Partida Rol por web

-Nadie descansará, Mildryd, y en cuanto llegue Grimborn prenderé fuego el bosque y los obligaré a enfrentarse a las llamas o a nuestras espadas -dice Éogar tajantemente- Y si escapan, arrasaré todas las aldeas dunlendinas y colgaré uno por uno a sus habitantes hasta que me digan donde se esconden ¡incluso si es necesario los perseguiré hasta el mismísimo Mordor! -finaliza dando un fuerte puñetazo contra la mesa que hace que las jarras que había sobre ella den un pequeño salto.

El jinete que os acompaña carraspea y luego interviene.

-Mi señor… -comienza a decir mientras hace una reverencia.

-¡¿Qué?! -interrumpe Éogar dedicándole al jinete una mirada tan cargada de furia que atemorizaría al mismísimo Señor Oscuro.

-E… e… estas personas vienen del campamento de Grimborn y… -responde con titubeos el jinete.

-Le pido a Grimborn un ejército y me envía un grupo de los más variopintos vagabundos que pudo encontrar… -dice el Mariscal para luego girarse hacia el jinete- Vete y continúa con tu patrulla.

Realizando una rápida reverencia, el jinete se marcha dejándoos a solas con Éogar y Mildryd.

-¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? -os pregunta de forma brusca- Responded rápido antes de que pierda la paciencia y os eche de aquí.

Eothred presentandose al servicio.-Dice Eothred arrodillandose ante el mariscal.

Barald da un paso hacia delante y con una leve inclinación de cabeza le dirige la palabra al lider del campamento.

-Mi nombre es Barald Viento de Lanza y hemos oido de los problemas que acontecen y aquí estamos para poner nuestro ganito de arena en la busqueda.

Diciendo esto vuelve a colcarse junto al resto del grupo sin dejar de mirar a los ojos a Eogar.

-Venimos desde Edoras, señor, no enviados por Grimborn. Pero los asuntos que nos han traído hasta aquí pueden esperar.- digo mirando a Myldrid, viendo por primera vez a una de las personas que podría traer la paz a Rohan. - Mi nombre es Narieth, del Bosque Dorado, y hemos tenido noticias del desafortunado rapto de su esposa Esfled. Le he oído decir que los secuestradores se ocultan en el interior del bosque. No soy inexperta en la guerra bajo las ramas. ¿Quizás podamos ayudar antes de necesitar quemarlo? 

.-Mi nombre es Aldor y vengo junto a mis compañeros a prestaros ayuda en la búsqueda.-digo en apoyo a mis compañeros, dado que parece que no se están explayando demasiado en las presentaciones. 

Aunque Éogar hace una mueca al escucharos, tras intercambiar una mirada con Mildryd y tomarse un instante en silencio, finalmente os habla.

-No me fío de vosotros y desconozco que os trae hasta aquí pero no sois dunlendinos y por el momento eso me es suficiente. Además, no estoy en posición de rechazar la ayuda -acto seguido el Mariscal se gira hacia su capitana- Mildryd ¿dónde podríamos enviar a estos “voluntarios”?

Luego de consultarlo brevemente con el mapa, Mildryd responde.

-Tenemos la mayor parte del bosque cubierta pero hace tiempo me preocupa el extremo oriental y los rastros que dejamos atrás cuando cabalgábamos hacia aquí -explica la mujer- Tal vez unos ojos nuevos y más descansados podrían hallar algo que se nos haya pasado por alto.

Aunque Éogar asiente con la cabeza mostrándose de acuerdo con la idea de Mildryd, antes de que este pueda pronunciar una palabra el fuerte sonido de un cuerno inunda todo el campamento haciendo que el Mariscal y su capitana se pongan inmediatamente en alerta. Al cabo de un breve instante, un hombre entra rápidamente en la tienda.

-Mi señor… se acercan jinetes… son tres docenas -dice el guerrero casi sin aliento.

