Partida Rol por web

- Ummm, Gloin tiene una especie de residencia permanente en la ciudad, podemos ir a hablar con él. Gloin es un enano de alto linaje, si alguien tiene información será él.

Yo...

A riesgo de sonar otra vez como estricto, Ioli habló con sinceridad.

Yo no estoy seguro. Aunque desde de la gran batalla esta zona ha estado más calmada, siguen habiendo peligros y amenazas a mi pueblo sin necesidad de viajar hasta la Montaña Solitaria a socorrer a gente extranjera.

Miró directamente a Akin, como disculpándose.

No pretendo causar afrenta a tu pueblo, pero tampoco ambiciono el oro de la Montaña. Ioli estaba más tranquilo después de aclarar eso. De saber sus amigos y familia que corría a rescatar a enanos con la promesa de oro cuando podía hacer falta aquí, ¿qué pensarían? La palabra "mercenario"  era una de las últimas cosas que deseaba oir sobre sí mismo.

En todo caso, os acompañaré a esa embajada, y solo tomaré mi decisión tras oir al sabio Gloin, su barba crezca aún por muchos años.

Hizo una pequeña inclinación de cabeza hacia Akin, esperando que los buenos deseos, expresados a la costumbre enana, compensaran cualquier mala impresión que el guerrero barbudo pudiera haberse llevado por sus dudas.

- Gentes de aquí o de allá... Soy enano, para nosotros la familia y el clan lo es todo, pero los tiempos cambian. No hace mucho han luchado aquí juntos enanos hombres y elfos, porque el enemigo es común a todos. El mal que no combatas ahora porque no es el mal de tu gente, te encontrará más tarde. Los aliados somos muchos, el enemigo es uno. Y aunque no tengo ningún don profético, a no mucho tardar nos daremos cuenta de ello... 

- ¿Pero no estamos buscando aventuras? Yo me he alejado mucho de mi casa y no me importa ir más lejos si descubrimos cosas interesantes, cierto que si pudiéramos hacer algo aquí antes de irnos nos permitiría empezar a conocernos y sembrar una reputación pero si lo único que tenemos es a Gloin y los mensajeros perdidos yo voto por ir.

El elfo bebe lentamente de su copa y mira a sus compañeros, y al enano.

- Yo también he sido emisario de los míos. La desaparición de mensajeros del rey enano no es buena noticia para ninguno de aquellos que se enfrentan a la Oscuridad. Así que contad conmigo - dice con sencillez- Si fuéramos al lugar donde desaparecieron los emisarios, tal vez podría hacer algo para saber lo que les ocurrió

- Si con mi vida o con mi muerte puedo ayudar, cuenta conmigo también. - Dijo Mata con una mueca de satisfacción. - Además, creo que no tenemos nada mejor que hacer en este momento. -

El perro se revolvió en el suelo y su amo le dió un golpecito con el pie. ¿Se había dormido y estaba soñando?

- Pero primero, una última ronda para brindar por el éxito de la misión que vamos a emprender. -

Mata hizo un gesto con la mano llamando al camarero para que vuelva a rellenar las jarras de sus compañeros.

Ioli, quizá por primera vez en la noche, sonrió ampliamente. No cabía duda de que esta colección de extranjeros tenía buen ánimo, y le alegró descubrir que el dinero parecía importarles tan poco como a él mismo.

Salud.

Dijo con regocijo apenas habían servido la nueva ronda. La aventura parecía que le llamaba, despues de todo, aunque todavía habían muchas dudas. La elección de las palabras de sus compañeros le parecía a Ioli cargada de augurios... aún no sabía si buenos o malos. Dejándose arrastrar por esa combinación de buen ánimo e inquietud, Ioli, hijo de Olvard, cerró los ojos y volvió a perderse en pensamientos muy lejanos, costumbre que sus recién conocidos compañeros empezaban ya a ver frecuente en él.

Tienes una visión borrosa: es de noche y estáis cerca de un río, o lago, en todo caso un volumen de agua considerable, todos los del grupo recién constituido lucháis contra un monstruo de gran tamaño (bastante más que un ser humano), que os ataca a golpetazos con una enorme clava.

