Partida Rol por web

El último bandazo, que dejaba en evidencia a los anteriores, no ayudaba a los nervios de Urtzi. Con su cuerpo ya afectado por el estrés de la supuesta persecución, el adepto se levantó con más dificultad de la esperada. Aunque sus esfuerzos por no soltar su fusil bajo ningún concepto tampoco le ayudaban a la hora de maniobrar para incorporarse. Pero finalmente lo consiguió para encontrarse con un panorama todavía más confuso. 

Con los ojos entrecerrados Urtzi intentaba evitar la molestia que suponía el vapor que se estaba filtrando por una tubería rota a causa del brusco pilotaje de la nave. Justo en aquel momento, cuando el ritmo de su transporte parecía disminuir, los tres acólitos allí presentes pudieron ver una nave que tenía altas probabilidades de ser causante de todo el revuelo. Con su ojo analítico, el adepto se fijó en el desvencijado vehículo esperando ver algo relevante.

Arcturus no atinaba a hacer nada de provecho con la fuga, y se movía de un lado a otro con gestos bruscos, notablemente nervioso. Al final hizo un ademán de abandono con las manos, se colocó su manto antifragmentación, se enfundó la pistola láser al cinto, acopló un cuchillo en su bota y tomó su rifle, un arma con bayoneta de aspecto bizarro. Miró a Urtzi, y luego a Taikel, y se dirigió al ojo de buey, buscando ansioso la amenazadora nave que se aproximaba.

Todo era propio de un ataque entre naves, aunque Isolda solía ser la que atacaba a los herejes. Era una experiencia nueva para ella. El bandazo la mandó lejos y cuando se recuperó no pudo evitar sonreír bajo la máscara de una forma un tanto maliciosa- no seré la única con un brazo menos -pensó mientras veía como uno de los que estaban en esa cubierta parecía haberse lesionado un brazo, puede que hasta perderlo.

Movió la mano buena para que el guantelete suspensor se ajustara perfectamente, tras lo que sacó el bolter y se dispuso a enfrentarse a lo que entrara. Ya había perdido un brazo por no usar ese arma, no repetiría el mismo error.

El arbites había quedado aturdido tras el impacto del arpón contra la cubierta. Había tardo más en responder de lo normal y se maldijo por ello. Orionus, no muy lejos de él ya estaba en pie y, con buen criterio había empezado a organizar a los defensores. Alabado fuera el Emperador, quizás aún se podía hacer un buen agente de aquel, habitualmente indisciplinado joven.

El viejo sacudió la cabeza hacia los lados en un intento de quitarse la sensación de mareo. Ayudó a levantarse a la sororitas, que había caido al suelo de culo no muy lejos de él y que El Emperador supiera por qué, estaba sonriendo.

- ¡Buscad cobertura! Todo el mundo a cubierto, preparar las armas y apuntad a la brecha - dando volcó una de las grandes mesas y se situó tras ella, tomando puntería con el rifle sobre la zona donde estaba enganchada el ancla.

- ¡Cuidado con el fuego cruzado! ¡y no empleeís granadas! - el arbites no pudo sin embargo mirar la bocacha de su nuevo lanzallamas bajo-cañón. Si la situación resultaba desesperada arrojaría un cono de llamas sobre los enemigos pero sería una medida desesperada. Las granadas incendiarias estaban descartadas. La última vez, había ardido una manzana de almacenes, lo que podían hacer en la nave era impensable.

- ¡Estamos siendo atacados! ¡abordaje inminente en la cubierta secundaria! ¡han alcanzado a la nave con lo que parece es un garfio gigantesco! - gritó, más que dijo el arbites por el comunicador.

- Puede que existan varias brechas ¡Preparaos para repelerlos si nos superan! - dijo, previniendo a los miembros del equipo que habían quedado atrás. Con un hilo de voz añadió - que El Emperador os proteja - y tiró hacia atrás de la palanca de armado de su rifle.

La nave asaltante se perdia entre la bruma, Heinrich no sabia a que distancia estaria, pero si que sabia que si querian abordarles no les quedaba mas remedio que pisar el suelo de la nave que los acolitos ocupaban en ese momento. 

Vio la sonrisa de la sororita y no pudo mas que compartirla, con un reflejo distorsionado por el cinismo, pero sonrisa al fin y al cabo.

