Partida Rol por web

Da un tirón a su caballo para que se detenega. - ¡Espera Camiño! veamos a ver qué tiene que decir. No es menos descabellado una alimañana que abre en canal a siete lobos... escuchemos a la mujer. ¡ Buen día mujer! ¿en que podemos ayudaros? ¿habéis visto algún animal extraño? ¿hay muchos lobos aquí?

Camiño vio que te salías del camino casi perpendicularmente para meterte en la hierba e ir hacia la casa.

¡¡Pssssst!! -chistó el cazador, hablándote en bajo mientras te ibas, pero con fuerza-. ¡¡Señor!! Que yo no quiero ningún trato con ella. Dicen que su madre era una meiga, una bruja de éstos lares. ¡es mejor no confiar mucho en ella!

Fue entonces cuando, haciendo caso omiso, seguiste tus pasos. Allá atrás, a unas cuantas varas, quedaron Kamiño y Camiño, mirándote ambos con el mismo giro de cuello y casi el mismo rostro. La mujer, al ver que te acercabas, sonrió, y arranco de un viejo olivo que tenía junto a su casa una hermosa rama. Cuando estuviste a su altura, digno y razonable era contestar a lo que a uno le dijeran, pero no fue el caso: la mujer no habló nada. Y es más, parecía no estar en sus cabales, pues movía los ojos extrañamente y sonreía sin mucho sentido.

El caso es que extendió la mano y te entregó la rama de olivo. Tú, sorprendito la tomaste por educación, y la mujer siguió barriendo la puerta...

Asombrado tomé la rama entre mis manos más por educación que por otra cosa y me limité a decir -gracias... supongo que es para que me proteja. Que tengáis un feliz día buena mujer. Hasta pronto -digo dándome la vuelta y volviendo con Camiño y Kamiño con la rama entre mis manos.

- ¿tiene algún significado la rama de olivo en estos bosques Camiño? -igual era una tontería pero la gente de aldea era muy supersticiosa. Igual tenía algún significado que a Breixo se le escapaba -en cualquier caso continuemos.

La vieja, justo cuando preguntaste a Camiño, comenzó a vocearte, desde su casa, apoyada en la escoba, como si aún le faltara algo por decirte:

Si los oís llegar, y vuestra alma queréis salvar, dibujad con la rama un círculo en el suelo -decía como convencida de todo ello-; rezad, ¡metéos en él, y tumbáos bocabajo! Y no escuchéis su voz ni miréis a sus ojos. Necesitan a un vivo para llevar la muerte a quien les pueda ver...

La anciana, entonces, se metió en la choza.

Vos lo dije... ¡una loca! -apuntó el de Vila Baixa cuando oyó aquellas estúpidas palabras-. Camiño te miró, de nuevo, agitando la cabena, levantando sus cejas y entrecerrando los ojos, todo al mismo tiempo. Te hacía ver que, efectivamente, aquella vieja estaba como un cencerro. Resopló el cazador, girando hacia abajo su cabeza, y te habló.

¿Podemos irnos ya, señor? -te dijo con pesadumbre-.

Se giró al escuchar las voces de la anciana y observó atónito cómo le daba instrucciones sobre el uso de la rama de olivo. ¡ Vaya ocurrencias tenía la mujer! Pero se lo tomó con humor y dijo -así lo haré señora ... -se la guardaría de recuerdo -Bueno Camiño continuemos. Parece que la señora no sabe nada del oso o el animal que sea. Te sigo.

Finalmente seguísteis la ruta. La falda del monte era solitaria y bella, y por ella seguísteis, atravesándola hacia el oeste de la aldea. El caballo Kamiño ya iba notando las inclemencias del terreno: un terreno pedregoso y húmedo, lleno aquí y allá de barrizales, que no hacían sino tambalear su estabilidad. Empezabas a pensar que no había sido buena idea llevar allí la montura (aunque tú fueras a pie), y que Camiño iba a tener razón. La siguiente hora fuísteis ascendiendo más y más por los pequeños montes de la sierra Da Cova da Serpe, y finalmente llegásteis a un claro rocoso y empinado. Entonces Camiño se detuvo.

Mirad -señalando un claro a unas veinte varas-. Allí... allí es -decía convencido-. Allí es donde están aún los cuerpos de esos lobos...

Tras avanzar hasta el claro, víste tales cuerpos, hasta siete, arrojados y abiertos como en canal, en las mismas condiciones que había contado Camiño el día anterior.

Tiene razón el tunante este. Espero que Kamiño no se despeñe o peor aún... se rompa una pata y tenga que sacrificarle. Con el cariño que le he cogido al dichoso caballo.

Las voces de Camiño interrumpieron sus pensamientos, allí que miró y efectivamente vio los cuerpos despedazados de los lobos. Tuvo que ser templado para no echar el desayuno. Dio un sorbo a su petaca vacía para paladear mínimamente los restos del antiguo contenido etílico y se persignó.

- Deja que lo mire con detenimiento . Coge las riendas. Parece que aquí hay algo...

