Partida Rol por web

La poción había surtido efecto en Alisha, aunque alguna que otra arcada se llevó al ingerir el líquido pantanoso. Por suerte, sus heridas se cerraron francamente rápido y pudieron salir de allí para dirigirse hacia el exterior del castillo y seguir jugando.

Ya en la puerta del castillo, Alisha agarró los dados y los lanzó:

Cuando los dados marcaron el 4 y el 1, la esfera central volvió a iluminarse y un nuevo verso se proyectó para que todas pudieran leerlo.

No va a ser fácil la misión.

Los monos retrasan la expedición

Alisha se sintió cómoda pues creía que uno de aquellos monos iba a salir de dentro del tablero y tenía la varita apuntando a él. Pero cuando se quiso dar cuenta, uno de ellos estaba apoyado sobre su brazo y de un fuerte tirón le arrebató la varita que poseía. Segundos después, y antes de que los demás pudieran reaccionar, otro mono agarró el juego y se lo lanzó a un tercero que estaba apoyado en el marco de una de las ventanas del casitllo. Éste se lo lanzó a un último que se había colocado un piso por encima y rápidamente se introdujo en el interior seguido del resto. Habían sido demasiado ágiles, los monos les habían arrebatado el juego, le habían quitado la varita a Alisha y lo habían metido dentro del castillo. 

Lejos de estar tranquilas y relajadas por haberse librado de ese objeto de magia oscura, algo les impulsaba a recuperarlo y a seguir jugando, y además, William seguía encerrado ahí dentro, y la única forma que tendrían de salvarlo era acabando el juego. Además, la pequeña había perdido su varita, una razón aún mayor para correr tras ellos y recuperarla. 

Había hecho ruborizarse a la pobre chavala. "Muy bien, Phoebs, así se consolidan amistades." 

-Tranqui, todas tenemos ojos. Si yo a tu edad me comí una bludger por mirar a Angelina Allen... Es que vuela como un colibrí   -Enrojeció también al recordar su hazaña frente a la buscadora de Gryffindor-   Va en tu casa. Podrías omitir lo de que me caí de la escoba   -Bien, había alcanzado un tono de rubor seguramente no descubierto por la ciencia-   Y lo de que casi te mato.

Se adelantó azorada. Vaya una situación para pensar en Angelina.

Alisha tiró los dados y los monos acróbatas surgieron de la nada. Les faltaba un matasuegras o unos fuegos artificiales de Zonko para completar la sorpresa. Una vez Derek le había dibujado una viñeta en la que salía Flitwick preguntando: "Señorita, ¿podría enumerar tres encantamientos de levitación?", y ella contestaba con cara de pasmo: "Sií... volaaaar..." Pues eso, a volar.

Montó en la escoba tratando de acertar con la ventana por la que había huido el bicho y entró con la intención de localizarlo. Y a la varita con él.

Miró con alivio cómo las heridas de Alisha cerraban sin ningún contratiempo más. Aceptó el abrazo y se lo devolvió con algo menos de efusividad, más bien cierta incomodidad. ¿Acaso no les odiaba por casi matarla? De haber sido Alisha, ella se habría alejado para siempre de las dos chicas de Hufflepuff.

Tras el breve reencuentro con su hurón, Phoebe anunció que era momento de continuar e intentar salvar a William, aunque todavía no sabían muy bien cómo hacerlo. —No me van los malotes— en realidad tampoco se había parado a fijarse en los chicos o chicas que le rodeaban. Enamorarse o babear le parecía una pérdida de tiempo y de concentración. —Pero sí, si volvemos a ser cuatro, hay más probabilidades de terminar el juego— o eso quería pensar.

Una vez fuera de la inusitada silenciosa escuela, Alisha tiró los dados. Daba igual lo que se hubiesen preparado para enfrentar lo que viniera, esos monos eran demasiado rápidos y ágiles y desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Phoebe, con su escoba, fue tras ellos.

—¡Vamos!— le tendió la mano a Alisha para que avanzara con ella. Estaba sin varita y, por tanto, desprotegida. No pensaba dejarla atrás. Tampoco pensaba entrar volando, como la gran jugadora de Quidditch. No, con suerte despegaba los pies del suelo sin trastabillar. Mejor ir corriendo y buscar a los dichosos monos dentro de la escuela.

