Partida Rol por web

Asintió ligeramente con su enorme cabeza a las palabras de sus compañeros. La confianza era algo que había que poner a prueba para saber quien era merecedor de la misma, no obstante era una jugada arriesgada. De ser por el no habría contado una palabra hasta saber algo mas pero confiaba en sus compañeros y en sus razonamientos fueran mejores que los suyos.

- Volvamos.- sugirió con voz pesada, aceptando la idea de reencontrarse con el resto de sus compañeros.

Parece haber salido bien. Aposté por la honorabilidad de Bjorn por encima de su contrato con Gunnar y creo que hemos acertado. La jugada era arriesgada, pero los dioses favorecen al atrevido.

El tiempo apremia y no tengo claro que hacer a continuación. Mis compañeros quieren que volvamos con los otros, pero yo aún me resisto a abandonar el rastro, quiero seguirlo mientras sea posible.

Bjorn, todos sabemos que eres un hombre honorable y que Ivarr te apreciaba.

- digo mientras le sonrío - Por otra parte, tienes razón. No podemos presentarnos en casa de Gunnar. Si está implicado, solo lograríamos que nos matasen como a Ivarr y si no lo está, tampoco podrá perdonarnos esa ofensa. A ese par que viste ¿sabes si frecuentan algún sitio que no sea la casa de Gunnar?  Si es así, podríamos buscarlos y si no, no veo otra salida que volver con nuestros compañeros y ponerles al corriente de lo que sabemos y honrar debídamente a nuestro amigo.

 Vaya. Eso sí que no me lo esperaba. Un Jarl ha muerto y ahora otro ocupa su lugar. No me extraña, no después de mi experiencia personal. En esta parte del mundo el poder de un hombre no reside en su sangre, sino en la lealtad que despierte en sus hombres, para evitar que éstos le traicionen, y en su propia habilidad para derrotar a sus enemigos, tanto en la batalla como fuera de ella. Algunas personas, que ni siquiera merecen el apelativo de hombres, solo llegan al poder a través de argucias, taimadas traiciones y asesinatos silenciosos amparados en la oscuridad. Maldito Olaf... espero que se esté atragantando con su victoria, pues ya ha durado demasiado. Pero no me permito que mi odio me nuble el juicio. La venganza llegará, y cuanto más tarde en llegar más desprevenida estará mi presa y más dulce será su muerte. Juro que me bañaré en su sangre y pondre su cabeza, y las de sus seguidores, en picas.

 - ¿Cómo ha ocurrido? ¿Quien es ahora el nuevo jarl? - Le pregunto. Por supuesto que por lo dicho antes no hago ademán ni de rozar mi bolsa. Tendrá que ser mas jugoso lo que me cuente si quiere que le pague. Por otro lado... siempre puede llamar a sus matones. Y puede que me den una paliza. Pero no me tiembla el pulso y antes de haber recibido un solo puñetazo, él perderá su vida. De todos modos, no creo que hoy vaya a correr la sangre.

Björn niega con la cabeza. Está claro que no lo sabe. Aún con todo, no sólo niega con la cabeza, ya que apenas un segundo después, cuando todos habíais intuído que no sabía nada, lo confirma con palabras. Lo normal es que estemos en casa de Gunnar donde tenemos nuestras dependencias. No son nada del otro mundo, pero son confortables. La casa de Gunnar es bastante grande, después de todo. Lo que hace cada uno fuera del trabajo es cosa de cada uno. Y la verdad, nunca me he juntado demasiado con ellos. No me caen bien. Termina apuntalando con una sonrisa cómplice en la cara. Volvamos a casa de Ívarr para poder presentar mis respetos a Ishild. Concluye el hombre. Poco después, os ponéis a andar en dirección a la casa de la viuda.

Tras varios minutos de silenciosa caminata, el grupo de hombres llegan hasta la casa de Ishild que se encuentra en silencio. Las sombras comienzan a ser alargadas y el sol comienza a perder altura. La noche no tardará en caer. El día empieza a refrescar seriamente.

