Partida Rol por web

La demanda encubierta

El encargo - Escena de Juego

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09/09/2020, 11:02
Abdehamed, bautizado como "Abel"

Entonces Abel te miró, deteniéndose un poco. Esta vez no había visto jabalíes ni bandidos, sólo el pequeño puente que vadeaba el arroyo allá en la lejanía, y las casas bajas de Orcajos. Era cerca del mediodía, aún no había llegado.

¿Y bien, Manciego? Ahí está la mitad de nuestro viaje... -no sabías si era lamento o esperanza, pues el Cauce y la aldeíta estaban a medio camino de ambos castillos-. ¿Nos detenemos en la aldea a descansar o continuamos nuestro camino? -te preguntó-. Mira que... no quiero sorpresas, pero tal vez estés cansado. Tú dirás.

Notas de juego

Hay un post antes que éste al final de la pestaña anterior. Que no se te pase (a veces en los cambios de pestaña las actualizaciones no dan la novedad desde la anterior).

Lo de la imagen desaparecida era un paisaje con arbustos simplemente. Tú dirás si continuáis rectos o si os desviáis a Orcajos.

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10/09/2020, 19:02
Manciego

Que el camino fuera cuesta abajo ayudábanos a que recorriéramos más trayecto en menos tiempo, pero el enfrentamiento con el jabalí habíame dejado un tanto cansado y viendo en lontananza los tejados de Orcajos, y ante las palabras que dirigíame Abel, empecé a plantearme si sería buena idea hacer un alto para reponer fuerzas.

No solía agradarme demasiado hacer descansos innecesarios cuando estaba en medio de una tarea como la encomendada, pero si no sufríamos más contratiempos aún teníamos tiempo de sobra y un vaso de vino y algo de comer ayudaríanos bastante a continuar con la segunda parte del camino.

No las tengo todas conmigo Abel —comencé a decir dejando claras mis dudas—. Pero una pequeña parada quizás no nos venga mal del todo. Vayamos pues a Orcajos pero no nos detengamos demasiado.

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11/09/2020, 10:58
Director

Abel se reconfortó un poco por tu decisión... al principio. Luego comenzó a reflexionar acerca de si había sido correcta su propuesta de visitar Orcajos (por el tema de la presencia de bandidos). El joven converso estaba cansado de este viaje al que habíais dedicado simplemente un par de horas.

Tras descender el desnivel, llegásteis casi al margen del río. A vuestra izquierda se levantaba un paso de piedra, un puente de la época de roma o tal vez algo más nuevo. Esas zonas era excepcionalmente bajas; un terreno arcilloso y fértil para la siembra, que contrastaba bastante con la mata arbórea que habíais atravesado desde el castillo de las Flores.

A la derecha se ubicaba Orcajos, que no era sino un puñado de casuchas mal dispuestas, sin iglesia conocida, y cuyos habitantes se dejaban ver por el interior y los alrededores. Tras internaros en ella, comprobásteis que no había taberna alguna (en concreto y de manera precisa no había sino nueve casas, doce corrales y un par de almacenes. Un pequeño molino (o lo que debía ser un molino), se alzaba junto al río. Éste no tenía aspas ni rueda de madera, sino que era una casucha de piedra que debía moler con piedras rodadas en su interior mal y poco trigo.

Allí, había algunos habitantes por entre las viviendas. La verdad es que más de uno se os quedó mirando, y no precisamente de una forma amistosa. Sobre todo a Abel, por ser, tal vez, de piel más oscura que el resto.

Notas de juego

Lo dicho, estáis en Orcajos, pero no hay posada o taberna.

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11/09/2020, 13:55
Manciego

A medida que adentrábame en aquel pueblucho, que más que pueblo era una aldea de cuatro casas mal contadas, más cuenta dábame de la pésima idea que había tenido al desviarnos de nuestro camino. Ni taberna ni posada veíase por ninguna parte, lo que iba a hacer difícil que pudiéramos sentarnos a descansar. Y para colmo los lugareños mirábannos de malos modos, pues forasteros éramos y un moro acompañábame.