Alisha se había quedado con la mano en alto, aunque sin varita que sostener. Miró atónita y de manera intermitente su mano y al mono que salía corriendo con su varita hacia el interior del castillo.

- ¿Nos acaban de robar unos monos? -dijo todavía algo incrédula.

Phoebe no perdió tiempo, salió rápidamente tras los monos con una destreza increíble. La Hufflepuff era muy buena. Liz cogió su mano y la arrastró tras ella al interior del castillo.

- ¡Liz! tenemos que invocar plátanos, a los monos les pirran los plátanos, quizás si les ofrecemos plátanos nos devuelvan mi varita y el juego -dijo completamente convencida de que aquello funcionaría.

Casi tropezó cuando giraron la siguiente esquina, Cosquillas se quejó desde dentro de la mochila.

- Ya lo sé petardo, pero esto no es tan fácil. Tendrías que ver lo rápidos que son.

Los monos aparecía y desaparecían de su vista, como riéndose de ellas. En la mente de Alisha se sucedió un recuerdo de hace muchísimos años, mientras sus abuelos miraban un documental del "National Geographic", su abuelo miraba la tele y ella jugaba bajo la mesa con un par de puzzles.

- ¡Están jugando! -le dijo a Liz- para ellos es un juego. Tenemos que jugar con ellos, ser parte del juego -le dijo sonriendo- solo quieren jugar. Aunque ahora mismo les odio mucho por ello -dijo entre dientes pero sin borrar la sonrisa para disimular-. Vamos a lanzarles más cosas, para que nos consideren parte del juego -seguro que era la mayor gilipollez del mundo, pero podría funcionar- y que nos lancen sosas igual que nosotros a ellos. Quizás en una de esas nos lancen el juego y la varita, ¿no? -Alisha sacó su mejor sonrisa esperando que Liz le dijera algo al respecto, pero hasta ella dudaba del plan-. No me juzgues, no tengo más idea de animales que lo que mi abuelo veía en el National Geographic. Pero es eso o los plátanos ¿estamos muy lejos de las cocinas?

—¿Hacer aparecer plátanos?— miró entre incrédula y dubitativa a Alisha. Nunca había hecho aparecer algo de la nada y no sabía si funcionaría. En realidad, no sabía ni qué hechizo debía utilizar para eso.

—Ven— tiró de ella un poco, hacia las escaleras. En lugar de dirigirse al Gran Salón, Liz tomó rumbo a las Mazmorras, como si fuese a las estancias de los tejones. —Créeme que es difícil aguantar el hambre cuando huele que alimenta— las cocinas se encontraban debajo del Gran Salón, era allí a donde se dirigía.

Phoebe logró alzar el vuelo y logró alcanzar a ver hacia dónde se dirigían los monos. Aquellas criaturas tomaron las escaleras mágicas que llevaban hacia lo alto de la torre de la lechucería. En cambio, Liz y Alisha consideraron que sería buena idea dirigirse hacia la cocina para conseguir algunos plátanos. 

Phoebe se debatió entre seguir a los monos, o considerar la idea que habían sugerido e ir a por la fruta. Al menos, gracias a la jugadora, habían podido averiguar qué dirección habían tomado, porque de no haber llegado a tiempo los habrían perdido y hubiera resultado mucho más complicado encontrarlos...

Siempre le habían dicho que uno de sus puntos fuertes en el campo era la visión global de juego, allí se movía en equipo y coordinaba esfuerzos porque era su función. Pero en su día a día no dejaba de ser desconfiada y solitaria. Aunque las chicas le caían bien no pensó ni un segundo en desandar sus pasos hacia ellas, siguió su primer instinto y fue tras los simios.

Se planteó ascender con la escoba, ya que sería más rápido y le daría la oportunidad de atrapar a los escurridizos monos, de hecho había entrenado en lugares mucho más angostos que las escaleras de la torre, pero esa noche los nervios no dejaban de jugarle malas pasadas y se decantó por moverse como la penosa humana bípeda que era.

