Partida Rol por web

Llegué jadeando junto a mis compañeros cuando nos encontramos con aquel gentío y el pobre desgraciado colgando desde las alturas. Al menos sigue con vida... por ahora, pensé, pues ya me había puesto en lo peor cuando partimos en pos de los niños. Piensa mal y acertarás. Ni siquiera tuve tiempo de admirar la magna catedral, pues nada más llegar supe que estaba claro que debíamos intervenir, mas no sabía por dónde empezar.

-¿Alguna idea para bajar aquese omne de ahí, compañeros?

Mi primera idea fue echarme a trepar por los andamios e intentar ayudarle, pero decidí esperar a ver si a mis compañeros se les ocurría otra cosa. Si no había remedio, lo haría sin dudar, pero tampoco era cuestión de arriesgarme a subir y partirme la crisma yo también sin al menos plantear otras opciones.

Siguiendo al ágil Tristán, una vez estuvo al lado de la muchedumbre, Severo empezó a tañer con su puño sobre el escudo, llamando al orden a los espectadores.-¡VAMOS, VAMOS, ASÍ NO AYUDARÉIS A ESE POBRE DIABLO!.- Mirando entre los presentes, y haciendo gala de su autoridad como hombre de ley, ordenó.- ¡QUE ALGUIEN ME BUSQUE CARRO CON PAJA O SACOS PARA AMORTIGUAR LA CÁIDA DE ESE POBRE HOMBRE!-.

Previendo las intenciones de Tristán, les dijo a baja voz a sus dos amigos.-Subir por el andamio imposible, mas ese hombre cuelga de una ventana. Si sois rápidos puede que lleguéis al alféizar del ventanal para sujetarlo. Mientras yo quitaré de en medio al gentío para evitar más heridos. Quiera Dios que encontremos algo con lo que frenar el golpe con el suelo...- Entonces, viendo la cara de pasmarote de alguno de los presentes, sacose Severo pecho y agarrando con su manaza por el pescuezo a uno de ellos, lo arrojó hacia otros, para dispersar la multitud bajo los andamios.-¡A MOVERSE, HOMBRES, PUES AUNQUE SEA SEMANA SANTA, LOS MILAGROS SON ESCASOS! ¡TRAED AQUÍ CUANTO PODÁIS, SACOS, TELAS, FARDOS DE PAJA... DE TODO! ¡¡¡¡VIVE DIOS QUE EL QUE NO COLABORE ACABARÁ POR BESAR MI ESCUDO!!!!-

La multitud se fue apartando, tanto por el sonido del escudo como por la rotunidad de la voz de la Ley. Severo apartaba a Diestro y siniestro hombres a su paso (que el Rey quisiera hombres así cuando sus ejércitos bien chocasen contra el enemigo). Y algunos de los viandantes marcharon a ver qué podían traer, aunque era difícil*

Severo comenzó como loco a gritar a la muchedumbre, apartando a unos y movilizando a otros. El soldado esperaba conseguir algo para frenar la caída del desgraciado, pero la cosa no pintaba bien, pues por allí solo habían feligreses expectantes a la procesión. Antes de intentar subir para agarrar al desdichado, eché una ojeada rápida a la fachada y al resto del andamiaje que no había caído. No estaba seguro que pudiéramos subir por allí para intentar agarrarlo. Quizás por dentro de la catedral pudiéramos subir con mayor rapidez.

Dos cosas podían hacerse, evitar su caída, o frenarla. Severo ya se encargaría de lo segundo en caso de que fallara lo primero.

- ¡¿Algún trabajador o conocedor de la Catedral et su interior?! - Grité a la muchedumbre, esperando la reacción de alguno de los allí presentes mientras iba quitándome el zurrón y el escudo de encima para así aligerar la posible próxima carrera.

Señor... -dijo un tipo con pintas de campesino que acompañaba a la Virgen, la cual se encontraba esperando a ver si podían salir en procesión-. Soy devoto de la Virgen... ¿Cuándo podremos salir?

El tipo hablaba con Roldán.

Irrumpí en la conversación de Roldán a pesar de que yo no estaba involucrado, pues me hirvió la sangre con la actitud de aquel hombre.

-Pero bueno, ¿es que no ve que hay una vida en peligro? ¿De veras cree que es momento de preocuparse por sacar la procesión? ¡Salvar la vida del trabajador es mucho más importante! ¡Apártese de aquí y deje a la guardia hacer su trabajo!

Acto seguido le indiqué que se alejara con un gesto de mi mano.

-Creo que es buena idea que entres, Roldán. No sabemos cuánto va a aguantar el pobre desgraciado. Intenta ayudarle desde dentro... y yo lo haré desde fuera. Severo se ocupará de la multitud, que ya veo que se le da bastante bien, y de ayudarnos en lo que pueda mientras estemos con el rescate.

Esperé la respuesta de mi compañero mientras observaba la recargada fachada buscando posibles puntos de apoyo entre la roca esculpida y los andamios.