Creo mi buen Abel que aquí no encontraremos descanso —dije, intentando que los pocos aldeanos que nos encontrábamos no pudiéranme escuchar—. Será mejor que demos media vuelta. Ya haremos un alto en cualquier lugar del camino. Al fin y al cabo tampoco nos queda tanto del viaje.

Miraba a un lado y a otro con desconfianza, temiendo en cualquier momento alguno de esos bandidos de los que Abel había nombrado o cualquier lugareño con ganas de gresca nos salieran al paso.

Así que, agarrando a mi compañero del brazo, obliguélo a seguirme y dando media vuelta busqué salir de allí antes de que alguno de aquellos que nos miraban con mala cara dijérannos algo que no me gustase escuchar.

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11/09/2020, 21:51
Aldeanos de Orcajos

El miedo que Abel tenía por los bandidos lo compartías y ahora lo experimentabas... tal vez por aquellos habitantes de la aldea. Tres pares de ellos, en el momento en que pretendías marcharte de allí, os salieron al paso, como tapándoos el camino de salida, por el que habíais llegado. No dijeron nada unos instantes, sino que se dedicaron a miraros. Un tipo de cabellera negra con un arco a la espalda, y un moro que parecía ser secuaz suyo. No había muchas gentes dedicadas a cazar en los alrededores, por lo que pensaron lo evidente: tal vez fuérais bandidos que habíais...

...venido a este lugar. Y os lo digo -dijo uno de ellos, un hombre con harapos y botines de cuero-, que no morirá ninguno más de éstos vecinos -decía ahora, que también gozaba de barba larga y sucia, y era el más alto de los seis que se atrevieron a interponerse en el vuestro camino-. Mi hermano acabó despellejado, y el pastor que cuidaba cerdos de la aldea fue muerto también. Malnacidos. ¡Malnacidos! -os gritaron-. Entonces, poco a poco, se fueron acercando las gentes que quedaban en sus casas, viendo la escena. Parecían que los lugareños estaban muy molestos con las muertes acaecidas el lugar. ¿Y si ahora os despellejamos nosotros? ¿quien pagaría por veros en carne viva más que todos nos? ¡Nadie, descarriados! -alguien voceó desde detrás-.

Las gentes entonces formaron un círculo alrededor de vosotros, no con ánimo bondadoso precisamente.

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11/09/2020, 21:53
Abdehamed, bautizado como "Abel"

Entonces sentiste un sonido fino y estridente. Era Abel, que se estaba orinando encima. El muchacho te tomó el brazo, y apenas miraba a los ojos a la gente.

No, no, dis... dis... -el siervo calló cuando precisamente uno de los vecinos le gritó "¡Calla!"-.

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14/09/2020, 18:59
Manciego

No iba a negar que empezábame a preocupar mucho ante la clara amenaza de aquellos aldeanos que, poco a poco, fueron haciendo corrillo más que dispuestos a acabar con nuestras vidas sin hacer preguntas ni pedir explicaciones. Y cuando empezaron a hablar entonces dime cuenta que habíannos tomado por bandidos, como los que infestaban aquella zona tal y como don Juan habíanos dicho.

Somos dos mensajeros que venimos del castillo de don Juan —intenté elevar la voz por encima de sus gritos de odio, aunque mucho temíame yo que poco caso nos iban a hacer— y vamos a ver al barón don Ramiro para que ponga fin a los ataques de los bandidos. Pues en el ánimo de don Juan está acabar con esta lacra que asola estas tierras.

De nada servíame ya arrepentirme de haber decidido acercarnos al poblacho y, quizás por la ira que reflejábase en los rostros de los aldeanos, quizás porque dábame cuenta que buscaban en quién desfogar ese odio, temí más que nunca por mi vida en esos momentos ya que, dado que a mí poco se me daba hablar en público, no creía que aquellos pobres muertos de habre ficiéranme demasiado caso.

Mis pensamientos dirigiéronse a la mi esposa a la cual seguro que no iba a volver a ver y, levantando las manos con las palmas abiertas hacia la chusma, intenté lo que mis palabras no conseguían calmar. Que aquellos aldeanos creyeran lo que les decía y nos dejaran ir sin problema alguno.