-¿Grimborn? -pregunta directamente Éogar.

-No mi señor, vienen del sur.

-Frána y sus malditos wulfingas… -dice entre dientes el Mariscal con un más que claro desprecio- Dad tres toques de cuerno, que todos los jinetes en las cercanías regresen al campamento.

Luego de recibir sus órdenes, el hombre se marcha y el Señor del Folde Oeste se dirige a vosotros.

-Si en verdad servís a Rohan, preparaos para el combate. Puede que tengamos que solucionar este problema antes de encargarnos de los dunlendinos.

Inmediatamente Éogar y Mildryd salen de la tienda y por eso a vosotros no os queda más remedio que seguirles.

Luego de poco menos de media hora y con los cuernos sonando tres veces seguidas en varios intervalos, el caótico y errático campamento que visteis al llegar se transforma en un verdadero acantonamiento de jinetes y poco más de una treintena de guerreros, los mejores hombres y mujeres del éored de Éogar, se encuentran a lomos de sus monturas y preparados para el combate.

Unos minutos más tarde, los vigías dan la alerta y señalan un numeroso grupo de jinetes que avanza al galope desde las suaves colinas del sur y cuyo destino parece ser el campamento en el que estáis. Aunque a la distancia os parecen rohirrim ya que portan cotas de malla, yelmos con crines de caballo, escudos redondos y recias lanzas, al acercarse lo suficiente os dais cuenta que no lo son ya que también llevan parte del rostro pintado de azul, las sillas y bridas de sus monturas están adornadas con colmillos y pieles de animales y más de la mitad de ellos son de cabellos oscuros.
A pesar de que se podría decir que ninguno de vosotros habéis visto antes a uno de ellos antes, por lo que murmuran los guerreros no tardáis en daros cuenta que se tratan de wulfingas, un pueblo originario de la Marca Occidental y que tienen tanto sangre rohirrim como dunlendina. Hace más de doscientos años eran vasallos de Freca pero luego de que el Rey Helm Mano de Hierro le matara de un puñetazo, ganándose así su sobrenombre, siguieron a su hijo Wulf en su búsqueda de venganza y conquistaron la mayor parte de la Marca hasta que el Rey Fréaláf Hildeson, sobrino de Helm, y los gondorianos les expulsaron definitivamente aunque no fue hasta el reinado de Folcwine, tataranieto de Fréaláf y abuelo de Thengel, que los wulfingas juraron lealtad al trono de Edoras. Actualmente sirven a Frána, descendiente de Wulf y Señor de la fortaleza de Frecasburgo, y aunque nominalmente son leales a Rohan, las relaciones son tensas debido a la beligerante actitud de Éogar y al casamiento de Frána con Glenys, la hija del más importante cacique dunlendino de la región y que es quien gobierna el extremo noroeste de la Marca Occidental.

Finalmente, los jinetes wulfingas se acercan lo suficiente al campamento pero en lugar de cargar, frenan a sus monturas y se detienen a pocos metros de donde están Éogar sus hombres. Acto seguido, el que parece ser el líder se adelanta unos pasos con intención de parlamentar aunque en su rostro solo se puede ver odio.

El líder de los jinetes es un hombre alto de poco más de treinta años, de aspecto sombrío y actitudes temerarias, de barba y cabello suelto hasta los hombros de color castaño oscuro y con la mitad del rostro pintado con varias franjas en azul, además lleva una cota de malla, una espada en el cinto y una pesada capa de piel de huargo. También lleva anillos, brazaletes y un collar de oro al estilo de los rohirrim.

De un ágil salto, el wulfinga baja de su caballo y después de dar un par de pasos hacia Éogar, desenvaina su espada con tal rapidez que solo alcanzáis a ver el brillo metálico de la hoja. Sin embargo, antes de que los hombres del Mariscal puedan reaccionar, el líder de los jinetes clava con furia su arma en el suelo en una clara actitud desafiante. Luego centra su mirada cargada de odio en Éogar.

