Partida Rol por web

Escuchas el ligero roce que emite un reptil al deslizarse por el suelo, moviendo con cuidado los altos arbustos que tenéis cerca vuestro, en dirección a Bustine.

Las marcas del suelo indican que se trata de una gran serpiente. ¿Una anaconda, tal vez? Por el sonido, calculas que bastante grande. ¿Ocho metros? ¿Nueve, tal vez?

El capitán, ajeno a todo lo demás, intenta prender un fuego. Su amplia experiencia en alta mar no le enseñó a esas cosas, se dijo al ver su fracaso. 

Al oir el grito de Sinclair, se prepara raudo y se coloca en guardia, esperando al ataque de la criatura.

Alexander coge también la yesca y el pedernal para intentar, sin éxito, encender un fuego. Iba a ser una noche complicada.

Al oír a Sinclair, Alexander agudiza el oído, mirando en dirección a los arbustos que ha señalado la actriz.

- Yo también he oído algo - dice el abogado mientras coge su navaja -. Y parece grande.

En vista de que nadie consigue hacer fuego, Jackson Elías se quita la chaqueta de tweed y el sombrero fedora y los pliega con cuidado, dejándolos sobre la grupa de su animal. Resulta cuanto menos curioso que sea capaz de mantener la elegancia en una situación como esa, viajando por las montañas durante días y de sol a sol.

Déjeme intentarlo, señor Haynes-, dice mientras coge las piedras de la mano del abogado-. Tengo algún que otro conocimiento de mis viajes, aunque siempre me suelo quedar en sitios poblados.

La anaconda que bien habían descubierto tanto Sinclair como Haynes se desliza por entre los arbustos, apareciendo en el pequeño claro donde os encontráis. Sisea y se que pone en tensión, mirándoos con sus vidriosos ojos, muy quieta.

Ajeno a todo ello para mantener la calma, el escritor se arremanga la camisa con cuidado y, con la yesca en una mano y el perdernal en la otra, consigue hacer saltar unas chispas que prenden unas ramas secas del suelo. Ante la vista del fuego, la serpiente sisea todavía más fuerte y se da media vuelta, desapareciendo entre los arbustos por donde vino.

¡Ja!-, exclama Elías - Ya podemos pasar la noche seguros. Será mejor que comamos algo y descansemos cuanto podamos, partiremos a la primera luz.

Con la hoguera crepitando, os reunís a su alrededor y coméis parte de los suministros que os proporcionaron tan amablemente Nayra y sus... ¿ayudantes? ¿hijos? ¿amigos?. Qué más da, cualquier ayuda es bienvenida. Los burros, unos metros más allá, descansan tranquilos, bebiendo algo de agua y comiendo algo de heno.

Más pronto que tarde, os dormís envueltos en vuestras nuevas y gordas mantas. No tenéis un sueño demasiado reparador, aunque os levantáis lo suficientemente descansados como para soportar otro día de viaje por la montaña.

Cuando el cielo empieza a clarear, la voz de Elías os sobresalta, despertándoos.

Algo ha matado a uno de nuestros animales...-anuncia, con algo de preocupación en su voz-. Tenemos que movernos.

Al levantaros, véis a los cuatro asnos muy nerviosos, moviendo sus patas intranquilos, junto al cadáver de uno de ellos. El contenido de las alforjas del burro caído se encuentra medio desparramado por el suelo.

Alexander se levanta de un bote, con legañas aún en los ojos.

Ante las palabras del señor Elías, el abogado echa mano a su navaja y se acerca con precaución al cadáver del animal, investigando la escena del crimen.

Me levanto atontada por la falta de descanso adecuado. Ante la voz de alarma del señor Elías miro en todas direcciones sin mirar a ninguna en concreto y sin saber exactamente qué estoy buscando. En un afán de protegerme, intento hacer fuego de nuevo, con el mismo éxito que la última vez

Aunque examinas el cadáver, no identificas qué ha podido matarlo exactamente, aunque no hay sangre a su alrededor. Hay tantas especies de animales que desconoces en este remoto lugar del mundo.

Esa misma falta de sangre es la que te hace discernir unas muy leves pisadas de botas junto al cadáver que se pierden entre los arbustos.

Alexander se aleja del cadáver con la cara blanca. Tras recomponerse como buenamente puede, se dirige al resto del grupo.

- No veo sangre alrededor del cadáver. Lo que sí veo son unas pisadas de botas que se alejan de él - el abogado traga saliva sabiendo las implicaciones de lo que ha visto -. Creo que uno de esos vampiros ha estado aquí mientras dormíamos.

A Lucy le entra un escalofrío al oír al señor Haynes.
Será mejor que nos pongamos en marcha, aunque me pregunto porque no nos han devorado a nosotros. ¿Será quizás por el fuego?...
Recojamos el contenido de las alforjas que valga la pena y pongámonos en camino

El capitán, sintiendose aún regular a pesar del unguento aplicado por la mujer, solo atina a gruñir de forma afirmativa.