Partida Rol por web

Al ver la situación de su amigo, y el grave problema en el que ambos podían meterse. Trato de pensar con calma, como salir de aquella azarosa jugada que el destino había querido jugarles.

-Tranquilo amigo, algo de dineros tengo, más no creo que con ellos ropa pudiera comprarte, ni veo donde a estas horas, hacerlo pudiera. Vamos a lavarte, y dejemos aquí a este desgraciado señor. Cuando te aseemos y dejemos más visible, habré de llamar a la guardia para comentarles lo que nos hemos encontrado. Este es el señor de Ramón, y temo que este corra igual suerte, si antes no le encontramos.-Situación muy complicada y difícil para dos don nadie, como eran ellos. Lo más fácil era echarles las culpas, y que acabasen en el cadalso. Pero quería tranquilizar a su amigo, y buscar la forma de adecentarlo, toda aquella sangre, no saldría con facilidad. Sus cabezas, estaban en juego.

Aquel deseo del judío no era fácil de llevar a cabo, en mitad de la noche. Ninguna ropa podía encontrarse en aquel lugar, pues toda la ciudad dormía, a no ser que fuera de otra persona. Tal que así, Tomás enterado de cómo Eleazar había encontrado el cuerpo, decidieron ambos que lo más prolífico y ventajoso sería lavarse Eleazar cuanto antes, y luego ya se vería cómo actuar.

Y tal que así, con cierto remordimiento en vuestra cabeza (y eso que no habíais sido vosotros los autores de tal tamaña tropelía), marchásteis puerta adentro, a la catedral, dejando el cadáver en la misma puerta de los Apóstoles, para ver si podía lavarse Eleazar. Aquella situación era peligrosa y estrambótica, sobre todo cuando el señor arzobispo había pedido cierta "discreción" (y aquella noche estaba siendo del todo menos tal).

Una vez adentro, cerrásteis la puerta de los Apóstoles. Un sonido retumbó a vuestras espaldas, y entonces tratásteis de buscar algún tipo de paño, escudilla con agua o algo similar. Quizás hubiera agua bendita o sin bendecir en aquel lugar... Lo cierto es que no encontrásteis nada, y quizá lo más propio sería buscar arriba, en las estancias de la torre.

Tras cruzar la capilla de la Concepción, muy cerca de la entrada, dísteis unos pasos más hasta llegar a la puerta de la capilla de la Piedad, junto a las escaleras que antes subísteis.

Y estando allí de pie, a un paso del primero escalón, una vez más se os heló el corazón: bajando de las escaleras venía un filo hilo de sangre, procedente de las alturas de las escaleras. El hilillo continuaba y se internaba en la entrada de la capilla de la Piedad... Al mirar al interior de la capilla, vísteis la sala diáfana y en mitad del suelo una losa de fina piedra abierta, a través de la cual se internaba dicho hilo de sangre en un acceso oculto en el subsuelo... La sangre era totalmente fresca, además.

Tomás pensó en algo que solía decirle su madre: "Ten cuidado hijo mío, que cuando las cosas comienzan mal, tienden a terminar peor. Hay días en los que lo mejor es hacer poco o nada". No solo no habían encontrado agua para quitar como pudiesen la sangre que cubría buena parte de las vestiduras de Eleazar, sino que se habían encontrado, con un rastro de sangre, que a algún pasadizo subterráneo conducía. En voz baja le dijo a su amigo:¿De quien será esta sangre? ¿Qué hacemos?-Ignorar aquel rastro podía suponer nuevos problemas. Y de repente cayo en algo muy importante:-Tenemos que ir rápido a ver como esta el alfarero, mucho me temo que esta sangre pueda ser de alguien que haya atacado al alfarero y al criado. Y de paso, tratar de limpiarte un poco. ¡Subamos a ver como están!-

Tanto se estaban complicando las cosas, que mucha suerte iban a necesitar para salir bien parados, y además era urgente encontrar a Ramón, que todo apuntaba a que podría encontrarse en grandes aprietos, y ya sin señor.