-Supongo que ya es tarde para atrincherarnos en el camarote...

Dice sarcastico, no en vano ocupar una posicion con un solo punto de acceso que controlar es mucho mas facil de defender que la cubierta en la que se encuentran, donde los asaltantes pueden venir con mochilas propulsoras desde cualquier posicion.

Corriendo apoya su espalda en la barandilla de la cubierta, quiza no solo hubiera la nave de la que surgia el enorme harpon, mejor cubrirse del fuego graneado que pudieran hacer sus asaltantes antes del abordaje para eliminar posibles focos de resistencia.

Ya tenia su escopeta lista y preparada, por lo que ahora lo unico que hace es rezar una ininteligible oracion entre dientes que medio aprendio en su servicio en el mundo forja, el tecnoadepto le dijo que era para evitar el encasquillamiento, igual se estaba riendo del guardia, inexperto por aquel entonces, pero a Heinrich nunca se le habia encasquillado su arma, por lo que en su interior, creia fervientemente en dicha oracion.

En pocos tiempo habían pasado demasiadas cosas, salieron del camarote como un resorte, en apenas unos segundos habíamos formado en posición de defensa en el pasillo, llevábamos poco tiempo juntos pero ya se movían y actuaban como una pequeña unidad, eso podía ser la diferencia de que pudiéramos volver todos vivos de esta misión, conseguimos avanzar unos metros cuando otro golpe se produjo sobre la nave provocando una gran explosión y unos segundos de confusión, por fin habían conseguido juntar ambas naves, en el centro de la cubierta se veía un gran arpón que había conseguido su propósito, ahora solo cabía esperar que fuéramos abordados por quienes fueran que viajaran en esa nave, mientras escucho a Hieronymus busco algún lugar que me proporcione cobertura y apunto con mi rifle láser hacia la cubierta a la espera de poder tener un blanco a tiro. Tened cuidado, no os separéis muchos unos de otros , no sabemos lo que bajara de ahí y si tenemos que retroceder mejor estar todos cerca que no que alguno se quede retrasado.

Con cierto esfuerzo fuisteis capaces de reorganizaros tras el tremendo impacto que sacudió la nave. Los guardaespaldas de Octavia Nile habían hecho lo propio con su protegida y el hombre de la máscara que había conseguido ponerse de nuevo en pie, mientras que Quill se esforzaba por arrastrar a su voluminoso compañero hacia el pasillo de los camarotes.

Los tripulantes más alejados que había dispersos por la cubierta pronto se acercaron a la carrera, pero no habían recorrido todo el camino cuando la nave enemiga alcanzó por fin la Mártir Cygnan con un sonoro choque metálico, y a medida que la nave de chatarra ascendía para encararse con la cubierta superior, varias figuras humanas se dejaron caer deslizándose por cuerdas hasta los balcones de vuestra cubierta, aprovechando el enorme boquete abierto en los cristales por el arpón, y abriendo otros nuevos a base de disparar varias veces con sus pistolas de proyectil sólido.

Estaban vestidos con lo que parecían viejas y desgarradas túnicas de trabajo, y todos sin excepción llevaban capuchas y máscaras de gas. Aparte de su arma de fuego, la mayoría llevaban también un hacha que sostenían en la mano izquierda, rematada en punta en el lado opuesto al filo, y que uno de aquellos hombres usó para golpear brutalmente al desgraciado tripulante que había manejado la ametralladora pesada, y sobre quien habían descendido varios de los enemigos.

En breves instantes la nave de chatarra alcanzó a la mártir cygnan y bruscamente ascendió hasta situarse por encima de ella. No había un blanco claro, y aunque lo hubiera teníais ahora otro problema. La estancia comenzaba a llenarse de vapor, que si bien no parecía tremendamente letal, estaba comenzando a aumentar la temperatura y humedad de la habitación a un ritmo alarmante.

A vuestro alrededor la habitación parecía volverse neblinosa. Urtzi y Taikel comenzaron a toser, muy débilmente al principio, pero cada vez con más frecuencia. Incluso Arcturus, a pesar de su máscara filtradora, notaba que sus biocomponentes mecánicos estaban menos dispuestos a funcionar correctamente y se movía con alguna pequeña dificultad afectado por la abundante humedad proveniente del vapor.

