Partida Rol por web

Los caminos del Señor son insondables, y ahora me daba cuenta del por qué tanta amabilidad. Más no obstante, quería que las palabras salieran de la boca del alarife. Así, haciendo un poco el tonto pregunto:

- y.............?

La tensión se podía cortar con un cuchillo tras la pregunta de Ignacio, pues a pesar de parecer evidentes, el matrimonio no parecía querer pronunciarse tan directamente. Sin más remedio, y tras un breve pero incómodo silencio, Gabriel tomó de nuevo la palabra.

-Queremos que se conviertan por una noche en saboteadores de puentes a cambio de una buena suma de dinero, pues el arzobispo hanos pagado con generosidad et puedo compartir el dinero. Al fin y al cabo, de nada me sirve si pierdo mi reputación...

El alarife parece muy incómodo con cada palabra que sale de su boca.

-Sé que no debería perdiles esto, et especialmente a un miembro del clero como Ignacio, pero... No hay otro remedio. Siendo extranjeros, nadie les prestará especial atención durante su camino hacia el puente ni a la salida del mismo. Ningún forastero puede tener motivos para desmantelar los planes del arzobispo, ni mucho menos un grupo tan dispar y curioso como el suyo... Que he de reconocer me sorprendió gratamente con su apunte de los andamios -su mirada se dirigió al goliardo- y la heroica gesta de aquesta mañana salvando a Manuel. Serían las últimas personas de las que nadie sospecharía.

- Buen Gabriel. - Y lo siguiente lo dije en un tono bastante más bajo mientras me acercaba al alarife. - El zagalillo que os hace los recados nos ha contado que fue el arzobispo quien púsole al vuestro cargo. ¿Non habéis pensado que quizás úsele para saber bien de vuestras idas, venidas, et dispendios? - Antes de continuar hice una breve pausa, analizando la reacción de este, esperando que fuera inteligente y considerara aquella posibilidad. - Et si de tan arriesgado asunto queredes que ocupémonos, debéis enseñar la plata, et que sea mucha, pues enfrentarnos a un arzobispo podría bien terminar como buen banquete de cuervos, que se jarten de cinco pares de ojos. - Hablar claro y sin rodeos era mi especialidad.

La idea de sabotear el puente me vino mucho antes de que el mismo alarife la sugiriese. Sin embargo tamaña hazaña era sumamente arriesgada. Ahora se hacía más comprensible tanta amabilidad, puesto que salvar una vida bien merecía una buena comida, pero aquello era demasiado. Recordó un cuento infantil donde cebaban a unos niños para comérselos después, y esto era algo parecido, puesto que había un propósito oculto tras esas olorosas viandas.

Casi responde impulsivamente, mas no lo hizo, ya que por fortuna los diálogos se sucedían sin apenas dos segundos de pausa y Arnau no gozaba interrumpir. Era bien consciente que había aquí mentes más astutas que la suya, y a pesar de que esto les incriminaría a todos, era mejor dejar hablar primero a aquestos antes de tomar una decisión.

Los ojos del joven Isidro, al escuchar de generosas cantidades de dinero, comenzaron a brillarle de la emoción pero el ambiente era tan tenso que no sabía como saltaría ninguno de sus compañeros; Así que tras la exigencia de Lázaro y en general cualquier posible final de la conversación, Isidro comenzó a masticar lo más rápidamente posible por si había que salir por patas. Lo malo es que de tanto tragar no digiere bien la carne y empieza a toser. 

Tras beber de un sólo trago toda la copa de vino y carraspear la garganta, sugiere:

- Bueno, sí, Lázaro lleva razón - Habla intentando suavizar la situación - debe entender, - vuelve a toser- que usted nos ofrece un trabajo arriesgado pues dice que el lugar está cercado por guardias... Es decir, que somos unos extranjeros sin recursos y que podríamos ir al calabozo a pudrirnos allí si algún guardia está avispado.

-Esa es parte de su labor, buen Isidro. Mas si se da esa desgracia, ruégoles que inventen alguna treta más o menos verosímil que no nos implique a mi Juana y a mí.

El sonido de la puerta de un pequeño armario llama vuestra atención en ese momento. Juana hace entrega a Gabriel de un pequeño cofrecillo.

-Pues ya que lo menciona...-su mirada se dirige a Lázaro, y entonces abre el pequeño confre de madera para mostraros su contenido: 30 doblas de oro recién acuñadas* que serán vuestras si lleváis a cabo con éxito la misión.

