Partida Rol por web

Jack coge el puñal que guarda dentro de su chaqueta. Su mano se mueve en el aire sin temblor de ningún tipo. Sencillamente baja el arma y atraviesa la muñeca de Eliz cuando ve que ésta no ha comprendido nada de lo que trataba de enseñarla.

La Orden trata de proteger algo que va más allá de la vida y la muerte. La Orden prevalecerá durante años, aunque murieseis de viejos, seguiríamos existiendo. Porque la Orden se encarga de una tarea que no puede morir.
Chica estúpida. Tu aura desvela cosas que tus actos han enmascarado por completo. Trata de abrir los ojos. Deja que tu corazón saque la poca sangre que queda en tu cuerpo y mira al inframundo. Observa más allá de lo evidente.

Jack retuerce el cuchillo en la muñeca de Eliz.

De repente todo vuelve a entrar en una espiral centrífuga, donde el sentido común desaparece y la locura reina.

BLAM!

Se escucha un nuevo disparo que deja a todos los presentes congelados. Desde el suelo, donde permanece arrodillada, Elizabeth ha abierto fuego contra Jack y Mark, que forcejean con un hacha de por medio. El plomo rompe el cristal de la puerta y hace saltar astillas de madera, pero ninguno de los dos resulta herido.

Jack, el malvado ser que situado a su espalda pretendía que la gótica disparara contra su amigo Spinner, reacciona rápida y violentamente a la rebelión de la mente de la oscura joven. Sin dilación toma su mano y con la otra saca un pequeño cuchillo de su chaqueta que clava y retuerce en el brazo de la joven.

Un agudo chillido rompe el cielo clari-oscuro y eriza aun más los pelos de los asistentes. La agresión parece ser demasiado para el debilitado cuerpo de lady Bathory, que cae inerte a un lado sangrando profusamente por la rodilla y la muñeca. Aunque no de necesidad, ambas heridas podrían ser mortales.

BLAM!

Una nueva detonación suena desde el exterior. De repente queda claro que hay demasiadas armas de fuego.

Desde el suelo, un poco más retrasado y a la derecha de Jack, aparece Jimmy. Al mediano de los Skilton todos le habían dado por muerto. Y así debía ser.

Escupiendo sangre por la boca debido el esfuerzo físico, el joven ha conseguido arrastrarse hasta la escopeta que había tirada a escaso medio metro de él. Su respiración es ahora prefectamente audible. Los perdigones iban dirigidos a Jack, pero Jimmy no es capaz de asertar el tiro y queda a merced de los guardianes del convento.

El aliento ácido del matón, al que me ha parecido que llamaban Frank, llega hasta mi cara de forma clara y asquerosa. Acostumbrado a las peleas callejeras sin duda ha sentido el golpe del hacha, pero no es suficiente para dejarle fuera de combate. Ha tenido suerte, y yo, muy mala suerte. O como me gusta pensar (no creo en la mala suerte), simplemente, la diosa fortuna ha querido aliarse con mi enemigo.. - ¿Por qué tiene que tener él la suerte que a mí me falta? No es suficiente ya con la diferencia corporal? Alguien debe estar riéndose mientras nosotros jugamos a las batallitas

Mi pensamiento, que podría confundirse con una atisbo de creencia o religiosidad, casi viene más dirigido a las leyes de caos y el orden que a cualquier otro sentimiento. Incluso en la situación en la que estoy metido, mi mente calculadora se abre paso sin ningún tipo de oposición.

- Parece que le he tomado ventaja,, pero las apariencias engañan. Seguro que está esperando un nuevo golpe.. Pero la otra alternativa (huir) sería un suicidio teniendo un arma en sus manos la escopeta, aunque de perdigones, es mortal a distancias cortas y en lugares cerrados, donde su paraguas de cobertura se abre hasta cubrir la totalidad del espacio a pocos metros de distancia.

- Nunca he sido un atleta,, y no creo que ahora mismo se manifieste en mí la velocidad de un corredor de 100 m.

El golpe anterior lo ha parado incluso sin saber dónde estaba el enemigo.. aunque sabía que había un enemigo, así que tampoco ha sido una sorpresa completa. Y ahora está esperando que descargue otro golpe.

- Pero no veo otra opción,, ahora es o él o yo.. Veamos si la suerte sigue de su lado.

Recordando tiempos ya pasados, cuando en la casa de la montaña con mis padre cortaba leña para alimentar la chimenea, aprieto fuertemente los puños en el mango de la herramienta, convertida en arma, y descargo un golpe de derecha a izquierda con todas mis fuerzas.

- Si vuelve a poner el rifle, no sólo tendrá que preocuparse de que no le dé mi golpe, si no de mantener el arma en sus manos.. Y con suerte, incluso pueda romperse.

El filo del arma corta el aire, con un hambre casi mortal que busca o carne o madera,, pero con la firme intención de destrozar o lo uno o lo otro.

Frank nota el filo del hacha clavarse en su pecho. Por suerte ha tenido tiempo de interponer la escopeta, y el acero tan solo logra hacerle una fea herida.

No era la primera vez que le clavaban un arma blanca. Aún recuerda como en la cárcel un tipo con el que había tenido una disputa le clavó un pincho en el costado. Casi seis centímetros de hierro le entraron en el cuerpo. El tipo no tuvo tiempo de repetir. Frank apretó los dientes, y aguantando el tremendo dolor, lo agarró por la cabeza y le rompió el cuello.

Y aquella vez había dolido mucho más. Así que Frank mira al enclenque del hacha, casi sin mostrar un gesto de dolor, y se prepara para contraatacar. Pero el tipo era rápido. Antes de darle tiempo, ya estaba blandiendo de nuevo el hacha. Hijo, espero por tu bien que me mates de un golpe, porque si no estás muerto.

Una vez más, quizás por última vez, el exceso de adrenalina me juega una mala pasada. El hacha corta rápidamente el aire,, pero de forma errática. Mis manos, empapadas en sudor, no consiguen mantener fija el arma. La velocidad, y la oposición del rival, hacen el resto. El filo del hacha impacta en el costado del matón, pero tras rozar la culata de su escopeta.

El contacto con la culata, junto con el hecho de tener las manos mojadas, hace girar el arma, impactando plana en el costado del tal Frank. Sí, el golpe ha sido fuerte, pero no cortante. Un golpe, puro y simple. En mi mente se empieza a dibujar la cara del matón cuando una sonrisa deforma su rostro en una mueca cruel.

- Ahora sí que he tenido buena suerte, sí señor..