Partida Rol por web

Por desgracia a través del grueso metal Naga solo oye los sonidos normales de la estación, el zumbido de las turbinas y de los fluorescentes. Nada que destaque o que no se pueda oír en cualquier otro lugar de Absalom. 

El joven ysoki se quedó congelado cuando vio a aquellas dos malignas criaturas. Se agachó detrás de los sacos, quieto, con miedo a alertarles de su presencia. Echó un rápido vistazo evaluando sus posibilidades a ver si había alguna forma de avanzar sin tener que liarse a tiros. Intentó hacerse una idea de a donde habían llevado lo que sea que hubiesen arrastrado y de cuantas de aquellas miserables y ruidosas criaturas había allí.

Muffin echa un vistazo por encima de los sacos sin que los goblins parezcan reparar en su presencia. No se ve por ningún lado la caja que ha estado siguiendo, pero el rastro en el suelo continúa, aún más visible gracias a la suciedad de la sala, hacia la esclusa 95, al otro lado del gran conector en el que se encuentra. 

El fino oído de Muffin le hace captar también otras dos voces goblin, estas bastante alejadas de él, al otro lado del edificio a su izquierda. Están lo suficientemente lejos como para que probablemente ambas parejas no se oigan entre sí, ya que los goblins no tienen tan buen oído como el ysoki. 

El ysoki intentó aprovechar que los enemigos estaban despistados para atacarles desde detrás de los sacos pero, por miedo a exponerse, se quedó demasiado lejos y su puntería le falló. Había oído que los goblin tenían armas poco fiables así que cruzó los dedos esperando que aquellas odiosas criaturas se matasen a sí mismas por error. 

Ambos goblins chillan de pronto al notar la descarga eléctrica que pasa muy cerca de donde están ellos y chisporrotea en el barril. Los dos se vuelven con sus grotescas bocas abiertas en sus enormes cabezas, llenas de dientes afilados como agujas. Al ver al ysoki, gritan y señalan, y sacan sus armas: las pistolas láser hechas de chatarra y piezas recicladas, llamadas habitualmente cachivaches láser, y sus cuchillos mellados e improvisados, apodados rajaperros por el odio irracional que estas criaturas tienen a las bestias caninas. 

Ambos goblins gritan y disparan sin más preámbulos. El primero de los disparos da en los sacos con un chisporroteo de quemaduras, y el segundo ni siquiera llega a salir del cañón. El arma tiembla y sale humo de sus junturas tapadas con cinta aislante, pero el goblin consigue, entre gritos y golpes, hacer que el arma detenga una reacción que sin duda habría acabado en explosión. 

El ysoki se encogió al oír el primer disparo esperando un segundo disparo que nunca llegó. Cuando vio a aquel goblin peleando contra su propia arma no se podía creer la suerte que tuvo. Rodando detrás de los sacos, se asomó por el otro lado y disparo al goblin que aún estaba armado con la esperanza de que este aún siguiese mirando al lugar donde estaba antes pero no fue así. 

El goblin de la pistola rota sacó inmediatamente de un bolsillo un rollo de cinta aislante, y con ella le dio varias vueltas al cañón de la pistola, que dejó de gotear fluido azul y de vibrar como si fuera a explotar, y disparó con ella. Evidentemente esa reparación habría hecho vomitar al ingeniero más descuidado, por lo que el disparo salió totalmente desviado e impactó en la pared tras Muffin. 

El otro goblin volvió a disparar mientras se reía de su compañero, y dio de nuevo en los sacos tras los que Muffin se ocultaba. 

Podría darse la vuelta y olvidar el asunto, intentar encontrar el camino de regreso al bar y continuar su misión como había planeado. Pero Naga ya ha llegado muy lejos y, además, está convencida de que los goblins traman algo. Con mucho cuidado, levanta la trampilla lentamente y se asoma para inspeccionar el interior antes de decidirse a saltar o no, con el rifle preparado por lo que pudiera pasar. 

Al no ver nada más que una tubería que se adentra en la pared, se encoge de hombros y se introduce por la trampilla. 

Que sea lo que tenga que ser. 

Naga se introduce por la tubería con cuidado de no hacer ruido, y aunque a veces la culata del rifle golpea contra las paredes, nadie parece oírlo. Continúa a gatas por el túnel de acero, deslizándose con facilidad por la pulida superficie, y observando claros indicios de que muchas criaturas han estado yendo y viniendo por él, acarreando cosas pesadas que han dejado rozaduras en el metal. 

