aura oscura irradiba en derredor y casi parecía tener inteligencia o algo así que le permitía dirigir a los zombies a su alrededor. Justo cuando estaba llegando a ustedes, cuando dio el grito desgarrador, un zombie se acercó a ella y ésta lo tomó por el torso destruyéndolo, para luego unirlo a ella como si de un cataplasma se tratara.

Levantó las dos hachas, herrumbrosas pero mortales a fin de cuentas, y caminó directo hacia ellos...

Me adelante a mis compañeros, debía ser yo el primero. Pero mi golpe fue detenido con fuerza con las manos del andante, que alzo uno de sus brazos y lo revoto en mi hombro. Sentí como sus huesos rompían los míos, el dolor fue tan agudo que me hizo trastabillar. Apenas me mantuve en pie, cuando un ser sediento se abalanzo por mi costado, pude percatarme de él cuando una daga lo atravesó y detrás del caído otra rata más iba a por mí. Solté mi hacha del andante y con el mismo envión le reboté el mango al nuevo deseoso, conservando todavía parte de mi cuerpo.  - Asquerosa rata!! -

Luego de sacarme de encima al escurridizo, alcé mi compañera y la clavé en el hombro del andante, cruzando por lo que fue alguna ves su corazón, rompiendo lo que quedaban de costillas y saliendo por el costado opuesto del hombre.    

Miré a mi alrededor y vi como uno tras otro cayeron los muertos, y con ellos, esas ratas. Hombro a hombro, sentimos el piso templar aun más, y un aullido de mil almas hizo chillar los oídos del grupo. 

- Jaaaa, el infierno nos da la bienvenida colegas, ya que nos envía una comitiva numerosa y su estrella a la cabeza -       

Las bestias caían, y el fragor de la batalla comenzaba a competir con las gruesas notas de mis cánticos. El ruido de las hachas y espadas destrozando la carne putrefacta comenzaba a elevarse más allá de los gemidos de las bestias muertas hambrientas por nuestra carne. Buscaban segar nuestra vida y nosotros les ofrecíamos nuestros aceros... si lo veía asi no era distinto a cualquier otra guerra.

Con eso en mente di un paso para ocupar el antiguo lugar de Rarkan y plantarle cara al monstruoso necrófago, para evitar que atacara al temerario gladiador por la espalda en su carga hacia el enorme muerto. Tracé un amplio arco con la espada, tratando de asegurar el contacto de la misma con la carne del muerto mientras mantenía alta la guardia de mi escudo para evitar represalias.

-¡Rarkan no rompas la formación!- Lanzarse solo no iba a lograr nada bueno

Mis palabras salieron mientras el arco de mi espada daba justo en el cuello del ahora decapitado ser, que sufrió algunos temblores mientras se desplomaba en el suelo con un golpe seco, liberándome para avanzar y ayudar al gladiador casi inmediatamente. 

El espadachín miró a su alrededor y no lo podía creer. Eran demasiados. Se replegó para colocar su espalda contra la de los otros ya que era claro que no podrían mantener la línea viendo que Rarkan además no la respetaba.

Pero Anton no era idiota. Se daba cuenta que esa criatura sería un problema...

La masa de cuerpos ya estaba junto a ellos, y él decidió poner todo su empeño en tirarla abajo. Con movimientos ágiles, fue colocándose al costado de ésta, mientras los golpes de los zombies pasaban junto a él.

Lanzó una estocada y penetró en lo que parecía un torso, pero cuando quiso acompañar su ataque con el de su daga, ésta rebotó en un cráneo oscuro adherido al costado de ese torso. Cuando golpeó esa cabeza, ésta abrió la boca como si de un quejido se tratara y unos huecos oculares vacíos parecieron voltearse hacia él, pero ningún sonido salió de esa boca muerta.

Eduard vio cómo Anton corría hacia el ser gigantezco que se les aparecía, y no pudo contener una leve sonrisa. Era un hombre valiente, sería muy útil tenerlo junto a él.

Imitando sus movimientos rápidos y ágiles se colocó del otro lado de la criatura, y golpeó con fuerza con ambos brazos. La espada también penetró, en una de las piernas robustas que mantenían toda la estructura de pie. Traspasó, pero la daga no pudo con esa piel correosa y dura.

-¡Mierda que es duro!- exclamó por encima de la cacofonía emitida por los caminantes que los rodeaban por doquier y que hacían muy difícil poder esquivar todos los golpes.

Los aventureros estaban completamente rodeados y rebasados en cantidad y fuerza. Los golpes caían sobre ellos como el granizo y apenas algunos se podían esquivar. Rarkan partió en dos al zombie que lo había golpeado: casi parecía que el enojo había hecho que fuera aún más brutal que la anterior vez. Todo salpicado de sangre miró con fuego en los ojos a la masa de muerte que blandía las hachas en dos grandes brazos.

Grind, cubriendo a su compañero de turno, cortó limpiamente la cabeza del necrófago... pero ahora tenía mucho más por delante. Zombies a su alrededor... y la criatura gigante.

Ya estaban rodeados y sólo quedaba luchar hasta la muerte, la suya o la de ellos.

Pero algo que todos se pudieron percatar, era que la criatura parecía tener algún tipo de control y hasta liderazgo sobre los otros zombies. Tal vez, si terminaban con ese enemigo, podrían desembarazarse más rápido de los demás, como ya habían demostrado poder hacer.

"Pensándolo bien, quizás Rarkan no esté tan equivocado..."

