Partida Rol por web

Isolda escuchaba las palabras del hombre de barba cana y no podía creerse ni una sola de las palabras que salían de su boca. ¿Que el Adeptus Terra certificaba todo lo que se ofrecía allí? Eso es imposible, como si el propio Adeptus Terra traicionara al Imperio. Seguro que era algún chalado traidor que quería llenarse los bolsillos a costa de los demás.

Cuando empezó a hablar del mapa y las instalaciones en las que iban a estar, Isolda no pudo evitar sentir un escalofrío.

Con paso tranquilo, la mujer se acercó al anciano arbitre y le dio sus opiniones.

-Mapas incompletos significa que ellos conocerán pasadizos desconocidos para nosotros. Esto parece una emboscada premeditada y estamos entrando de cabeza -dijo la mujer, aguantando todas las preocupaciones que tenían en la cabeza- alguien debería de explorar esas zonas.

Heinrich sonrie ante la perspicacia de la Sororitas. No era la primera vez que en una mision en la que la inteligencia no habia hecho bien su trabajo se encontraban con que su defensa inexpugnable era totalmente ineficaz porque habia un camino de cabras que el enemigo habia descubierto gracias a algun mutante del lugar.

-Bien dicho, Ines.

El guardia asiente a las indicaciones de Hieronymus. Siempre respetando las canas y la experiencia como superviviente del viejo arbites. Aunque no compartieran carrera, ni uno tuviera un rango mas alto que el otro, si que tenian una amistad y confianza que habian delimitado ciertas responsabilidades que el viejo asumio estoicamente y Heinrich cedio cinicamente.

Cogio una de las placas que los adeptos les ofrecian y echo un ojo a los objetos de la subasta buscando los que ya conocian gracias al comerciante independiente con el que hablo Urtzi de camino.

Tambien mira si hay alguna gargantilla u objeto con una descripcion a la similar a la que vi en mi "premonicion"

Desde luego todo esto resultaba un poco extraño, un Adeptus Terra que estaba encargado de la subasta, como si todo esto fuera una subasta legal y no en medio de la nada, escucho a Isolda a la vez que asiento con la cabeza ante sus palabras, no sabíamos lo que nos esperaba ahí dentro, pero todo apuntaba a una emboscada o algo peor.

Al observar el contenido de la placa de datos lo primero que os llamó la atención fue que, a pesar de la falta de contenido en la descripción de las salas interiores del complejo (ya advertida por Hiram Bland), el resto de datos eran detallados y perfectamente ordenados de acuerdo al protocolo habitual del Adeptus Terra; como oponiéndose deliberadamente a vuestras dudas acerca de la legitimidad de aquella subasta.

Eventualmente, todos comenzaron a avanzar hacia el complejo. Una vez frente al mismo los edificios os recordaron a una inmensa catedral, aunque de piedra negruzca y que expulsaba fuego y humo a cientos de metros sobre vosotros. Una hilera de estatuas de santos de 20 metros de altura que sostenían braseros ardientes precedían a las puertas dobles de piedra abiertas de par en par hacia el interior del edificio; tan enormes que un bípode de la guardia imperial podría atravesarlas completamente erguido.

Directamente en el dintel, dos servidores militares con armamento pesado custodiaban las puertas. Sin embargo, eran unos servidores tan antiguos que parecían inactivos. El óxido se había ensañado con sus mejoras augméticas, mientras su carne parecía reseca, grisacea, y apolillada; consumida parcialmente por gusanos que también debían haber perecido hacía tiempo. En aquellos momentos, tan solo parecían sumarse a las filas de estatuas que adornaban el lugar, y la posible labor de defensa que les hubiera correspondido a aquellos fieles guardianes sin alma recaía ahora sobre un grupo de soldados de las FDP, de idéntico uniforme que los que custodiaban el puerto, repartidos estratégicamente por la gran sala principal.

Apenas habíais entrado en el complejo, pero ya habíais visto varias puertas laterales, pasillos y escaleras; aunque nadie a la vista se dirigía hacia ellos. Por la sala principal adeptos y escribas, en ocasiones acompañados por servocraneos ayudantes, se movían aquí y allá en una silenciosa pero frenética actividad.

