Partida Rol por web

Matthew volvió a apuntar con el lanzallamas a aquel ser, con un leve halo de locura en los ojos.Dirigió el artefacto de destrucción contra ellos y lo activó esperando que las llamas lamiesen aquellas aberraciones. Sin embargo, en vez de oírse el crepitar de las llamas y la destrucción se oyó un casi absurdo "clic". Por un momento Greywood se quedó paralizado pensando que el aparato iba a estallar y convertirse en una bola de fuego informe. Aquello acabaría con los mosntruos seguro, pero también con él y a lo mejor con sus compañeros. Afortunadamente, el estallido no surgió, lo que significaba que simplemente se había quedado sin combustible. El piloto se arrancó la pesada mochila y la arrojó por las escaleras, con la esperanza de que alguno de aquellos hombres tropezase con ella. Acto seguido sacó el arma que había arrebatado a uno de aquellos seres muertos. Pronto averiguaría si podía o no usarla y su poder de destrucción.

Roderick pestañeó perplejo cuando vio caer al bicho gigante ante ellos... parecía que al fin y al cabo el Todopoderoso sí que estaba con ellos. Pero eso no quería decir que el peligro hubiera pasado... tenían una oportunidad y debían aprobecharla.

- VAMOS...- indico a sus compañeros poniéndose en movimiento- no os paréis- aconsejo el señor Usher corriendo pasando al lado del inerte mi-go sin mirarlo.

Con el pulso visiblemente convulso, Steffan logró cargar un cartucho en la escopeta y calmando los nervios, gracias a lo ya vivido y a su entrenamiento en el ejército, volvió a disparar, esta vez con mejor puntería.

¡¡PUM!!

Miró con aprensión cómo el lanzallamas de Matt se quedaba sin combustible en el momento más inoportuno.

El artefacto explosivo de Greywood comienza a rodar escalones abajo a lo largo de la enorme escalera de la pirámide. Al segundo o tercer golpe el poco líquido inflamable que podía quedar dentro de él se derrama y comenzando a arder se extiende por los escalones, formando un barrera infranqueable para los mineros que deben contentarse con esperar unos segundos a que las llamas disminuyan.

El disparo de Steffan si consigue impactar esta vez y uno de los insectoides seres cae muerto en el suelo con su cuerpo agujereado por decenas de perdigones.

Por su parte, la bala del rifle de Colt impactó en mitad de uno de los anillos inferiores de otro de los monstruos, abriendo un agujero del tamaño del puño de un niño, por el que brotaba un icor verdoso, pero la herida en ningún momento pareció incomodar al bicho que se lanzó como un rayo a atacaros con sus pinzas. Por suerte, sus ataques no tuvieron la fuerza ni precisión suficiente como para heriros, igual que los del otro compañeros que aún seguía con vida.

Por lo que parecía Dios estaba de vuestro lado, al menos de momento.

El objeto es extraño, tremendamente alienígena, parece un bulbo verrugoso del tamaño del pomo redondo de una puerta, construído con un metal negro y recorrido por minúsculos caminos de cobre que deben hacer las funciones de cables eléctricos.

Su uso está totalmente alejado de tus conocimientos y más aún en mitad de un combate, aunque con algo de tiempo, un laboratorio y un poco de ayuda tal vez puedas volverlo operativo.

Greywood no tenía más arma que aquel cacharro alienígena y, por mucho que lo agitaba no lograba hacerlo funcionar. Enfurecido trató de calibrar la situación y se dio cuenta de que estaban al lado de la maldita puerta. A dos metros. Dos malditos pasos. 

¡Entrad!¡Urdish dijo que ellos no podían hacerlo, exclamó mientras de un par de zancadas se metía dentro del templo...o lo intentaba

Steffan no podía huir sin cubrir a sus compañeros. Cargó otro cartucho en la recortada y disparó a otro de esos seres insectoides.

- Vamos, ¡retroceded! ¡Yo os cubro!- La tensión era máxima y el afrancesado echaba nerviosas miradas atrás para ver si sus compañeros estaban a salvo a medida que reculaba él también en dirección a la puerta del templo. 

Siguiendo los pasos de Mathew, Ab se abrió camino al interior de la pirámide.

Por si acaso sacó su pistola reglamentaria y apuntó a la criatura por si decidía atacarle.

Espera poder pasar y ayudar a los que estuuvieran dentro.

- ¡¡VAMOOOOS!!

Al fin el monstruo volador cayó inerte al suelo victima de los disparos que había recibido. Quedé un poco desorientado cuando lo vi describir su parábola de caída y no reaccioné hasta que Roderick indicó que continuásemos.

Al contrario que él, yo si que pasé mirándolos restos aun calientes del ser que segundos antes había estado a punto de matarnos.

Volví a pegarme a Roderick y continué la marcha tras él.

Tras abatir al monstruo alado, recorristeis a la carrera los últimos metros que os separaban del templo sin mirar a tras.

Cuando entrasteis en el Urdish ya lo había hecho. El templo era una única sala de altos techos, completamente diáfana, sin ventana alguna. A pesar de ello, las paredes emiten una suave fluorescencia que permite ver con normalidad una vez pasados dos o tres segundos.

En mitad de la sala se alza un altar negro, enorme, encima de una tarima de madera del mismo color. Ernest sube al altar de un simple salto y llevándose el dedo índice a la boca os pide silencio.

