Partida Rol por web

VIrel, estas tranquilamente de vuelta en el Olimpo (añado, por fin). Con lo que querías. Una copita de néctar fresquito (normalmente, la cerveza y el vino son suficients, pero tal y como ha sido el dia, TE LO MERECES), un buen asado de ciervo celestial al fuego, una ninfa agradeciendo tus caricias... En fin, el paraiso puro y duro.

Tus sentidos de dios notan que, abajo en el mundo, lo que antes era una zona que sentías... algo entumecida, ahora se siente placentera y contenta. es dificil de describir, pero un nuevo país habitado por elfos y lobisomes es algo que notas en cada poro y celula de tu cuerpo...

Sin duda alguna me merezco este descanso. Al menos mientras Ixía y Gabriel solucionen el tema de la fanática hija de éste. Un tema complicadillo. Sólo espero que termien antes de que, de nuevo, el mundo se vaya a la mierda.

Intento sintonizar con los sueños de Tarandonoriel. Quiero hablarle y contarle los pasos que va a haber que seguir.

Aunque te cuesta un poco (pues, tu cuerpo esta muy tranquilo relajado debajo del árbol, y la ninfa no te deja tranquilo (para bien), enganchas con los sueños de Tarandonoriel tras unos cuantos intentos. A tu alrededor, se alza un bosque, muy parecido al que habitabas cuando eras humano, y aun cuidabas de las tierras del buen padre de Ixía. Que tiempos... La única diferencia, es que este bosque no esta tocado por la mano del hombre, o del enano. Solo elfos, resspetuosos y viviendo en armonía viven allí.

Tarandonoriel está agazapado entre dos matorrales, apuntando cuidadosamente con su arco a un jabalí cebado que descansa... a casi cien metros de distancia.

Espero hasta que haya cazado el jabalí, por supuesto. No pienso causarle ningún trastorno onírico. Una vez su flecha abata al enorme animal, aplaudo.

-Eres incluso más comedido en tus sueños que la realidad, mi buen Tarandonoriel -le felicito-. Podrías haber alcanzado a la bestia desde el doble de distancia. Artemisa está orgullosa de arqueros como tú.

Me acerco a él.

-Mi última manifestación me agotó lo suficiente como para no poder comunicarme contigo más que a través de tus sueños. Escucha bien: extraños acontecimientos surgen al otro lado del mundo, en la esquina sur de este planeta. No sabemos casi nada de lo que hay allí, pero parece que sus habitantes sí quieren saber más obre estas tierras. No sé con qué finalidad. No puedo manifestarme allí, ya que ni yo ni mi dueña Artemisa poseemos adoradores en tan bárbaras tierras. Habrás de reunirte con dos enviados de esos lugares que ahora mismo se encuentran en el palacio del faraón de Ket. Son humanos, pero muéstrales el respeto debido a unos "posibles" aliados -remarco lo de posibles-. Elige a alguien leal a mi culto y a uno de mis Hijos. Es muy probable que deban acompañarles de regreso a sus lejanas tierras. Debemos saber.

Tarandonoriel asiente, sonriendo al halago. Un humano "educado" rechazaría el halago diciendo que no lo merece, pero entre los elfos de la naturaleza, esas cortesías están de más. Tu fiel Taran sabe que merece el halago, y negarlo sería tomarte por estupido.

- Al sur... No sabemos muy bien lo que ocurre en las tierras debajo del Reino de Iuz - Dice, y añade sonriendo - Será un placer poder explorar tierras desconocidas, mi señor - Es curioso que tu fiel siervo sea tan... distinto a ti en eso. Lo que para ti habría sido un viaje largo, en el que habrias pensado contiuamente en la sombra de tu roble favorito, y en una buena jarra de cerveza, a el parece agradarle, y mucho. - Pensaré largo y tendido en a quien llevarme... Es una decisión importante - Añade, pensativo, ya con algun nombre en la cabeza, como claramente indica su expresión

-Confío en ti como no confiaría en nadie más, Tarandonoriel. Buena caza -me despido.

Vuelvo al Olimpo, y espero a que Ixía esté libre...