Arnald estaba viendo una pintoresca imagen del infierno: la sangre, la mugre, la rabia, el temor, la locura. La muerte. Se oían blandir armas, gritos, ruido de carne desgarrándose. Las voces dando indicaciones desesperadas y al mismo tiempo decididas, el coraje y la inconsciencia del frenesí de la batalla. Una orgía de sangre y putrefacción bajo el sol (aparentemente) en un pueblo fantasma. Tan muerto como la masa amorfa y grotesca que se había adelantado a hacerles frente. 

Rarkan no era un sujeto del ejército. No por su falta de bravura (que podría medir con más prudencia), sino por el arrojo desmesurado al combate. Y para complementar su arrebato, estaba Grind, tratando de mantener la formación. Se notaba, pese al tormento que parecía cargar, que poseía la experiencia y entereza para luchar en grupo. Un hombre templado en la guerra con los guneares.

Anton y Eduard habían seguido a Rarkan. Arnald no estaba seguro si la idea había sido buena o un error fatal. Ambos asestaron sus golpes con mucha agilidad, pero el bloque había quedado desintegrado.

El agente intentó mantener la formación que habían planeado. Jamás se arriesgaría a no acatar un plan... a no ser que eso perfeccione la tarea. Y es por eso que ponía toda su fe en que Rarkan aprovechara toda su fuerza y rabia para destruir esa masa cadavérica. 

Atacó con toda su decisión al necrófago que tenía en frente, pero no pudo acabarlo. Pese a haberlo golpeado en el hombro, el daño no fue tan duro.

La criatura gigantezca parecía no darse cuenta de las heridas ya que continuó avanzando como si no hubiera enemigos junto a él, y atacó, vaya Soid a saber por qué, al legionario con un arco descendente bastante pronunciado. El hacha cayó sobre la nieve hundiéndose un poco en la tierra debajo de ella: Grind había saltado hacia un costado justo a tiempo, no sin esfuerzo, pero limpiamente. Estaba acostumbrado a luchar contra hombres grandes con hachas filosas y no tanto que destrozan más que cortar.

Con el otro brazo armado atacó prácticamente horizontalmente hacia donde estaba el agente de la Corrección. Éste tampoco tuvo dificultad en esquivar el golpe agachándose, pero si vio disminuida su fuerza al golpear con su mangual al enemigo que tenía frente a él: un necrófago esquelético y sediento de sangre.

Con los otros brazos, intentó infructuosamente correr a los enemigos que como mosquitos pinchaban su cuerpo, y luego lanzó otro grito más que se perdió en ese atardecer frío y extraño que amenazaba con extinguirse como la llama de una vela ante una brisa repentina. Pronto, caería la noche.

Los que antes habían sido humanos con vidas y familias, ahora los rodeaban a todos y cada uno de los seres vivientes en Nerdua. Anton no paraba de esquivar garras y dientes, golpetazos que daban en el aire... hasta que uno fue apenas más rápido que el espadachín. El golpe le rozó la pechera, no fue fuerte, pero podría haberlo sido. Interpuso su daga entre los dientes de un necrófago y su cuello, y con un tajo certero alejó a un par de zombies... se estaba volviendo incontrolable la situación.

Eduard, por su parte, tampoco podía aprovechar su velocidad y agilidad a la hora de esquivar los golpes porque no sólo tenía un espacio muy reducido, sino que además los golpes llovían a su alrededor. Primero un zombie golpeó la cabeza del pirata haciendo que éste reculara un par de pasos, aturdido por el golpe. E inmediatamente después de ese primer golpe, hubo otro en su espalda que le desgarró toda la protección de cuero que llevaba. El grito fue estentóreo y la muerte lo escuchó. Las fuerzas de Eduard comenzaban a escapar de su cuerpo que apenas podía mantener en sus manos las hojas con las que tan certeramente había aniquilado a sus enemigos.

El necrófago que estaba frente a Arnald hizo un par de pasos hacia atrás, y luego saltó sobre el agente justo después de que pasara el hacha por encima de sus cabezas. El agente cayó de espaldas sobre la nieve, y el necrófago intentaba llegar a su cuello con aquellas garras afiladas que tenía. La marabunta de zombies lo ayudaron en cierta forma. Fueron tantos los golpes que llovieron sobre Arnald que hicieron que el necrófago tuviera que apartarse contra su voluntad. El agente logró ponerse de pie con apenas algunos golpes, pero estaba rodeado: por un lado la masa de cadáveres que se había hecho lugar hasta justo el medio del grupo, y los zombies por los demás costados.

Grind vio que el gladiador había dejado no sólo su guardia baja, sino que además parecía estar demasiado atento a la criatura gigante que ni atención le prestaba a sus otros enemigos... y eran muchos. El legionario saltó hacia delante y ensartó a un zombie que justo estaba por caerle por la espalda al gladiador, y en ese momento un necrófago intentó traspasar la cota de malla sin éxito alguno. Sintió unos desgarros en su capa de oso, pero ningún dolor: la armadura estaba haciendo bien su trabajo. Golpeó con su escudo otro zombie que parecía estar con intenciones de masticar carne de gladiador, y le estampó el pomo de la espada a otro que había decidido cenar legionario.

Anton estaba convencido de que tenían que terminar con aquella criatura, aunque a decir verdad, sus esfuerzos parecían fútiles. La espada ingresó por un costado, haciendo que saliera copiosamente una buena cantidad de sangre. Con la daga tuvo menos suerte, pero es que la piel de la criatura parecía muy difícil de romper por la gran cantidad de huesos y diferentes partes de cuerpos que la conformaban.

Leah, te volveré a ver... te volveré a ver... tengo que hacerlo...