Partida Rol por web

Farah estaba por quedarse dormida. De repente, la vio. Era la misma hada que ayer. Estaba en la ventana de su cabaña, tomando la leche dulce que le había preparado.

Había probado con manzanas, naranjas, fresas, pan, queso y hasta con cerveza, pero nada. Ayer había bebido aquella bebida y luego se había ido. Hoy Farah le había preparado poca cantidad y la había dejado en el mismo lugar. Sin embargo, tenía otro cuenco en las manos.

El hada se quedó mirando alrededor, miró hacia afuera, la miró a ella, dudando, pero luego de un rato, voló hacia el cuenco y se puso de cuclillas en el borde, mirándola a ella. Farah se quedó quieta, y comenzó a murmurar una melodía, suavemente.

La criatura le sonrió y siguió bebiendo.

Súbitamente, el hada levantó la cabeza y miró hacia la puerta. Farah no escuchó nada, pero cuando volvió a mirar el cuenco ya no estaba ahí.

Unos momentos después comenzó a escuchar el ruido de los cascos de un caballo. Observó por la mirilla de la puerta: Se acercaba un jinete solitario.

El ruido de los cascos contra el suelo rompe el pequeño encantamiento que se ha producido unos momentos antes con el pequeño ser feérico. Suspira y deja el cuenco de leche dulce en el cubo para lavar y de se acerca a la puerta para abrirla después de ver que se acerca un jinete. No suele acercarse mucha gente a esa parte del pueblo, si es que puede decirse que su cabaña está cerca de él.

Se mantiene a la espera del jinete mirando desde la entrada de la casa. Ahora es ella la que tiene que vigilarla pues su madre se fue en una nueva misión especial para el Rey o algo así. Pero ¿quién es ese jinete? Seguramente se ha perdido de camino al pueblo pues no suelen recibir muchas visitas de gente extraña, ni de conocidos, suelen ser ellas las que acuden al pueblo cuando la ocasión lo requiere.

El recién llegado bajó de un caballo negro como la noche, lleno de marcas y rasguños pero cuyos músculos reflejaban la luz del sol sobre su pelaje.

Se sacudió el polvo de sus ropas, creando una pequeña nube de suciedad que flotó unos instantes a través de la claridad que se filtraba entre las copas de los arboles.

Luego se acercó y Farah pudo ver su rostro: Era Dragomir Espadabrillante, uno de "Los Bendecidos", uno de los compañeros que habían partido hacía ya 6 meses. Uno de los amigos de su madre.

El rostro de Dragomir reflejaba un infinito cansancio, sus ropas kilómetros y kilómetros de viaje. Andaba con una vieja armadura de escamas, negra como su corcel, una capa del mismo color, y de su cintura colgaba el arma que le había dado su apodo: Danzarina, una espada de factura excepcional, de la que Farah había oído mucho. Aquel había sido un guerrero formidable, y todavía era uno de los mejores, si creías lo que decían en el pueblo. 

Cuando se acercó la miró con unos ojos cansados, que habían visto demasiado.

- Pero si es la pequeña Farah -exclamó sonriendo y golpeándose una pierna. Pero si estás hermosa, niña! Bueno, que digo niña, si ya eres toda una mujer. Tu madre no exageraba ni un poco cuando hablaba de tu belleza. Y que, ¿Me vas a invitar a pasar, o te vas a quedar parada ahí?

Uno de los compañeros de su madre, Dragomir. Es raro que acudan a casa los compañeros de su madre, normalmente eran ellas las que iban al pueblo para las reuniones y no es algo que haya cambiado mucho desde que era pequeña, pero la verdad es que hace mucho que no ve a todos esos héroes que se juegan el cuello por el Rey.

-Hola Dragomir - sonríe mientras se hace a un lado y le deja pasar -. No solemos tener visitas, así que por eso he salido a ver quien era.

Se acerca a la pequeña zona de la cocina y coge una jarra de agua y uno de los vasos más grandes y se acerca al sillón que hay junto al fuego.

-Siéntate en el sillón y descansa. No puedo ofrecerte más que agua, pero podría acercarme al pueblo a traer vino o cerveza si lo prefieres.

Deja las cosas en una mesa auxiliar junto al sillón que su madre normalmente usa para los quehaceres de la casa: costura o ese tipo de cosas. Arrastra una silla más dura para sentarse frente a él.

-Y ¿qué es lo que traer al gran Dragomir a mi humilde morada?

El porte de Dragomir, si bien acusaba algunos años, era intimidante. Su metro ochenta y cinco de altura y su andar elegante pero cansado daba cuenta de una vida llena de vivencias. Era delgado, pero cada milímetro de su cuerpo era pura fibra.

