Partida Rol por web

El ataque de los tiburones había creado un caos en el grupo. La sangre enturbiaba el agua y los aventureros trataban de subir a flote como podían aunque cargados como iban les costaba huir de los escualos. Pete se enfrentó a uno de ellos tratando de ahuyentarlo pero el tiburón se lanzó a por él y clavó sus dientes en el brazo del viejo lobo de mar, desgarrandole la carne y haciendole gritar.

La situación se nos estaba complicando por momentos y, si en un principio habíamos pensado salir sin encontrarnos con problemas al salir de las profundidades, la realidad nos estaba mostrando cuan equivocados estábamos.

Había empezado a nadar hacia la superficie cargando con los lingotes de hierro, sin prestar atención a lo que sucedía a nuestro alrededor, en especial procuraba no fijarme demasiado en los tiburones en un inocente intento por no llamar su atención. Pero la sangre que empezaba a teñir de un color demasiado oscuro el agua así como comprobar que Rheena tenía dificultades para seguirme, me hicieron replantearme el hecho de soltar la carga para ir en ayuda de mis compañeros.

No es que yo fuera muy dado a los heroísmos sin sentido, pero no podía dejarlos a su suerte sólo por el mero hecho de no deshacerme de unos cuantos lingotes de hierro, aunque eso significase un dinero que me iba a venir muy bien en tierra firme. Aunque muerto de poco me iba a servir ese dinero.

Me acerqué a Rheena la cual parecía ejercer más atracción de los pulpos gigantes que de los tiburones, para animarla a intentar seguir ella sola cargando con lo que pudiera, mientras yo iba en ayuda del anciano y la muchacha heridos.

—Intenta subir con lo que puedas —le dije a Rheena antes de sacar mi machete para lanzarme de lleno contra uno de los tiburones.

Escuché el grito de la médico y supe exactamente lo que iba a suceder después, pues estaba claro que no los íbamos a dejar atrás. Por un lado, mi alma de ladrona se retorcía de dolor por lo que estaba a punto de hacer, pero puede que luego no hubiera podido dormir bien en una temporada de no hacerlo. 

- Voy a ir a ayudar también. - Respondí a Dupont muy a mi pesar. 

En cuanto él soltó aquello yo hice otro tanto y por unos segundos, vi cómo los lingotes comenzaban a desaparecer de mi vista. 

- Adiós. Siempre os querré. - Pensé antes de comenzar a moverme y nadar hacia nuestros compañeros. De todas formas, no sabía si iba a ir a ayudar o a ser el nuevo objetivo de los bichos, porque seguro que si me acercaba alguno me daba un bocado. 

Pete se revolvía como un barrilete en el agua, las idas y venidas del tiburón lo tenían dando vueltas mientras soltaba inútiles cuchilladas a través del agua intentando alcanzar algo de carne al menos.

- ¡Venid aquí demonios! ¡Os convertiré en sopa para acompañar el pulpo!

Pete pataleaba con su pata de palo, del todo inútil si pretendía huir de aquellos peces en el agua

Claude consiguió al fin, ante la embestida del tiburón, matarlo habilmente. Mientras Pete, Nera y Rheena, que había soltado la caja de los lingotes de hierro, trataban de nadar a toda prisa hacia el barco. Cuando Claude iba a empezar a nadar vio que de las profundidades surgía un tercer tiburón y cuando parecía que iba a atacarle paso como una exhalación delante de él y empezó a morder al tiburón muerto, devorandolo ante sus ojos. Con los dos tiburones canibalizando los restos del primero el grupo logró salir de allí a toda velocidad hasta llegar a la superficie. 

Desde el barco echaron un cabo para que se sujetasen y pudiesen acercarse hasta la escalerilla de mano y subir a bordo. Allí les esperaba la tripulación para ayudarlos a subir.