-¡¿“Gente de la Marca”, que creéis que estáis haciendo en las tierras de mi señor?! -pregunta retóricamente y a viva voz el wulfinga con obvio un tono despectivo- ¡No tenéis razones para estar aquí! ¡Y tú, Éogar, reúne a tus lacayos y regresa a tus praderas y graneros! ¡Tus días de saquear la Marca Occidental se han acabado! -agrega el líder de los jinetes.

A pesar de que han pasado varios años, reconoces casi de inmediato al líder de los jinetes wulfingas: se trata de Déormód, sobrino de Frána y capitán de sus huestes.

Recuerdas que en tu último año en Stanshelf, Frána visitó los dominios del Señor Trimbold para pedir formalmente la mano de Edelyn y fue en ese momento cuando conociste brevemente a Déormód ya este que formaba parte de la comitiva de su tío. A pesar de que estabas cegado por tu amor a Edelyn y odiabas a Frána y a todos sus parientes, incluso en ese momento Déormód te cayó bien ya que se parecía bastante a ti aunque era más furibundo y temerario, lo cual no parece haber cambiado. También recuerdas que llegaste a aceptar su propuesta de una pelea amistosa a puñetazos, en parte por el desafío y en parte para descargar tu frustración, la cual terminó en tablas.

Si quisieras, podrías intervenir para mediar en la situación pero eso implicaría confiar en tus escasas habilidades diplomáticas y también revelar tu identidad. Además, no solo no tienes garantías de que Déormód te haga caso sino que Éogar y sus hombres no tardarán en tacharte de traidor o de espía y de expulsarte en el mejor de los casos o de ejecutarte en el peor, con la opción de los grilletes y la espera de juicio como opción intermedia.

Mientras que Éogar se adelanta y comienza a discutir acaloradamente con el wulfinga, Mildryd se acerca a vosotros.

-Ese es Déormód, el sobrino de Frána, y a menos que me acerque para tranquilizar a Éogar, el Mariscal no tardará en partirle la cabeza de un espadazo y así empezar una guerra que la Marca no necesita -os dice la escudera con una apabullante franqueza- Por eso, lo mejor sería que os marchéis y ayudéis en la búsqueda de Lady Esfled. Cabalgad hacia el este y una vez lleguéis al extremo noreste del bosque, comenzad a examinar los alrededores en busca de cualquier rastro o pista que hayamos pasado por alto -agrega Mildryd- Si tenéis alguna pregunta, este es el momento, sino marchaos ya.

Mildryd parece una persona juiciosa, tras esa primera impresión de guerrera implacable. Seguramente no da cuartel una vez se han desenvainado las espadas y empuñado las lanzas, pero también parece saber qué guerras hay que luchar y cuáles evitar. No es tarea mía decidir nada sobre el enlace matrimonial que nos propusieron Morwen y Thengel, pero por el breve contacto que hemos tenido con ambos pretendientes, parece una oportunidad única en la Marca.

- Sus palabras son tan sabias como seguro que afilada es su espada, dama Mildryd. -respondo a la capitana-. Espero no retornar de nuestra búsqueda con las manos vacías. Pero también espero que si encontramos a la señora Esfled, no volvamos a un campamento arrasado ni para contemplar los cadáveres de bravos jinetes. Por mi parte, sí tengo una última pregunta antes de partir. Mientras seguíais el rastro de los secuestradores ¿os fue posible identificar su número aproximado? No querría caer sobre ellos si los encontramos, para vernos luego atrapados por un grupo mayor del que nuestros brazos pueden enfrentar. 

Al escuchar las palabras de Narieth, Mildryd lanza un breve y simple “Ja”.

