Partida Rol por web

Comenzamos en el dia de la cosecha. Y si todo va bien los que estais listos tendreis el primer post hoy :D

PARA LOS VIPS

NOMBRE y APELLIDO: Alma Ivory

APODO: Perla

PROFESIÓN: Tributo profesional

EDAD: 16

FECHA DE NACIMIENTO: 11 de Septiembre

OJOS: Azules
PELO: Rubio
COMPLEXIÓN FÍSICA: Delgada
ALTURA: 1,65 m
PESO: 58 Kg

APARIENCIA/ASPECTO FÍSICO: Su cabello rubio no hace sino aumentar el aspecto angelical de la chica. De rostro redondo con unos voluminosos pómulos y unos grandes ojos azules cuya mirada absorta a cualquiera que se quede mirándola directamente a los ojos. Sus labios delgados de un color rosado muy suave van a juego con la piel blanca, casi marfil, de la chica.

Si no hubiera sido por el entrenamiento al que someten a los tributos profesionales habría sido una chica menuda, con aspecto débil. Sin embargo, el ejercicio físico le fibra los músculos y le ensancha los hombros. Ella es toda fibra y belleza.

LA IMAGEN QUE HA DADO DESDE QUE APARECIO SU NOMBRE EN LA COSECHA: Alma se ha comportado de manera ejemplar, ha saludado a sus fans con una amplia sonrisa y parece estar encantada con el Capitolio y con sus gentes. Adora estar delante de las cámaras, adora los vestidos que le confeccionan y adora estar en los Juegos del Hambre.

Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la rebelión, cada uno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos, para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en un enorme estadio al aire libre en la que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta un páramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muerte durante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.

Ha llegado el momento del sorteo. El alcalde dice lo de siempre, ¡las damas primero!, y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas. Mete la mano hasta el fondo y saca un trozo de papel. La multitud contiene el aliento, se podría oír un alfiler caer.

¡Alma Ivory!

-¡Qué día tan emocionante! - exclama, mientras manosea su pelo para ponerlo en su sitio, ya que se ha torcido notablemente hacia la derecha - ¡Pero todavía queda más emoción! ¡Ha llegado el momento de elegir a nuestro tributo masculino! - Con la clara intención de contener la precaria situación de su pelo, avanza hacia la bola de los chicos con una mano en la cabeza; después coge la primera papeleta que se encuentra.

¡Jon Dogulas!

- Si no hay ningun voluntario, pediría a los dos elegidos sean escoltados - Dijo con total tranquilidad. Esperando que los tributos subieran al escenario.

Antes de que llegue nuestro turno, el turno del Distrito 1, las pantallas gigantes muestran las caras de miedo, determinación, rabia e incluso satisfacción de los tributos de los distritos anteriores. Normalmente, el Distrito 2 manda tributos seguros de sí mismos que se ofrecen voluntarios con una determinación aplastante; mucho más que los nuestros. Son guerreros temibles. Sin embargo, la última imagen antes de que aparezca la mía en las pantallas es la de un joven de ese distrito que se ofrece voluntario, sí, pero no lo tenía planeado. Sin duda, él no es un tributo profesional.

Esto me desconcierta; los murmullos cercanos y el círculo de distancia que dejan las jóvenes cercanas me traen de nuevo a la tierra. He salido yo. Johanna Handing se ofrece voluntaria para sustituirme. Tiene dieciocho años y era la que hoy debía ir a los juegos. Sin duda, lo que voy a hacer ahora no le gustará ni a ella, ni a mis entrenadores, ni a mis padres y, ni mucho menos, a Jon. Pero lo hago.

―¡No Johanna! ¡Yo iré! No te sacrifiques por mí ―no me di cuenta de que corrí en ese momento hasta ponerme enfrente del alcalde ―Yo soy la primera tributo del Distrito 1― le digo.

Con el amago de carrera tengo el pelo algo alborotado, pero si sólo estoy la mitad de guapa de lo que mi madre me ha dejado al comenzar el día, estaré deslumbrante. Además, con mi teatro de sacrificada habré levantado cierta expectación en el Capitolio. Estoy feliz, pero no dejo que se note. Mi objetivo es parecer seria, no feliz ni triste.

Espero a que salga el nombre del tributo masculino. Debería salir a presentarse voluntario Raúl, así que no creo que haya ningún problema. No me cae bien. Si tengo que matarlo, no me costará nada.

