Partida Rol por web

A la mañana siguiente, casi en las puertas, eres llamada.

-Lady Eileen ¿a dónde vais?-

Es el rey, te mira desde la escalinata, bajando a paso regio.

El obispo espera fuera, en un carruaje.

Como siempre sonrío al escuchar su voz, una sonrisa que aún mantengo cuando me giro para contestarle, pero que se borra enseguida.

-Disculpad Majestad, pero los hechos de lo últimos días me han hecho ver que debo reencontrarme con Dios. Parto a tomar hábitos. Perdonad que no acudiese a despedirme, pero no me pareció... apropiado- digo con seriedad.

-¿Los hábitos? No, no haréis tal cosa, eso sería un despredicio. Id a las habitaciones de la reina, una de sus ayudantes está enferma.-

Se gira para marcharse, habiendo dado ya sus órdenes.

Ves al fondo una figura, Katherine, que te mira sin parpadear, parece seria. No aparta la mirada de tus ojos durante unos largos instantes, antes de marcharse.

Saludo con una mano a la Princesa y sigo mi camino, ignorando por completo a Paul.

-Desperdicio es casarme con cualquier patán, creeme. Lo siento, pero no, gracias. Su tu esposa, que apra eso lo es, necesita un criada, que busque. El castillo es grande-

Subo al carro intentando no llorar.

-Obispo-saludo tomando asiento, intentando conservar mi aplomo.

-¿Estoy loca?. ¿A donde voy?. No podré ser monja-

Sabes que acabas de cabrear al rey. Lo has humillado desobedeciendo una órden directa delante de mucha gente.

-Cochero, adelante. Al monasterio de Highbury.-

Eso está a tres dias de viaje.

El obispo no te habla, ensimismado en sus asuntos, por la noche bajais en una posada.

-¿Tomareis un baño antes o después de cenar? Aquí ponen un cordero muy bueno, por cierto.-

El viaje discurre en silencio. Ninguno de los dos tenemos ganas de hablar. Echo de menos a Paul, mi amor imposible, el hombre para el que sólo soy alguien con quien acostarse, pedir consejo y vender al mejor postor... Pienso en ello durante todo el viaje, y en el monumental enfado que debe tener en estos momentos. Pero se le pasará. Al fin y al cabo sólo soy una amante más de las muchas que ha tenido.

-Supongo que me vendrá mejor hacerlo antes. Y espero que ese cordero sea tan bueno como decís, lo cierto es que me tengo mucho apetito- respondo con una sonrisa agradecida.

-Me pregunto por qué vamos a un convento tan lejos, hay mucho alrededro de la capital...-

Ordena dos habitaciones y que te preparen un baño caliente, tambien ordena que pongan a asar dos piernas de cordero especiadas, y que templen un buen vino.

Tras tu baño, bajas, y os sirven la comida.

-Delicioso...-

Mientras comeis, habla contigo.

-No debisteis desairar al rey de esa manera...-

Sin duda tiene apetito, come como un soldado de permiso...

Mi apetito está a la par del suyo, ataco a la deliciosa piel de cordero con ganas.

-¿Qué otra opcion tenía?. ¿Volver a mi cuarto, cambiarme de ropa e ir a servir a la Reina obedientemente?. ¿Esperar sentada a que escogiese un marido para mi, uno que le conveniese a él, y seguramente me hiciese desgraciada a mi?. Por no hablar de la posibilidad del Zar... ¿Y el niño?. Ayer le preocupaba que la Iglesia se enterase, hoy paracía darle igual... no puedo dejar mi destino en manos tal volubles-

-Te entiendo Eileen...pero tu misma me lo dijiste. No se le dice no a un rey. Ten cuidado a partir de ahora....hazme caso, ten cuidado. Voy a ser sincero...ahora tiene dos motivos para eliminarte.-

Te mira intensamente.

-Tu hijo bastardo, y su ego.-

Sigue comiendo, sin importarle mancharse las manos o la boca.

Sonrío mientras me limpio la boca, antes de seguir hablando.

-¿Tú ves a un Rey persiguiendo por todo el pais a su ex amante que quiere hacerse novicia?. Me parece mucha pérdida de tiempo cuando tienes que dirigir un imperio. Paul es voluble y temperamental, es cierto. Pero también es inteligente. Además, se olvidará de todo esto en cuanto encuentre una mujer nueva entre sus sábanas, si es que eso no ha sucedido ya. Sólo tengo que llegar hasta ese convento y encerrarme en él- respondo con cierta tristeza en la voz.

-Claro que él no te va a perseguir, para eso es rey y puede odenar a quien e de la gana que haga lo que le de la gana....-

se encoje de hombros y sigue comiendo.