Nada podía hacerse, todo lo más, secar la sangre de sus manos en las ropas de aquel noble y buscar un modo de lavarlas. Volvieron a la catedral, solo para no hallar modo de limpiarse, y ver otro rastro de sangre que anunciaba más muertes. Y quién sabe, tal vez también las suyas siguieran pronto a la del desgraciado noble, o a la de quienquiera que fuese el dueño de aquel hilillo.

- Espera, Tomás, que más nos vale andar prevenidos. - rebuscaba Eleazar en su zurrón, sacando un frasquito - Ayúdame a buscar un incensario, rápido.

El judío se afanó en hallar tal objeto, que a buen seguro alguno habría de haber en la catedral, aunque él no supiera muy bien dónde hallarlo. Pero lo buscó con denuedo, con la idea de introducir cierta pasta que llevaba encima. No pretendía prenderlo al instante, sino tener aquello preparado por si se topaban con algo, poder encenderlo y que el humo le jugase una mala pasada al que lo respirase.

- Si me ves encender esto, aguanta el aire y no respires el humo que desprende.

No le resultó a Eleazar nada díficil encontrar un incensario (había varios por la catedral), y tomó uno que había justo detrás de la entrada de la capilla de la Concepción, dos o tras varas más atrás de la otra capilla (la Piedad). El caso es que el judio íntrodujo una especie de pasta o "pegosidad" en el incensario, lleno por la mitad de incienso, y tampoco hubo Tomás de recoger unas velas para su compañero. Pareciera un sacristán aquel judío, como una broma de extraño gusto. Y tal que así, que en el brazo de la mano faltante, Eleazar sostuvo la cadena del incensario, y con la otra la vela, a la espera de activar un humo en cualquier momento... Sólo Dios sabía qué debía estar pensando el bueno de Tomás.

Entonces, pese a que había dos rastros (uno que subía por las escaleras de caracol) y otras que se adentraban en la capilla de la piedad en la losa levantada del acceso oculto, os decantásteis por subir hacia arriba. Eleazar delante, con sumo cuidado, con su incensario como si de espada protectora se tratase. Tomás detrás, mirando constantemente detrás de su espalda.

Tras subir las dos plantas, llegásteis en pocos segundos a la estancia encerrada. Lo que vísteis allí fue absolutamente atronador: la puerta de los barrotes estaban dentro, y el busto estaba en pie, sobre la mesa. Pese a que faltaba material (como ya sabíais), estaba prácticamente terminado. Y en el suelo, en el fondo de la sala diáfana y bajo la ventana, estaba el cuerpo malherido y destrozado del muchacho, el criado de Fernando.

Al criado le faltaban las dos manos y tenía heridas muy similares en gravedad, a las del tipo que hallábase a las puertas de los Apóstoles, allá afuera. El criado estaba a punto de morir desangrado, y sólo tuvo fuerzas para girar la cabeza hacia vosotros, recostado en el suelo y su propia sangre, y tratar de balbucear unas palabras. Enseguida vísteis que parte de sus vísceras sobresalían por alguna gran herida que debía albergar bajo sus ropas. Estaba hecho trizas.

Bu... el ... -mascullaba-. El alfa... el alfar... el bust... Tras... tras... él. Corred... ¡Co...! -pero no dio tiempo a más, el muchacho pereció siendo aquellas sus últimas palabras: cabeceó y expiró-. Allí estaba la atenta, inerte y fría mirada de un tipo joven, un busto señorial y bien trabajado hasta el momento.

Ná, tranquilo, no abras nada. Cuando pongas la partida en Finalizada, ya le echaré un vistazo.

