Partida Rol por web

Las noches de Tabalard en esta época del año acostumbran a ser calurosas y secas. Protegidos por sus amarillentas murallas, los habitantes de la ciudad se sienten tranquilos, y el creciente número de rateros parece ser la única amenaza a una paz celosamente guardada por la guardia de la ciudad.

Impulsados por la sed y el hambre, viajeros y aventureros os dais cita en La Rama Dorada, una de las tabernas más concurridas de la ciudad, apurando una sabrosa cena mientras la oscuridad de la noche invade las calles.

¿Y cómo habéis llegado a Tabalard, os preguntáis vosotros mismos? Pues mirad en vuestro interior. Ayaka y Elhander quizás han llegado en búsqueda de aventuras y tesoros proporcionados por la Cofradía de Erekar. Y no sería extraño que Kresten haya viajado a la ciudad para combatir a los saurios. Por su parte Salesh, la bruja y mística, quizás haya visto un filón en la oportunidad de adquirir conocimiento poderoso en el Santuario de la ciudad.

Sin embargo, tan solo soy un humilde Peregrino que no puede responder a esas preguntas. Sois vosotros quienes conocéis la respuesta definitiva. Yo, tan solo, os observo en la distancia.

Y la noche parece haber traído consigo algo más que oscuridad. Por sorpresa, un ensordecedor zumbido resuena por las cercanías, seguido de varias explosiones y derrumbes. En cuestión de segundos los gritos de pánico comienzan a extenderse... mientras algo parece arrasar las casas del barrio.

Al llegar a Tabalard lo primero que hizo Kresten, fue preguntar por la taberna mas cercana y concurrida de la población, tras tan largo y arduo viaje se veía con la necesidad de compartir su tiempo con unas generosas jarras de cerveza. Al llegar a la taberna se sentó en un banco lo mas alejado posible de la clientela, pidió abundante comida y especificó que su jarra nunca estuviera vacía. 

Una vez que hubo calmado su hambre y bebiendo la segunda jarra de cerveza se dedicó a fijarse en la clientela del lugar, entre toda la multitud de campesinos, artesanos y demás paisanos destacaban unos pintorescos personajes con pinta de aventureros o vagabundos. Puede que estuvieran en Tabalard en busca de aventuras, dinero, contratos o como en el caso de Kresten, redención. Kresten ultimo guerrero de su clan, único superviviente de una emboscada sauria a la columna en la que su clan viajaba para reforzar el ejercito enano que se enfrentaría a la amenaza sauria. Desde aquel día en el que se despertó rodeado de los cadáveres de amigos y vecinos, decidió viajar por el mundo luchando contra todo criatura de sangre fría que se encontrara.

Cuando apuraba la tercera jarra, un zumbido perturbó su tranquilidad, dejó la jarra de lado y buscó con la mirada su querido martillo de guerra. En el momento que tocó el martillo para acercárselo y dejarlo apoyado contra sus piernas unas explosiones ensordecedoras y un ligero temblor recorrió la taberna. Kresten cayó del banco al sucio suelo, en seguida el pánico se hizo dueño de la clientela y esta salió en tromba a la calle.

El enano se levantó pesadamente, terminó la jarra de un trago, se limpió la barba con el dorso de la mano , apoyó el martillo en su hombro y con paso tranquilo pero firme salió a la calle. Puede que Tabalard le diera la bienvenida con un buen combate.

Una vez más, el ansia y la necesidad de enriquecerme con el descubrimiento de objetos y grutas desconocidos me había llevado a otro rincon de estas tierras.
Tabalard era un pueblo más, como cualquier otro, pero que hubiera una cofradía, especializada en la busqueda de conocimiento y objetos mágicos, era más suculento que cualquier trozo de carne bien cocinado.La información la conseguí hace un tiempo y ansiaba conseguir más pistas de como acceder a esta sociedad, y que mejor sitio que una taberna bien concurrida, La Rama Dorada.
Sentado en una mesa de la taberna, apurando un contundente plato de gachas con peor aspecto que sabor, me fijo en el va y ven de los clientes, es una estancia muy concurrida, y salvo 2 o 3 individuos, el resto parecen simples comerciantes y gente de poca monta.
Cuando había terminado la comida y una jarra de cerveza, me disponía a hablar con alguno de los presentes que me llamaban más la atención, como un enano solitario, al fondo de la taberna,  que podría aplastar a cualquier con un solo golpe de el enorme martillo de guerra que tenía apoyado junto a él.
Justo en ese momento una serie de explosiones y ruidos ensordecedores a las afueras capta mi atención,  la multitud grita y se pisotean unos a otros para salir de la taberna, yo saco mi arco y me aseguro bien el carcaj y salgo de la taberna.

