Partida Rol por web

Suspiró profundamente. Miró el reloj, parecía algo impaciente y nervioso, e incluso tamborileaba de vez en cuando con los dedos sobre la mesa.

- Ya, ojalá las cosas salieran siempre como deberían salir.

Sintió un tacto en su nuca y se le erizó absolutamente toda la piel del cuerpo. Miró de nuevo a Sabena y le habló en voz baja.

- ¿Tienes buena perspectiva desde ahí?

-Sí, desde aquí les controlo perfectamente -Sabena también miró su reloj imitando el gesto de su compañero de mesa-. A ver si terminan de una vez, no puedo estar toda la noche detrás de estos dos.

¿Por qué todos los hombres jóvenes y guapos tienen que ser pobres como ratas? Mi cabeza divagaba con sueños de fama y gloria rodeada de hombre jóvenes y fuertes haciéndome la corte y agasajándome con joyas y flores. Estaba tan acostumbrada a aquel ritual de seducción que era completamente capaz de seguir adulando al hombre que tenía enfrente con sus ojos y su sonrisa mientras ella se evadía en sus mundos de fantasía o se mantenía atenta a lo que sucedía a su alrededor.

Una palabra escuchada a sus espaldas le hizo centrar su atención en la conversación que se matenía detrás. Dejó caer su espalda en el respaldo de la silla con un gesto indolente, mientras seguía sonriendo y asientiendo de vez en cuando a las palabras de Frank, para poder escuchar mejor el diálogo. Había retazos que no escuchaba o entendía bien, pero lo que oyó fue suficiente para que frunciera el ceño con preocupación. ¿Acaso están hablando de nosotros? Espero que no estén pensando en un chantaje.

La noche continúa en el Panepinto´s. Las mesas están repletas de gente cenando y la barra está rebosante de estibadores y marineros que se acercan con la esperanza de poder tomar un trago de alcohol. Todo el mundo protesta y maldice pero, hasta el momento en este restaurante se cumple la Ley Volstead a rajatabla.

Al cabo de una hora, quizá algo más. La gente empieza a "desfilar". Algunos comensales han terminado su cena y abandonan el local entre risas, hablando entre ellos sobre donde encontrar un local donde le den a uno algo de fiesta...

Otros por el contrario, hablan con algún capataz, con la esperanza de poder ganarse el jornal mañana...

Como fuera, el local va quedando "huerfano" y sólo quedan aproximadamente unas 10 o 15 personas en un local que hasta entonces estaba "hasta la bandera".

Tu preocupación te puso más alerta aún, si cabe... Mientras sonreías a Arthur, tus oídos estaban algo más lejos..., justo en la mesa de detrás vuestro.

«Ya, ojalá las cosas salieran siempre como deberían salir; ¿Tienes buena perspectiva desde ahí?»
«Sí, desde aquí les controlo perfectamente. A ver si terminan de una vez, no puedo estar toda la noche detrás de estos dos.»

Y tal y como empezó la conversación, terminó con rapidez. A partir de ese momento sólo escuchaste el ruido de los platos y como se "masticaba" en esa mesa.

Volviste a centrar tus habilidades en Arthur, pero la cena discurrió con total normalidad, nada reseñable. Arthur buscando ser encantador contigo y cerrar una noche "mágica".

En el postre perdiste un poco la "compostura", debido al aburrimiento de tu comensal y casi sin pensarlo, miraste por el ventanal que tenías muy cerca, a tu derecha.

Mientras miras, observas como un vehículo se ha detenido justo en la acera de enfrente del restaurante. A pesar de ser de noche, la luz de las farolas es lo suficientemente intensa como para que en su interior distingas 3 sobras que, parece, hablan entre ellas.

Sin quererlo emites un leve bostezo, que disimulas con la servilleta y sonríes a Arthur. Seguro que está diciendo algo muy interesante pero ahora mismo no puedes quitar tu mirada de ese vehículo.

Tras unos segundos, se abren las puertas del coche y de su interior salen dos individuos que visten largas gabardinas oscuras y llevan sombreros bien calados.

Ahora puedes ver, perfectamente, como hablan entre ellos y llevan las manos metidas en los bolsillos de las gabardinas.

De repente Arthur, te saca de tu ensimismamiento.

Querida, ¿te encuentras bien?, ¿tienes sueño?

Benny era buena compañia. Los "tortolitos" aún no te habían dado el material que necesitabas y, al menos, la espera era menos, con él a la mesa.