-No me malinterpretéis, a mi también me gustaría darle un buen puñetazo a ese tonto de Déormód. Esto no tiene nada que ver con la sabiduría sino con la estrategia: Un enfrentamiento con la gente de Frána no solo nos causaría futuros problemas con los wulfingas y con el propio Rey Thengel sino que también nos llevaría a un derramamiento de sangre en el que no habría un claro vencedor ya que ambas fuerzas están igualadas -os explica la escudera mostrando un enfoque bastante pragmático- Haré todo lo posible para evitar una pelea pero si nos vemos obligados a retirarnos, nos reagruparemos en el viejo campamento por el cual seguramente habéis pasado cuando cabalgabais hacia aquí. El joven Erkenbrand necesitará la guía de sus padres y si yo no puedo garantizar la supervivencia de Éogar, espero que vosotros consigáis rescatar a Lady Esfled -agrega con un tono serio que señala la importancia de vuestro éxito- En cuanto al número de secuestradores, no lo sabemos con certeza pero por las huellas calculamos que son más de seis pero menos de una decena. Puede que a penas lleguen a superaros en número pero aun así van ligeramente equipados, de lo contrario los habríamos alcanzado antes de que lleguen al bosque, por lo que sus armaduras no serán rival para vuestras lanzas, espadas y hachas.

El tiempo para rescatar a Lady Esfled era cada vez menos y los hechos aceleraban el tiempo, no sólo estaba el temor de lo que pudieran hacerle mientras estuviera en cautiverio, sino que ahora había una amenza de entrar en batalla con los wulfingas. Intento no hacer perder el tiempo a Mildryd, ni que tampoco no entretenernos nosotros aquí para poder partir cuanto antes.

-Mi señora, ¿hubo rastros que pudieron decirles de que pueblo exactamente son los secuestradores?

Me mantuve estoico ante las palabras de respuesta de Éogar pero tampoco podía rechazar la ayuda ofrecida así que al menos seguíamos con la misión adelante. Mientras se debatía donde podríamos ofrecer auxilio llegó un grupo de jinetes wuflingas, aseguró uno de los vigías, tras la orden de tres toques de corneta, salimos junto a Éogar y Mildryd al encuentro de los wuflingas. 

Reconocí a Déormod, por su reputación. Ninguno vimos necesidad de intervenir pues para ello estaban Mildryd y Éogar. Lo que sí se hizo es recabar la información que podía proporcionarnos Mildryd con respecto a Lady Esfled:-Iré a preparar los caballos mientras termináis de preguntar.-dije mientras mantenía un semblante sereno ante la situación y me dirigí hacia los caballos de todos para darles un poco de comida y agua para partir en cuanto viniera el resto. 

Que apareciera Déormód hizo que me asaltaran los recuerdos de la infancia y recé a los antiguos dioses para que no me reconociera. El tiempo me ha cambiado del zagal que era mientras estuve al servicio de Trimbold y eso era a lo que me aferraba. No intervine por, entre otras razones, para salvar mi propio pellejo y no poner en peligro la misión para la cuál nos encontrábamos allí. 

Que Dengal pregunte que pueblo dunledino es el que ha organizado el secuestro de Esfled no ayuda por que de ser alguno de los pueblos que conozco sería la sentencia de muerte de alguno. La mayoría de los pueblos Dunledinos son nómadas y no se inmiscuyen en los asuntos de la Marca ni de los otros clanes, como el mío.

Todo ello me dejaba un mal cuerpo y tenía que centrarme en otra cosa. Los caballos es una buena escapatoria. 

-No, además ¿de que serviría saber de qué pueblo son? -le responde Mildryd a Dengal- Son dunlendinos y deben de estar dentro del bosque, eso es lo que importa. Ya averiguaremos de donde provenían cuando los capturemos o examinemos sus cadáveres.

Elevando los ojos hasta ponerlos en blanco Eothred murmura:

-Si no tuvieran a la noble le prenderiamos fuego al bosque y solucionariamos el problema.