-¿que plan de futuro tienes?-

Asiento con seriedad. Espero llegar pronto al convento, me sentiré mucho más segura dentro.

-Bien, dado que a ninguno de los dos se nos ha ocurrido nada mejor que tomar hábitos, supongo que esos son mis planes. Dado que se leer y escribir en tres idiomas, esperaba ser útil en ese tipo de tareas. Ya sabes, transcribir, traducir... esas cosas. Si no me tocará mancharme las manos-

-Cuanto más lo pienso, más terrible me parece la idea de ingresar entre esos muros. Pero me quedaré allí hasta que nazca el bebé. Después, ya veremos...-

Es casi media noche, te cuesta dormir...das vueltas y vueltas...hasta que laman a tu puerta.

-¿Eileen?- es el obispo -Se que no puedes dormir, no para s de moverte. Déjame entrar.-

¿Qué querra?

Me elevanto de un pequeño salto, poniéndome algo por encima de la ropa de cama. Abro la puerta colorada por ser tan ruidosa y no dejarlo dormir.

-Lamento no dejarte dormir... es que... has hablado de que va a mandar gente a matarme por una estúpida discusión y empecé a preocuparme. Si estuviese yo sóla, no sería así, pero quiero a mi hijo. Quiero que viva. Sólo por él hago todo esto. Intentaré hacer menos ruído para que puedas descansar-

-Es... atractivo. No me extraña que la Reina lo desee, pero es un obispo-

Cuando abres la puerta el entra, cerrandola tras de si mientras hablas, finaliza poniendote un dedo en los labios y atrayendote a un beso rápido.

-Quien quiere descansar...-

Te hace girarte, de forma que estás de espaldas a él.

-Cierra los ojos.-

Sus manos, muy lentamente te despojan de tu ropa, y te empiezan a acariciar...casi efímeramente....la piel se te pone de gallina y tus pezones se endurecen. Él los atrapa y pellizca, sus manos amasan tus pechos antes de deslizarse por tu vientre hasta encontrar tu sexo....desde luego sabe como tocar a una mujer.

Sus labios acarician tu cuello en el momento que sus dedos buscan tu interior por primera vez.

-¿Seguro que quieres ser una monja?-

El ardor de tu cuerpo le da la respuesta inequivoca, pero espera a que tu contestes, masturbandote con una lentitud enloquecedora.

Gimo con suavidad. Estoy un poco nerviosa, sólo me he acostado con un hombre y no se como será hacerlo con otro.

-No, claro que no quiero. Pero no tengo otra opción, Jean. No me lo pongas más difícil. Ya es bastante duro sin que tú me lo preguntes una y otra vez- susurro excitada.

Me doy la vuelta para besarlo, acariciando su vientre por debajo de la camisa. Enrojezco un poco cuando me doy cuenta de que me tiemblan un poco las manos. No se si a Jean le gustará como lo hago, y él parece tener mucha experiencia con mujeres.

-No puede ser tan diferente. Si era capaz de complacerlo a él, podré hacerlo con Jean-

Lleva sus dedos húmedos de ti a tu boca mientras con la otra mano te empuja por el hombro, para que te arrodilles.

Su pantalón cae a suelo mostrando un trozo de carne en semierección, sin duda más ancho y grande que el del rey incluso sin llegar a su esplendor.

-Os lo voy a poner muy muy dificil Eileen. Muy dificil.-

Antes de arrodillarme, me acerco a la puerta y corro el pestillo. No quiero interrupciones y me siento más segura así.

-Deberías avergonzarte de ponérmelo difícil, sabiendo que tengo escasas alternativas- murmuro justo antes de ponerme de rodillas frente a él.

Cojo su miembro con la mano, y comienzo a acariciar la punta con la lengua, mirándolo a los ojos. Los penes, o al menos el único que he visto, siempre me han parecido divertidos. Sobre todo sus cambios. Cuando está completamente erecto, lo introduzco en mi boca, moviéndole para deslizar mis labios sobre él arriba y abajo, sin dejar de mover la lengua para acariciarlo a la vez. Al mismo tiempo, una de mis manos acaricia sus testículos.

A la mañana siguiente en el carruaje, aún te tiemblan las piernas por el esfuerzo.

Es todo un semental el obispo.

-Vuelvo a preguntar...¿cual es tu plan de futuro?- sonríe divertido.

Ya sentada en el carro, lo miro alzando las cejas.

-¿Qué alternativa me ofreces?- pregunto.

Suspiro con impaciencia.  -Ya vale. Si no quiere mandarme a un convento, que me ofrezca algo mejor, no tengo ningún plan mejor-