Severo iba gritando a todo el mundo sobre sacos y fardos, pero sin mucho éxito. Lo que caracterizaba a una procesión era precisamente la falta de obstáculos en medio de la calle. Eso y las banderolas y colgaduras(*) de tela que engalanaban las casas y la catedral. Escuchó incluso las voces del feligrés pidiendo paso a la procesión. Severo quedose callado observando la plaza y la procesión, cavilando... Doce varas distaban del pobre hombre al duro suelo... doce varas... Y en la plaza solo había feligreses, muchos feligreses... y telas... muchas telas. Gruesas y largas telas...

-Las telas...- pensó en voz alta, para girarse a Tristán y a Roldán y agarrarlos por las capas.- Las telas ¡Las telas!- Le dijo señalándole las gruesas cortinas que adornaban la entrada de la iglesia y el paso de la procesión, para darse a entender.- Es como en las fiestas de Santo Tomé, cuando voltean en el aire a los recién casados con las telas. Debemos agarrar esos cortinajes entre muchos y que el pobre diablo salte a ellas, así podremos atraparlo como un pez. Hay muchos hombres de brazos fuertes. ¿Qué os parece? ¿Creéis que funcionará?-

- ¡Buena idea buen Severo! - Respondí al soldado, que brillante idea acababa de tener. De cualquier manera necesitarían de un tiempo considerable para organizar todo aquello, así que, ni corto ni perezoso emprendí mi carrera hacia el interior de la catedral en construcción. - ¡Faced vuestro plan Severo, que Tristán vos ayude. Yo subiré presto a dar alcance al desdichado desde el interior! - Grité a mis compañeros mientras corría. - Mejor tener dos planes en marcha que non sólo uno. - Pensaba para mis adentros.

Las únicas telas que por allí había no eran más que las ropas de las gentes, algunos sacos tirdos por las calles y poco más... Allí no había casas de doble piso y mucho menos balcones (pues los hogares que tenían otra altura tenían a lo sumo una ventana).  Bueno... algo más de tela si que había presente: La Virgen... La Virgen tenía un gran manto blanco, aunque quitárselo sería.... ¡sacrilegio! (o tal vez eso pensaran los fieles y devotos).

Antes de entrar te das cuenta que el andamiaje que aún quedab era robusto, puesto que había diferentes estructuras indepedientes. Lo que se había caído era una estructura, pero la que estaba junto a ella estaba bien. Una vez en el interior, la gente se asustó al ver a un "alguacil" apresurarse al interior. Tenías que quitar a la gente que iba a salir en procesión y enseguida te fuiste a la pared en la que estaba la ventana por la que pendía desde el exterior el malogrado. Allí no había coro, por lo que la única manera de subir era trepando, quizá apoyado en la imagen de una virgen, clavar luego el pie en la ornamientación interior de la piedra y finalmente alcanzando el ventanuco por dentro.

Muchos de los presentes comenzaron a traer algunos sacos; algunos llenos y otros vacíos. También camisas y pantalones, e incluso algunos fardos donde guardar cosas. Uno de ello hizo hueco para una mula... ¿qué cojones hacía una mula allí? ¿Cómo diantres pensón el viejo que la trajo que podría ayudar? Desde luego, las mentes de la gente andaban un poco descentradas...

- Demasiado arriesgado. - Pensé. Me detuve unos segundos buscando alguna alternativa. Algo se me tenía que ocurrir, y rápido, pues no querría que fueran dos los cuerpos que cayeran y se destrozaran a los pies de la virgen. Tamaño espectáculo sería aquel en plena Santa Procesión.

¡

A la carrera volví al exterior buscando a mis dos compañeros, y aunque en vano fue aquel ir y venir, al menos se me ocurrió entretanto una posible solución. - Hermanos, non hubo de manera de ascender a por el desdichado. Difícil et peligroso hubiera sido trepar a mano descubierta por el interior. Más ocurrióseme una idea... - Señalé entonces las cuerdas que colgaban desde arriba y que sujetaban en su extremo inferior las cestas que se usaban para subir y bajar materiales. - ¡Quizás pudierais izarme en una de aquestas! - Mientras les contaba mi plan, examinaba todas las cuerdas disponibles, con la esperanza de que alguna tuviera su inicio y su fin cerca del suelo, o al menos, que su extremo más elevado no estuviera a esas tan peligrosas 12 varas.

Ciertamente, la mayoría de las cuerdas estaba sujetas al andamio de arriba, con una pequeña cesta en su extremo opuesto (el de abajo), para subir a pulso y fuerza materiales "de poco en poco". Claro que había alguna cuerda desatada, con ambos extremos en el suelo, pero que su cuerpo subía hasta lo alto de un gran palo del andamio; es decir, tirar de un lado haría subir al otro, pero en su parte superior no había polea, sino que rozaría con el palo (cuadrado). No obstante, bien podría atársele una de esas cubetas para montar a alguien y subir.