Hiram Bland señaló las puertas situadas a la derecha, las cámaras privadas que servirían de alojamiento a los invitados a la subasta durante su estancia aquí. Del mismo modo indicó cual sería la sala donde se realizaría la recepción en pocas horas. Con palabras apresuradas instó a todos los recién llegados a ponerse cómodos tras el viaje y se disculpó para retirarse a ultimar los detalles.

Echó un vistazo a la placa de datos mientras avanzaban hacia el gran complejo, pero la imponente construcción le hizo elevar la mirada y olvidarse del plano por un momento. El sobrecogedor edificio tenía algo sacro, pero a la vez impuro... Sintió lástima al pasar junto a los inertes servidores militares, todavía impresionantes en su decadencia; era una pena que clásicos de ese tipo se dejaran caer en desuso.

En la Sala Principal resonaban sordos los ecos de los ajetreados adeptos. Arcturus casi no prestó ateción a los nuevos alojamientos, y se le notaba ansioso por moverse. Tal vez los días a bordo. Miraba otra vez el plano del complejo, fijándose en toda su extensión, pero señaló la Sala Principal, donde seguramente podrían encontrar a otros asistentes a la subasta. Miró a Urtzi y a Homron, luego a los demás, expectante.

Apenas pasáis junto a los servidores te detienes un par de segundos, intentando distinguir aunque sea un detalle rápido. Sin embargo, no tienes éxito. Cualquier marca o signo del fabricante de sus augméticos había quedado borrada por el tiempo, así como su piel también había sufrido el deterioro de la carne, haciendo irreconocibles otros rasgos que pudieran haberte dado alguna pista sobre su procedencia.

El único atisbo de materia indemne de los servidores era un fragmento de electrotatuaje con una H mayúscula, que con toda seguridad había sido mayor tiempo atrás; pero aparte de eso, ya no eran más que unas ruinas del pasado esperando a convertirse en polvo bajo el peso del tiempo.

Orionus realizo con la cabeza un gesto de agradecimiento y despedida cuando se fue Hiram Bland. Luego comento al grupo "Estuvimos incómodos todos en los camarotes y pienso que no hemos descansado lo suficiente desde el abordaje del barco" "propongo que descansemos esas horas libres en estos camarotes antes de que empiece la subasta".

La ceja que enarca Heinrich sobresale por encima de su opaco visor.

-Estamos en un entorno desconocido. Omega, -Dice remarcando el nombre en clave del asesino, recordandole a este que mantenga cierta disciplina de comunicacion- aun no hemos investigado si nuestros enormes aposentos estan vigilados, que vias de escape hay, ni los enemigos a los que nos enfrentamos. Cuantos miembros del gremio de los afligidos hay? Cuantos de la FDP? Antes de pensar en descansar hay que terminar de trabajar. Y-Dice recordando un dicho de la guardia- El deber solo termina en la muerte.

A continuacion se dirige al resto del grupo. 

-Propongo dividirnos. El aposento es inmenso y hay que asegurarse de que no tenemos filtraciones ni accesos no registrados en estos mapas incompletos. Que un grupo se quede aqui inspeccionando la estancia y que el otro vaya a recabar inteligencia sobre los posibles retos y rivales a los que nos enfrentamos. Quien sabe, igual podemos averiguar que productos van a subastar.

El arbites asintió aunque sin concederse sonreir. Estaba satisfecho con la actitud de Heinrich. El sargento acabaría siendo, sin duda alguna, un gran oficial. Eso, si es que en algún momento la Inquisición prescindía de sus servicios y le devolvía a la Guardia.

- En efecto sargento. Estamos en un entorno desconocido. La exploración es obligatoria.

