Partida Rol por web

Ayudo a vestirse a su Majestad, asintiendo ante sus palabras. En pocos minutos está tan impresionante como siempre, y la observo marcharse mientras recojo las ropas del día anterior y hago la cama, aún caliente de nuestros propios cuerpos. 

Me parece que hoy va a ser un día muy largo...

Me quedo solo en la habitación de mi hermana y voy poniéndome sus ropas.

La Reina sale de sus aposentos.

Después de terminar de recoger y hacer la cama, salgo de la alcoba de la reina.

La Reina entra en sus aposentos, y, tras cerciorarse de que no haya nadie, se sienta en la cama. Da unas palmaditas en la colcha, a su lado, invitando a su hija a que se siente con ella. Cuando lo hace, acaricia su cabello, como hacía cuando era una niña.

- Liz, tesoro, estás en edad casadera. Y esas bonitas caderas tuyas tienen ya tiempo para dar hijos al Reino - dice sin rodeos - Es pues momento de arreglarte un buen matrimonio, que sirva para tender lazos de paz y de prosperidad a nuestra dinastía. Y con este juego, tu padre quiere pasar lista a tus pretendientes.

- Esto - prosigue - ya de por sí sería motivo de preocupación para cualquier padre, y para nosotros lo es; pero hay otra cosa...

- Querida: ambas queremos a tu hermano, pero también las dos sabemos que no tiene ni el interés ni la capacidad de gobernar. Lo malo es que vuestro padre también lo sabe. Últimamente, está... está distinto, Liz. Ve tramas contra él por todas partes: sospecha incluso de su sombra, está irascible sin motivo alguno... A veces le tengo miedo.

- No comparte conmigo sus planes, y sólo voy tomando fragmentos de lo que piensa de un sitio o de otro; una palabra suelta aquí, una mirada, reuniones con el Maestre o con los nobles más a menudo de lo normal... Pero creo que sé lo que planea.

- No sólo te está buscando un marido, Liz: tu padre está buscando un Rey consorte que proteja el Reino hasta que nazca un nuevo heredero (que sería tu hijo, Elizabeth).

- ¿Comprendes lo que eso significa? ¿Comprendes lo que supone para tu hermano?

No podía creer lo que madre me estaba contando, ¿mi hijo el futuro heredero?, me había pillado totalmente desprevenida. Respiré largamente para tranquilizarme y digerir lo que acababa de contarme, para poder contestarle adecuadamente.

- Madre, no os negaré que esto no me lo esperaba, aún estoy intentando encajarlo.

La miro a los ojos con sinceridad.

- Opino lo mismo acerca de Dionysos, le quiero muchísimo ya lo sabéis, pero... no sería un buen rey, no después de las opiniones que sin querer ha conseguido que se labre el pueblo de él. Entiendo lo que decís, pero... ¿mi hijo no tardará demasiado en poder reinar?, - entonces la miro con intensidad para comentarle algo que venía dando vueltas en mi cabeza desde hacía un tiempo -, y... ¿qué hay de mí, madre?. No se si me entendéis, pero... ¿no podría reinar hasta que lo hiciese mi hijo?, os he visto reinar al lado de padre y siempre he pensado que soy magnífica y que lo hacéis incluso mejor que él, sé que sois la voz de su conciencia y quien vela por el pueblo, y sabéis que siempre os he admirado por ello, madre, por eso no he podido evitar pensar en mí, como vos.

Sabía que era una pregunta muy atrevida de mi parte, pero necesitaba preguntárselo y saber que opinaba sobre ello.

- Claro que tu hijo tardaría mucho en poder llegar al trono; de ahí la necesidad de elegir adecuadamente a tu esposo - dice la Reina, tomando la mano de Elizabeth y mirándola a los ojos - Por eso el Rey ha organizado estos juegos: busca un sucesor, aunque sea temporal.

- De hecho... - la Reina mira ahora hacia abajo, dubitativa - Bueno, creo que la selección ya ha comenzado; verás, ¿recuerdas que Sir John Moore pretendía tu mano? - interroga - Bien, sabes que ese enlace no se produjo por no ser del agrado de tu padre, a pesar de lo cual, el caballero acudió a la fiesta...

- Dudo que Enzo haga algo que beneficie tanto al Rey sin que se le ordene, Liz. El hombre con el que me casé no hubiera ordenado algo así, pero... Ha cambiado, cariño. Y temo mucho, mucho, por el Reino, y por la vida de tu hermano - añade, reprimiendo un sollozo.

- Elizabeth... - la Reina abraza a su hija por los hombros - Desde que los dos érais niños, tuve claro que serías apta para regir; más que tu hermano, más que tu padre, y más de lo que yo pudiera haber sido.

- Pero eres mujer, y menor que Dyonisos - añade con gravedad - Eso supone dos obstáculos: habría que cambiar la ley sucesoria, y tu hermano tendría que desaparecer de la línea de sucesión; de lo contrario, el Reino correría el riesgo de una guerra civil.

Según iba escuchando a mi madre mis ojos iban abriéndose más y más... ¿No tenía ni idea de todo lo que estaba sucediendo y quería reinar?, me sentía muy muy estúpida, y sin embargo ahí estaba mi madre alentándome, y diciéndome lo que opinaba de mí, cosa que me hacía sentir muy bien. Pero al oír también todo lo que decía de mi hermano no pude evitar sentir una profunda tristeza, teníamos que evitarlo a toda costa, no podía perder a mi hermano, no podría superarlo. Asi que me trague las penas y miré a mi madre intentando aparentar la tranquilidad que no tenía.

