Partida Rol por web

El mercenario te mira durante unos segundos y sale a correr con su oreja ensangrentada en la mano. El resto de los hombres te miran con incredulidad, estupefactos.

Uno de ellos da un paso adelante y te contesta -¿Los lobos también tienen pulgas? Estoy harto de ser un asqueroso perro.

Durante los siguientes días de marcha el trío que formais se dispersa. Maron se marcha a tratar unos asuntos con frecuencia mientras que El Tuerto se divierte con su salvaje y con el grupo de mercenarios que le siguen.

Una mañana una escolta de cinco hombres de Dorne se detienen junto a ti mientras te bebes un buen vino y te dicen que Lord Qorgyle os espera.

Una vez llegado a la zona más opulenta y segura del campamento una pareja de guardias, antiguos compañeros tuyos, te llevan ante la presencia del lider del ejercito.

Ser Cith, ¿que tal vuestra empresa? -os pregunta Lord Arron Qorgyle nada más entrar.

Durante los siguientes días de marcha te alejas varias veces del trío que formabais para alcanzar tus propios objetivos.

Consigues que la zona de los mercenarios sea un poco más segura tras resolver algunas disputas y broncas sin que corra la sangre.

También te reunes con Lord Qorgyle que te escucha atentamente. Notas que el poder y la responsabilidad comienzan a hacer mella en el rostro del noble y en su cabello.

Finalmente, en los últimos días, consigues dar con tu madre, la única Serpiente de Arena que continúa en el campamento.

-Demuéstralo -contestó en el acto Nightingale-. Las palabras, sin auténtica convicción, se las lleva el viento. Dame una muestra de que estás harto de ser un perro repugnante y antes de que te des cuenta las pulgas habrán dejado de ser un problema.

Harland no iba a decirle qué muestra tenía que darle. Necesitaba una que le satisficiera, pero no por ello iba a dar instrucciones a aquél mercenario. Cruzó los brazos delante de él, esperando, con el hacha bien asida en una de las manos. 

El hombre te mira confiado, ambicioso. Saca un cuchillo de su cinturón y, tras apuntarte con él, se raja el ojo izquierdo con el arma.

Lanza un pequeño grito de dolor, deja caer la daga y se lleva las manos a la cara. Tras más de medio minuto la respiración del hombre comienza a relajarse y te revela su nueva cara, tuerto como tu. -Un lobo no necesita dos ojos para matar a sus enemigos, si quiero darle una oportunidad a los perros debo darles cierta ventaja -exclama sonriente aunque bastante pálido por la pérdida de sangre.

El tuerto esbozó una amplísima sonrisa. Estaba francamente sorprendido por aquél acto de convicción y lealtad que, en un momento, había convertido a aquél mercenario en un hombre digno de sus planes. Digno de su manada, por así decir. Los grandes asuntos siempre comienzan en pequeños círculos. 

-Tú ya eres uno de los míos. Sólo me queda enseñarte algunas cosas sobre el mundo... Pero para eso te necesito vivo -hizo un gesto con la cabeza en dirección a donde, minutos antes, había salido corriendo el mercenario de la oreja cortada-. Ve a que te cosan.

Tan pronto se hubo marchado, Harland observó al resto ladeando la cabeza.

-¿Alguien más desea cambiar por completo el orden de las cosas? ¿Alguien más tiene cojones para tomar su vida por las riendas? 

El gran Arron requería la presencia del joven guerrero. Era normal que quisiera conocer de primera mano como avanzaba todo, lo que le extraño un tanto es que lo eligiese a él cómo informador. Supuso que al ser compañero de armas sería lo lógico.

- Esos salvajes son complicados, pero nada que no podamos manejar. Les vendría bien ver de que pasta están hechos los dornienses. - no pensaba irse por las ramas, aquél hombre era influyente y eso le interesaba a Cith. Si hacía un buen trabajo podría llevarse una buena recompensa.

El hombre asiente con la cabeza, contento, y comienza a andar haciendo traspies, mareado y confuso, hacia la zona donde deben coserle la heria autoinfligida.