Y como había previsto, las cosas no hicieron sino continuar empeorando. No sin antes, pasar por una situación, cuando menos, poco habitual. Estando su amigo, que el bien sabía era judío, con un incensario y una vela, tras haber rellenado el primero con extraño preparado. Y avisándole de que si aquello encendía, aguantase la respiración. Y de aquella forma equipado, subió hasta donde habían dejado alfarero y criado, para encontrarse con el joven criado mutilado y moribundo. -Esto es demasiado amigo Eleazar. ¿Qué locura es esta en la que tan tontamente nos hemos visto involucrados? Yo también mucho temo, que pronto sean nuestros cuerpos los que sean mutilados y demos en muertos.-Se ponía malo, tan solo de pensar, que a punto había estado el de correr la misma suerte que el desgraciado criado. Unos instantes, habían hecho que vivo continuase de momento. Ya no se hacía ninguna ilusión de salir bien parado de aquella inocente aventura. Muertos o bajo terribles sospechas, iban a estar bien pronto los dos. Y que habría sido de su amigo Ramón, cuyo señor habían visto expirar a las puertas de la catedral.

Trato de pensar con sensatez, cosa muy necesaria, pero harto difícil en la situación en la que se encontraban. Y hablo lo más calmando a su amigo.-Mucho me temo, que hemos ido a parar al centro de una importante conjura. Varios han sido los que en ella han estado implicados esta noche, y por desgracia nada en claro tenemos. Pienso que lo más sensato es salir cuanto antes de este lugar. Y no siendo nosotros hombres de armas, tratemos de encontrar a Ramón, o incluso volvamos con nuestros señores y que Dios se apiade de nosotros.-

Todas las opciones eran malas, unas peores que otras, pero ninguna buena. Lo urgente era no ser inculpados de delitos que ellos no habían cometido, y buscar a Ramón. Pero de allí tenían que salir cuanto antes.-¿Dónde estará el alfarero?-Le habrían llevado para que otro busto, tal vez en esta ocasión el del arzobispo, preparase. Turbios asuntos en los que se habían visto arrastrados. Y peligrosos, muy peligrosos. Y lo peor de todo, es que no tenían nombres a los que poder echar la culpa de nada, ellos serían los inculpados, así que había que salir de allí cuanto antes. 

Con horror hubieron de confirmar sus peores temores, y una vez más expiró el moribundo sin terminar de decir las palabras que arrojaran algo de luz, por poca que fuere, a tal asunto. Miraba el cadáver con el rostro emblanquecido Eleazar, escuchando a Tomás decir que se fueran de allí. Y bien podía llevar razón su amigo, empero que Eleazar pensaba que estaban metidos en aquel asunto sin remedio, él manchado de sangre, muerto el criado, muerto el señor de Ramón, y tal vez también su criado.

- Creo que esto es cosa del Maligno, buen Tomás. - dijo con voz trémula Eleazar - Y que no saldremos de este santo lugar con vida, si no encontramos al que esto hizo, y averiguamos más sobre el asunto.

Le temblaba la voz diciendo aquellas palabras, y es que en verdad estaba el judío muerto de miedo. Pero con tantos muertos, qué opciones tenían. Huir y esconderse con sus señores, y hacer como que nada había ocurrido. No era algo que él pudiere hacer. Su señor había sospechado del patrón de Ramón, y ahora este último estaba muerto. Tal cosa no podía ser tan solo fruto del azar. Haciendo de tripas corazón, se acercó el judío al cuerpo del criado, examinando sus heridas. Querría haber sabido si estaban hechas con un arma, o parecían ser de otra índole. Mas nada supo, y apenas pudo mantener la mirada sobre el devastado cuerpo del muerto. Miró con temor el rastro de sangre. ¿Porqué tal afán por tallar semejante busto? Lo examinó un momento, tratando de reconocer a la persona en él representada.

- Y aunque salgamos, nos culparán y mandarán al cadalso, pues el tal Fernando de Alarcón nos pidió que aquí nos quedáramos, y a buen seguro que lo hizo para que sirviéremos de chivo expiatorio.