Jon está tranquilo, pues para el día de hoy, está todo decidido. La elección de los tributos no es sino una tradición sin ningún significado, pues todo el mundo sabe que el 1 es un distrito profesional, por el que siempre van voluntarios a la arena. 

Todo va como esperaba. La gente está nerviosa, pero la mayoría sabe quiénes irán a la prueba. Raúl a morir y Alma a vencer. El año que viene irá él, y cuando vuelva, formarán una familia. No hay dudas, no hay necesidad de plantearse nada. Es un hecho.

Sonrío al ver cómo intentan burlar a Alma su lugar, y como ella lo sortea, consiguiendo al hablar parecer aún más entregada a los juegos. Más dispuesta, por eso se sabe que ganará.

Después de verla allí arriba, espectacular, dicen el nombre del tributo masculino. De nuevo da igual. Sigue la pantomima. Por eso ni siquiera me molesto en moverme cuando dicen mi nombre. Sólo miro a Raúl, un par de filas delante mío, cerca de la valla de nuestra edad. Pero hace algo inesperado. Da la espalda al escenario, me sonríe y dice: 
- ¿Morirás por ella? 

Noto mi cara ponerse roja de ira. Y desde el escenario repiten mi nombre, por lo que tengo que ir. En vez de salir directamente hacia la valla intento acercarme al chico. Sólo pienso en hacerle daño, da igual quien lo vea. Pero compañeros de entrenamiento se interponen entre él y yo.
Uno dice: - Sé inteligente. Te están viendo.
Otro: - Termina con él cuando vuelvas.
Pero él vuelve a meter la puntilla: - Si vuelves.

Aún rojo, me tranquilizo. Levanto la mano para que los vigilantes vean que he escuchado mi nombre y que estoy en camino, salgo de la valla al pasillo formado por todas las separaciones necesarias para tener a los posibles tributos separados por sexo y edad. Avanzo sin hacer ningún gesto para tocarle. Ni siquiera intento irme diciendo la última palabra. Ahora mismo da igual. Sólo sé, que vuelva quien vuelva, o incluso si ninguno de nosotros volvemos, Raúl morirá después de que los juegos terminen.

Mientras subo las escaleras sonrío. Doy la mano al alcalde, al presentador de los juegos de nuestro distrito, y a los ganadores de otros años que nos ayudarán a buscar patrocinadores y aliados. Después me giro hacia Alma, y la tiendo la mano, para que dé el último paso que nos una. Sólo así sabré a qué quiere jugar. ¿Distanciarse desde ahora? ¿O dar al público un buen espectáculo? 

Una bofetada en la cara es menos dolorosa. Mi corazón observa la escena y se rompe. Raúl era taimado, oportunista, mentiroso y cruel; pero todo esto supera cualquier idea de mala persona que puedo imaginar. Mi seguridad se borra de mi cara de un plumazo, mi respiración se agita y tengo ganas de vomitar. Mi posición erguida tiende a encorvarse levemente. Lo justo para que mi mirada se dirija a mi familia. Entonces recuerdo qué represento y por qué lo hago.

Me pongo recta como una vela, vuelvo a recomponer mi rostro; no sonrío, ni mucho menos, pero al menos me muestro segura, con fortaleza y con seguridad en mí. Pero esa seguridad se va al garete cuando Jon me tiende la mano.  Demuestra lo listo que es, con un simpe gesto sabrá de qué palo iré, pero yo también conozco esos trucos.

Me lanzo a sus brazos. Estrujándolo todo cuánto puedo. 

El alcalde empieza a leer el largo y aburrido Tratado de la Traición, como hace todos los años en este momento es obligatorio.

En cuanto acaba el himno, os ponen bajo custodia. No quiere decir que os esposen ni nada de eso, pero un grupo de agentes de la paz os acompaña hasta la puerta principal del Edificio de Justicia. Quizás algún tributo intentase escapar en el pasado, aunque yo nunca lo he visto. Una vez dentro, s conducen a una sala a cada uno y os dejan solos. Es el sitio más lujoso en el que habéis estado, tiene gruesas alfombras de pelo, y sofá y sillones de terciopelo. Ése es el tiempo que se les concede a los tributos para despedirse de sus seres queridos si es que los tienen.