Rasgó un agujero en la túnica clavando su varita y la covijó dentro dejando salir la punta. Eso le permitiría maniobrar hechizos y apuntar sin riesgo de que le fuese arrebatada por los monos. Acto seguido hizo bocina con las manos y gritó para que las otras la oyesen, no sería difícil con Hogwarts vacío. La piedra transmitiría el mensaje:

-¡En la torre de la lechucería! ¡Están en la lechucería!

Subió los peldaños de dos en dos intentando hacer el mínimo ruído posible, como si la gata de Filch la estuviese siguiendo. Se preguntaba si su querida Nikta estaría arriba y bien. Ya había perdido la pista a sus amigos, pero si su lechuza se hallaba también desaparecida sería un palo demoledor.

Al llegar arriba se agachó para no ser un blanco fácil y lanzó el encantamiento de atracción intentando recuperar la varita de Alisha. Eso les daría más oportunidades de conseguir el juego.

Guio a Alisha hasta las cocinas, tan vacías de elfos domésticos como lo estaba el resto de la escuela.

Alzó la mirada al oír la voz de Phoebe. No era difícil, teniendo en cuenta el silencio reinante en la escuela, pero aun así se oía lejana. —Venga, busquemos algunos plátanos o cacahuetes o lo que sea que pueda gustarle a esos monos y vamos a la lechucería— mejor darse prisa y estar todas juntas para continuar enfrentando las pruebas.

Encontrar los plátanos no fue nada dificil, pues aunque las cocinas estaban vacías, la fruta estaba colocada en un gigantesco frutero donde había todo tipo de piezas, ya fueran mundanas o mágicas.

Podrían coger tranquilamente las que quisiesen.

Varios tramos de escaleras en movimiento y algunos minutos después, logró alcanzar la torre de la lechucería. Lo normal es que algún alumno, profesor u otro empleado estuviese allí mandando alguna misiva. Siempre era un lugar en el que al menos había una o dos personas. ¿Dónde se había metido todo el mundo? Tampoco habían visto a nadie por los pasillos, ni oído a los alumnos dentro de las clases... ¡Estaba todo desértico!

El castillo estaba cubierto de un absoluto e incomprensible silencio y lo único que se podía oír era el grito desgarrador de las lechuzas, pues los monos que habían aparecido estaban asesinando a las aves sin ningún tipo de contemplación. Por suerte para ella, estaban tan entretenidos, que habían dejado tirados tanto el tablero como la varita. Desgraciadamente cada uno estaba en una esquina de la sala, y no podían hacer ningún tipo de ruido si querían conseguirlo. De lo contrario alertarían a los monos y podrían volver a huir.

Phoebe conjuró el encantamiento accio tan bajito que no surtió efecto, por suerte tampoco llamó la atención de los primates, por lo que podría tener una nueva oportunidad para hacerlo, o quizá intentar otra cosa.

Alisha se acercó a la fruta y cogió varios plátanos del frutero. Mirando la piel amarilla de los plátanos, se dio cuenta de que había sido una idea bastante estúpida y que su prioridad quizás debería haber sido recuperar su varita de aquellos monos endiablados. Agradeció mentalmente que Phoebe hubiera ido tras ellos. Se notaba que era más mayor y más centrada, se sonrojó pensando en lo estúpido de su planteamiento. Si su madre tenía razón, tenía la cabeza en las nubes.

Pero lo hecho, hecho estaba, así que abrió la mochila y cargó unos cuántos plátanos, así como otras piezas de fruta por si les entraba hambre después.

- ¿Nos vamos? A la lechucería, cómo dijo Phoebe, debería recuperar mi varita cuánto antes. No creo que a los monos les sirva de mucho -una duda asaltó la mente de Alisha ¿podrían los monos hacer magia si tenían una varita?, lógicamente no, necesitaban pronunciar el conjuro, saber los movimientos exactos y medidos... pero aún así dudaba- ¿verdad?

Alisha era muy expresiva y en aquel momento su mirada parecía dudar y al mismo tiempo tener un poco de miedo por si sus preocupaciones se volvían realidad. Sacudió la cabeza para tratar de despejarse, había que centrarse, como Phoebe o como Liz que mantuvo la calma en la enfermería sosteniendo su mano.