Terminado el postre y, mientras encendías un cigarrilo miraste por el ventanal que tenías muy cerca, a tu derecha.

Al mirar, observas como un vehículo se ha detenido justo en la acera de enfrente del restaurante. A pesar de ser de noche, la luz de las farolas es lo suficientemente intensa como para que en su interior distingas 3 sombras que, parece, hablan entre ellas.

Tras unos segundos, se abren las puertas del coche y de su interior salen dos individuos que visten largas gabardinas oscuras y llevan sombreros bien calados.

Ahora puedes ver, perfectamente, como hablan entre ellos y llevan las manos metidas en los bolsillos de las gabardinas.

De repente, todo el bello de tu cuerpo se eriza. Lo sabes, es un sexto sentido, una intuición, como te pasaba en la Guerra...

Algo va mal. De repente tu cabeza empezó a trabajar a marchas forzadas, observando a la poca gente que quedaba en el Restaurante. La mayoría de la gente seguía a lo suyo pero algunos...

Algunos se disculpan de sus contertulios para ir al baño... Ves como otros deciden ir a pagar a la barra y se alejan del ventanal de cristal a través del cual estás mirando...

Algo raro pasa, lo sabes, lo intuyes...

Sabena echó un vistazo por la ventana y al ver a los tipos que se acercaban hacia el local con las manos en los bolsillos supo lo que iba a pasar a continuación. Mirando a su acompañante dijo en todo duro.

-Debajo de la mesa ¡ahora!

Poco a poco el local se iba vaciando, por culpa de la ley Volstead los consumidores habituales echaban menos tiempo en la barra de los bares y buscaban otras alternativas para divertirse. La cena transcurría sin mayores contratiempos e Isabella, disimulando el aburrimiento que sentía ante la conversación de su acompañente, se dedicaba a escuchar la conversación a su espalda. Seguro que están hablando de nosotros, ¿y si su esposa sospecha y ha contratado detectives?. Esa idea empezaba a preocuparla, no por lo que pudiera pasar entre el matrimonio que eso a ella poco le importaba, sino porque pudiera desaparecer esa fuente de ingresos. Pero la conversación se terminó e Isabella puso su atención en el exterior que apenas se vía tras el cristal.

¿Por qué llamaba tanto la atención aquel coche y sus ocupantes? Quizás un sexto sentido le hacía ser cautelosa con las figuras que se habían bajado de aquel auto, las manos en los bolsillos, pero era incapaz de poder ver sus rostros, los sombreros calados hasta los ojos impedían que se apreciara cualquier rasgo en sus caras. Los observaba atentamente, casi sin parpadear, hasta que la voz de ¿Arthur/Frank?* la sacó de sus pensamientos.

- Mmm... sólo estoy un poco cansada. Ha sido un día muy largo aunque muy ameno. -Su voz era melosa, cautivadora, al igual que su sonrisa.- Ha sido una cena exquisita, no esperaba menos de ti. ¿Un café?

Benny, sin pensárselo mucho, sigue los movimientos de Sabena si este se coloca también debajo de la mesa. Una lástima, ahora que parecía que el local iba teniendo el ambiente adecuado para proponer algún negocio, ahora que las manos le ardían echando de menos un tacto que él consideraba muy especial, ahora que parecía que iba a calmar su ansiedad, parece que el destino prefiere otorgarle otro tipo de entretenimiento.

- ¿Qué diablos sucede? - 

Luego recuerda a la muchacha pelirroja. ¿Qué iba a hacer? ¿Agacharse, proteger su escuálido culo y dejar que a ella le pudiera pasar cualquier cosa? No señor. Se incorporó y quedo atento a la escena, dispuesto a saltar de la que asomaran los problemas para proteger a la joven. En el fondo, no tenía nada que perder, y quizá, con que le dedicara una sonrisa y un gracias, ya habría ganado bastante.

Mike se levantó de la mesa y estiró las piernas. Inmediatamente después de dirigió a la barra donde estaba el camarero con la intención de pagar el servicio.

—Dígame cuanto le debo, por favor —dijo mientras hacía un gesto con la cartera en la mano.

Cuando el camarero se acercó le susurró algo.

—¿Está seguro que no existe ninguna posibilidad de tomar un buen whisky? —acabó diciendo mientras mostraba los abundantes billetes.

Y de repente.... El caos....