Pasó a la cabaña, se quitó la capa y la dejó en el respaldo de una silla. Luego se sentó en el sillón que le indicaba Farah.

- Un poco de agua caliente con limón estará bien, si tienes, una costumbre de viajero -contestó ante el ofrecimiento de la chica.

Cuando tuvo el vaso en la mano le dio un sorbo y se recostó. Cuando Farah se sentó frente a él la miró fijo con aquellos ojos intensos.

- Tu madre está en peligro.

Lo soltó con rudeza, pero con algo de calidez en la voz, preocupado. 

- Ya te contaré los detalles, pero quiero que me acompañes a buscarla. A ella y a los demás, a Excelsior, a Rolón, a Indra. A todos ellos. Yo solo no puedo.

Un poco más y se cae de la silla al escuchar que su madre está en peligro. No puede perder a lo único que tiene en el mundo, a su amada madre que le ha enseñado todo lo que sabe y que aun le queda mucho por enseñar... y sobre todo porque la necesita para poder sobrevivir. Es un pensamiento egoísta, por supuesto, pero aun no está preparada para desprenderse de ella de esa forma.

-Qué ha pasado!? - dice levantándose y acercándose a Dragomir, preocupada y asustada a partes iguales y muy exigente con la respuesta. No quiere que Dragomir se guarde lo que sabe, tiene que decírselo sí o sí si quiere que le acompañe... aunque lo hará igualmente - Era demasiado difícil la misión? A donde os han enviado está vez: a las profundidades del mundo? A las Montañas del Trueno?

Y qué puedo hacer yo, si no soy más que una simple bailarina que se ha iniciado hace poco? piensa preocupada por no poder estar a la altura de la situación. Si su madre, acompañada de los guerreros y hechiceros más fuertes, está en peligro, ¿cómo puede ayudar alguien tan joven como ella en esa empresa? Nunca ha tratado de poner a prueba sus dotes de seducción ni ha tratado de envenenar a nadie... es posible que sea más una carga que una ayuda.

Cuando Farah menciona las Montañas del Trueno la mirada de Dragomir se ensombrece y su mirada busca el suelo.

Ambos se quedan en silencio durante un tiempo indefinido, en el que lo único que se escucha son los ruidos del bosque, ahí afuera. Finalmente, levanta la vista y la vuelve a mirar con intensidad y determinación.

- Hubo un derrumbe, yo quedé separado de ellos, a la última que vi fue a tu madre. He venido a buscarlos a todos ustedes, a sus hijos. Fui con el duque, pero el maldito gordo imbécil se burló de mi. Recoje tus cosas, si quieres venir. No voy a mentirte, va a ser lo mas peligroso que vas a vivir en tu vida, y puede que no vuelvas.

Por un momento nota que sus piernas tiemblan y que es posible que no le puedan sostener, pero intenta mantenerse en pie a pesar de estar asustada y temblando. Las Montañas del Trueno... ha dicho ese lugar porque cree que es el más peligroso de todos, pero no pensaba que fuese cierto... ¿Y si no la vuelve a ver? ¿Y que pensará de ella si no hace todo lo posible por ayudarla? Ella iría al fin del mundo por su hija, así que Farah irá a encontrar el fin del mundo si hace falta.

-No soy muy útil... no se luchar y esas cosas... pero iré igualmente... Mamá lo haría por mí y nunca me lo perdonaré su me quedo aquí sentada esperando que otros vayan a por ella.

Se separa de Dragomir y mira a su alrededor. Si van a las Montañas no puede llevar mucho equipaje... quizá un par de mudas más la ropa que lleva en esos momentos, unos zapatos cómodos y la capa más abrigada que tenga... a parte debería llevarse los venenos preparados y las dagas... nunca se sabe con que clase de fieras se pueden encontrar... con una mano le pide que espere mientras abre una de las puertas que conecta con las habitaciones... se escucha el ruido típico del embalar las cosas.

Tras unos 10 minutos sale con una bolsa de viaje no muy abultada, es una chica, pero no necesita llevarse toda la casa a cuestas, y después entra en la habitación de al lado, la de Alma, de donde sale con un juego de dagas, y una cajeta en forma de joyero.

-Creo que lo tengo todo... las dagas, el maquillaje, los venenos y la ropa... oh! el kid por si necesito preparar más... - mete la cajita en la bolsa y se acerca a uno de los armarios de la zona de la cocina de donde saca un kid para preparar sus venenos y lo guarda también... - creo que ahora si que estoy.