Tras que Camiño tomara las riendas de la bestia, te acercaste a los pútridos y despedazados cuerpos de los lobos (a alguno de ellos, que parecían estar todos igual de demacrados). Tras observarlo un poco te diste cuenta de un par de cosas: por un lado, supiste que las incisiones que cuajaban sus cuerpos eran bastante limpias y alargadas, probablemente hechas con un cuchillo (y no dientes de animal, como se temía en Vila Baixa). Por otro lado, notaste que varias huellas de pisadas (botas o algo así), que comenzaban allí, habíanse quedado bastante frescas en la tierra, y comenzaban a ascender. Parecían tener un día o algo así.

¿Ve vos algo, señor? -dijo-. Aquí es donde yo no me atreví a mirar... -decía, ahora menos asustado el cazador debido a que estaba acompañado por tí-.

- Mira Camiño. justo aquí. Son cortes hechos con un cuchillo, cuesta verlas pero ahí están. Lo que nos hace pensar que fueron seres humanos, aunque no sé cómo pudieron hacer algo así- sigue mirando y señala marcas en el suelo -huellas que se alejan del lugar. Parece que ascienden, deben tener como mucho un día. Alguien ha estado aquí después de que tú los encontrases, parece. Vamos a seguir las huellas. Lleva tú a Kamiño - dice siguiendo las huellas hacia arriba.

- Vale... creo que deberías seguir tú las huellas Camiño, que conoces el paraje -dijo después de meter el pie en un hoyo y caerse de costado a la primera de cambios.

¡malditos caminos! vaya hostión.

¡Cagaletas! -exclamó Camiño tras caerte en una pequeña hondonada que no habíais visto bien-. ¡Suba, suba! El tipo intentaba elevarte, ayudándote a colocarte de nuevo en pie, pues tu armadura pesaba lo suyo. Luego te sacudiste un poco las prendas, y comprobaste que nada grave habíate ocurrido.

A ver señor Breixo, aparte, por favor... -decía avanzando unos pasos sobre tí mientras miraba al suelo sin despegar los ojos de éste-. Entonces comprobó las huellas de pisadas frescas (quizá no completamente recientes, pero sí de no hacía mucho). Entonces  casi poníendose en cuclillas, el cazador examinó los restos que había en el terreno, un poco allí y otro poco allía, y dedujo, tras unos minutos, que las huellas habían tomado monte hacia arriba.

¡Siguen subiendo, señor! -decía apuntando con el dedo ahora ahora, una vez se alzó del suelo, hacia la cúspide del monte-. Alguien ha subido hasta lo alto..

Fue entonces que decidísteis subir, avanzando hasta la cúspide. Si allí no había más que lobos que indagar (y ya habías atisbado), la pista de unas huellas era lo suficientemente atractiva como para no indagarla. Avanzásteis hasta la cúspide por el terreno húmedo y verde, muy muy resbaladizo, y eso os llevó unos quince minutos (cuando un ascenso rectilínea en pleno verano no llegaría a los cinco). El caballo parecía no quejarse, pero veías en el rostro de Camiño cierto cansancio. Era evidente, en el tuyo también se notaba. Una vez arriba encontrásteis afiladas rocas en forma casi de aguja, y entre ellas, salientes de la tierra de manera irregular y sin disposición alguna, el agujero evidente de una cueva.

Aquel descubrimiento hizo que Camiño, una vez vio la entrada de tal gruta (a media docena de varas) se quedase quieto, como helado, mirando la hendidura irregular de la tierra. Decir que estaba asustado no era sino un eufemismo...

Estaba totalmente agotado de ascender y lo peor de todo era que no había bebido nada espirituoso desde el desayuno merda puta!

Iba a quejarse en voz alta cuando asomó la cueva y Breixo se detuvo y mientras recuperaba un poco el aliento dobló el tronco hacia abajo y murmuró -menos mal que no perseguimos fantasmas... -vio a Camiño muy muy asustado -tranquilo hombre. Mira... todo el misterio parece que se va aclarando. Unos hombres ensartaron a los lobos y ahora parece que refugiéronse aquí. Entremos. Yo iré delante. Ata a Kamiño ahí al árbol y padentro.

¿Está usted seguro, señor...? -decía visiblemente asustado y nerviosos el cazador mientras tomaba la rienda de Kamiño en su mano-. ¡La Sierpe don Breixo! ¡Usted no lo entiende! ¡Ese bicho...!

- ¿Y qué propones que hagamos, Camiño? no tenemos más que un caballo, mis armas y a las vuestras. No podemos enfrentarnos a un grupo de hombres armados nosotros dos solos. Pero quizás en esta cueva les pillemos desprevenidos. Para eso estamos aquí y veamos lo que veamos hay que informar a la aldea si es que nos supera a nosotros -dijo bastante enfadado y con un tono in crescendo -así que venga. ¡Déjate de monsergas y sígueme! -dijo internándose en la estrecha abertura de la cueva.

- ¡deja a Kamiño atado!