Cuando por fin atravesáis el marco de la puerta, véis a Haakon e Ishild junto al fuego que danza alegre sobre la madera que arde con fuerza. La sensación de calor os reconforta. Con vuestra llegada, del fondo de la casa, aparece Karl por un lado y Bera con los niños por otro. Sobre la mesa véis boca arriba y parcialmente desnudo a Ívarr. No tiene ya ningún rastro de sangre sobre su cuerpo. Incluso su rostro parece sereno. No véis a Uhtred por ningún lado.

Con grandes zancadas, Björn se acerca a Ishild a la que abraza para su sorpresa apenas se ha levantado. Todos los que estábais en la casa tenéis los músculos tensos ante la forma de avalanzarse de Björn, sin saber bien cómo reaccionar. Por fin, Ishild devuelve tenuemente el abrazo al mercenario. Cuando éste se separa de la mujer, dice: Me han informado de la sinvergonzonería que han cometido contra tu marido. Mi espada dice tocando la empuñadura de su espada está a tu servicio para dar muerte a los responsables.

El hombre refunfuña cuando no le das ninguna moneda pero, de alguna forma, accede a darte algo más de información sin cobrarte. Murió de viejo. Aunque se dice que pidió su arma poco antes de pasar al mundo de los muertos. Era un buen Jarl, pese a todo, espero que esté en el Valhalla. El hombre calla. Piensas que el muy cabrón te quiere cobrar sin haberte contado apenas nada, pero sólo se está sirviendo una jarra de la asquerosa cerveza que estás tomando tú también. Por fin se vuelve a apoyar en la barra, frente a ti y continúa. El nuevo Jarl ha sido designado por el propio rey Sigefrid. Se trata de un tal Sigmund Ragassen, afincado en Roskilde. Al parecer, su mujer era de aquí y aquí le han mandado a dirigir la ciudad en nombre del rey. Dicen que es un hombre ambicioso. Veremos qué tal se porta con nosotros. He oído que está apunto de llegar. En ese momento se calla y te mira a los ojos de forma muy directa. Deja claro que no aceptará una negativa la próxima vez. Por si no quedase claro, hace un gesto con el dedo índice, señalando a la barra mientras la toquetea.

Tras la negativa de Bjorn, no queda nada más que hacer salvo volver con nuestros compañeros. Es un paseo silencioso, que yo aprovecho para evocar los recuerdos vividos con Ivarr.

Al llegar a la casa, vemos que ya han preparado el cuerpo y que están todos reunidos - todos no, falta Uthred - y en silencio. Cuando el sueco le planta el abrazo a Ishild, me quedo parado, no sabiendo bien como reaccionar pues no esperaba semejante muestra de afectividad, pero al oir sus palabras, me alegra tenerlo de nuestro lado.

Permanezco en silencio, elevando una oración a los dioses. Las preguntas y las aclaraciones tendrán que esperara.

 No sonrio, aunque por dentro estoy deseando hacerlo. Será cabrón. Quiere cobrarme hasta por respirar. Pero vamos a enseñarle un trocito del pastel. Mientras hablo y bebo aparento estar distraido, pues en realidad no pierdo ojo a cualquier movimiento que se de a mi alrededor, pero prefiero parecer distraido en la conversación. Saco un par de monedas, y como si el mismisimo Loki guiara mi mano, empiezo a dar vueltas a las dos monedas sobre mis dedos. Las escondo, las vuelto a sacar. Las hago rebotar sobre la barra... Se las muestro, mostrando lo que quiza pueda ganar.

  - Por el antiguo Jarl. Ningun hombre que haya pasado su vida luchando merece morir con las manos vacias. - hago un simbólico brindis y doy un traguito. - He oido que ha muerto un capitán de uno de los barcos, por lo visto le han rajado el cuello y lo han tirado al bosque. Mal asunto, amigo... - Siempre tuve facilidad para engañar a la gente. No es que haya hecho de la mentira mi forma de vida, pero desde niño ha sido algo natural en mi. Intento parecer supersticioso, y sacarle información a través de un mero chisme, a ver si ha escuchado él algo sobre la muerte de Ívarr.