Salesh había necesitado muchos días de camino para llegar a Tabalard, y el viaje no había sido divertido precisamente, sobre todo porque la idea de llegar a su destino no le hacía demasiada gracia.

Nunca se había sentido a gusto rodeada de mucha gente, y aunque Tabalard no era una capital sino un pueblo fronterizo, comparado con la aldea en la que vivía su tribu tenía un tamaño gigantesco. Además a la gente no le suelen hacer gracia los descendientes de demonios, especialmente aquellos que visten como salvajes. Soy bruja, tiefling y vivo en medio de la selva, será un milagro si no me meto en un lío sin querer, pensó para si misma.

Sin embargo no podía ignorar más esos sueños. Al parecer su maestro estaba intentando decirle algo, pero las visiones eran confusas y borrosas. Necesitaba a alguien experto en la materia, o quizás encontrar información en alguno de los libros de la afamada bibilioteca.

-Para ser tan poderoso te expresas muy mal, dijo entre risas mirando a su Libro de las Sombras.

La ciudad estaba bastante tranquila, y salvo un par de miradas curiosas no tuvo mayor problema para que la dejaran pasar al interior de las murallas. La visita a la bibilioteca tendría que esperar, era tarde y estaba cansada y hambienta, ya habría tiempo mañana de investigar lo que fuera necesario. Termina llegando a La Rama Dorada, taberna al parecer bastante popular. El ambiente dentro es agradable y mucho menos hostil de lo que esperaba, pero aún así prefiere asegurarse y tras pedir un plato de comida busca un sitio apartado, lejos de cualquiera que pudiera verse afectado por su presencia. Mientras come observa a la gente que tiene alrededor. De todo un poco... no está acostumbrada a tanta gente diferente, a tanta variedad, pero lo encuentra fascinante. ¿Cómo pueden entenderse y convivir siendo tantos, y tan diferentes?. Un enano al otro lado de la posada llama su atención. Se comporta igual que ella, apartado de los demás y observando, salvo que en lugar de un tomo mágico lleva un pesado martillo de guerra. Por la forma en que se comporta parece que su martillo es igual de importante para él que para ella su tomo.

Sonríe. -Que curioso es que dos personas tan diferentes...qué demonios?? De repente el suelo ha empezado a temblar y la ciudad suena como si los edificios se estuvieran viniendo abajo. Todo el mundo sale de la posada, la mayoría descontrolados por el miedo.

-Ha durado menos la calma de lo que yo me esperaba, dice en voz alta, a nadie en particular, y sale de la posada.

Ayaka jugueteaba con la cuchara de madera sobre el cuenco ya vacío. "Salir de Kuru fue fácil. Atravesar las Selvas Azules, no tanto. Habría sido mucho más sencillo seguir la ruta que bordea el Imperio Mida, sí, pero una ruta principal nunca es la mejor idea si quieres esconderte. Máxime si te escondes de la familia Mashindo. Pero, al fin y al cabo, el nieto menor del patriarca del gremio de ladrones de Kuru está en la cárcel por mi culpa. También es normal que me persigan. Como normal es, claro, que yo huyera". Mientras pensaba, se fijó en el enano que se sentaba al fondo de la sala. Le acababan de rellenar su tercera jarra de cerveza y había comido más que él en los tres últimos días. Ay, si la envidia alimentara... 

"Fue buena idea venir a Tabalard. Está muy lejos de Kuru y desde aquí podré entrar fácilmente a Saurania. No me buscarán en Saurania. De hecho, era mi destino principal, pero Tabalard me conquistó en cuanto vi su tienda de instrumentos musicales: Bardabundo. Je, ese es mi objetivo, convertirme en un bardo que vague libre por el mundo. Claro que, sin saber tocar ningún instrumento, es difícil emprender una carrera como bardo. Ya llevo varios meses en Tabalard, pero en cuanto tenga algo de dinero ahorrado, me compraré esa preciosa armónica en Bardabundo, ¡y a viajar!. Ya aprenderé a tocarla. Por ahora, hago mis pinitos contando cuentos e historias a cambio de unas limosnas. Pocas, la verdad, pero es que no soy demasiado bueno, las cosas como son. Ya iré mejorando. Y mis viajes me darán nuevas historias que contar, y podré llevar de un pueblo a otro las noticias lejanas. Será una forma de vida digna, para variar...". Enfrente del enano, al otro extremo del salón, una tiefling. Intentaba pasar desapercibida, pero da igual cómo vistas, es difícil ocultar del todo unos cuernos y una cola. 