Tomás apelaba a una extraña y decisiva conjura en aquella catedral. Y no le faltaba razón, al parecer: Su amigo Ramón no estaba con ellos, el señor de éste se había hallad muerto, habíais retenido a un hombre (el alfarero, que ahora no estaba en la celda) y encima el criado del mayordomo ahora se hallaba muerto, en la catedral, con las manos arrancadas de cuajo y heridas bajo sus ropas...

Eleazar se acercó al ahora cadáver del muchacho, trató de investigar rápidamente, y se cercioró que aquellas manos no habían sido coradas por un filo, sino arrancadas o mordidas; y bajo sus ropas, cuando las levantó, no halló rastro de cuchillada, grande o pequeña que fuera, sino una especie de zarpazo que no quiso Dios haceros sospechar de quién podía haber sido el causante...

Entonces tras estar unos minutos en aquel antro de perdición, escuchásteis unos pasos procedente del exterior. Alguien subía por las escaleras de caracol; a decir verdad, alguien aparecía por el último escalón, y no teníais tiempo material de salir de aquella sala enrejada o esconderos (pues ya sabíais que era una sala diáfana).

Apareció allí, un tipo alto, con barba blanca en el rostro, y con un porte bastante corpulento. Llevaba prendas de protección y una espada en el cinturón, a un costado; parecía algún tipo de soldado, pero sin distinciones. Se os quedó mirando, y luego bajó un poco la vista y contempló el destrozo provocado en el cuerpo del criado. Pareció no sorprenderle, sino que resopló un poco.

Luego os miró de nuevo, y enseguida apareció alguien detrás de él, con una antorchita pequeña, iluminando mejor la zona. Era un tipo más joven, encapuchado, y mucho más bajito y menudo que el primero.

Es él, sin duda... ha vuelto a matar... -dijo el tipo de la espada mirando el cuerpo del criado, hablando con su compañero, sin girarse-.

Cierto es... -una voz aguda, el de detrás, con la antorchita en su mano- Luego elevó su vista y pudísteis ver sus ojos, pero en la penumbra provocada por su capucha no pudísteis reconocerle. El mayordomo nunca debió involucrarlos..., mátalos ahora mismo -le ordenó al tipo de la espada-. Yo iré a buscar a esa maldita bestia antes de que vuelva a...

Entonces, mientras el encapuchado se giraba y desaparecía de sala par ir escaleras abajo...el primero desenvainó su arma y se echó contra vosotros, en aquella estrecha sala.

¿Qué podía haber hecho aquellas heridas? Las manos habían sido medio arrancadas o desgarradas. Pero no hubo tiempo para especulaciones. Dos extraños llegaron y uno de ellos, que parecía soldado les atacó. Allí mismo querían acabar con ellos. Saco su cuchillo y trato de apuñalar a aquel hombre, buscando algún lugar con poca protección. Y recordó lo que Eleazar le había dicho de aguantar la respiración, si salía aquel humo.-¿Quién sois vos? ¿Por qué nos atacáis?-

Los peores temores de Eleazar se confirmaron al ver a aquellas dos figuras aparecer por la puerta. Tenía el incensario listo, pero no había podido anticiparse lo suficiente como para encenderlo antes de que sus enemigos apareciesen, y ahora se encontraba a punto de recibir una estocada mortal de manos de su enemigo. No tenía tiempo de prenderlo, ni siquiera de sacar la gumía que llevaba oculta bajo las ropas. Todo quedaba a una hoja de acero de distancia.

- ¡Deteneos! - gritó, al tiempo que se preocupaba de eludir la estocada - ¡No lo hagáis! ¡Podemos ayudaros!