Una semana después de los acontecimientos en la coronación del Faraón, Virandonoriel cruza el camino a la casa de Ixía y Gabriel. La cosa parece mas tranquila que la última vez que el bravo dios de los cazadores y los depredadores los vio. Al menos, no se oye el ruido de cacerolas volando, como es habitual cuando alguien sigue los consejos de cierta Diosa de las Suegras...

Ixía está sentada en los exteriores de su hogar, tumbada boca arriba junto al lago ornamental con los ojos cerrados. Tiene los pies descalzos metidos en el agua, y chapotea suavemente.

- Virel -dice sin abrirlos, cuando le escucha llegar-. Buenos días.

Me quedo mirando la "adorabilidad" con que Ixía toma su baño.

-Vaya, Ixía, que tranquila estás... ¿la caída de qué nación estás maquinando? -pregunto, enarcando una ceja- ¿Tal vez Tusket? ¿Lo que queda de Veluna?

Con los ojos todavía cerrados, Ixía sonríe.

- Soy transparente para tí, ¿verdad? -sonríe-.Tusket.

Por cierto, Virel. Notas una clara ausencia de Gabriel en la casa ahora mismo. Su olor esta a un par de kilometros, asi que sigue en este plano, pero desde luego, se ha ido hace dos horas o asi como poco...

-Por cierto.. ¿cuándo va a ser el feliz alumbramiento? ¿El Malévolo Dios de las Tormentas de Ondeante Capa lo sabe ya? -sonrío con todos mis dientes-. Es curioso... tenía entendido que las madres les tejían patucos, calzones o cuerdas de arco a sus hijos nonatos... no que pensaran en regalarles un país...

Sin mover una ceja ni perder un ápice de su gesto plácido, Ixía responde:

- Si se lo dices a Gabriel te vas a pasar los próximos siglos meando con un catéter. No lo sabe y no lo va a saber hasta que sea inevitable, porque si tengo que estar soportando sus "¿Estás segura de que estás bien?"  y sus "No deberías hacer esfuerzos" cada vez que me inclino para ponerme los zapatos, me voy a convertir en la diosa de las viudas que asesinaron sangrienta y expansivamente a sus maridos.

Finalmente, abre los ojos y le dedica una sonrisa encantadora a Virel.

- Los patucos tarde o temprano dejan de servir. Un país es para siempre.

Sonrío ante las remembranzas de aquello tiempo. Fue un momento... divertido. El temible Gabriel, que hacía que los más valientes sucumbieran al pánico sólo con oír su nombre... ¡Jajaja!

-Bueno, Ixía, sabes perfectamente que cuando tu gestación avance más, hasta él se dará cuenta de que sólo engordas de forma localizada, ¿hmm?

Me siento en alguna silla que haya en la estancia.

-Bien, tengo noticias -digo, una vez fusilada la charla banal introductoria. Los lobos no necesitan tanto baile sin sentido para comunicarse ideas-. ¿Recuerdas aquellos tipos raros, humanos, que decían venir de muy al sur? Bueno, pues he hablado con ellos. Parece que hay problemas por allí. Uno de sus vecinos más belicosos era el dueño de la esfera espía que encontré en tu templo cuando tu hijo fue nombrado gran jefe -suspiro con algo de satisfacción, recordando la cara de los presentes cuando conocieron la fundación de Florestia-. Puede que haya problemas: no tenemos adoradores por allí (yo sólo he conseguido contactar con un par de orcas un tanto extraviadas) y es posible que las actuaciones de esos humanos causen problemas en esta parte del mundo. Consecuencia: hay que enviar acólitos. Le he pedido al bueno y eficaz de Tarandonoriel que escoja a alguien capaz de entre mis seguidores y a uno de mis Hijos para acompañar a los dignatarios extranjeros de vuelta al meridión. Creo que tú, Gabriel y Alina deberíais hacer lo mismo -me toca el lateral de la nariz-. Me huele a probemas... y este olfato no se equivoca.

- Lo cual me da cinco meses de no tener que matarle. O dicho de otro modo, le da cinco meses de vida.

Ixía se gira hacia Virel cuando se sienta, reclinándose y mirándolo.

- Me fío de tus intuiciones. Enviaré a alguien. Tengo que ir a ver a Alina, de todos modos, porque necesito que me eche una mano para convencer a mi encantadora hijastra de que perdone a su padre.