- Madre, no dejaremos que eso pase, cuidaremos de él y nada le sucederá, estoy segura de ello. En cuanto a padre, ya lo había notado, la corona le ha cambiado y le ha vuelto un hombre huraño, todo lo contrario del hombre al que recuerdo de cuando era niña. En cuanto a lo otro, si Dionysos abdica al trono quizás podamos evitar la guerra civil, sinceramente, no me fío de ninguno de los hombres que han venido, ninguno de esos nobles es digno de llevar el trono, y el que menos es ese tal Javier de Castilla, no sé si habréis tratado con él, pero es un presuntuoso y un mal educado.

Llevada por los sentimientos que me recorrían al ver a mi madre, aquella mujer tan regia con aquella mirada de tristeza, no pude evitar abrazarla.

- No os preocupéis, todo saldrá bien.

- No es sólo huraño, mi vida... - la Reina niega con la cabeza con gesto de amargura - Un asesino entró en la habitación de Sir John Moore, para intentar rematarle. ¡Una de las criadas le sorprendió, y trató de estrangularla! He visto las marcas con mis propios ojos, en esta misma habitación; la pobre está aterrada...

- Sí, he escuchado sobre él. Creo que goza del favor de vuestro padre - se refiere a Javier de Castilla.

- El problema es que... - la Reina toma aliento - Mira, si vuestro padre abdicara, o muriera, Dyonisos sería el heredero. Automáticamente. Él no ambiciona el gobierno, pero... ¿Le permitirían cambiar la ley y abdicar en tu favor? De ninguna manera. - niega vehemente - Dyonisos no tiene carácter; le convencerían, o le manipularían. Los enemigos del Reino tratarían de utilizaros a ambos, hermano contra hermano, los partidarios de cada línea dinástica enfrentados en una guerra civil, el Reino desangrándose, para provecho y beneficio de nuestros vecinos. Incluyendo Castilla.

- La mejor forma de cambiar la ley en favor de tu derecho, sería que lo hiciera vuestro padre; Dyonisos no podría oponerse, y a ti no te imputarían esa decisión política - reflexiona en voz alta - Pero eso no sucederá: no es lo que Uthor ha planeado - sentencia.

- Entonces, cariño, ese Javier de Castilla... ¿No te gusta? ¿Y hay algún joven por el que sientas... atracción, o cariño?

Demasiadas sensaciones despertaban en mi las palabras de mi madre, tenía mucha razón, pero en algunas cosas no estaba para nada de acuerdo.

- Madre... Sé lo de Ibb ella misma me lo contó, y la verdad espero que Kurr le atrape pronto, no me gusta pensar que nuestra vida corre peligro en nuestra propia corte. En cuanto a lo que decís, me refería a si el que abdica es mi hermano... ¿qué sucedería?, si él no quiere reinar... ¿no pasaría a mi el reino?.

No lo tenía muy claro y por ello quería saber la opinión de quien admiraba, seguro que con sus consejos podríamos encontrar una buena solución.

- No, odio a ese hombre, ese tal Javier de Castilla es... un desvergonzado y mal educado, no pienso casarme con él, nunca. Espero que lo entendáis, pero no sería para nada un buen rey, os lo aseguro madre.

La Reina contempla a su hija con seriedad, y acaricia su mejilla antes de continuar.

- Querida, el Reino tiene enemigos fuera, y hay otros nobles que ambicionan la Corona.

- A todos les beneficia que haya cualquier conflicto, o cualquier situación poco clara en la sucesión. Si tu hermano cambia la ley y abdica, dirán que no tiene derecho a cambiarla sin consultar a la nobleza. O que le has hechizado. Propondrán al candidato que siga en la línea sucesoria, y tendremos guerra. O te forzarán a casarte con Javier de Castilla, y quedará el como Rey.

- Lo primordial es que no se te relacione con el cambio de ley directamente. Que no seas la primera beneficiada.

- Por otra parte, y además de lo de Ibb: alguien ha robado un frasco con lo que parece ser veneno del despacho del Maestre. Mi vida... vigila lo que comes o bebes. La situación es muy seria, Liz.

- Ay... - dice abrazándola y suavizando el tono - No te preocupes, niña: impediremos ese matrimonio, lo prometo. ¿Y no tienes otro pretendiente más apetecible? Ese Sir John Dilheen parece valiente, y apuesto.

Me dejo arropar en sus brazos, aún seguía siendo a veces una niña pequeña que necesitaba del consuelo de su madre. Una vez más calmada, me aparto ligeramente para mirarla a los ojos.

- ¿Sir John Dilheen?, apenas le conozco, pero al menos no ha venido como Javier de Castilla con su verborrea, no me importaría charlar un rato con él, y... ¿no hay nadie más?, ¿ningún noble más que le guste a padre o a vos querída madre?, no me gustaría solo poder elegir entre un idiota y Sir John, ya que nunca podré disfrutar del amor como vos lo hicísteis al menos dejadme escoger entre alguien más.

Suspiro, lo que había empezado siendo un día divertido, estaba tornando en algo demasiado serio y oscuro para mí, hasta por lo que decía mi madre, nuestras vidas podían correr serio peligro.

- Pues Javier de Castilla parece el candidato de tu padre - responde la Reina - De Sir John Dilheen sólo sé que viene de la costa, de un linaje menor; por lo que su familia no se interpondría entre tú y el trono. Y que es lo bastante bueno y valiente como para arriesgar su vida impidiendo que maten a una inocente.