Si don Juan se entera que nos habéis matado... Vuestro mayor problema no serán los bandidos —ya poco tenía que perder y por lo menos esperaba que las dudas se metieran en la mollera de aquellos pueblerinos.

- Tiradas (1)
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15/09/2020, 20:02
Director

Lo cierto es que los aldeanos no prestaron atención a tus palabras; parecía que sólo querían encontrar a alguien contra quien descargar su frustración por las dos muertes de sus impunes vecinos (o familiares) que los bandidos de la zona habían provocado. Creyendo que érais de tal calaña, no les convenciste y Abel no hizo más que encogerse entre sus hombros (como quien trata de protegerse de un impacto). Entonces se os echaron encima, y comenzaron a daros patadas y a arrearos con algún palo (quien lo tenía entre sus manos).

¡Apartaaaaad! -gritó entonces un hombre mientras estábais Abel y tu ya hechos un ovillo en el suelo, recibiendo envites y golpes a diestro y siniestro-. ¡Apartad imbéciles...! ¡Los vais a matar!-entre la multitud apareció un hombre empujando hacia los lados a los vecinos que os vapuleaban-. En cuestión de segundos dejásteis de sentir, tanto Abel como tú, golpes por doquier.

Abel estaba a un lado, hecho un ovillo también. Le sangraba la nariz y se dolía del estómago. Parece que había recibido a tu lado también lo suyo. Entonces, delante de tus narices viste los botnes de trapo del tipo que paró la desgracias. Tras levantar la mirada, un joven de ojos azules, barba con algunas canas y pelo rizado y marrón abalanzó sus brazos sobre tí para levantarte. Sentías magulladuras en tu cuerpo que aún no tenías, y tenías una brecha sobre la ceja... y otra en un hombro. El tipo te sacudió un poco.

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15/09/2020, 20:03
Reginaldo

Menuda panda... -dijo cuando estábais ya de pie-. Y la gente comenzó a largarse, dispersándose. El atracón de golpes se había terminado.

Esta gente no tiene perdón, pero les entiendo. Han matado a dos vecinos nuestros, y está claro que no sois vosotros... Yo tardaría menos en mataros que ellos si estuviera verdaderamente delante de uno de esos hideputas. Pero vosotros... -miró entonces a Abel, que era marcadamente más bajo que cualquiera de los presentes allí-, vosotros no sois bandidos. ¿Hombres de don Juan, decís? ¿Y cómo que vais a ver a don Ramiro? -decía entre extrañado y jocoso-. Ese cabrón no atiende el linde, y el otro cabrón no atiende a su aldea. Ambos dos son dos gatos de monte mal avenidos...

Notas de juego

Réstate un punto de vida, por la paliza.

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19/09/2020, 17:29
Manciego

Por más que me lo oliera fui incapaz de prepararme para la tunda de palos que aquella turba comenzó a darnos. Veíase la rabia y la frustración en cada uno de los golpes que tanto Abel como yo recibíamos, pero tenían que darse cuernta que nosotros no teníamos porqué pagar los errores de sus amos.

Encogíme sobre mí mismo, una vez caí al suelo, para protegerme la cabeza pues un mal golpe en ella podía matarme o dejarme demasiado tonto como para ser útil a alguien. Mas al ver que los golpes no parecían cesar y que todo mi cuerpo estaba recibiendo lo suyo, bien creí que tanto Abel como yo moriríamos en aquel pueblo de mierda y todo por la desidia de unos poderosos hacia sus aldeanos... como siempre sucedía.

Sin embargo los golpes cesaron, quizás gracias a la providencia que intentaba echarnos una mano o pudiera ser que alguien, como así resultó ser, ayudonos a no morir allí mismo apaleados como perros.

Con esfuerzo y sintiendo hasta el más mínimo milímetro de mi cuerpo dolorido, miré a aquel que nos había rescatado y que, tal y como le habían hecho caso los aldeanos, debía ser una figura respetada en la aldea.