Se tira a mis brazos, aunque en realidad no sé qué significa, pues no puedo verla la cara. ¿Querrá fingir? ¿Habrá puesto desde ya su vida por delante de la mía? ¿Lo he hecho yo? ¿Debería?

Me quedo callado, y la beso en la cabeza aprovechando que soy más alto que ella. No la suelto la mano ni cuando el alcalde empieza con el rollo, ni cuando nos escoltan hacia el Edificio de Justicia. Aunque no la miro a la cara. No sé qué veré en la suya, ni qué verá en la mía, entre otras cosas porque no sé qué estoy mostrando, o qué debería mostrar.

La quiero, pero... no sé. Lo que tenga que pasar, pasará.

Nos separan. Ya. Sé lo que viene ahora. Bien. Quiero hablar con mis hermanos.

 Mientras aguardo inquieta observando todos los rincones y lujos de aquella sala de visitas no quiero ni intentar imaginar lo que me diría mi hermana si hubiera salido victoriosa de sus Juegos del hambre. Así que me contento con sentir el cálido abrazo de mis padres: primero mi madre, quien me aprieta con fuerza y determinación; luego mi padre que frota su mano contra mi espalda; luego me abrazan ambos a la vez, sin hablar. Nos hemos dicho tantas veces las palabras que deberíamos decir ahora que ya no valdrían nada.

No espero a nadie más. Mis amistades se perdieron cuando dejé las clases de danza por el entrenamiento de los tributos. Allí no se hacen amigos, sólo esbirros. Tampoco esperas fraguar grandes amistades allí, nadie lo espera. Me entristece ese pensamiento… y si… y si… bueno, ¿y si muero sin un verdadero amigo llorando mi pérdida? Jon lo haría, no me cabe duda, pero en estos momentos en los que debería estar excitada ante lo que se me echa encima, me derrumbo. Ahora puedo en la soledad de la sala. Es raro. Suponía que ya me harían llamar, pero en ese momento se abre la puerta y aparece Johanna. 

Entra callada, con una leve sonrisa de tristeza, me mira con pesar y culpa, deja que su mano recorra la suave tapicería de uno de los sillones de terciopelo. No habíamos hablado mucho, sin embargo, su afición por la música y la ropa nos había acercado algo. Era una de las pocas compañeras cuyo nombre recordaba.

­­­―Ese Raúl es un psicópata… Se ha sentenciado él mismo. Menudo simplezas…­―su voz intenta ser alegre, así que le sonrío. Agradezco el esfuerzo.

―Cuídalo hasta que uno de los dos volvamos.

Ella asintió y nos fundimos en un abrazo. No era igual de sincero que el de mis padres, pero no íbamos a despedirnos con un estrechón de manos o un par de besos.

Pasais unos breves minutos con familiares y amigos alguno quizas solo... hasta que los hacen marcharse y os recogen.

Por suerte el Tren esta cerca del palacio de Justicia.

Teneis que quedaros unos minutos en la puerta del tren, mientras las cámaras engullen nuestras imágenes; después os dejan entrar al vagón y las puertas se cierran piadosamente detrás de vosotros. El tren empieza a moverse de inmediato.
El tren de los tributos es aún más elegante que la habitación del Edificio de Justicia. Cada uno teneis vuestro propio alojamiento, compuesto por un dormitorio, un vestidor y un baño privado con agua corriente caliente y fría. Teneis incluso armarios llenos de ropa.

Os dan libertad total hasta la hora de la cena donde os presentaran a vuestro mentor.

Si hoy a las 00.00 no hay post sereis expulsados de la partida.

El tren es tal y como me había imaginado millares de veces. Supongo que es la antesala de lo que nos encontraremos en el Capitolio. Me dirijo a mi habitación; un bonito compartimento con una gran ventana, una inmensa cama con colcha de encaje azul celeste y blanco. La lámpara de araña dorada ilumina la estancia con la luz tenue de varios fuegos artificiales. Un espejo cubre una pared por completo, cuando me acerco un poco más me doy cuenta de que es un armario empotrado enorme, cuyas puertas son espejos. No me atrevo a mirar dentro, prefiero descansar y abrirlo supondría varias horas de probarse bonitos vestidos

Me tiro de espaldas en el colchón de plumas. Dejo que los acontecimientos del día trascurran en mi cabeza, intento ordenarlos pero el cansancio acaba atrapándome. Supongo que vendrán a despertarme, o el hambre lo hará. 