-Madre mía, ¿que ha ocurrido?-preguntó el capitán al ver a los heridos- Vamos, no os quedeis ahi parados ayudadles-dijo a sus hombres- Espero que hayais encontrado un buen botín allí abajo y que haya merecido la pena...esto-dijo con una sonrisa mientras los escoltaba hacia el interior donde Nera había montado aquel botiquín improvisado.

Por suerte para nosotros, a los tiburones les daba un poco igual comerse a los suyos y estaba claro que aquello era una presa más grande que cualquiera de nosotros. 

- ¡Vamos! 

Todos nadamos hasta la superficie lo más rápido que pudimos, ayudando a que los que estábamos heridos o fueran más rezagados no se quedaran en el fondo del mar. 

-Podía haber estado mejor. - Respondí al capitán. - Mierda de tiburones cortaplanes y robatesoros. 

Sí, me habían jodido un poco la idea de salir de allí con una buena cantidad de oro, pero bueno, al menos algo ya cobraríamos. 

Así, me dispuse a subir a cubierta rápidamente, antes de que el tiburón decidiera que se había cansado de comer carne de su propia especie. 

-Teneis mucha suerte si lo peor que os habeis encontrado allí abajo han sido tiburones-dijo la mujer mientras ayudaba a bajar a los heridos.

Me quedo sentada en la borda tras subir trabajosamente por la escalerilla. Mientras respiro hondo agarro a Pete por el cuello de la camisa para ayudarlo a subir más rápido.

Estiro la pierna con cuidado y miro la herida de mi muslo, haciendo un pequeño mohín e incorporándome para empezar a ir cojeando ligeramente hacia dónde había montado toda mi parafernalia.

-Vamos por partes, como todo cirujano...por orden de gravedad y los demas pueden ir mirando lo que nos hemos subido.- Con gesto serio me crujo los nudillos de las manos, insensible al dolor de mi pierna.- ¿Quién quiere ser el primero...?

-Espera, deja que te cure eso o no vas a poder atender a tus amigos-le dijo la mujer rápidamente mientras gritaba ordenes a Grunk y a Kalsas para que la ayudasen. No tardó mucho en vendar la herida como pudo y hacerle un apaño a la doctora. Por suerte la herida era menos grave de lo que parecía, aunque le quedaría una buena cicatriz.

Se encontraban en cubierta, cansados y heridos. En regocijo tras salir vivos de la aventura y tras resoplar y tomar el aire fresco escupiendo agua a medida que respiraban, lejos aún de que se pasara el efecto de la poción, Pete abrió su fardo y el de Nera sacando varios objetos por valor de 100 monedas de oro y también una mano cortada que llevaba un anillo de oro muy... llamativo.

A un lado de estos dejó un pergamino escrito que parecía haberse mantenido en buen estado. Por suerte el pergamino estaba cubierto con una capa de cera que lo protegía del agua. Junto a este había una gran "gema" verde con forma de ojo. El pergamino rezaba lo siguiente:

"Amigo mio, los ciudadanos se han alzado en armas. He activado al guardian contra mi propio pueblo. Cuando todo haya acabado, usa la llave para desactivarlo"

Hora del reparto

Me senté primero en la cubierta al llegar y luego después me tumbé, respirando aire al fin, que lo había llegado a echar muchísimo de menos. 

- ¡Joder! - Dije cerrando los ojos unos instantes. 

Eso sí, ahora que me paraba empezaba a sentir que me dolían más los "cariñitos" que me había hecho el pulpo gigante y amoroso del fondo del mar. 

- Los pulpos grandes son peores que los tiburones. - Respondí a la mujer. - Si me aprieta un poco más seguro que hubiera podido escuchar algún hueso partiéndose por alguna parte de mi cuerpo. 

Después de decir aquello me incorporé y empecé a sacar todo lo que había encontrado y llevaba encima. 

Me daba pena haber tenido que dejar atrás aquellos lingotes de hierro que nos hubieran reportado unas considerables monedas, pero por lo menos habíamos alcanzado por fin la superficie, y con ella la cubierta del barco, sin mayores contratiempos que las heridas de mis compañeros. Pero estábamos vivos y eso era lo importante.