Hombres de don Juan no somos exactamente. Somos sirvientes de don Álvar de Pumar y vinimos a acompañar a dos religiosos por un asunto importante —notóseme en la voz que aquella misión no era demasiado de mi agrado, pero el pan había que ganárselo—. Mientras esperamos que todo se solucione alojámonos en casa de don Juan y él mandonos, para ganarnos techo y pan, a hablar con su señor suegro sobre los bandidos que asolan estas tierras.

Permitime, de manera bastante fugaz, sonreír ante el último comentario pues no dejaba de tener razón.

Mi nombre es Manciego y el del mi compañero Abel —presenteme pues parecíame de recibo hacer tal cosa—. Y razón no te falta pues don Juan pretende que sea don Ramiro el que arregle el asunto de los bandidos y, después de todo lo oído, dudo mucho que éste préstese a hacer algo. Solo somos meros mensajeros que creíamos poder hacer un alto en el camino pero... —hice un gesto con la mano abarcando la aldea y sin añadir nada más, pues no hacía falta seguir hablando cuando quedaba bien claro a qué me estaba refiriendo—. Por cierto, aún no te he dado las gracias por ayudarnos a salvar la vida.

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20/09/2020, 11:02
Reginaldo

El tipo escuchó tu explicación comprendiendo todo a la primera. Parece que el razonamiento lo tenía más engrasado que sus congéneres de Orcajos. En sus ojos parecía saber que decíais la verdad.

Entiendo. La casualidad os trajo en vuestro viaje aquí, y aquí habéis recibido un buen recibimiento... -añadió-. Yo soy Reginaldo, y conocía al pastor que mataron aquí, pues yo cuidaba algunas cabras cerca de la marisma que hay más allá, junto al puente  de allá -se refería al puente romano-. Señores, os aconsejo que vayáis a ver a Ramiro y acabéis este asunto. Sí que hay verdaderos bandidos por aquí, y ésta gente es muy cerrada. Yo llevo aquí un par de años y al principio, de no ser por que llevaba éste bordón siempre conmigo, me hubieran mirado igual de mal que a vosotros... -ciertamente, su corpulencia también debía haber sido un factor importante-.

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20/09/2020, 11:02
Abdehamed, bautizado como "Abel"

¡Gracias, buen hombre! -dijo Abel una vez incorporado-. Y encima que venimos para un asunto de esta aldea... -decía Abel sacudiéndose las ropas y apretándose la cabeza...-. Bueno Manciego, ¿qué hacemos entonces? No quiero ni un instante estar más aquí... -Reginaldo se despidió de vosotros con el bordón, alzándolo un poco al aire, se giró y comenzó a andar hacia una de las casas del pueblo.

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24/09/2020, 16:33
Manciego

Gracias Reginaldo —apoyé mi mano en su hombro sintiendo que debíale una muy grande a nuestro salvador—. Si no llega a ser por ti no sé que hubiera sido de nosotros.

Muertos. Seguramente hubiéramos terminado muertos, pero por fortuna encontrábamonos de nuevo en pie y, aunque algo maltrechos, de una pieza. Despedime de Reginaldo antes de mirar a mi alrededor, escuchando las palabras de dirigíame Abel y asintiendo a lo que él decía.

Estoy de acuerdo contigo. Hagamos caso al pastor y marchémonos de aquí cuanto antes —sacudime un poco las ropas sintiendo tomo mi cuerpo quejarse de los palos recibidos—. No pararemos hasta no llegar a la haciendo de don Ramino que no quiero perder más tiempo y mucho menos toparme con desagradecidos como los de este pueblo.

Puseme en marcha saliendo de aquel lugar, el cual esperaba no tener que pisar en toda mi vida.

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24/09/2020, 20:02
Abdehamed, bautizado como "Abel"

Gran decisión... ¡Y ahora, andando! -dijo, en un natural ejercicio de sarcasmo como nunca antes había salido de la boca de Abel-. El joven compañero converso apretó el paso, doliéndose aún de su cabeza y su espalda, pues había sentido crujir más de uno y de dos huesos en su interior.