Tras la petición de Jon a sus hermanos de que esperen a que vuelva él, o Alma antes de hacer nada a Raúl, o de que si no vuelven, la agonía sea duradera, Jon no tiene nada que decir. Se muestra taciturno hasta que  los vigilantes hacen salir a su familia, a la que tal vez no vuelva a ver. 

Cuando caminan hacia el tren, Jon es otro. Sonríe, saluda, no se muestra coqueto pues todos saben que sale con Alma, y eso sería demasiado hipócrita, ¿o no? ¿debería hacerlo para que se sepa que él quiere salir de la arena? ¿acaso es lo que el quiere? ¿o pondrá la vida de Alma en primer lugar? Tal vez sería mejor separarse en la arena desde el principio. O directamente en el centro de entrenamiento...

El tren es enorme, y está lleno de lujos, que ni aún en el distrito uno son muy comunes. Jon se centra en el baño. Llena una gran bañera, y sorprendido de que el movimiento no se deje notar lo suficiente como para vaciarla se mete dentro, relajándose en el agua, hasta quedarse casi dormido.

Alguien le despertará. La pregunta es, ¿será Alma? ¿o alguien del Capitolio?

Mis ojos observan una magnífica lámpara de araña de donde decenas de pequeñas velas artificiales iluminan levemente la estancia. Las patas tienen el aspecto del vidrio; el mismo aspecto que centenares de cristalitos que cuelgan de ellas. No sé dónde estoy. En mi casa nunca hubo tanto lujo. Vivimos bien, muy bien. Mi padre nos proporciona todo cuanto necesitamos y mucho más. 

Recuerdo que estoy en un tren destino el Capitolio y, más concretamente, hacia los juegos del hambre. Intento pensar  que volveré para ver mi casa. 

Me incorporo de la cama y salgo de mi habitación. No sé ni la hora que es pero tengo un hambre atroz y ardo en deseos de encontrarme con alguien: preferentemente mi mentor y en el peor de los casos, Jon. 

Estabais en el tren cuando de golpe algo os saco de vuestras acciones, había televisores que iban retransmitiendo imágenes del capitolio y de vuestra llegada y de golpe se cortaron para dar un avance informativo.

Una grabe noticia a dejado a la población desolada, los trenes del los tributos de los distritos tres, nueve y diez han sido atacados, los trenes han quedados destrozados y undidos en cenizas, los agentes estan llevando una importante investigación sobre lo sucedido. Seguiremos informando.

Aún no habían llegado a encontrarse con su mentor, o con nadie más que los trabajadores que atendían sus peticiones, al menos lo harían si las tuvieran; cuando Jon escuchó la noticia.

- ¿Y eso que significa? ¿Menos oponentes? ¿O elegirán a otros? - pensaba el chico. Era la distracción que necesitaba. Así no pensaría en quién más viajaba en el tren con él. No aún, no hasta que se cruzara con ella, y entonces... ni idea.

Los rugidos de mi estómago quedan en un segundo plano cuando la hiriente musiquilla del Capitolio anuncia un boletín informativo de última hora. No suelo imaginarme más de lo que me cuentan. Igual que no quiero calentarme la cabeza pensando en cómo será la arena, no paro demasiado a pensar en el ataque a los trenes, aunque me gustaría saber si los tributos han sido calcinados, si se han encontrado sus cadáveres o, simplemente, han desaparecido. 

Sigo caminando, mis pensamientos vuelven otra vez en el hambre que tengo y en encontrarme de una vez por toda con mi mentor. 

En ese momento entro por la puerta alguien que os resulto mas que conocido, pues habia sido el primer hombre menor de dieciocho años en ganar los juegos para vuestro distrito.

- Buenas chicos, menuda noticia, parece que estos juegos empiezan moviditos... - Comento mordiendo una manzana - Soy Markus Blimm vuestro mentor.

Algo que sabiais fue que el entro con su mejor amigo en los juegos, y casi lo matan por enterrar a su compañero.

Sonrío levemente al encontrarme, de pronto, con mi mentor y con Jon en la misma habitación. Me ha venido de sopetón. El joven y guapo Markus. Esto es una broma. 

―Encantada de conocerle, Señor Markus Blimm ―Le digo, mientras le tiendo una mano. Supongo que no querrá que le hablen de usted, es joven; pero lo hago de igual manera.