"Estará bien vivir honradamente. Pero hasta que consiga vivir de mis cuentos aún va a pasar un tiempo, y, oye, uno sabe hacer lo que sabe hacer. No es que sea para presumir, pero soy un gran ratero, y la gente en Tabalard es tan descuidada como en todos lados. Como ese humano que se está comiendo las gachas. Está tan ocupado mirando a todos los demás en la taberna que no se enteraría si me llevara la mitad de sus cosas... Pero no, es el acuerdo al que llegué con el dueño de La Rama Dorada. Aquí dentro no robo nada. En lugar de eso, vigilo para alertar al posadero de posibles rateros. Es fácil identificar a los de tu propia calaña. Así los clientes están más tranquilos y consumen más. A cambio, me dejan contar historias de vez en cuando para después pedir unas monedas a los parroquianos y me encargan algún recado mal pagado. Bueno, y me dejan barata la comida que les sobra del día anterior. Y, francamente, hasta la comida del día anterior está rica en este sitio. ¿Qué le echará ese posadero a la cacerola? Tiene que tener algún ingrediente secreto. Hmmm, y si no lo tiene, quizá me lo pueda inventar... No es un mal comienzo para un cuento...".

Ayaka se distrajo inventando los puntos generales del posible cuento, pero era una distracción superficial. En realidad, no quitaba ojo a todos los congregados en la taberna. No parecía haber ningún ratero aquella noche, pero nunca se sabe. Por otro lado, no está de más fichar a posibles víctimas. "Al fin y al cabo, en algún momento saldrán de La Rama Dorada...". Detuvo su pensamiento en seco en cuanto oyó las primeras notas  del zumbido. Tenía buen oído. Al fin y al cabo, era un kitsune. Para cuando el zumbido se había vuelto ensordecedor, Ayaka ya estaba en pie. Las primeras explosiones le pillaron de camino a la puerta de la taberna. De naturaleza curiosa, no podía contenerse cuando algo llamaba su atención. Abrió la puerta a tiempo de ver las primeras casas venirse abajo. Fue el primero en salir de la taberna. "Las explosiones aún resonaban mientras algo parecía arrasar las casas del barrio... Mmm, sí, será un buen comienzo para un cuento". Sonrío mientras se lanzaba a la calle a ver qué estaba ocurriendo.

Tras una breve carrera por las calles de la ciudad siguiendo el ruido, os encontráis de frente con la criatura responsable del desastre. Se trata de una bestia de metal, con incontables cadenas y ruedas dentadas bajo su coraza, que se ha abierto paso a través de numerosas casas. 

Con casi diez pies de altura, la forma del extraño constructo recuerda a un gorila, con dos poderosos brazos que utiliza tanto para avanzar como para golpear. Una de sus manos parece haber sido sustituida por una pesada pieza de piedra, que no duda en usar eficazmente como ariete contra cualquier obstáculo. Su pequeña cabeza, cuyo único ojo brilla con una sorprendente luz azulada, se centra en vosotros instantes antes de que la bestia os convierta en su nuevo objetivo.

"¡Por Gram! ¿¡Pero qué es eso y de dónde ha salido!?". Me paro un momento y miro a la criatura, intentando ver si hay algún punto vulnerable en su armadura [¿la armadura está completamente cerrada o podemos ver los engranajes internos?], algo que me permita llegar hasta sus engranajes internos para intentar bloquear alguna rueda. Cojo un par de piedras de entre los escombros en la calle, preparado para ver qué pasa si le doy una pedrada en la luz brillante que parece ser su ojo. 

Mi tirada de iniciativa: 11 (9+2)

[¿la armadura está completamente cerrada o podemos ver los engranajes internos?]

A primera vista está bien cerrada, pero en tu turno de combate [cuando asignemos los turnos] puedes realizar una prueba de Buscar para intentar discernirlo mejor.

Salesh no puede evitar una mueca de asombro cuando ve a la criatura. La magia de los brujos no es capaz de animar seres como éste, y es la primera vez en su vida que ve algo así. No está muy segura de si algunos de sus hechizos serán útiles, puesto que no está muy claro si hay una mente dentro de ese armazón de metal. Cree recordar un par de lecciones que su maestro le dio hace muchos años sobre este tipo de seres, pero no parece que vaya a tener tiempo para ponerse a hacer memoria.

Instintivamente empieza a buscar una posición apartada, en un segundo plano, para que la atención del autómata se dirija a otros objetivos más amenazadores. No empuña ningún arma, dejando ambas manos libres para lanzar conjuros.

Si esta cosa carga contra alguien, que sea uno que pueda aguantarlo mejor que yo, piensa.