El tabernero no pierde ojo de tus monedas. Mira con ojos golosos cómo jugueteas con ellas, cómo las escondes y las vuelves a sacar, cómo las haces rodar o girar. El hombre desea tus monedas, pero tú sólo le tientas con ellas. Sigues bebiendo de la cerveza. A tragos pequeños. Ni quieres emborracharte ni quieres castigar a tu cuerpo en demasía con semejante brebaje. Observas la sala mientras juegas al gato y el ratón con el tabernero. La sala no deja de recibir gente cuando otros se van. El número apenas varía de los 15, y nunca baja de los 10. Algunos tienen más suerte que otros que se van con caras largas, cuando no con ojos airados. Te preguntas cuánta gente se habrá dejado el jornal en esas mesas con aspecto pegajoso.

Tus ojos hace un rato que se han acostumbrado a la penumbra interior, pero comienzas a ver qué fuera la luz está desapareciendo. Pronto tendrás que volver a casa de Ishild.

Algo he oído yo también. De hecho creo que podría saber algo sobre ese capitán del que hablas. Sus ojos se vuelven fieros mientras te clava su mirada en tus ojos. Su gesto ya no es nada disimulado, directamente pone la mano abierta, esperando tus monedas. Le miras en silencio a los ojos, devolviéndole la mirada y observando en el interior de sus ojos. Pero entonces lo ves. O mejor dicho, no lo ves. No ves mentira en sus ojos. Sólo la codicia de un hombre acostumbrado a vivir una vida miserable entre otros de su misma condición.

  Tal vez fuera el ardor guerrero de la juventud. Pero empezaba a sentir pena por ese hombre. Pena y repulsión. Es de recibo que no todos los hombres y mujeres deban dedicarse a las armas. Hay muy buenos hombres y mujeres que se dedican al campo, a la caza, a la cria de animales... y eso es tambien tan encomiable como la vida de un guerrero. Al fin y al cabo, al menos metafóricamente, esos hombres luchan igualmente por sacar adelante a sus familias. Y al final, cuando la muerte les llega, también son recompensados, aunque no en el Valhalla. Pero hombres como este tabernero... sin escrupulos, codiciosos y con el único deseo de enriquecerse a costa de los demás sin mover un solo dedo... me daban asco. Pero era necesario, de vez en cuando, tratar con hombres como aquel.

  - Soy todo oídos... - Dije dejando las monedas sobre la barra y haciendolas avanzar con dos dedos hasta la mano del tabernero. Pero no se las entregué. Puse mi mano tapando las monedas. Le habia puesto el pastel en la boca, tan cerca que pudiera oler su premio, pero se lo habia quitado de repente. Tapé las monedas con la mano pero no las aleje de él. - ... espero que sea una buena historia. Todo depende de lo buenas que sean las historias. - Le dejé claro que no le iba a pagar por cuatro mierdas jugosas que me quisiera vender. Veia en sus ojos que quería mis monedas, las ansiaba... y por eso le apreté las tuercas. Si queria mis monedas tendría que ganarselas.

El hombre casi se avalanza sobre las monedas, cuando tu mano las tapa. Hace amago de levantar tu mano para cogerlas, pero tu corpulencia y el hecho de que vayas armado le disuade. Sí, una trifulca no iba a terminar bien para ti. Pero seguro que él estaría muerto antes de que los guardias acabasen contigo. No era buen negocio el estar muerto.

Refunfuña y por fin se decide a hablar: Está bien. Ayer vino un hombre. No le había visto nunca, pero noté la desesperación en sus ojos nada más entrar. Se sentó nervioso en esa mesa. Dice señalando una de las dos que hay en el salón. No tenía mucho y casi lo pierde todo. Le oí maldecir muchas veces y cada vez se le notaba más nervioso. Entonces empezó a ganar ronda tras ronda. Cuando se dió por satisfecho se fue. Se encoje de hombros, pero cuando piensas que no va a decir nada más, continúa: Salí a mear un momento a la calle. Entonces pude ver cómo dos hombres con armadura se lo llevaban. El hombre se resistió, pero uno de los hombres le dió en la cabeza con una maza y lo dejó grogui. Después se lo llevaron a rastras. Pude oir algo sobre que el hombre le debía dinero a alguien, pero no pude oir a quién se referían. Siendo deudas, prefiero no meterme. El hombre termina su historia, y esta vez sí, se atreve a levantar tu mano y coger las dos piezas de plata que habías dejado allí. No te resistes, sabes que la información es buena.