- Liz, sois increíbles -le dijo de repente si ton ni son, cogiéndole la mano en el desenlace final de sus propios pensamientos-. ¡Vamos con Phoebe! Hay que ajustar cuentas con esos monos, yo no he vuelto de la otra vida -exageró ya que en ningún momento había muerto- para que unos monos con ganas de fiesta nos roben el juego. Hay que rescatar a Will -en su cabeza, un pequeño Will dentro de la esfera del tablero, se tambaleaba intentando mantener el equilibrio con las sacudidas de los macacos en su viaje por las escaleras- ¡A por ellos! -gritó alzando cómicamente un plátano en el aire, como si fuera la varita que ahora mismo no podía esgrimir.

No podía evitarlo... le gustaba demasiado hacer el tonto.

Ya habían cargado bien de comida, así como los plátanos. Liz no llevaba una mochila tan espaciosa como lo era la de Alisha, pero aun así cargó con lo que pudo, o lo que le cabía junto con lo que ya llevaba. —¿Regalices?— sacó una bolsita de golosinas para compartirlas con la pequeña Ravenclaw. Aun les quedaba un camino por delante, ¡y los dulces siempre animaban!

Asintió con la cabeza. —Vamos— les tocaba desandar lo andado y subir hasta la lechucería. Con respecto a la utilidad que le podían sacar los monos a la varita... —No, no creo que les sirva más que para rascarse el trasero— sonrió divertida, aunque igual la idea no le hacía tanta gracia a la dueña de la varita, incluso le podría dar algo de asco.

Sí que se quedó perpleja y miró a Alisha con sorpresa cuando se sacó de la manga los halagos. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho ahora? —¿Gracias?— no estaba muy segura de cómo responder. Rio al ver lo animada que parecía de pronto, alzando el plátano como si fuese el arma definitiva para espantar todos los males. —Vamos, anda— aprovechando que le había cogido de la mano, tiró de ella con suavidad para ir todo lo deprisa que pudieran hasta la lechucería.

Varios tramos de escaleras en movimiento y algunos minutos después, logró alcanzar la torre de la lechucería. Lo normal es que algún alumno, profesor u otro empleado estuviese allí mandando alguna misiva. Siempre era un lugar en el que al menos había una o dos personas. ¿Dónde se había metido todo el mundo? Tampoco habían visto a nadie por los pasillos, ni oído a los alumnos dentro de las clases... ¡Estaba todo desértico!

El castillo estaba cubierto de un absoluto e incomprensible silencio y lo único que se podía oír era el grito desgarrador de las lechuzas, pues los monos que habían aparecido estaban asesinando a las aves sin ningún tipo de contemplación. Por suerte para ella, estaban tan entretenidos, que habían dejado tirados tanto el tablero como la varita. Desgraciadamente cada uno estaba en una esquina de la sala, y no podían hacer ningún tipo de ruido si querían conseguirlo. De lo contrario alertarían a los monos y podrían volver a huir.

Y allí estaba Phoebe, en la puerta de la lechucería observando la escena.

- Tschhh -le dijo en un susurro apenas audible a sus compañeras nada más llegaron a la puerta de la lechucería-. Voy a intentar llegar a la varita y el juego

El espectáculo sorprendió a Alisha, pero no gratamente, una arcada subió a su garganta, pero la reprimió. Pobres lechuzas, no iba a darles ni uno solo de los plátanos a los monos malvados. De hecho, iba a convertirlos en gusanos o en grillos o... así solo invertiría la cadena de violencia, pensó abatida. Los convertiría en... algo que decidiría después, pues acababa de ver su varita y el juego en una esquina de la habitación.

Le señaló con gestos a amas chicas dónde estaban las cosas, la verdad, hubiera sido ideal distraer la atención de los macacos en otro punto, para ayudar a acercarse al juego y la varita, pero viendo lo que estaban haciendo a las lechuzas, no pondría en peligro a ninguna de las chicas que la acompañaban. Cogió aire y por primera vez en mucho tiempo se puso seria, tenía que concentrarse en llegar sigilosamente hasta los objetos. Se le daba bien esconderse y sortear a Filch en los pasillos, se le daba muy bien, su vida de travesuras en Hogwarts dependía de ello. Así que silenciosamente o todo lo silenciosamente que pudo, avanzó en dirección a su varita y el juego.

