Partida Rol por web

Iniciativas:

L3: 25
L4: 23
Gabriel: 18
Xacome: 14

Resumen turno 4:

Esta vez fue el lobo3 el primero en desencadenar la acción. Hasta dos veces se encaramó con salto y dientes de por medio al de Torrenegra, siendo la segunda accion la exitosa, pues mordió la pierna izquierda del duque con ansia:

Daño: 5 (-6 por Cota de Placas): sin daño

Tras ello, el lobo 4 se lanzó contra el bueno de Xacome, pero nada pudo hacer por morderle, pues tanto erró el lobo en la mordida como Xacome en parar el embiste. Ahora era el turno de Gabriel, que de nuevo realizó una carga contra el tercer lobo, cortándole en la pata derecha delantera:

Daño: 11 (sin protección) (/2 por pata): 5 puntos de daño

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Tira Iniciativa (1d10 + (AGI -2)

Los dos lobos pretenden atacarte.

L3 ataca y ataca a Gabriel con mordisco

L4 ataca y esquiva a Gabriel con mordisco

Xacome intenta parar uno de los lobos para protegerte, y luego el otro.

Iniciativas:

Gabriel: 19
L3: 17
L4: 17
Xacome: 14

Decidido a que no se me escape la presa, insisto en mi ataque, ahora que la he herido...

Resumen turno 5:

De nuevo, el duque de Torrenegra se encaramó contra uno de los lobos (L3), cargando a placer contra éste,y provocándole gran daño en los cuartos traseros...:

Daño: 13 (sin protección) : 13 puntos de daño --> L3 ha muerto

El impacto fue tremendo. La espada viajó desde arriba hasta abajo, provocándole un tajado al animal a la altura del bajo vientre que le rebanó los muslos y seguramente afectara a los humores interiores. Sin duda que igual que los otros, éste cayó en deceso al momento. No obstante, el último de los canes se lanzó contra Gabriel, sin que ni siquiera el propio Xacome pudiera evitarlo al intentar proteger a su señor. El lobo mordió en el pecho, igual que antes otro semejante, al de Torrenegra.

Daño: 8 (-6 por Cota de Placas): 2 puntos de daño

Tras ésto y acabar con el lobo tercero, el último de ellos pareció pensárselo mejor, pues puso pies en polvorosa y salió huyendo de allí como alma que lleva el diablo. Tu te resentías de las heridas*, mientras Xacome intentaba mirarte las zonas donde habías sido mordido.

¡Mi señor! ¡Ya se fueron! -apuntó el joven de Tui mientras se cercioraba mirando la huida del can que ya no volvería-. Y en estando justo en al camino que ascendía al monte que teníais frente a vosotros, Xacome púsose de nuevo alerta.

Don Gabriel, ¿no oís eso? ¡ESCUCHAD! -y quedose el joven con la boca abierta, en silencio, intentando discernir algo en medio de la noche-.

 Traté de recuperar el aliento, mientras miraba al último de los lobos escapar. Luego mi criado me avisa y trato de escuchar lo que dice...

Xacome "había oido campanas" (y nunca mejor dicho el comentar este dicho), pero lo que realmente percibió también tu lo advertiste: unos cascos de caballos al pleno galope habían bajado el monte junto al que os encontrábais; y subido sobre la montura hallábase un caballero lleno de armaduras y un yelmo. Éste parecía teneros en su punto de mira y entonces, antes de que pudiérais reaccionar (y ni tan siquiera esconderos) llegó hasta vuestra posición al galope. La noche era fría.

Al acercarse entonces, ninguno de vosotros hubiera querido darse en batalla con el mismo, pues iba pesadamente armamentado. Cabe destacar un escudo bordado en las prendas del caballo, así como en el escudo que portaba el caballero.

 Miré el escudo, sin poder identificarlo:

 - Xacome, ¿reconoces el escudo?. - Le susurré a mi compañero.

No sabría decirle, mi señor... No sé quién puede ser o a quién pertenece este noble caballero -murmuró Xacome en respuesta-.

Sin saber demasiado sobre el susodicho armado, que le mirásteis mientras éste alargaba su brazo hacia vosotros, en cuya mano os enseñó un un pañuelo de seda bordado. Aún sosteniéndolo en alto, os habló.

Por favor, entregádselo a Beatriz -os instó-. Yo debo irme y temo que no la veré ya más.

Dicho lo cual, tomásteis el pañuelo y acto seguido, dióse la vuelta y espoleó fuertemente su caballo. Su dirección  desaparece en la bruma en dirección era de nuevo hacia la cima del monte que teníais delante de vosotros, donde ahora la campana resonaba de nuevo.

Era medianoche.

 Miré entre sorprendido y sobrecogido la figura del caballero, que desaparecía a lo lejos:

 - ¿A que vendrá todo esto?.

 Luego miré a mi siervo:

 - ¿Puedes hacer algo por mis heridas?.

No crea que yo puedo saber mucho más que vos, mi señor Gabriel -contestó con suma razón el pequeño Xacome-. Lo siento, sabe vos que non soy cirujano o cosa similar, ya me entiende*. Tampoco sé quién puede ser la tal Beatriz de la que habla... Mas, lo que si sé es que hay alguien más allá arriba, haciendo tocar esa campana. ¿No se fijó vos, señor duque, que mientras aún nos daba el pañuelo el sonido de la misma llegaba desde lo alto del monte?