Tras unos minutos de tortuoso avance, por fin ve que el túnel se abre en una amplia estancia de techo muy alto, repleta de basura, metal oxidado y suciedad. Está claro que es una zona abandonada de la estación, o por lo menos abandonada por los humanos. Naga sale a un tejado de rejilla de acero con unas aspas de ventilación llenas de polvo a su derecha. Dese esa posición, puede ver toda la estancia. Cerca de ella, abajo, apoyados contra una pared, hay dos goblins trasteando con sus armas hechas de chatarra, y más allá, una escena extraña y peligrosa: dos goblins disparan contra un pequeño ysoki que se oculta tras unos sacos. El pequeño roedor les dispara a su vez con un arma eléctrica de baja potencia, al parecer el modelo más básico y débil, que ni siquiera es mortal, solo deja inconsciente.

El ysoki alucino en colores cuando vio aquella reparación de combate. Era chapucero, pero no dejaba de ser útil ser capaz de hacer eso en combate. Se agachó cuando volvieron a sonar los característicos sonidos de las pistolas goblin y se sintió aliviado al escuchar como pegaban en los sacos. Lanzó una roca hacia unos metales cercanos y cuando el ruido distrajo a los goblins, se asomó y abrió fuego. 

Aunque una parte de ella quiere ayudar al ysoki, su instinto la empuja a librarse de los goblins que tiene más cerca, aprovechando que están con la guardia baja y no han descubierto su posición. Apunta con el rifle y dispara al primero que se cruza en su mirilla. 

Si algo tienen los goblins, desde luego ni es la inteligencia ni el sentido común. Ante el sonido de la piedra chocando contra el suelo del metal, los dos goblins miraron inmediatamente hacia la derecha, apartando la vista de Muffin, y cayendo en el truco más viejo del mundo. Aquel error hizo que el tiro sobre el goblin que aún conservaba su arma fuese muy sencillo: el arma del ysoki chisporroteó y emitió una descarga de baja potencia que fue a impactar en el centro del pecho del goblin. 

Sacudido por violentas convulsiones, el horrendo ser cayó al suelo inconsciente, cosa que el otro aprovechó rápidamente para agacharse y coger su arma de su mano inerte. Disparó con el arma prestada, pero la segunda piel del ysoki dispersó la energía del láser sin problema. 

Al mismo tiempo, los goblins que el ysoki había oído comenzaron a gritar en su lengua tras la esquina del edificio, pero los goblins no salieron de allí. Muffin oyó disparos de láser, y vio el resplandor rojizo tras el edificio. ¿Quién disparaba a quién?

Naga se desliza sigilosa por el tejado del edificio, con el rifle preparado, y pronto llega al borde, donde los dos goblins, ajenos del combate que sucede al otro lado de la sala, ríen y comen algo que Naga prefiere no identificar. Rápidamente apunta a uno de los seres y dispara su nuevo rifle, que se comporta como cabe esperar de uno de los mejores rifles de francotirador de los Mundos del Pacto: casi no tiene retroceso, y el disparo sale recto y potente, atravesando la armadura del goblin como si fuese papel y abriéndole un agujero en el hombro, cauterizado al instante por el láser. 

El goblin se mantiene en pie, pese a estar malherido, y sus chillidos alertan a su compañero. Inmediatamente ambos se dan la vuelta, sacando sus pistolas láser. En ese momento, el valiente ysoki logra impactar con su arma eléctrica en uno de los otros goblins, dejándole inconsciente. 

El ysoki siguió disparando parapetado detrás de los sacos. Los ruidos que venían de donde los otros goblins no le inspiraban ninguna confianza así que volvió a intentar otro truco sucio. Esta vez agitó la cola meneando los sacos por un extremo y se asomó por el otro para abrir fuego. Pero el ysoki perdió el equilibrio y, aunque se recupero, el disparo salió muy desviado. 

Su treta volvió a engañar al estúpido goblin, y aunque su descarga salió desviada, el horrendo ser disparó a donde había estado su cola, engañado por el movimiento. Gritó en su desagradable lengua, enfadado, mientras los ruidos se sucedían en la otra punta de la sala. 

Muffin podía oír la voz de los goblins, y los crujidos de sus armas láser. Sin embargo, a su bien entrenado oído no se le escapaba que había otro sonido, distinto. El sonido de un arma láser, sí, pero no el crujido de las de los goblins, sino más bien un sonido limpio y engrasado. Era difícil decir de qué procedía, pero no era de ningún cachivache láser goblin, eso seguro. 

Los tiros iban y venían, Muffin estaba convencido de que era cuestión de tiempo que aquel goblin cayese bajo su puntería pero le preocupaban sobremanera los ruidos que venían desde el otro lado de la exclusa. ¿Quien puñetas estarían armando aquel jaleo? La distracción del tiroteo lejano hizo que el engaño de Muffin se fuera al traste pero aún así consiguió atinar el tiro y le dio una descarga.