Orionus observando el panorama del abordaje y teniendo a varios piratas delante de él. No podía ayudar al tripulante que tenían delante los piratas eso que decidió retirarse hacia atrás para refugiarse en la cobertura de Hieronymus detrás de él.

Cuando llego hasta él, se agacho y se pego a Hieronymus comentado "Con permiso" (con un tono gracioso) para dificultar el disparo de los piratas. Después de recuperar el aliento y la calma se puso apuntando con su rifle automático al pirata que tuviera a tiro desde su posición.

La voz del señor Homron a través del comunicador puso en estado de alarma cada célula del cuerpo de Urtzi. De no ser por la molestia del vapor que comenzaba a acumularse en el camarote, la expresión del adepto se hubiese congelado en un grito mudo. Por un instante, su mente se vio abrumada por el estrés de la situación pero aun así analizaba todos los hechos casi de modo inconsciente; como si hubiese un compartimento en su cerebro con un grado extraordinario de objetividad, capaz de aislarse de todo sentimiento para dedicarse únicamente a procesar la información. 

Allí estaban los tres acólitos, escondidos en un camarote con una atmósfera irrespirable en una nave que estaba siendo asaltada por bandidos o piratas. El primer paso a tomar resultaba más evidente con cada segundo que pasaba. -¡Te... tenemos que salir de aquí... o acabaremos asifixados!- Dijo Urtzi con esfuerzo mientras usaba una manga de su túnica a modo de filtro. -Reunámonos con el resto antes de que las cosas se compliquen demasiado.- Propuso mientras se acercaba a la puerta del dormitorio dispuesto a abrirla. No sabía cómo de intenso había sido el ataque, pero en su otra mano sujetaba su fusil dispuesto a usarlo si era necesario.

El vapor comenzaba a bajar y llenar todo el cuarto. Las palabras de Urtzi sacaron a Arcturus de su aturdimiento. Se irguió, se echó el rifle en bandolera y sacó la pistola, avanzando hacia Urtzi. Se interpuso entre este y la puerta, echando la mano libre al pomo. El adepto era de lejos el más agudo de todos ellos, y en esta misión además desempeñaba un papel fundamental. Arcturus se sintió obligado a ir delante, a ajercer su rol como guardaespaldas, también habida cuenta de que el psíquico no parecía reaccionar de ninguna manera ante la situación. Miró a Urtzi un momento y dijo llanamente:

-Yo iré delante, pero no iremos demasiado lejos ni demasiado rápido. Habrá que tener cuidado con los otros camarotes, no sabemos quién ha salido, ni si dispararán a la primera sombra que pase. Así que cuidado.

Activó el servocráneo y murmuró unas instrucciones para que flotae unos cuantos metros por delante y advirtiese de cualquier amenaza invisible para el grupo. Abrió la puerta, lo dejó salir y asomó cautelosamente la cabeza.

El comunicador chasqueó un par de veces cuando Arcturus lo activó.

-Salimos del camarote, ha resultado dañado. Dadnos alguna información de la situación y reunámonos.

La radio volvió a chasquear. Tras ella podía notarse el frío aliento de un tecnosacerdote preocupado.

Hieronymus escuchó la extraña voz del tecnosacerdote en su oido y no pudo sino sentir un cierto alivio. En el resto de la nave la situación no era como la que tenían delante.

- Equipo dos, aqui Jerome. Cubierta inferior infestada de enemigos. Cuento una docena de asaltantes. Cisten, Vymer, Quilll y Octavia están aqui, algunos heridos - Estamos atrincherados. Son menos, buscarán el cuerpo a cuerpo.

- Podremos rechazarlos - añadió con tono firme, que tenía tanto de orden como de información- Manteneos atentos. Manteneos a salvo. Pedid ayuda si es preciso - Añadió, su mayor preocupación era la protección de Urtzi y los demás no combatientes del equipo. Quién sabía si los asaltantes no habrían llegado a otras partes del costado expuesto de la nave.

- Corto - terminó, mientras apretaba con fuerza los dientes y el gatillo.