Respirando agradecido la brisa marina observé las heridas de mis compañeros que parecían menos graves de lo que en un principio había creído. Poca idea tenía de sanaciones, arreglar heridas y todas esas cosas así que meter mano donde no debía no iba a aportar demasiado. En cambio, imité el gesto de Pete y de Rheena y saqué lo que había conseguido rescatar del fondo.

—Esto es lo que he encontrado —dije, esparciendo por la cubierta el botín.

El grupo se puso a repartir el botín mientras se curaba las heridas. Notaron como el barco de nuevo se ponía en marcha rumbo a Bristo. Con suerte la vuelta sería tan tranquila como la ida y podrían descansar.

Con ayuda de Kalsas y Keraptis y tras un rato de analizar algunos objetos extraños como aquel anillo descubrieron que no había sido tan mal botín. Además de la brújula que era el objetivo principal lograron coger piezas de plata, cubertería, monedas y otros articulos que podrían vender por un total, según las estimaciones del escurilio, por unas 280 monedas a repartir entre los 4. Pero aquello no era siquiera lo más interesante.

-Este morral-dijo Keraptis sujetando la bolsa que había encontrado Rheena- es un morral del marino. Esta sellado y en su interior no entrará agua aunque os sumerjais-les explico- esas pociones son... Bueno no se que son, yo las llamo Zumo de Corazón sangrante. Ya... No pregunteis, en realidad ayuda a curar las heridas-explicó. Continuó así un rato dando detalles sobre cada cosa que tenía propiedades mágicas como el anillo de Antimagia que habían recuperado Nera y Pete de una mano cortada o la piedra explosiva que había guardado Rheena-. Lo único que no entiendo es esa piedra verde, parece importante según las palabras de ese pergamino... Pero no se que significa o para que puede servir. Quizás deberíais guardarla -finalizó antes de retirarse a descansar.

Claramente, antes de curarnos las heridas, teníamos que mirar el botín que habíamos conseguido, pues eso iba a hacer que el dolor de las heridas mereciera la pena o al menos eso esperaba. La verdad es que tras echar un vistazo, parecía que no había sido un mal negocio. 

- No está mal. - Dije observando todo lo que habíamos obtenido. - No nos vamos con las manos vacías. 

Eso sí, luego ya miré a la médico, con mi cara de estar cansada y dolorida. 

- ¿Te importaría echarme un vistazo? 

No sabía si iba a poder hacer mucho por mí ya que casi todo lo que tenía eran golpes y "abracitos efusivos" pero igual tenía algún ungüento con el que no me doliera yo misma cada vez que respiraba. 

Al menos, tenía todo el viaje de vuelta para descansar y recuperarme. Así, cuando volviéramos podría dedicarme divertirme en alguna taberna de mala muerte. 

Miré todos los objetos que habíamos puesto en común, la mayoría de lo más interesantes e incluso extraños, pero lo que a mí más me importaba en esos momentos eran las monedas contantes y sonantes que había conseguido. Estaba contento, entre el botín ganado y lo que nos daría Bill por haber conseguido su brújula iba a tener monedas suficientes para vivir a cuerpo de rey durante una buena temporada.

Estaba contento y más aún al ver que, aparte de algunas heridas más o menos graves pero nada irreparable, mis compañeros habían salido vivos de aquella aventura y por supuesto yo también. Había llegado el momento de poner rumbo a la costa de nuevo a disfrutar del pequeño tesoro encontrado.

—Rheena, si necesitas ayuda con algún bálsamo que te den —empecé a decir a mi compañera, guiñándole un ojo y con una enorme sonrisa traviesa en mi cara—, aquí tienes unas buenas manos dispuestas a aliviar... lo que necesites.

En esos momentos estaba encantado y ni siquiera me planteaba que las cosas pudieran torcerse. La vida sería mucho más maravillosa si tuviéramos unas cuantas botellas de ron para celebrarlo.