Cerró los ojos un segundo cuando casi pisa una pequeña ramita. "¡Por todos los magos Alisha! ¿No has tenido bastante con los murciélagos?" Aunque la reprimenda se la hizo a sí misma, la escuchó con la voz de su madre. Cuando acabara aquel maldito juego iba a ir a casa solo por abrazarla, la echaba de menos, ella se habría hecho cargo de los monos con un simple giro de muñeca. Una lagrimita brotó a los ojos de Alisha, quizás por la tensión del momento, quizás por el recuerdo de su madre o simplemente porque todavía era una niña y estaba asustada por la situación.

Y aunque se había prometido a sí misma, no darles ni un plátano a los monos, sostenía con firmeza el que había usado de varita en la cocina, con la esperanza de que si fallaba, podría lanzárselo y se tirarían contra él como si no hubieran comido en años. Miró el plátano un segundo "Lo siento Charles" pensó mirando la carita que le había dibujado al plátano con permanente durante su ascenso "pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas" no era una buena frase en realidad, porque era la que utilizaba Jafar en Aladdin para explicar su comportamiento. Necesitaba otra frase, pero mirando de reojo a los monos, la única que le acudía a la mente era "¡Corred insensatos!"... sabio Gandalf.

Continuó en silencio caminando en dirección a la varita y el juego.

Tampoco tardaron demasiado en llegar a la lechucería, pero le seguía dando mala espina el silencio general, la falta de gente. Parecía que estuvieran en una escuela diferente.

Apenas llegaron al lugar, un escalofrío recorrió su cuerpo. Las pobres lechuzas estaban siendo pasto de esos malditos monos.

Tomó por el hombro a Alisha antes de que consiguiera avanzar un solo paso. Era tan menuda que no le fue complicado. Liz se llevó el índice a los labios para indicarle el mayor silencio posible. Tenían plátanos, pero empezaba a dudar que fuera a ser suficiente para esos monos...

—Ve a por tu varita— le indicó en susurros. Teniendo en cuenta que el juego estaba en una punta y su varita en la otra, era mejor que se armara.

Se giró a Phoebe para asentirle con la cabeza en señal de que podrían hacerlo, confiaba en que así fuera... Así pues, inspiró lenta y profundamente y comenzó a avanzar hacia el juego.

Se quedó anonadada durante unos preciosos segundos al quitar la vista de la varita perdida y comprobar que los monos se estaban montando una masacre. ¿Desde cuando los simios atacan lechuzas? Obviamente semejantes primates rabiosos solo podían salir de un juego tan retorcido como aquel. Pero confió en que Nikta estaba sana y salva, no era una lechuza doméstica. La llevaba con ella al bosque y siempre tenía una ventana abierta en casa para ir y venir a su antojo. De momento se las había arreglado bien con todo depredador. Quería llamarla con su silbido particular, no obstante se contuvo y ahogó la angustia. Atraerla allí solo la pondría en peligro, tenía que intentar salvar al máximo número de lechuzas posible, y si podía ser sin dañar mucho a los monos. Vaya Cristo. Coser, cantar y hacer el pino.

Por suerte sus compañeras llegaron en el momento justo y se encaminaron a por sendos objetos con una gran discreción. Pero no podían pasar desapercibidas indefinidamente, así que la única salida que combinaba ayudar a las lechuzas y a las chicas era centrar la atención de los monos. Corrió bajo la tormenta de plumas y sangre medio agachada y sosteniendo su varita por dentro de la túnica con ambas manos hasta casi la otra punta de la lechucería, si se quedaba sin quidditch a lo mejor tenía futuro en el rugby. Una vez allí atacó al mono más cercano mientras vociferaba dejando salir todo el cabreo:

-¡Incarcerooous! ¡Qué pasa me cago en la puta! ¡Os mando de vuelta a la selva virtual en dos segundos! ¡Soy la balanza de la justicia y la directora del coro de la muerte!   -Esperaba que los monos no hubiesen visto Mad Max o se la tomarían menos en serio... pensándolo bien igual moría esa misma noche. Se podía permitir todos los plagios del mundo. Que le hiciesen caso e intentasen aniquilarla, por favor. Vaya un deseo de mierda, pero era necesario.