El goliardo estaba dándole vueltas a la situación y algo no encajaba. Estaba claro que él no sería quien se infiltrara por la noche en el puente y le prendiera fuego, pues lo más seguro que en la primera carrera cayera agotado. Pero seguro que había otra manera.

- Maestro- intervino Adso-, ¿sabe si ocurriría lo mismo.... destruirse el puente si hay fuego, si el puente estuviera terminado?- preguntó mientras se mesaba pensativo la barba rala que tenía.

-La brea et la estopa están dentro del pilar central. Una vez terminado el puente, con la roca cubriéndolo, difícil sería que un fuego los alcanzase et provocase el mismo efecto.

Gabriel parece nervioso. Cierra el cofre y lo deja en su regazo, dando arrítmicos golpecitos con los dedos sobre su tapa, esperando que aceptéis. 

-Debe hacerse esta noche. La tormenta será perfecta tapadera, pues las gentes echarán mañana por la mañana las culpas del incendio et el destrozo a un rayo desafortunado caído en el peor momento. Así yo podría reconstruir el puente, subsanando el mío error, et todos contentos...

- Ufff, complicase la cosa- dijo el goliardo rascándose la coronilla.

- Home, pudieramos crear una distracción... como si unos borrachos acercasen a la obra y la guardia tuviese que hecharles dela obra, mientras otros se infiltran e intentan prender el fuego- dijo encogiéndose de hombros.

- Lo interesantre será que los borrachos fuesen un gran número para que atrayeran a la mayoría de los guardias- dijo mirando a sus compañeros.

-Necesito saber si van a facerlo para darles todos los detalles...

La mujer del alarife, colocada detrás de él, apoya sus manos sobre los hombros de su marido, quien parece tranquilizarse y cesa con los horrendos golpecitos que estaba dándole al cofre. Ahora la lluvia que caía furiosa y enmudecía el crepitar de la chimenea era lo único que interrumpía el silencio de la sala.

-Creo yo que ante la importancia de tal asunto, debieran ustedes darnos unos minutos de privacidad para discutirlo entre nosotros -dice a Gabriel y seguidamente mira al resto del grupo. Con Gabriel y su mujer aquí delante la presión era mayor y quería saber la opinión real de sus compañeros, sin tapujos, ya que si algo ocurría, serían todos ellos responsables y pagarían un alto precio.

Adso asintió a la propuesta de Arnau. La cosa no estaba clara y no era pan comido, ni mucho menos.

Aun así, debía reconocer que el alarife tenía que tener mucha confianza en ellos o estar muy desesperado para que les confiara tal secreto. Eso o simplemente tenía escondido a varios sicarios que les aniquilarían si no aceptaban el plan. Aunque esto último cayó por su peso, ya que si tuviera tanto dinero contrataría a gente experta y no a simples viajeros.

- Departamos, pues- dijo mirando a los demás.

Casi se me salen los ojos de las órbitas cuando el alarife abrió el cofre. Aquello era el sueldo de, para muchos, cinco años de trabajo. Buena paga para trabajo de un sólo día, aunque ese día bien podría ser el último. - Mil ochenta repartido entre cinco... toca a... hmm... - No me salían las cuentas.

- Casi podría asegurar que harémoslo maestro, al menos por mi parte. Más necesitamos breve tiempo para debatir algunos detalles. - Esperaba que aquello no importunara a Gabril. - Non fay problema, ¿cierto? -

-Por favor, por favor, disculpen mi osadía de no darles siquiera privacidad para discutirlo. Mas debo rogarles que sean breves.

Con un gesto de sus manos Ibrahim abandona la habitación, y el matrimonio no tarda en seguirle por la puerta a la entrada para entrar luego a la cocina. 

Ahora estáis sólo vosotros cinco en la habitación.

Al quedar solos los cinco viajeros, Arnau les mira a todos.

-Veamos como abordar este asunto: un trabajo arriesgado es el que nos propone el alarife, mas también la suma es cuantiosa y generosa. No me agrada la idea de ser descubiertos, así que en caso de aceptar su propuesta el plan debe ser bien elaborado. La excusa de la tormenta no me parece mal, pero habrá que facer algo con los guardias que custodian el puente sin llegar a trifulca. Me decanto por aceptar este encargo, ya que no tengo una sola perra entre mis pertrechos, pero quisiera saber qué pensáis facer vosotros.

Le interesaba conocer la opinión de los otros y también saber si tenían alguna idea que comentar al alarife, que al soldado pudiera habérsele pasado por alto.