Tras la salida del hombre de la escena el resto de mercenarios te miran temerosos. Algunos de ellos, la mayoría, comienzan a retroceder y a alejarse del lugar. Escuchas murmullos de indignación y desencanto ante tus palabras.

Sólo seis hombres más se quedan ante ti. Dos de ellos se automutilan por si mismos, otra pareja se lo hace mutuamente y la última lo intenta pero, cuando el primero acaba con el ojo de su compañero este, un pequeño y delgado guerrero de rasgos afilados, se lanza sobre el hombre que lo ha herido y lo apuñala una docena de veces, dejando su cadaver en el suelo.

Los mercenarios son como perros estúpidos, les pones un cebo y corren tras él sin pensar. Lo malo es cuando diferentes hombres ponen distintos cebos y los acaban liando, embruteciendolos y haciéndolos inestables. Y hablando de personas inestables ¿que me puedes decir de El Tuerto? -te pregunta el lider.

Harland jamás habría imaginado que iban a quedar seis de ellos. Uno ya le parecía una victoria inmensa. Una manada de siete lobos era... Más que bueno. Ocho lobos podían lograr muchas cosas juntos. Demasiadas. Casi se dejó llevar por un acceso de emoción. Casi. 

Pero a ojos de todos permaneció impasible frente al macabro espectáculo ante él. Pensó en castigar al de rasgos afilados. En cercenarle un brazo o la misma cabeza... Pero luego consideró que el ímpetu también era una cualidad a tener en cuenta. Un aviso, le daría, ni uno más. 

-Mírame -buscó su atención cogiendo su mentón con autoridad. Cuando la obtuvo, continuó-. Los aquí presentes son ahora tus hermanos. Alza tu mano contra uno de ellos y el resto nos comeremos tus entrañas. 

Soltó con cierta brusquedad su mandíbula y le revolvió los cabellos. Acto seguido comenzó a caminar de vuelta a la tienda de Jika. 

-Entierra a tu compañero, o te buscarán por su asesinato. Cuando termines, ve a que te curen esa herida. El resto: id ya mismo a que os curen... Mañana, al alba, será el primero de un nuevo amanecer para todos. 

- El tuerto es una caja de sorpresas. Sin duda es más de lo que a simple vista aparenta, pero no es uno de los nuestros - el joven no tenía nada en contra del tuerto, podía decir incluso que le empezaba a caer bien, pero sabía que un hombre así sólo miraba por sus propios intereses. Además, le interesaba ser el recto y precavido del grupo, aunque mirase por sus intereses tanto cómo los demás -¿Por qué viene con nosotros? Está claro que despierta odio y respeto a partes iguales entre los mercenarios.

- Aún sigo sin concebir como Dorne apoya la candidatura de un idiota como Quentyn al Trono de Hierro. – escupió el bastardo una vez se adecentaron en su tienda, alejados de miradas y oídos indiscretos. El interior era austero, privado de cualquier tipo de alhaja o baratija innecesaria.  Sus efectos personales, dos mudas de ropa, dos cantimploras y dos pellejos de cuero. Junto a las esterillas sobre las que descansaba al llegar la noche, aquellas eran las únicas posesiones que Maron había llevado para la travesía. También disponía de una montura, un destrero de las arenas rápido como el viento y tan negro como el carbón que descansaba en el exterior de la tienda de su propietario.- Dorne es fuerte y orgullosa, madre, todos lo sabemos, pero no ilusa.-  terció Maron mientras ofrecía uno de los odres de vino dorniense a Obara.- Siento vergüenza, madre.- reconoció tras dar un generoso trago y colocar el tapón de corcho sobre la boquilla.- Vergüenza de seguir las directrices de un cobarde. Un alfeñique que ha pisoteado una tradición familiar venerada por siglos y que se ha granjeado el desprecio de buena parte de las grandes casas de Poniente con un solo movimiento. ¡Maldito sea él y su estupidez! – gruñó, acompañando la maldición con un puñetazo en el suelo.- ¡El Trono de Hierro era suyo! ¡Debería seguir en Desembarco del Rey defendiéndolo con uñas y dientes, no abandonarlo con el rabo entre las piernas mientras lo deja a merced las de aves carroñeras! – con un movimiento de su mano, retrasó los mechones rebeldes de su flequillo para evitar que entorpecieran su visión.- Seguimos a una culebra sin colmillos sin hierba que resguarde nuestras intenciones, madre. Y de nada valdrá gobernar el Trono de Hierro si ello equivale a ser exterminados como los Frey y los Lannister lo fueron tras el alzamiento de la Madre de Dragones.- Sand contempló a su madre, dejando que los oscuros ojos de víbora que compartían, herencia de la Víbora Roja de Dorne, se encontrasen. Expectante, aguardó su respuesta.