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24/09/2020, 20:03
Director

Tras abandonar la aldea de Orcajos, atravesásteis el puente de piedra que cruzaba el Cauce de las Huerta, aquel arroyo que hacía de la explanada un sitio fértil, pero solitario y mal aprovechado. El caso es que el resto de vuestro viaje se tornó en un trayecto de vigilancia, temiendo más sorpresas y queriendo evitar cuantas más mejor (pues ya habían sido suficientes el jabalí y los rudos habitantes). Tras un par de horas de ascendente trayecto, llegásteis a un cerro en el que se divisaba más allá el castillo del barón Ramiro Téllez, suegro de don Juan y tío de doña Úrsula, ubicado en lo alto de una roca. Se veían claramente cuatro torres, y la del Homenaje era la de más ancha envergadura. Recorriendo su perímetro, una muralla en buen estado recogía la fortaleza por todos lados.

No tardásteis mucho en alcanzar dicho peñasco, aderezado con algún roble aquí y allá, y arbustos por doquier. Los soldados de la muralla hicieron acopio de visión y os escudriñaron en la distancia: dos tipos que marchaban solitarios hacia la fortaleza. Una vez subísteis el peñón (no sin los pertinentes bufidos de Abel, quejumbroso y dolorido en partes iguales) en la entrada, junto al portón, os aguardaban dos guardias con lanzas en sus manos. Os miraron de abajo a arriba, pero no dijeron nada, esperando que hablárais vosotros.

Notas de juego

Habéis llegado al castillo de don Ramiro.

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25/09/2020, 19:26
Manciego

A pesar de sentir dolorido todo el cuerpo y que costábame un gran esfuerzo seguir caminando, no quise bajar el ritmo de mis paso ante el temor de que nuevos peligros saliérannos a recibirnos. Por el momento bastante tenía ya con haberme enfrentado a una muerte casi segura por dos veces en un mismo día.

Por suerte llegamos a nuestro destino sin más incidentes y, una vez ante las puertas del castillo de don Ramiro y con los guardias dándonos el alto, pude respirar algo más tranquilo pues del todo no quedaríame sereno hasta que no estuviera sano y salvo en mi casa y junto a la mi mujer.

Saludos amigos —dije, notando el cansancio incluso en el tono de mi voz—. Venimos de parte de don Juan para darle un mensaje a su señor suegro don Ramiro. Mi nombre es Manciego y este de aquí el mi compañero Abel —recordé de pronto el encargo que nos había dado también la esposa—. Y también debemos darle un presente de parte de doña Úrsula.

Esperaba que no hubiera ningún problema una vez hechas las presentaciones, pero con aquellos nobles nunca podía uno estar seguro de nada. Quizás hubiera dado órdenes a sus soldados de que cortaran el cuello a cualquiera que vineira de parte de don Juan, pues rencillas entre grandes señores y grandes familias siempre había y siempre habrá.

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26/09/2020, 11:38
Soldados de don Ramiro

Justo mientras estábais allí, delante de los dos soldados, que tanto ellos como vosotros levantásteis la vista ante lo que se había cernido sobre vuestras cabezas: las nubes negras del paisaje comenzaron a descargar sobre vosotros y el castillo. No hubo un fino chispeo, sino que un aguacero comenzó a importunaros, chocando en vuestras cabezas y ropas, y en los capacetes y cueros de armadura de los soldados. Éstos, entonces, se miraron, y os abrieron las puertas del castillo (seguramente no tenían ganas de mojarse por dos emisarios como vosotros). Cuando lo hicieron, y contemplásteis ya dentro del recinto el edificio del castillos, ambos se introdujeron en un pequeño refugio, una garita junto a la muralla.

Acto seguido os divisó otro soldado que, acompañado de un criado con ropas humildes, fue en vuestra búsqueda. Tras explicarle lo mismo a ellos, fuísteis conducidos al interior de la fortaleza. Abel te miraba, como si te preguntara sin hacerlo si todo aquel protocolo os venía grande. El caso es que junto a la lluvia, había comenzado a descargar una tormenta.

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26/09/2020, 11:39
Ramiro Téllez

Allí dentro, estando en una sala amplia y diáfana (tan sólo con unos muebles y arcones en un lateral, unas sillas en el muro de enfrente y una gran chimenea en el fondo de la sala, apareció tras unos minutos un tipo alto y delgado, de unos cincuenta años o más, que peinaba canas en su barba y sus cabellos cortos. Su mirada, penetrante, os escudriñó cuando entró en la sala en solitario. A su lado portaba su espada en el cinto, envainada. Ésto no era normal, pues en el propio castillo llevar un arma de no ser por necesidad o ser un soldado no era lo lógico. Pero se encontraba ante dos extraños, claro.