Iniciativa 8

Había visto antes bestias monstruosamente grandes, pero nunca una fabricada por el hombre. Tardo unos segundos en salir de mi asombro y recuperar la compostura, todo el mundo huía de la zona y eso hacía que los que nos quedábamos fueramos un claro objetivo de esta bestia que no hacía otra cosa que arroyar todo lo que se cruzaba en su camino.

Cruzo la calle y me coloco cerca de un callejón, cargo mi arco y apunto a su cabeza, justo donde una luz llamativa emanaba un peculiar color.

Al salir de la taberna apartando toscamente a la gente presa del pánico, Kresten pudo ver al "ser" causante de todo aquel revuelo. Impresionado por el tamaño de aquella cosa y del poder destructivo que aparentaba tener, se dedicó unos segundosnen estudiar a la criatura y en pensar un plan de actuación. El ojo brillante parecía ser su punto débil, un buen tiro con su ballesta cegaría a la criatura y posteriormente sería mas fácil destruirla a martillazos.

Miró a su alrededor y vió que un humano, una especie de hombro zorro y una diablesa se encaraban hacia la mole metálica. Era la primera vez que veía a seres de esa raza, aunque había escuchado historias sobre su existencia, podría salir una bonita anécdota que contar cuando regresara a tierras enanas. 

Preparó su ballesta, listo para probar suerte e intentar ensartar el brillante ojo de aquel ser.

Elhander tensa el arco y... dispara, de forma especialmente certera. Surcando el aire con un silbido, golpeó a su enemigo justo donde quería. Y, tal como habían previsto los héroes, la flecha rompió el ojo del constructo, el cual, cegado, daba vueltas sobre sí mismo, si cabe, aún más descontrolado.

"¡Buena puntería la de ese humano! ¡Hay que aprovechar!". Mientras el monstruo está cegado y da vueltas descontrolado, inspecciono rápidamente su armadura para intentar encontrar un punto más vulnerable [entiendo que es una prueba de Percepción, que tengo un +4, lo cual me da un total de 20]. 

Si encuentro un punto débil, quiero guardar las dos piedras en el bolsillo, sacar mi palanca y saltar sobre la bestia para intentar hacer palanca en el punto débil de su armadura y así crear un hueco donde puedan atacar el resto o soltar después una de las piedras que cogí para intentar bloquear el mecanismo de la criatura.  

Entiendo que la prueba de buscar el punto débil es mi acción estándar, no sé si podría saltar sobre la bestia en este mismo turno como acción de movimiento o si tengo que esperar [por si puedo saltar ya, hago una tirada por si sirve para agilizar. ¿Acrobacias? ¿Atletismo? He sacado un 10 en la tirada, así que si es una prueba de Acrobacias tendría un 14, pero si es una prueba de Atletismo tendría un 12]. Si no puedo saltar todavía, pero he encontrado un punto débil, quiero gritar dónde está dicho punto para que el resto lo sepan y puedan intentar atacar ahí. 

Si no encuentro un punto débil, quiero coger la cuerda de cáñamo que tengo en mi pack de ladrón y tirarle un extremo a Kresten y gritarle: "¡Enano, ayúdame a derribar a esa cosa!". La idea sería atar la cuerda alrededor de sus pies, para ver si conseguimos hacerle caer.

Aunque no encuentras nada que parezca especialmente vulnerable en el constructo - cuyo ensamblado es admirable y de una altísima calidad, puedes discernir - consigues lanzarle la cuerda a Kresten y prepararte para usarla para intentar derribar a la bestia.

Una flecha se clavó en el luminoso ojo del ser -¡Buen disparo humano!. Impresionado por el disparo del humano, Kresten pudo observar como el golem se dedicaba a dar golpes a su alrededor, aparentemente cegado. Se deshizo de la ballesta tirándola a un lado, sacó su hacha y embrazó su escudo y cargó contra el monstruoso ser, a mitad de su camino un grito hacia el dirigido le llamó la atención y una cuerda cayó cerca suya, giró la cabeza y pudo ver que al otro lado de la cuerda se encontraba un kitsune con pinta de ladrón.

Al momento entendió la idea que el kitsune le proponía, le pareció ingenioso y que podía ser eficaz, sin parar de correr se agachó y con el brazo en el que tenia embrazado el escudo cogió la cuerda y corrió hacia el ser, con la intención de rodearle y después tirar junto al kitsune para poder derribar al golem.

Con una habilidad y velocidad inusitada para tratarse de un enano, Kresten cogió la cuerda que le tendía Ayaka desde el otro extremo y la enredaron alrededor del gran gólem el cual, inmovilizando de pies, movía los brazos a tientas, tratando de alcanzar a alguien, o a algo, mientras se tambaleaba intentando mantener el equilibrio. Ahora, sólo les faltaba a los héroes un impulso final para derribar al gigante de acero.