La preciosa y bonita cristalera del Restaurante salta en pedazos. Un ruido ensordecedor machaca vuestros oídos y todo se vuelve borroso a vuestro alrededor.

Toda la barra del bar empieza a saltar en añicos, las baldas que, hace apena unos segundos, sostenían variadas botellas y elementos decorativos se descuelgan, provocando que las botellas se hagan añicos contra el suelo y sus cristales bailen y dancen sobre el aire, partidos en mil pedazos.

Podeís oir con nitidez los gritos de las pocas personas que quedaban en el restaurante y el aire se envicia con un olor a polvora y sangre a vuestro alrededor.

Sin duda alguna, tus sentidos no te fallaron y una vez más te han salvado la vida. Rápidamente te metiste debajo de la mesa y pudiste ver la escena dantesca en el bar. Los tipos están ametrallando, sin piedad, el restaurante.

La gente, poco avispada o, porqué no decirlo, incauta e inútil está siendo rellenada con plomo por doquier. Ves correr la sangre en el restaurante.

Incluso desde tu posición logras ver como 3 tipos en la barra, danzan espasmódicamente mientras las balas se introducen en sus cuerpos, inertes e inmóviles una vez tocan el suelo.

Algún cristal te impacta, pero sabes que no es grave, algún arañazo y poca cosa más. Más sangre derramada que un daño real en tu cuerpo ya que las balas están pasando por encima de la mesa en la cual te has ocultado.

El que tiene delito es tu acompañante, el muy imbecil se ha quedado de pie, no se ha agachado... aunque aún ves sus pies firmes sobre el suelo, lo cual quiere decir que sigue vivito y coleando... Aunque eso no dice demasiado de su inteligencia.

En unos segundos, que parecen una eternidad, el ruido cesa. Asomas la cabeza y, por puro instinto miras lo que antes era un bonito ventanal.

Un individuo con una Thomson, aún humeante, sube al coche. La luz no es demasiado buena, pero juraría que has visto una cicatriz en su mejilla derecha.

Si claro querida....

Esas fueron las últimas palabras que salieron de la boca de Arthur, tu acompañante... Lo siguiente es el peor final para tu velada.

De repente una lluvia de cristales se adhirió a tu pelo rojo, haciendo que te tapases, por instinto, la cara con las manos. Fue en ese momento cuando notaste un líquido viscoso y caliente correr sobre tus manos.

Te echaste al suelo casi sin pensarlo y lo que viste te hizo gritar o, al menos lo intentaste, ya que tus cuerdas vocales no eran capaces de articular sonido alguno.

Arthur estaba hecho un colador sobre la mesa de vuestra velada y la sangre se escurría, por ella, hasta el suelo. Tus manos estaban manchadas de sangre, pero no era tuya, era la sangre de Arthur. Un Arthur para el cual la velada y su vida habían terminado.

Pronto asomaron los problemas para ti Benny, pero fueron tan repentinos que tu estúpida escena de hombre valiente te impidió mover un sólo músculo de tu cuerpo.

Te quedaste inmovil justo cuando te giraste para ver a tu pelirroja. Ni siquiera llegaste a realizar el gesto completo dado que al ver a un hombre, junto al ventanal, apuntando y disparando una Thomson... te quedaste tieso y patilifuso....

A tu alrededor el aire se llenó de los cristales del ventanal, notabas como algunos te rasgaban la carne y tu precioso traje, pero lo único que podía recibir tu mente, en aquellos momentos, era el fuego salvaje que escupía la metralleta y la cara de su portador.

Un tipo osco, duro, fumando un cigarrillo mientras su metralleta escupía balas sin cesar. La escena la completaba aquella cicatriz en su mejilla derecha.

Y en esa posición estuviste durante unos segundos, hasta que el cargador de la Thomson se acabó y el individuo te miro a los ojos, se dió media vuelta y se subió a un coche situado justo en la acera de enfrente del restaurante.

Cuando fuiste capaz de reaccionar te diste cuenta de que Dios te había concedido una segunda oportunidad. Quitando los rasguños provocados por los cristales en tu mejilla, una de tus cejas, las manos y un traje destrozado.... ESTABAS VIVO, sin una sola bala en tu cuerpo....

Miraste a tu alrededor... mucha gente no había tenido tu suerte... estaban en el suelo, cosidos a balazos....

Por instinto miraste a la mesa de la pelirroja. Su acompañante estaba aún sentado, sangrando como si fuese una fuente, lleno de plomo hasta "las trancas" y tu pelirroja yacía en el suelo, con las manos ensangrentadas y el cuerpo magullado.