Viendo que, aparentemente, no ostentábais sangre noble, por vuestra apariencia, no invirtió muchas palabras para con vosotros.

Venís de parte de don Juan, me dicen -habló, sin siquiera invitaros a sentaros, y él tampoco-. ¿Qué asunto se le escapa esta vez a don Juan?

Notas de juego

Bueno, a veces creo que he narrado a ambos nobles de suegro y nuero, pero no es así del todo, pues Úrsula no es hija de don Ramiro, sino sobrina (aunque al haber prácticamente criado a ésta, es como su hija, vaya).

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01/10/2020, 00:40
Manciego

Abriéronse los cielos para descargar tal cantidad de agua, pues la tormenta nos vino encima sin que apenas nos enteráramos, que en un suspiro pusimonos como una sopa. Temblando y encogido, esperé pacientemente a ser atendidos, primero por unos soldados, después por un siervo hasta que por fin recibionos don Ramino.

Sorprendiome al verlo que portase una espada al cinto, pues eso no era lo habitual de un señor en su hacienda. Mas yo no era quien para saciar curiosidad con un noble y mucho menos con uno que veíanos como si de dos perros nos tratásemos.

Sí señor, don Juan nos envía —comencé a decir, pues sabía que Abel ni atreveríase a abrir la boca.

Carraspeé por el temor que me invadió ante el encargo que debía darle, sin saber muy bien cómo abordar el tema para no molestarlo. Pues después de lo que me había enterado y de saber que uno y otro echábanse las culpas de lo de los bandidos, mucho me temía que quien acabara llevando los palos fuéramos nosotros.

Quiere saber qué vais a hacer respecto al problema de los bandidos —dije, teniendo cuidado de medir todo lo que pudiera mis palabras—. Que esos bandidos han asesinado a varios campesinos en Orcajos, por el Cauce de las Huertas, y que esas son vuestras lindes. Don Juan quiere que actuéis en consecuencia.

Pegábanseme las ropas al cuerpo de lo mojadas que estaban y, de un momento a otro, mis dientes empezarían a entrechocar si antes no nos permitían secarnos y descansar un poco. Aunque temíame mucho que eso fuera a suceder. Sólo esperaba que don Ramiro no fuera de genio demasiado vivo y echáranos de allí a patadas.

Y también su sobrina, doña Úrsula, nos ha dado esto para vos —acordeme de la caja que nos había dado la mujer y rebuscándola en mi saco se la tendí a don Ramiro. Quizás con ese presente de su sobrina no se enfadara demasiado con nosotros.

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02/10/2020, 10:12
Ramiro Téllez

El barón os miraba a ambos, sobre todo a Abel, que estaba hecho una madeja de nervios. Por tu parte, guardabas más la compostura (y es que en realidad uno de los dos tenía que hacer gala de las palabras de don Juan...). El caso es que don Ramiro escuchó vuestras palabras acerca de la petición de su nuero a colación del Cauce de las Huertas y la aldea de Orcajos. Pero no dijo nada. Después tomó el presente que le entregaste, lo miró unos instantes, y lo despreció (o más bien no le hizo ilusión alguna saber de su sobrina). Y siguió mirándoos.

¿Y a vosotros, qué os ha pasado? -Preguntó secamente, sorprendentemente por vuestro estado. Era evidente ese estado en el que estábais: magulladuras, cortes y ropas dadas de sí o rasgadas, fruto de la paliza de los buenos habitantes de la aldea donde se hallaba el litigio-. Parece que una cuadra entera de bestias os pasara por encima...

De las disposiciones que don Juan le exigía no pronunció palabra.

Notas de juego

Notas que el barón Ramiro es un tipo recto y disciplinado, con mirada penetrante y muy dura... pero también notas que respetuoso, no así como parece don Juan (al menos por lo que oísteis de las disputas con doña Úrsula).