Greywood y Colt comienzan a replegarse en dirección al templo mientras que Wood se queda cubriendo retirada de sus amigos, mientras con un rápido movimiento es capaz de recargar un nuevo cartucho en su escopeta y disparar contra uno de esos malditos engendros voladores.

Nuevamente, el arma de Stefan demuestra ser tremendamente eficaz contra esos seres, pues el ser cae abatido con el cuerpo cubierto de pequeñas heridas de perdigón. Por desgracia, el último de los monstruos que queda con vida, se lanza contra Wood que desprevenido, es incapaz de esquivar el ataque de una de sus garras.

Hice los últimos pasos hasta aquel extraño templo a la carrera, tratando de sobreponerme del encuentro con el ser volador que casi nos mata y entré en él a tiempo de ver como Ernest se subía en una tarima y se aproximaba a una especie de altar que había en medio de la gran sala.

Aunque no había ventanas se podía ver, con bastante claridad, gracias que las paredes irradiaban una extraña luz que iluminaba suavemente el lugar.

Cuando Ernest nos manda guardar silencio, me quedo absolutamente quieto y casi sin respirar por si pudiese emitir algún ruido.

Roderick llegó casi sin resuello al templo, el corazón parecia que se le iba a salir por la boca... si no le había dado ya un infarto era un milagro... aunque a decir verdad el milagro era haber llegado hasta allí llevándose a uno de aquellos bichos por delante, de camino...

 Al ver a Ernest se detuvo en seco, al igual que su compañero que permanecía inmóvil a su lado... en el caso de Craven no habría echo falta que le pidiese guardar silencio, pues bastante tenía con tratar de recuperar el resuello. Se mantuvo inmóvil, con la respiración entrecortada, tratando por todos los medios de no emitir el menor ruido y mirando con expectación lo que ocurría delante de él.

Wood salió disparado para volver en busca de su amigo. no tenía armas pero bien podía agarrar del cuello a Wood y meterlo de nuevo en el templo. ¡Estaban a dos pasos! No tenía ni que dispararlo. Más como amenaza que otra cosa apuntó al monstruo con el arma alienígena mientras acudía, raudo a liberar a su compañero. Cuando llegó el monstruo le había soltado pero Matt no estaba dispuesto a dejar a su compañero.

Una vez guardáis silencio Ernest vuelve a sus tareas. Saca dos pequeños frascos de uno de sus bolsillos y vierte su contenido sobre el negro altar. Al mezclarse producen unos vapores verdes que son rápidamente respirados por el de Providence que murmurando una extraña letanía entra en trance

En ese momento escucháis fuera del tempo, el sonido de los disparos de una escopeta, esperáis que se trate de Wood intentando ascender por las escaleras.

Al ver que Mat se giraba Ab hizo lo mismo y vio como la criatura cogía a Stef y le dañaba. Sin pensárselo dos veces salió tras Matthew y disparó su pistola dos veces para que el bicho centrara su atención en él y no en sus compañeros.

- ¡¡Bestia inmunda, deja a mis amigos!!

Roderick que no entendía del todo que estaba pasando, ni que demonios eran esos vapores verdes que Ernest había aspirado, dió un respingo cuando escuchó la escopeta en los aledaños del templo. De manera inconsciente se giró para ver si se trataba de alguno de sus compañeros, pero no se atrebía aún ni a respirar. ¿Habría tenido éxito aquella alocada misión? o por el contrario ¿Habrían fallado?

Herido y acosado por el insectoide, Steffan dejó escapar un alarido, mezcla de terror y dolor, y cargó el arma para disparar a bocajarro sobre el monstruo. Lo difícil en aquel caso era templar los nervios pues, acertar, no suponía ninguna habilidad.

Aunque había sido herido Steffan volvió a recargar su escopeta sin que la sangre que le chorreaba por el brazo le restase velocidad, mientras tanto, los disparos de Abraham perforaron el quitinoso cuerpo del insectoide ser al que Ernest llamaba hongo, por los agujeros volvió a salir el icor verde que hacía veces de sangre en aquellos engendros, pero no fueron suficientes para acabar con él.

Acosado, y sabiéndose en las últimas el engendro se lanza contra Wood, identificándolo como el rival más peligroso, y nuevamente cierra una de sus pinzas sobre el pecho del francés. Wood siente un inmenso dolor cuando algunas de sus costillas se parten por la presión y se clavan en sus pulmones.

Nota como las fuerzas abandonan su cuerpo, pero aún tiene tiempo de apretar el gatillo de su escopeta y enviar al ser al infierno del que no debía de haber salido.

Mierda. MIERDA ¡¡WOOD!! Vamos maldito afrancesado, levanta. 

Matt cogió aire y agarró a Stephan  por los hombros, pasando el otro brazo por debajo de las piernas. Con un poco de esfuerzo logró levantarlo como si se tratase de un recién casado haciendo pasar a su mujer por el umbral de la puerta. Sin pensárselo dos veces, entró en el interior del templo. Una vez allí, lo posó en el suelo. Internarse con un herido por un lugar desconocido era un mal necesario, pero tenían que hacer algo para evitar que se desangrase a los pocos metros. Debían confiar en Urdish y en que no pudiesen atravesar la puerta.

Abe, tenemos que tapar la herida.- dijo. El muchacho intentaba por todos los medios frenar la hemorragia con sus manos, pero solo consiguió manchar sus manos.- El besacirios sabía de coser heridas, pero si no tapamos la herida no se si llegará a donde quiera que esté.
Aún podía ver el cadáver del monstruo desde donde estaba. Aquellos hongos eran realmente repugnantes.