¡¡¡Qué camarero más raro!!!

Fue lo único que atinaste a decir cuando viste que el tipo se había tirado al suelo. ¡¡¡Al suelo!!! Hay que joder.....

Estabas agitando tus billetes alegremente, cuando de repente una ráfaga de "aire" los hizo saltar por los aires. Lo siguiente que notaste fue un empujón y como tu cuerpo caía al suelo.

Un tio gordo se te había echado encima, el muy mamón seguro que quería tu dinero... ¿o no?

Mierda el tipo estaba sangrando por la boca y su sangre caía por tu estupendo traje y de repente, te diste cuenta...

El bar se había convertido en una carnicería. Sólo podías escuchar el ensordecedor ruido de una... ¿metralleta?.

Desde tu incómoda "posición" poco podías ver... sólo que los tipos que estaban a tu lado en la barra, ahora yacían en el suelo dejando un río de sangre a su alrededor....

Unos segundos que fueron una eternidad, fue lo que tardó en oirse a la metralleta. Te quitaste al tipo de encima y te levantaste.

La escena era peor de lo que pensabas... Casi toda la gente del local estaba muerta o malherida y tus preciosos dolares, yacían esparcidos por el local, chamuscados, con agujeros de bala o totalmente empapados en sangre...., inservibles a todas luces....

-¡Imbécil! ¡Te dije que te agacharas! -Sabena no se creía la suerte que había tenido Benny- ¡¿Qué hacías ahí de pie como un pasmarote?!

Bueno, al menos la suerte le había sonreído en esto, aunque hoy no lo hiciera con las cartas le daba un poco igual. Seguía vivo, Scott también y la chica también.

- ¿¡Pero qué!? - miró a Sabena - ¿Tú estás bien? - le miró de arriba a abajo por si sangraba o tenía alguna herida. Después se volvió hacia la chica. Se acercó a ella y le ofreció su mano. Iba caminando en cuclillas por si acaso volvía a pasar otra ráfaga - ¡Dios santo! ¿Estás bien? - él se sacudió el polvo y los restos de cristales que estaban hechos añicos sobre su traje hecho jirones. De nuevo intenta hablar a la chica tendida en el suelo - Esto no pinta bien preciosa, pero vas a salir de esta...  -Alzó la cabeza un poco para ver de nuevo a Scott - es... es... - parece que titubea - ¿estás bien?

Casi instintivamente Mike golpeó con el pie una mesa y la puso de lado. Rápidamente se echó al suelo y se agazapó detrás de la mesa.

A su alrededor, cristales, cuerpos heridos e incluso muertos. Discretamente levantó la cabeza por detrás de la mesa y observó el lugar.

—¿Quién cojones se ha presentado con una metralleta? —pensó mientras observaba la cristalera.

Casi de inmediato buscó al camarero y se dirigió hasta él oculto entre las mesas.

La sonrisa se le heló en la cara cuando aquel jaleo comenzó. Los cristales volaban por todas partes y los gritos y disparos resonaban en sus oídos como una macabra canción que le obligaran a escuchar pero Isabella, ante el horror que se mostraba a sus ojos, era incapaz de acompañar la melodía con su voz, ningún grito brotó de su garganta seca por el miedo.

Se echó las manos a la cabeza en un intento de protección y fue en ese momento cuando sintió la viscosidad y calidez de la sangre, sus ojos abiertos como platos no podían apartar la vista del cuerpo de su acompañante, que aún la miraban con una mezcla de adoración y sorpresa en sus ojos muertos.

Instintivamente se tiró al suelo buscando protección bajo la mesa, cerrando los ojos con fuerza en un intento de aislarse de aquel horror. El caos a su alrededor siguió por un tiempo que a ella le pareció eterno, y sólo se atrevió a volver a abrir los ojos cuando los ruidos cesaron y sólo quedaba el olor a pólvora en el ambiente. Oyó voces a su alrededor interesándose por los supervivientes.

- Estoy bien… estoy bien… -Su voz temblaba notablemente. Se miró las manos cubiertas de sangre pero estaba casi convencida de que no era suya.  

-Yo también estoy bien -respondió Sabena a Benny-. Pero tú eres un jodido idiota ¡Te dije que te agacharas! ¡Te podían haber dejado como un colador! -después se acercó a Isabella y le tendió la mano- ¿Necesita ayuda, señorita?