- Sin embargo, recomiendo prudencia, aparte de las palabras del administrador, lo que muestran estos mapas, es... simplemente inmenso. Jamás podríamos registrarlo todo, ni aunque fueramos diez veces más. Haría falta un regimiento o al menos dos compañias para hacerlo en un tiempo razonable. Nos limitaremos al área circundante a la subasta y los aposentos de los invitados - por la mente del arbites pasó la imagen de uno de aquellos servidores de combate, oxidado, abandonado y enloquecido poníendose en funcionamiento en algún rincón lejos de la vista del Emperador, haciendo pedazos a los adeptos inquisitoriales. Sin mencionar tan escalofriante imagen, continuó hablando.

- Lo que implica... vigilar nuestro propio alojamiento. Si Omega desea permanecer en éstos, adelante. Será el punto de referencia. Nadie debe alejarse más allá del alcance de los microcomunicadores. Si alguien se pierde más allá de éstos no habrá forma de encontrarlo. Comprobad el enlace de radio cada 10 minutos. Conoceís el protocolo - aseveró - aplicadlo. Los créditos que traemos, sin embargo, permanecerán con el grupo más numeroso - sin duda no había momento como aquel para realizar un golpe de mano y robar a los asistentes el dinero que habían traído a la subasta. No serían ellos las víctimas.

- Los demás, revisaremos la zona de la subasta. Intentaremos saber algo más de lo subastado y si la lista que obtuvo el Lord - señaló a Urtzi con un cabeceo - es correcta y está completa-

- Si veís a alguno de los que nos acompañaron en la Mártir, intentad sonsacarles lo que podaís. Quizás aqui se encuentren más relajados y habladores.

Observo con detenimiento que nadie nos preste mas atención de la debida mientras escucho como varios de mis compañeros van sugiriendo o imponiendo la forma mas acertada de actuar, como bien se ha dicho estamos en un entorno hostil, aparte de no separarnos mucho también deberíamos patrullar en parejas, nos costara mas tiempo formar un perímetro de seguridad, pero nos daría mayor seguridad.

Por más que buscó e hizo memoria, no hallaba una referencia clara sobre el gremio que se ocupaba del lugar. Pero no por ello la breve investigación había resultado del todo infructuosa pues el adepto tomó nota mental de los hábitos y funciones de grupos como éstos. ​-No sé nada de este gremio en concreto, señor Homron; pero si sé de otros similares y solo puedo decir que se entregan a su servicio al Emperador de la Humanidad y a su deber de preservación.- Resumió tras levantar la mirada de su tabla de datos. -No sería conveniente esperar mucha colaboración por su parte e incluso puede que causemos algún que otro revuelo si insistimos con esta gente. Cuentan con más de un fanático entre sus filas.- Añadió a su concisa explicación. 

Ahora ya solo debían aclarar cómo actuar. Todos hicieron su aportación al plan a seguir y la mejor opción comenzaba por asegurar los que serían sus aposentos para después inspeccionar el lugar. -Quizás pueda entablar conversación con el señor Lanus Cisten.- Propuso. -Creo que congeniamos la primera vez y tampoco sería descabellado preocuparme por su estado de salud tras... el incidente.- No sabía si le había llegado a salvar la vida pues Urtzi no tenía los conocimientos para evaluar su gravedad, pero si estaba seguro de que el señor Cisten podría estar en peor estado si Arcturus no llegan a atenderle durante el asalto. -El señor Cisten es de este planeta así que puede que conozca algo sobre los piratas y este mismo lugar.- Miró primero al señor Homron y luego a Gianna y a Heinrich. Esperaba que el primero secundase su propuesta y los otros dos lo acompañasen. Pese a ser Urtzi un adepto y sus compañeros hombres de acción, había congeniado con ellos. Casi se podía decir que su compañía le daba el valor suficiente para cumplir su papel.

Guiados como estabais por el resto de invitados de vuestra nave, y azuzados por adeptos de actitud solícita, os visteis dirigidos en primer lugar hacia vuestras habitaciones. Los pasillos eran anchos, y por las dimensiones del complejo las habitaciones de los diferentes grupos habían quedado en la mayoría de casos muy separadas entre sí.