Turno 1:

Pese a aquella extraña estampa, no hizo Tomás si no desenvainar el primero, y luego se echó contra el tipo de la espada, quien no parecía tener pinta de querer trabar amistad con vosotros. Su almarada por delante, logró levantarla y clavársela al tipo en uno de sus brazos. La punta del filo entró y salió sobre el codo enemigo... aunque fue levemente...:

Daño (a Soldado): 4 (-3 por Gambesón reforzado) (/2 por brazo): 1 punto.

Acto seguido, el tipos desenvainó la espada y fue contra el bueno de Eleazar, quien aún tenía asido con lo que quedaba de su brazo el inciensario, y la vela en la otra. Tras levantar la espada y descargarla, ésta chocó contra el suelo, a pocos milímietros del judío. El tipo había errado en su hostil acción.

El encuentro en lo alto de la torre de la fortaleza-catedral continuaba.

Eleazar vio la cuchilla hendir el aire muy cerca de donde estaba su testa, y a Tomás meterle una cuchillada a aquel tipo en el brazo, lo que no pareció causarle gran dolor. Sin duda el soldado debía de ir pertrechado, y parecía que Tomás no tenía muchos más recursos que él mismo en cuanto a defender su vida en oscuros lugares. Eleazar dejó la vela como buenamente pudo en la bancada cercana, echando mano de su gumía, y se preparó para defenderse de nuevo, esta vez desviando el tajo que el tipo pudiera dedicarle.

Aquel tipo era mucho más duro que ellos, sino se andaban con mucho cuidado les iban a matar a los dos. Al menos tenían una ventaja en el número, y trato de colocarse de forma que no estuviese junto a Eleazar. Volvería a intentar herir a este asesino, y también estaría muy atento, para tratar de esquivar el ataque que seguro que le lanzaba. 

Turno 2:

Tomás se lanzó contra aquel tipo con la almrada en la mano. Quiso su buen hacer que la puñalada entrara entre los pliegues de las protecciones del agresor y la hoja entró y salió con fuerza; el ladrón notó como crujía el interior del pecho, mientras que aquel soldado emitían un terrible alarido de dolor: Tomás le había quebrado una costilla o dos, seguramente hasta tres*...

Daño (a Soldado): crítico--> Daño máximo e ignora armadura. 12 puntos de daño.

El tipo entonces cerró los ojos, soltó la espada, y su cuerpo cayó desplomado al suelo. Notásteis unos segundos después que respiraba, por lo que "sólo" estaba desmayado y con el gran impacto en el pecho borboteante de sangre, autoría de Tomás...

Eleazar entonces desenvainó la gumía, delante del tipo desplomado y su amigo...

La suerte había favorecido a Tomás, y en aquella ocasión había logrado un buen golpe con el puñal, quebrando costillas y provocando la inconsciencia del bruto soldado. Como Tomás no era asesino, ni quería cargar con muertes en su conciencia, busco la manera de hacer unas fuertes tiras con las ropas del soldado, para usarlas como cuerdas. Atole manos y piernas, y hasta la boca le cerro, con un buen trozo de sus ropas, para que gritar no pudiera.

Viendo como su amigo, pasmado habíase quedado, le hablo con urgencia.-Elazar, muévete y salgamos de aquí cuanto antes. Todo esto se esta complicando en demasía, y no conviene que nadie más nos encuentre en este lugar. Volvamos con nuestros señores.-

Pues en verdad que aquellos escaba de sus posibilidades, a punto habían estado de perder la vida. Y quería regresar con su señor. Más ahí, que se dio cuenta de un importante detalle.-No, tenemos que ir tras Ramón. Y tan rápido como podamos, pues seguro que en mortal peligro esta nuestro amigo. Vayamos tras el, con la esperanza de que no sea demasiado tarde.-

Tomás estaba nervioso y muy preocupado, eran muchas las cosas que aquella noche les estaban pasando, y por desgracia, pocas de ellas eran buenas. Sin el golpe de gracia que le dio con  su cuchillo a aquel matón, a estas horas ya podían estar aviados los dos, y que habría sido de Ramón.