Partida Rol por web

 Continuó el viaje con mi hijo montado y escuchando las historias mientras conduzco el caballo. El tiempo avanza inexorablemente y Kuro empieza a parecer cansado, entonces sonrío con ternura y me subo al caballo.

-Alguna vez te conté lo que nos ocurrió a mi y a tu madre en un viaje tan largo como este, eramos solos nosotros dos, y amateratsu se retiraba por el horizonte...

Avanzo en un suave galope hasta que Kuro se ha dormido, y continuo hasta llegar a mi próximo destino. El puede descansar, yo no...

Con tu hijo dormido, continuas por el camino, llevando al caballo al paso para que sus movimientos no sean bruscos. A lo lejos, el sol empieza a ponerse, y el perfil de una aldea empieza a recortarse en el horizonte. Aun no sabes que aldea es esa, pero te servirá para pasar la noche. Un pequeño bosque es lo único que hay entre el pueblo y tu. No tiene pinta de peligroso, y tendras que atravesarlo si quieres llegar a la aldea antes de que anochezca, asi que te adentras sin miedo.

Pero a medida que te adentras, una sensacion de peligro empieza a invadirte. Los rayos del alba proyectan sombras alargadas de arbole ssobre el camino, y de entre el follaje aparecen dos hombres vestidos con ropas que son apenas andrajos, mal afeitados y armados. Salta a la vista que son bandidos.

Vaya, vaya, vaya- exclama una voz detras de ti, en tono burlón. Un samurai extraviado y su pequeño bastardo.

Avanzo unos pasos mientras desenfundo mi arco y una flecha, aprovecho el momento para observar de reojo a mi interlocutor.

-O un samurai, su hijo y tres cadáveres.

Eres muy osado, típico de un bushi, pero no eres el primer samurái que cae a nuestros pies. El hombre que habla, y que parece ser el lider, no se diferencia mucho de los otros dos bandidos que te cortan el paso, si bien este porta al cinto un daishō, probablemente robado. En las manos lleva un arco, tensado y con una flecha dispuesta, apuntandote. Mientras, los dos bandidos, armados con yaris viejas y desgastadas, se van acercando a ti, con cautela.

Será mejor que bajes del caballo, muy lentamente, y nos entregues todas tus posesiones. Si valoras en algo tu vida y la de tu hijo, será mejor que obedezcas, y te dejaré marchar. Si te niegas, os mataré a ambos, y después nos llevaremos tus posesiones. Confío en que tomes la decisión adecuada- añade con una sonrisita de suficiencia.

-Despierta y sujetate fuerte Kuro.

Lanzo una flecha contra el jefe de los ladrones.

Tu flecha, rápida y certera, se lanza hacia el jefe de los bandidos. Sin embargo éste, con una agilidad sorprendente, realiza una voltereta y consigue esquivar la flecha, que se pierde entre la maleza.

Mientras tanto, los dos bandidos armados con yaris se lanzan hacia ti, y comienzan a utilizar las puntas de las lanzas contra tu caballo. El animal, asustado y herido, se encabrita, arrojándoos al suelo a tu hijo y a ti. El golpe contra el suelo te corta la respiración, y te sientes mareado, pero no parece demasiado grave. No obstante, tu caballo se da la vuelta, y comienza a correr en dirección opuesta a galope tendido, buscando escapar del combate.

Los bandidos cierran la distancia que os separan, con las lanzas en ristre.

Desenfundo rápidamente mi Katana, y lanzo un tajo hacia el mas cercano de los asaltantes.

-Kuro, corre hacia el caballo.

Tras abrir un camino para mi hijo, espero el desenvolvimiento de la situación.

Tu espada corta limpiamente el torso de el bandido más cercano, el cual cae al suelo entre un charco de sangre. El bandido que esta a su lado retrocede asustado, y tu hijo se aprovecha para salir corriendo, temblando de miedo, en pos del caballo.

Sin embargo, debe haber mas bandidos de los que pensabas. Dos de ellos salen de entre los árboles y comienzan a perseguir a tu hijo. Mientras, el bandido restante se acerca a ti, enarbolando todavia su lanza, y lanzando un ataque hacia ti.

La punta de la yari golpea tu costado, provocandote un corte profundo que tiene mal aspecto, y evita clavarse por apenas unos centimetros.

Enfurecido por el corte que acabo de recibir y por el eminente peligro que se cierne sobre mi hijo, despedazo con un rápido movimiento al jefe de los bandidos. La sangre me baña completamente, pero eso no importa. Corro a toda velocidad en pos de mi hijo, mientras grito como si de un poseso o un maldito se tratase.

-¡Kuroo...!

Tu golpe es tan brutal que partes al enemigo en dos, literalmente. Pero no te quedas a contemplar el macabro espectáculo. Antes de que las mitades del cadáver toquen el suelo, ya estás corriendo en pos de los asaltantes de tu hijo, cubierto de sangre y asustado. Al oír tu grito, Kuro vuelve la vista atrás, pero al ver a los bandidos que se lanzan sobre él, corre como si le persiguieran los demonios. Mientras tu, en tu frenética carrera, te has puesto al alcance del primer bandido.

Rugiendo como un demonio me avalanzo contra el bandido y descargo un tajo contra su cuerpo, y sigo de largo. No me importa el daño que haga o no haga, lo único que me importa es proteger a mi hijo.

Una vez más, tu espada corta completamente el cuerpo del enemigo, y una vez más sales corriendo antes incluso de que éste caiga al suelo.

Mientras corres como un poseso en pos del bandido restante, éste aumenta el ritmo y llega a alcanzar a tu hijo, derribándole al suelo. Pero en ese momento, se gira y su rostro se convierte en la viva imagen del horror al verte corriendo hacia él, rociado de sangre enemiga y con la espada en alto.