Alisha y Liz no habían necesitado en absoluto la ayuda de Phoebe para recuperar sus objetos. Ambas muchachas se movieron con gran sigilo y recuperaron la varita y el tablero. Pero aún así, O'Bannion decidió distraerles ejecutando a la perfección un conjuro que creó unas lianas que ataron a uno de los primates. 

Los monos se percataron de lo que acababa de suceder, pero para entonces las dos chicas habían recuperado ya los objetos y no necesitaban enfrentarse a ellos. Quizá, si ahora les tiraban los plátanos podrían servirles de distracción y huir de la lechucería para continuar jugando.

—¡Vamos, ahora!— apremió a Alisha mientras se movía con velocidad y sacaba un par de plátanos que había guardado. Ya tenía el tablero y la joven cuerva su varita, por lo que ahora solo restaba salir del lugar a salvo y sin que esos ladronzuelos volviesen a intentar robarles nada.

—¡Creo que te toca!— indicó a O'Bannion mientras señalaba el juego que había resguardado bajo su brazo.

- Corran, hermanos, ¡corran!... -reforzó Alisha el plagio de Phoebe adaptándolo a la situación-. No, en serio -dijo mirándolas con urgencia- ¡que corráis!

Sin pensarlo un segundo lanzó a Charles contra los violentos macacos y emprendió su huida hacia la puerta de la lechucería. Pero entonces fue consciente del gesto inconsciente que había ejecutado su mano, se giró un segundo y vio a Charles en medio de esa vorágine de violencia.

- ¡Nooooo Charles! -la tinta de uno de sus ojos se había corrido y parecía que lloraba-. Te juro que tu muerte no será en vano.

Alzó el puño en alto y antes de que los monos advirtieran la treta, salió corriendo escaleras abajo, saltando de unas a otras mientras se movían, alejándose lo máximo posible del sangriento horror que los bichos habían causado allí.

- ¡Madre mía! Un poco más y no lo contamos -dijo la Gryffindor. Saltó un espacio de medio metro para llegar a unas escaleras que habían empezado a moverse-. Salgamos al aire libre como dijo el juego, me parece que estar en el castillo si nos atacan, con tanto recoveco oscuro, no va a ser buena idea. Espero que podamos sacar a Will -tragó saliva, pensando lo que le estaría pasando, pero viniendo de aquel juego... seguramente nada bueno.

Alisha continuó bajando y a pesar de su carácter divertido y bromista, al alcanzar la planta baja se paró un segundo a mirar su varita, no le quedaba nada de Stellotape y eso podría ser un problema si la varita se hubiera partido, aunque pensándolo bien, usar la varita pegada con la cinta mágica, habría sido seguramente hasta contraproducente.

- Phoebe, te toca a ti, pero esta vez, estaremos preparadas para cuando lances los dados. Vamos afuera -se dirigió a la puerta principal.

Volvió a esprintar bajo los cabreados primates y se abalanzó hacia las escaleras que ya enfilaban sus compañeras.

-¿Quién es Charles?   -Preguntó a Alisha gritando aunque sin bajar el ritmo. Esperaba que no fuese su lechuza... la chica no parecía muy traspuesta por la pérdida, así que probablemente no.

Mantuvo una carrera regular hasta el exterior y agradeció mentalmente todo su entrenamiento físico. Por una vez había parecido saber usar la varita y eso le brindaba cierto consuelo, aunque seguía preocupada por Nikta, Will y sus amigos. Antes de lanzar los dados se llevó la mano a la boca y profirió un fuerte silbido de dos tonos. Era la llamada para su lechuza, y si se encontraba en la arboleda de alrededor quizá la oyese. Ojalá estuviera sana y salva.

-Vale, atentas. A saber que se nos viene encima ahora.   -Tomó los dados y los sopló para tratar de invocar su suerte irlandesa antes de arrojarlos al tablero con un golpe de muñeca. Mantenía la varita en ristre con la otra mano preparada para un hechizo rápido si lo requerían las circunstancias.