Partida Rol por web

-Una mujer debería estar en casa cuidando de los críos... Mudéjares y mujeres. Mala combinación pero quién soy para hablar. Por mi honor y por mi dinero-. Resolvió en su fuero interno. Sabióse que los demás le consideraban inferior más aquel extraño grupo le inquietaba.

No tardaron sus inquietudes en encontrar confirmación en las palabras del tabernero por lo que aguardó y dejase que se encargase la hembra de aliviar la lengua.

-Bien es sabido que son buenas en estas artes, más con copas de por medio.

El tabernero se pone nervioso cuando Serena se le acerca un poco más de lo que el decoro permite, la pirata es hermosa y sabe como hacer que un hobre se comporte como un bebé. A este se le cae el vaso de vino, lo recoge, limpia el mostrador, coge las monedas y dice balbuceando-Bandidos, el camino está infestado de bandidos. La gente habla de demonios, venidos de la cumbre del Moncayo,medio animales que atacan las caravanas y no dejan a nadie con vida, ni humano ni animal.Se alimentan de la carne de los caidos. Nadie se atreve a enfrentarse a ellos.

-Sea lo que sea ofrecen una suculenta recompensa por su lider. Dos mil monedas para aquel que traiga su cabeza. Muchos lo han intentado, pero nunca más se supo de ellos-Dice uno de los parroquianos mientras el resto callan y asienten.-¡Por los valientes!-levanta su vaso y brinda por vosotros, el resto de parroquianos le imitan.

- ¿Es peligroso el Moncayo? - Munio se interesa por las palabras del tabernero. Las faldas de ese monte eran su destino y sólo acabó en Taransona por mera afición a las tabernas - Siempre pensé en esa zona como un monte tranquilo y despoblado...

2000 monedas. Eso ya es otra cosa... Dos mil monedas extra me permitirán una retirada en condiciones por un par de años más.

Munio se muerde los labios imaginándose retirado en un horreo del norte viviendo quizás de algo de ganado.

-¡Por los valientes!-

- Y por los demás, qué coño - levanta su jarra y se une al grupo en su brindis.

-Pues si se trata de medio animales, millor que millor. Prefiero cazar bèsties que hombres-dijo Erón para mostrar valentía, aunque no podía negar que le inquietaba un poco lo que contaban los presentes.

-Demonios, animales... -Aquellos nombres le sonaban familiares a Martín, tal vez demasiado familiares. Optó en su lugar por permanecer en silencio al tiempo que levantaba la copa.

-Pero los dos mil. Tal vez yo solo no me lo pagarían pero... Si lo cazase con aqueste grupo. Otra cosa sería.

- No a nacido aún animal que consiga detenerme, y hombre menos, vive Dios. - Dije al aire mientras volvía a acomodarme en mi mesa.

Al escuchar el brindis alcé también mi jarra de cerveza. – Sea.

- Medio hombres… medio bestias… ¡Ja! – Pensé para mí. Muchas eran las historias de aparecidos y alimañas diversas sobre el Moncayo que corrían de boca en boca. Pero sólo eran cuentos para dormir, o mejor, para que no se durmiesen los zagales.

Los hombres apuran el trago, el parroquiano que había hablado responde a Munio-¿Peligroso? Mientras esos hombres, o bestias, o lo que sean pululen por ahí no es seguro ir al Moncayo. Hay zonas...zonas por las que atacan má amenudo. Vera del Moncayo, Borja, Veruela, los arrabales de Tarazona, a veces en Agreda...solo hay un lugar que no han atacado, Trasmoz. -Cuando pronuncia este nombre se hace un silencio sepulcral.

- ¿Trasmoz? No me suena de nada ese nombre. Ágreda si. De Ágreda era la Norma. ¡Qué chavala!. Yací con ella un verano, todo lo que tenía de peluda lo tenía de insaciable. Ay Norma....

Munio dibujó una sonrisa en su cara y quedó embobado mirando a la nada recordando buenos momentos pasados. 

Martín pasó de largo ante la historia de su compañero y dio rienda a su curiosidad. Demasiado silencio había provocado aquel lugar

-¿Y a qué se debe que no hayan atacado ese sitio? ¿Pasa algo allí?

-Me gustan las buenas historias.- Se dispuso a añadir al tiempo que avisaba al posadero de que le añadiese otra jarra de aquella cerveza aguada.

- A mí tampoco me es conocido ese lugar - digo, refiriéndome a Trasmoz, tras terminar de beber, después de haber secundado el brindis. - ¿Tiene algo de especial que hace que esos seres lo evite? Quiza sea pura suerte el que no lo hayan atacado todavía -

Hago una pausa, la cual aprovecho para mirar al tabernero.

- ¿Y cómo saben que son demonios? Quizá sean simples humanos, disfrazados, sí, para asustar a las buenas gentes que habitan estas tierras, pero humanos a pesar de todo -

- ¿Demonios? - Munio había pasado por alto esa palabra de la boca del tabernero pero las palabras de Serena le sacaron de su ensimismamiento. Su gesto ya no era alegre sino preocupado - Si son gente tan tonta como para jugar a hacerse pasar por demonios.... Con esas cosas no se juega. 
Yo hubo un tiempo en que las creía palabrerías de viejas y chiquillos pero.... pero la vida enseña. 
¿Qué sabe de Trasmoz buen hombre? 

El tabernero mira fijamente a Serena-¡Demonios devoradores de carne humana! se alimentan de los caidos...de sus muertos, y de los incautos que capturan. No sabes donde te has metido-se calla de repente y parece que ha olvidado algo en la bodega y baja a buscarlo, quizás ha hablado demasiado, parece enfadado. La indirecta de MArtín para que empezase a contar una historia tampoco parece haber tenido efecto.

¿Trasmoz mejor no saber nada.-responde a Munio, bebe pausadamente y continua hablando-Es un pueblo de brujas, maldito por la mano de Diosdesde que con sus maleficios hicieron que se extinguiera la familia del señor feudal de la zona.-se calla para mirar su vaso, sonrie sin ganas, como si se hubiese contado un chiste viejo que tiene gracia solo para el.-Brujas y demonios a enfrentar por cien maravedís...no merece la pena.- Asienten todos los de la taberna y se callan. Beben en silencio, pensando en las últimas palabras del parroquiano.