Atónito, había escuchado lo que ya me esperaba. Y aunque llevaba ya un rato pensando en ello, no sabía que decir o decidir. y aunque el tema me parecía inmoral, también era la oportunidad de ayudar, no solamente a nuestro anfitrión por interés, si no, con ese dinero ayudar a mucha gente necesitada. Quizás era una manera de consolarme o buscar un pretexto para no sentirme tan mal ayudando al alarife, pero la verdad es que algo había que hacer para evitar el funesto desenlace, si se termina el puente. Y aunque seguía comulgando con la idea que el alarife confesara lo que había hecho, y pidiera disculpas, en el fondo, hacerlo de esta forma tampoco era un mal mayor. No sabía que hacer sinceramente, por lo que decidí esperar a que mis compañeros argumentaran sus decisiones y buscar así alguna razón más para proseguir con ello.

Isidro se acercó a sus compañeros frotándose las manos y sintiendo ya el dinero en sus bolsillos.

Escucha con atención las cautelosas palabras de Arnau y asiente con la cabeza.

- Sí, desde luego es una cuantiosa suma de dinero. Si aprovechamos bien la oportunidad que nos presenta la tormenta podría tratarse de dinero fácil, pero parece que el Alarife no nos ha dado indicios de que tuviera algún plan para deshacerse de los guardias.

Creo que nos hace falta el dinero como el comer y esto es bastante generoso, por mi diría que sí...¿Vosotros tenéis que perder?

Una vez reunidos en privacidad me dispuse a plantear con la mayor brevedad y claridad que me fuera posible mis inquietudes.

- Hermanos más que amigos. Pocas cosas preocúpanme en realidad, pero aunque pocas, importantes son. - Aunque Gabriel y su mujer ya no estaban en la estancia, baje aún más mi tono de voz. - A 216 maravedíes por persona tocamos, non es buena suma teniendo en cuenta el riesgo. Sin duda quien prenda la brea se llevará la peor parte, por tanto sería de recibo que tocárale mayor suma. De cualquier modo el asunto del reparto es algo que quizás podamos discutir después. Una vez muertos algunos de nosotros podría cambiar la cosa sustancialmente. - Sonreí maliciosamente. Sabía que muchos de los presentes no eran hombre de combate o aventura, y aquella misión sin duda requería de cierto tesón. - Preocupame aún más el asunto del mocoso, quien a muy seguro será correveydile el arzobispo, y en un alarde de inconsciencia, el maestro alarife ha permitido que escuchara toda nuestra conversación. Aquesto me preocupa en demasía. - Ahora venía la parte quizás más complicada. El reparto de tareas. - Digo et propongo, que uno debiere quedar en aquesta casa, haciendo vigía, tanto del mocoso como del nuestro pagador. Non sea que tanto el uno como el otro intente facernos fea jugada. Otro debiere ser el encargado en prender la brea, para lo cual ofrézcome voluntario. Quédannos tres hombres sin tarea, de los cuales uno debiere ser la reserva en caso de que el prendedor de brea fracase. Los otros dos distraeran a la guardia del puentazgo. ¿Que sus parece?. - Seguro que sus respuestas serían interesantes.

La cosa empezaba a tomar cuerpo. Si bien a Adso aun le parecía una locura hacer el trabajo esa misma noche, también sabía que el tiempo iba en su contra.

- Es cierto que debemos tener un par de ojos vigilantes no solo en la casa, si no por la zona, pues es probable que alguien venga et desbarate el plan. Para eso uno de nosotros debe avisar el resto de que viene alguien. Además no fíome de nuestro alarife. Podríamos ser fácilmente un cabezas de turco (*)- dijo negando con la cabeza.- Además si el propio arzobispo le dio la obra quizás su eminencia tenga también ganas de que a alguien le caiga el muerto.

- Yo puedo entretener a los guardias... no sé si a todos, pero puedo intentarlo... además creo que ninguno de los demás papeles de aqueta obra podría facer- dijo encogiéndose de hombros.

-Buena idea me parece que alguien se quede en la casa. A mí tampoco me satisface que el muchacho haya escuchado la conversación, ni astuto ni cauto es el maestro alarife. En cuanto el dinero, mi opinión es repartirlo por igual, ya que de uno u otro modo todos corremos riesgos, aunque como dices ya se hablará y podrá hacerse lo que estime la mayoría, yo me avendré sin problemas. En cuanto a qué hacer, me ofrezco voluntario a cualquier tarea.