Partida Rol por web

- Pues a mí no mirarme. Yo os estaba siguiendo pues creí que conciais el camino- dijo parando en seco y mirando absorto a sus compañeros.

- Definitivamente estamos perdidos...o por lo menos yo- dijo el goliardo.

La noche era oscura y entre las paredes de las callejuelas apenas se veía nada, Isidro no lograba reconocer ningún recorrido que hubieran hecho ni ninguna edificicación que pudiera servir de guía.

- Bueno, bueno...No preocupaos, todos los caminos conducen a Roma...Encontraremos una salida, tarde o temprano.

Me rasqué la cabeza durante breves segundos... por un momento pensé que había encontrado el camino, pero finalmente no era asi...

Y así es como, sin saber muy bien a dónde dirigiros, el grupo formado por Lázaro, Isidro, Adso y Arnau parten a callejear por Toledo, mientras el monje, Ignacio, decide quedarse en casa de sus hasta ahora anfitriones, Juana y Gabriel.

Tras un buen rato caminando sin rumbo, os dais por vencidos intentando encontrar el maldito camino que recorristeis esta mañana. La oscuridad es cada vez mayor, y la lluvia cada vez más intensa. Parece que la tormenta se acerca.

De pronto, tras pasar un estrecho callejón, dais a una enorme muralla y a una calle mucho más amplia. La luz de un par de antorchas llama poderosamente la atención, tiñendo de naranja las viejas piedras que protegen la ciudad en la oscuridad de la noche. Hay dos guardias de la ciudad que las portan, uno a cada lado de un portillo que da acceso a la muralla. Alzando la vista un poco descubrís que tras la muralla se encuentra la torre que da acceso al puente. ¡Bendito azar, que al menos ha guiado vuestros pasos hasta el puente de San Martín!

Tras despedir a tus compañeros, giras sobre ti mismo dispuesto a volver a pedir paso al interior de la casa del alarife, pero un ruido, como el sonido que hace una piedra al caer a un charco de agua, llama tu atención. Parece provenir del final de la calle, pero con la cada vez más intensa lluvia y la oscuridad de la noche, te cuesta discernir. ¿Ha sido sólo la lluvia... O hay algo allí?

Arnau suspiró cuando al fin divisaron el camino correcto. Sin embargo, poca gracia le hizo ver allí apostados a los guardias.

-Se os ocurre qué decir si preguntan quienes somos y el motivo de nuestra salida? -preguntó a sus compañeros. Eran más astutos que él y además había que ponerse de acuerdo para no dar cuatro respuestas distintas al unísono.

- Alto la marcha. Tracemos plan antes de continuar, aqueste momento et su decisión es crucial. - Dije susurrante a mis compañeros.

Analicé* con ahínco aquella situación. Distancias, rutas de escape, callejones adyacentes a la principal, cantidad de guardias... Cualquier cosa que pudiera sernos de utilidad.

Un ruido llama mi atención al fondo de la calle. Puede que solo fuera algo fortuito, pero en mi había una sensación extraña, que no se aliviaría hasta que viera al mocoso junto a mi. Sin perder tiempo, subo las escaleras, intentando sacar algún tema trivial con el alarife sobre construcción de monasterios......

Intento que no se note mi interés por llegar arriba lo antes posible, y culpando al mal tiempo y frotándome los brazos como queriendo entrar en calor mientras subo las escaleras con más rapìdez de la normal.

- Os escucho- dijo adso mientras se cubría como podía de la torrencial lluvia que estaba cayendo.

- Si nos ven salir y luego el puente se incendia, los cabos se atarán solos y serán los que nos lleven presos a las cárceles de aquesta bella ciudad- profetizó Adso.

Achacando el ruido a alguna vieja teja caída por efecto de la lluvia, vuelves al interior de la casa.

El alarife y su mujer siguen sin comprender que no te hayas marchado con tus compañeros. Están nerviosos y no parece que tu presencia en su casa les agrade lo más mínimo, pues pudiera ser que alguien te vislumbrase allí con ellos y te relacionase con el "accidente" del puente.

Tras una charla que poco te interesa, en la que el alarife asegura que te respeta como hombre de Dios que eres, el muy zorro hace uso de tu "voto de pobreza" para asegurar que todo el dinero irá a parar a tus compañeros que son quienes están jugándose el cuello, pues tú como hermano monje no podrías llevar a cabo tales labores y siente habértelo pedido.

Por supuesto es hombre de palabra y no te niega su hospitalidad, pareciendo dispuesto a atender tus necesidades hasta que vuelvan tus compañeros. Gabriel y su esposa se retiran a sus habitaciones mientras tú subes la escalera rápidamente en dirección a la buhardilla, tras un valioso tiempo que el alarife te ha robado con su insulsa conversación... y la encuentras vacía.