No has visto nunca antes al monstruo con el que lucháis, pero no es ningún orco, ni siquiera un gran orco como los que se describen en los cantares de gesta de tu gente.

Ioli abrió los ojos y parpadeó repetidamente, como alguien que acababa de despertar en mitad de un sueño. Ya había tenido tantas de esas visiones como veranos había vivido, y aún así cada una de cierta forma le sorprendía. En cierto modo, todas eran distintas, y esta sin duda lo era: había augurado peligro antes, pero nunca para sí mismo.

Ahora estaba claro que compartiría destino con esos desconocidos. ¿Había tomado esa decisión por propia voluntad y así lo veía, o bien acababa de elegir ese camino por influencia de su precognición? Ioli nunca tenía claro hasta qué punto sus visiones eran causa o consecuencia. Lo cierto es que la decisión estaba tomada.

Ioli pensó en el horrible monstruo. Un peligro terrible. ¿Cuál era la enseñanza que debía extraer de ello? ¿Era una advertencia para que no viajara? ¿Era una forma de prepararle para el peligro? Si la realidad fuera el primer caso y Ioli aún así se uniera a la aventura ¿no estaría siendo un necio al ignorar el mensaje?, pero si la verdad era su segunda suposición, ¿no sería indigno rehuir cobardemente su destino?

Su padre siempre le dijo que pensaba demasiado, y que tenía la cabeza en las nubes. No podía evitarlo, y ahora tenía mucho más en lo que pensar. Lo único claro es que compartiría destino con esos desconocidos. Así estaba escrito.

Perfecto, ahora sólo te queda transmitirlo...o no.

Salís (con cierta desgana) de la cervecería, y os encamináis hacia la casa del Gobernador de la ciudad del Lago, junto a la cual se halla la  Embajada del reino Bajo la montaña, al frente de la que se halla Gloin, hijo de Groin.

El pequeño paseo os despeja la cabeza, y al cabo de un rato los guardias enanos os franquean la entrada. Unos instantes de espera y, de un aposento lateral, sale un enano de edad madura (apenas 163 añitos), limpiándose con impaciencia unas manchas de tinta de los dedos.

Va vestido con ropas lujosas ribeteadas en blanco, a juego con la tonalidad de las dos puntas de su bifurcada barba.

Akin se adelantó a hablar con Gloin, algo que pocas veces se vería en el grupo. Lo suyo era cascar nueces, no servir de portavoz. Sin embargo era un enano, su interlocutor otro enano, y venían para ayudar a buscar a dos enanos perdidos. El que él fuese quien iniciase la conversación parecía lógico.

- Mi señor -comenzó dirigiéndose a Gloin tras un gesto de respeto- Hemos escuchado el rumor de que dos de los de nuestra raza han desaparecido, dos mensajeros del reino bajo la montaña. En estos momentos mis compañeros y yo nos encontramos desocupados, y nos gustaría partir en su búsqueda si nos dais vuestro permiso y la información de la que dispongáis.

Fredegar niega levemente con la cabeza cuando habla Akin al ver que ni si quiera se ha presentado.

- Discúlpeme su señoría, si bien es cierto todo lo que ha dicho el buen Akin, entiendo que os gustaría saber además con quién estáis hablando. Mi nombre es Fredegar Madriguera y soy un hobbit de la Comarca; entre mis habilidades están el sigilo y las canciones...aunque sé defenderme con la espada - y posa su mano en la empuñadura de su espada corta.

- El que os ha hablado es Akin Brasas Calientes, enano de la Montaña Solitaria y en su rostro muestra su experiencia combatiendo orcos. A su derecha está Mata Dalam, un hombre de los bosques ducho en la exploración y la caza además de temible con su hacha. Por este lado, y hace un gesto con la mano, está Ioli, hijo de Olvard, que no solo utiliza la lanza y el arco para combatir sino que es una inspiración para los que luchan a su lado. Y por último pero no menos importante está Eurainon, emisario del Bosque Negro, que es tan mortal con su lanza como planificando estrategias, además de una fuente de conocimiento de todo tipo.