Quentyn es un imbecil hijo, no te lo voy a negar, pero esta vez le doy la razón -te responde tu madre sin susurrar ni tratar de disimular sus palabras -si se hubiera quedado en Desembarco del Rey sólo cualquiera podría haberle dado muerte antes de que lo coronaran. Ahora, con el ejercito de Dorne tras él, nadie se atreverá a alzar un arma contra él, no al menos hasta que sea coronado. Luego, una vez coronado, su vida tendrá menos valor -te dice con una fría sonrisa en la cara -si muere su hermana será la que llegue al trono...

Las últimas palabras de Obara sorprendieron al bastardo, que no pudo evitar que la estupefacción se adueñase de su rostro antes de estallar en carcajadas.- Unas palabras dignas de ti, madre.- reconoció mientras correspondía a su gesto con una sonrisa cómplice. La madurez había transformado a su madre, quizás otorgándole cierto cariz reflexivo del que careció durante su juventud. Sin embargo, la edad no había logrado borrar su impetuoso carácter. El espíritu de las Serpientes de Arena seguía vivo en ella, al igual que la sangre de la víbora que las había engendrado. Maron no cabía en sí del gozo que esa sensación le provocaba.- ¿Pero qué os hace pensar que las Grandes Casas no se opondrán a la coronación tras haberse sentido traicionados y despreciados por las acciones de Quentyn? Sería de ilusos negar que no utilizarán este desaire como excusa para tratar de impedir que nuestro tío reclame lo que le pertenece.

El Lord sonrió ante aquella pregunta.

—¿Sabes lo que hacía la primera vez que lo vimos? Mató a uno de sus compañeros mercenarios porque se estaba follando a una puta demasiado fuerte. Está loco, demasiado… No pensó en las consecuencias y eso… eso es bueno si lo manejas con cuidado. Sin embargo, no lo estamos haciendo… No lo estamos haciendo…  

Cith mostró entonces una de sus encantadoras sonrisas. Acababa de ver como una puerta se abría para él.. quizás podría sacar algo positivo de todo aquello, pero debía de ser prudente.

- ¿Hay algo que yo pueda hacer para cambiar eso? - preguntó. No sabía muy bien que era lo que estaba pasando.. pero quería que Lord Arron confiase en él, quería saber más.

El rostro del señor se mostró aún más serio. 

—Con la creación de ese grupo de locos sanguinarios el maldito tuerto ha puesto yesca y pedernal juntos, si por cualquier motivo se prende la llama, quiero que lo mates. Cualquier motivo, sea culpa suya o de sus esbirros. 

La sonrisa del joven se borró de un plumazo de su rostro, no había preocupación, ni una exagerada seriedad en él. En su interior.. pensaba que había dado en el blanco. Estaba claro que aquél hombre estaba confiando en él por encima del resto de su grupo.

- Así se hará - dijo en un tono suave y formal - ¿Algo especial que tengamos que temer? - La pregunta era más un intento por sacar detalles, por saber que estaba ocurriendo que cualquier otra cosa. Si algo iba mal, lo mataría sin más.

La mujer, ataviada de cuernos, plumas, dientes y huesos; estaba dentro de la tienda bebiendo y comiendo. Le acompañaban hombres y mujeres de los suyos, pero no hablaba nadie. 

Cuando vas a pasar dos mercenarios te cierran el camino. 

—¡Oh! Miradlo, viene a por más —exclama Jika, divertida—. Tranquilo, mi perro, puedes darme placer con la boca...Me lo comerás mientras yo como y bebo —ahora sí rompió a reír a carcajadas—, JA JA JA JA JA! —una risa de lo más forzada—. Serás mi esclavo sexual.