Partida Rol por web

En vista de que los guardias no se habían alejado en demasía, volví a guardar el arco, pues de ser visto ir armado complicaría el asunto. Miré a Isidro fugazmente antes de adentrarme en la oscuridad de la noche intentando ser lo más sigiloso posible...

-Acaso las tirarías? No! Seguro las tragaste para que no las hallase y poderlas recuperar después! -desenfundo mi arma y me acerco a Adso en plan amenazante esperando que eche a correr en la dirección correcta-. Será cuestión de comprobar qué guarda tu estómago, ladrón!

Aún rezagado en la oscuridad, con una mano dentro de la capa, acaricia con sus dedos el terciado que porta. En cuanto su compañero empieza a moverse, a la par que el árabe Isidro marcha hacia la puerta totalmente en paralelo.

Al ver la reacción de Arnau, Adso se pegó literalmente al guardia por detrás y tiró de éste hacia atrás como si fuera su escudo mientras gritaba.

- ¡¡Defendedme, no permitáis que vuelvame a pegar!! ¡¡No soy un ladrón, es él el que embaucome!!- gritó mientras se aferraba al guardia como una lapa.

Los guardias, distraídos, no escuchan nada, a pesar de que el paso de Lázaro no es todo lo silencioso que debería.

Mis pasos fueron ruidosos, que desastre. Me avergonzaba a mi mismo. Por suerte la tormenta y la distracción causada por Arnau y Adso fue suficiente para que los guardias no me vieran. Una vez llegados al portón nos internamos en aquel puente en obras. Con rapidez colgué mi arco de nuevo en la espalda para así tener las dos manos libres. Busqué rápidamente alguna soga. En aquella obre sin duda debía haber alguna...

- Buscaré alguna soga Isidro. Credo que debieremos asegurarnos al menos en los peores tramos del andamiaje. - Susurré.

Lográis cruzar sin problemas a espaldas de los guardias y atravesáis la muralla (no hay nada de interés en el interior) para salir por la puerta al otro lado y dar al puente.

Divisáis el arco central que Gabriel mencionó, pero es imposible acceder desde donde estáis. Tenéis que pasar por medio del andamiaje, lo cual no supondría normalmente ningún problema, pero esta noche la lluvia y los bandazos del viento están en vuestra contra, convirtiendo los tablones de madera en resbaladizos travesaños.

- Vamos vamos, tiene que haber algo por aquí... -

Encuentras una buena soga, no demasiado larga pero sí resistente, que guardas rápidamente.

-Exijo que me cuenten con detalle qué ha pasado exactamente, o tendré que llevarles a los dos al calabozo, a ver si allí están más colaborativos. Nuestro tiempo es valioso et no estamos para perderlo con aquestas nimiedades.

El guardia continúa hablando, serio, mientras vosotros véis que vuestros compañeros han cruzado con éxito el portillo. Su compañero se mantiene en silencio, como hasta ahora.

- Isidro, buenas nuevas. He encontrado soga. - Dije en voz baja a mi compañero mientras nos dirigíamos al andamiaje.

Adso vio por el rabillo del ojo como sus compañeros se deslizaban por la puerta. En ese momento el goliardo se detuvo en seco apartó al guardia mientras escrutaba a Arnau con los ojos medio cerrados y se acercó a su compañero dos pasos.

- ¡Espera!- dijo mientras se acercaba-. Pero... pero si este no es quien me ha robado. Este es con quien compatía la mesa y quien he dejado pagando todo.

¡¡Perdón, perdón, mil perdones!! Amigo mio. Cuando recupere mi dinero le juro que le pago mi parte.Puede fiarse de mí. Lo juro por lo que más quiero- dijo señalándose la mano en la que tenía la botella de vino. Al darse cuenta de que no era lo que buscaba, se rebuscó en su pecho y encontró un colgante de madera en forma de cruz la cual besó y volvió a colocar en su lugar.

- ¡¡Venga!! os invito a algo por la equivocación- dijo el goliardo a los presentes-. Pero yo no pago que no tengo maravedí alguno- dijo mientras andaba callejón adentro nuevamente.

El guardia que ha hablado con vosotros empieza a soltar toda clase de insultos en voz baja mientras os alejáis. El otro se mantiene en silencio, y ambos vuelven a su posición original, vigilantes.
 

El hombre te guía hasta una pequeña plazuela en la que se encuentran cuatro hombres bajo la lluvia. Una mirada rápida te permite ver que uno de ellos viste de forma diferente a los demás, más elegante. Sin embargo, eso no impide que el agua le cale como a los demás. Junto a este hombre está Ibrahim, guareciéndose tras la pernera de sus pantalones.

De un empujón, el hombre que te había guiado hasta aquí a punta de navaja, te coloca frente al resto.

-¡Aquí traigo a uno de ellos, tal como dijo el morillo, don Tomás!

-Bien hermanos, alguien me quiere decir a qué se debe todo esto? Digo mirando a todos y cada uno de los hombres presentes en la plaza.

- Isidro, me adelantaré et prenderé la brea. Quedarvos por acá escondido et con ojos bien abiertos. Si escucháis tres cantos de búho entended que tengo problemas et id en la mía busca. - Amarré un extremo de la soga en mi cintura, y el otro extremo lo iba atando de tramo en tramo por aquel resbaladizo andamiaje. El viento azotaba con fuerza, haciéndome perder el equilibrio por momentos.

La imagen del revuelto tajo allá abajo era bastante intranquilizadora...

-Tomás de Silva es mi nombre, hermano -el hombre que viste diferente se presenta dando un paso adelante, mientras sus matones se mantienen impasibles. Tras él se encuentra Gabriel, arrodillado, con las manos atadas con una soga a la espalda-. Et vos sois uno de los que Gabriel Torralbes ha contratado para esa chapuza del puente, ¿no? Témome que aquesta empresa esté perdiendo el norte, buen monje. Y aquesta es mi oportunidad de abrir los ojos del arzobispo et alzarme como maestro alarife de Toledo. Acompañáreisme en busca de vuestros otros compañeros para evitar el infame sabotaje et después el arzobispo et las autoridades se encargarán de vosotros.

El hombre revuelve el pelo rizado del chiquillo a sus pies.

-Buen trabajo, Ibrahim. Seréis bien recompensado.

La soga que Lázaro había atado cede ante su peso tras pasar el segundo arco y se desata, resbalando el mozárabe, azotado por el viento, quien intenta agarrarse para quedar quedando colgado de un travesaño con sus manos, tal como el viejo Manuel quedara esta mañana. La soga sigue colgada de su cuerpo, ondeando movida por el vendaval. Las intranquilas aguas del Tajo rugen bajo sus pies, lejanas.

Resbalé torpemente, cosa de esperar, pues con aquella oscuridad y la fuerza del temporal, milagroso hubiera sido completar tal hazaña sin impedimentos.

Vi como mi vida caía a las bravas aguas del tajo, más con rápido movimiento conseguí agarrarme con fuerza al andamiaje. El susto del momento me había dejado casi sin aliento, y aunque estaba bien agarrado, no hallaba fuerzas para izarme... esperaba que Isidro llegara pronto y me ayudara...

Intenté hacer el sonido del búho, pero me fue imposible reunir el aire suficiente...