Cuando os comenzásteis a separar a cada grupo le guió uno o un par de adeptos. En vuestro caso, era un hombre de mediana edad con mirada seria y calculadora; tras un par de giros por los laberínticos pasillos (convenientemente marcados y numerados con pintura nueva) llegásteis hasta una sólida puerta cerrada, que el adepto abrió con una basta llave de hierro. - Pasen - Sorprendentemente, el adepto entró en la habitación antes que vosotros en lugar de simplemente apartarse del camino.

Las habitaciones eran enormes, pero no mucho mejores en calidad de lo que habíais vivido a bordo de la Mártir Cygnan. Las paredes estaban cubiertas con camas separadas unas de otras por poco menos de un metro de distancia, y parte de un muro la separaba de una sala anexa con un ajado libro de oraciones y un cirio apagado, por lo demás, estaba vacía.

- Alabado sea el emperador de que al fin hayan llegado; y no lo suficientemente pronto, han ocurrido demasiados imprevistos. - Mientras hablaba, el adepto se esforzaba por liberar el brazo fuera de su túnica. Cuando lo consiguió, lo levantó en alto para que todos pudierais ver el símbolo de la inquisición tatuado en el costado, a la altura de las costillas. - Soy el informante de Ezequiél Sunder. Es decir... ya saben quien. SM. -

A medida que seguía hablando, el semblante serio del adepto se venía abajo. Cada vez hablaba más deprisa y de forma más nerviosa, alternando entre enfado, duda y miedo. A veces incluso parecía que simplemente hablase consigo mismo.

- Ni muy pronto, ni los suficientes... Podría haber enviado una escuadra de asalto si hubiera querido, o a esa bruja que tiene por mascota, incluso el propio viejo monstruo podría haber abandonado su torre por una vez... ¡Discúlpenme! He hablado de más, lo se, pero me aterra lo que pueda ocurrir a partir de ahora... -

Vuestras caras eran, como poco, de estupefacción, y no por falta de motivos. Ver vuestro rostro hizo reaccionar de nuevo al adepto - Es cierto, aún no están enterados... Oh, señor, daría lo que fuera porque hubiera venido un Astartes... Se lo resumiré, hace menos de un día que han entrado nuevos objetos a subasta de los que no sabíamos nada. No quiero ni imaginar lo qué son en realidad, pero me apuesto la mano derecha a que Marr aplastaría esta roca si supiera de ellos.

¿Saben también que varias naves celestes no han llegado a puerto? Ni una señal, simplemente dejaron de contactar. ¡Y no son los únicos! No puedo agradecer lo suficiente que ustedes hayan llegado de una pieza. Deberíamos irnos y alejarnos para siempre este lugar infestado de herejes y asesinos. -

Arcturus se vio un poco sobrepasado por la tensión del hombre. Hubiera esperado un informe más detallado (y sobre todo más tranquilo) sobre otros asistentes y esos nuevos objetos de la subasta. El caso es que no sabía mu bien cómo tratar al agente, y se puso a rebuscar en su botiquín.

-Veamos si tengo un calmante por aquí...

Mientras lo hacía se acercó a Urtzi, dando la espalda al recién llegado y habló en voz baja, muy grave. No le importaba si le oían los demás, pero la pregunta iba claramente destinada al erudito.

-¿Le dice algo una H? Los servidores militares de la entrada estaban marcados con una H. Llevo un rato dándole vueltas, no sé si será significativo...
 

Escucho las palabras de Urtzi, y cuando me mira durante un instante asiento con mi cabeza para hacerle saber que puede contar conmigo, poco a poco había surgido un lazo de camaradería entre ambos, desde luego si en mi mano estaba el poder ayudarle y mantenerlo a salvo no dudaría un instante en intentarlo, pero de momento esa visita tendría que esperar, somos dirigidos por un adepto hacia nuestra habitación donde para nuestra sorpresa resulta ser alguien aparentemente de nuestro propio bando, sin saber que decir o como reaccionar ante el comportamiento de este hombre me quedo a la espera de la reacción de los demás mientras vigilo la puerta de entrada a nuestra habitación.