El arbites había girado el selector junto al cañón y conectado la llama del lanzallamas bajo-cañón. Dispuesto a incinerar a todos aquellos bastardos. Al menos a los cuatro que tenía más cerca. Pero uno de los tripulantes se interponía y Orionus estaba demasiado cerca y si se movía en el peor momento podría morir tan calciando como los asaltantes. El arbites soltó un bufido y giró el selector de nuevo, seleccionando munición sólida normal, al tiempo que barría la cubierta frente a él con fuego automático. Barrió hacia un lado y a otro sin apuntar demasiado bien. Estaba más preocupado de que aquellos tipos agacharan la cabeza y dieran al resto del equipo el tiempo suficiente para atrincherarse, poner a salvo a los heridos y abrir fuego sobre ellos.

Los proyectiles dieron contra el techo, los cristales y el suelo. Sin que al parecer nadie resultara herido.

Heinrich se encuentra a una distancia en la que no puede sacar todo el jugo a su escopeta, por lo que avanza junto a Isolda y apunta a los asaltantes que vienen por delante, utilizando el arpón como cobertura para los que vienen por el otro flanco.

-No voy a volver a contratar vuelos con esta empresa nunca mas.

Si los asaltantes buscaban el cuerpo a cuerpo, se encontrarian a Heinrich y su picadora de carne esperandoles.

La cosa se estaba poniendo complicada, de repente empezaron a asaltarnos varios grupos de hombres armados, había poco tiempo para tomar decisiones, lo primero era buscar una buena cobertura, avanzo deprisa hacia la cobertura que podría proporcionar el ancla que habían usado para el abordaje, y parapetandome en ella apunto a uno de los asaltantes...

Con rabia y angustia, Isolda tuvo que tragarse un grito de batalla en favor del Todopoderoso Emperador y su Santa Inquisición, lo que le hizo notar un regusto a bilis exagerado en la garganta, pero tenía una forma de desfogarse.

Optó por no esperar más y, asomándose ligeramente de ese ancla enorme, disparó con el bolter para intentar destrozar a alguno de los enemigos. Con suerte le haría un agujero lo suficientemente fuerte como para que se replantearan el entrar.

En un instante la cubierta se llenó de plomo y descargas láser. La descarga de balas de Hieronymus desconcertó a los atacantes más cercanos, que de inmediato intentaron refugiarse agazapados tras el cristal de los balcones, pero rápidamente los guardaespaldas de Octavia Nile, que habían formado como un escudo humano de dos personas con las rodillas apoyadas en el suelo, apoyaron con sus armas láser los disparos del arbitrador junto con el solitario tripulante que había quedado encerrado en el extremo más cercano a los enemigos. Incapaces de responder a los disparos, uno fue gravemente herido, aunque aún se mantenía en pie a duras penas, y otro cayó abatido. De los dos restantes que resultaron ilesos uno tuvo la osadía de usar para escudarse, tras rematarlo de un hachazo, el cuerpo del desgraciado tripulante sobre el que habían desencadenado su asalto, mientras que el último fue afortunado de encontrarse más alejado de la oleada de disparos.

Los guardaespaldas de Octavia Nile no parecían dispuestos a moverse de su posición, mientras que la propia Octavia se refugiaba tras ellos bien cerca del hombre enmascarado, que permanecía inmóvil aparentemente refugiándose también del tiroteo. El criado de Lanus Cisten se las había apañado para arrastrar a su amo hasta la entrada del pasillo hacia los camarotes y pugnaba por entrar tras él, mientras que Quill hizo lo propio con Vymer, e inmediatamente después se arrojó de un salto tras una mesa cercana, evaluando el terreno a su alrededor antes de entrar en combate...

Sin embargo en la otra dirección la situación no era tan favorable. El grupo más alejado se batía con los tripulantes por igual en combate cerrado y a distancia, y ya había heridos en ambos bandos; pero el grupo central era el que ahora reclamaba vuestra atención, ya que mientras os reorganizabais, algunos de ellos se habían lanzado en un asalto salvaje contra Heinrich e Isolda, ignorando las detonaciones del Bólter de esta última que dejaron grandes agujeros en la cubierta, y arrojándose al combate cuerpo a cuerpo como enloquecidos mientras sus compañeros avanzaban tras ellos, más rezagados, pero con las pistolas a punto para disparar.

Aunque los enemigos cargaron con fiereza, no parecían muy diestros en el combate, o tal vez nunca se habían enfrentado contra alguien plenamente entrenado para ello, y fueron incapaces de alcanzaros con sus armas, pero si no les sometíais rápido sería cuestión de tiempo que alguno finalmente consiguiera asestar un golpe certero.