La ventana está abierta et da a la calle de la acabas de subir, mas el resto de vuestras pertenencias que habíais dejado allí, las tuyas y las de tus compañeros, parecen intactas.

Sabía que ese ruido no había sido fortuito, pero tenía la impresión de que debía comprobarlo antes de hacer nada. Uno vez se han confirmado mis miedos. Bajo corriendo a la habitación del alarife, y golpeo la puerta:

- Gabriel, creo que sería bueno que saliera. Tenemos un grave problema y el plan puede irse al traste.

El criado nos llevaba ventaja, y no sabía si era posible interceptarlo antes de que llegara a la casa del Obispo. Lo que si estaba claro es que yo no conocía el camino, y el alarife era el único que podía llevarme por la ciudad. Mi angustia corría más rápido que mis pensamientos, y el tiempo de espera, se me hacía angustioso y eterno.

Poco descubren tus experimentados ojos cuando haces escrutinio de la situación. Parece no haber más de dos guardias vigilando el portillo, los dos que están a la vista, mas nada puedes asegurar sobre el interior de la muralla. A primera vista portan las antorchas y su arma reglamentaria, una espada bien afilada pero de un acero no tan bueno. Van protegidos con el típico jubón de la guardia de la ciudad que has podido ver en otros de su calaña durante el día, y se cubren las cabezas con capuchas de tela, intentando refugiarse un poco del severo chaparrón. En la cima tampoco se ve a ningún guardia patrullando.

La calle que os separa de la muralla no es estrecha en demasía. Podría pasar perfectamente un carro y algún que otro viandante a su lado sin demasiados problemas. La callejuela en la que os encontraís tiene otros dos oscuros callejones en paralelo, que no puedes discernir a dónde demonios llevan. Tampoco sabes a dónde da a parar la calle ancha, ni en un sentido ni en otro, pues apenas conoces la ciudad ni mucho menos en estas condiciones de lluvia y nocturnidad.

-¡Pero qué cojones! ¿Qué maneras son esas de tratar a un anfitrión, por muy omne de Dios que...? -el alarife se interrumpe cuando tus palabras empiezan a tomar forma en su cabeza.

-¿Qué ha sucedido, Ignacio? ¿Qué ha ido mal? -el hombre, vestido con un batín (pues le has sacado de la cama), se pone un poco digno colocándose bien su atuendo, mientras cierra a sus espaldas la puerta del dormitorio para que su mujer no escuche y siga durmiendo.

La verdad es que las formas de este........ personaje, no me agradaban demasiado. Es más, ahora mismo tenía ganas de coger el equipo de mis compañeros e ir a buscarlos para salir huyendo de Toledo, o ir yo mismo a delatarlo al Obispo. Las prisas se me habían quitado de repente. Lástima que el crio me delataría a mi también y me relacionaría con ellos.

- Hermano, a no ser que me digas donde se encuentra tu pequeño criado, tengo la sensación, que ha ido a delatarnos al Obispo. Le contaré los detalles más adelante, pero creo que debemos interceptar al pequeño antes de que llegue a su destino.

-¿Ibrahim? Pero qué está diciendo, hermano, si está aquí mism...

De nuevo las palabras se ahogan en la garganta del toledano cuando descubre, al entornar la puerta de la habitación del zagal, que su catre está vacío.

-¡Santo Dios! ¡Ibrahim!

La tez de Gabriel se torna blanca como la cal, y tras llevarse una mano a la cabeza, se deja caer sobre un pequeño sillón que hace de adorno en el pasillo.

-Deme unos segundos para vestirme -el hombre se vuelve una última vez antes de entrar a su habitación-. Gracias, hermano.

Apenas unos minutos tarda el alarife en salir mal vestido y con la ropa descolocada de su habitación para bajar rápidamente las escaleras en pos de la puerta, agradeciéndote de nuevo que le acompañes.

-Sígame, iremos directos a la casa del obispo. Debemos interceptarle allí et, en caso de que llegáramos tarde, confabular alguna treta para desmentir al chiquillo. ¿Puedo contar con usted? Et, por favor, cuénteme esos detalles.

Camináis bajo la lluvia a ritmo rápido, callejeando en la oscuridad.

-Bueno, la excusa de la tormenta debería funcionar, pero de no ser así desde luego seríamos los principales sospechosos. Si los guardias nos preguntan podríamos decir que he perdido una bolsa con monedas y estamos desandando el camino hecho, con el fin de encontrarla. Cualquier hombre saldría en una mala noche si el asunto trata de dinero, y sus amigos sin duda le acompañarían, ya que con más ojos se facilita la búsqueda.

Arnau fantasea con la idea de que realmente encontrasen una bolsa con dinero, pero pronto vuelve a la realidad.