Estaba claro cual era el plan de Ívarr. Jugarse incluso su vida ganando a las apuestas. Habria sido mas facil, quizá, hacer una colecta o haber pedido ayuda al resto. Cuando el camarero habla de dos hombres con armadura que se llevaron a Ívarr, y que esos hombres hablaron de unas deudas que tenía la víctima, no puedo evitar pensar en Gunnar. Al final todo va a apuntar a una acción descabellada del mercader. Hijo de mil demonios. Ojala sus entrañas se le pudran mientras él viva y muera en su lecho agonizante.

 - ¿Pudiste ver o escuchar algo más? - Pregunto, realmente interesado pero guardando mis reacciones para que no se note mi turbación. - ¿Podrias describir a esos hombres? - En ese momento, me saco otra moneda. Ahora mismo no voy a pensar en el futuro o en el invierno y mi alimento. Lo único que me interesa es dar con los asesinos de Ívarr en cuanto antes y ajustarles las cuentas. Saco una tercera moneda y se la muestro. Pero la cierro en mi puño. - ¿Dijeron algún nombre? ¿Podrias identificar a cualquiera de los hombres que se lo llevaron?

Por primera vez, puedes ver en los ojos del tabernero lo que podría ser un mínimo atisbo de dignidad frente a la posibilidad de ganar un poco más de plata. Con gesto calmado, niega con la cabeza con grandes aspamientos. Su gran cabeza hace un giro enorme para negar. Sólo añade: No oí nada más. Y aparte de parecer hombres de armas, no vi nada distintivo en ellos. Calla y no dice nada más. De hecho, por un segundo parece acordarse de sus quehaceres y vuelve a limpiar, de mala manera todo sea dicho, las jarras que han quedado vacías. También recupera la bebida sobrante en los recipientes para dárselo al siguiente idiota que se atreva a pedir una bebida allí.

La oscuridad sigue avanzando y te preguntas si los otros habrán vuelto donde Ishild. La ceremonia para enterrar a Ívarr empezará pronto.

 - Muy bien... - Sin apurar la jarra de cerveza, dejo la misma sobre la barra y miro por una ultima vez a aquel hombre. Le miro fijamente e intento mirar más allá de su cuerpo, orondo, y de sus ropas sucias y llenas de grasa, más allá de su aliento a pescado podrido y sus ojos vidriosos. Guardo esa ultima moneda que no se ha ganado

 Se habia demostrado como un hombre ávido de monedas. Daba igual media moneda de plata que todo un botín. Podía imaginarmelo atesorando monedas en un rincón oculto, medio loco por conseguir riquezas. Habia sido fácil captar su atención cuando hice sonar la bolsa de monedas. Al final no gaste la última moneda. Pero me dio que pensar. Cuando el hombre negó, tan rotundamente, a otra moneda fácil, me hizo pensar que quizá supiera algo más. Quiza fuese el miedo lo que le habia impedido hablar, quizá otra persona ya le pagara para que cerrara la boca, o quiza tuviere un patrón que procura que su choza esté siempre abierta. Sea como sea, de repente el hombre recobró la dignidad y no habló. Y me niego a creer que no sabe nada.

  Sali de aquel tugurio y me dirigí a casa de Ishild a paso vivo. Iba vigilando cada esquina, cada callejón. No me golpearían por la espalda. Y también iba dando rodeos. No queria que, si me seguían, me vieran dirigirme directamente a casa de Ishild. Por eso tardé un poco más en llegar, ya que me escondía en callejones o daba rodeos para despistar por si acaso me persiguieran. Toda precaución es poca.

  Y sigo pensando que ese tabernero oculta algo. Bueno, al menos me ha dado un lugar por donde empezar... y puedo asegurar que conozco otras formas de hacer que hable sin necesidad de premiarle por la información. Y ese hombre no quiere que llegue hasta ese punto... De momento, volveré con mis compañeros. Despediremos a Ívarr y les diré lo poco que he logrado reunir. Quizá el resto tuviera mejor suerte y sumando todas las historias podamos encontrar un culpable, o al menos un camino claro por el que seguir buscando.

Me sentí aliviado cuando vi a todos entrar en la casa, pero el alivio desapareció en parte al ver que Uthred no les acompañaba - Maldición, le dije que no les encontraría sin saber adonde se dirigían. -

Ahora que Uthred estaba deambulando solo por ahí, solo podía esperar que su carácter no le metiese en problemas y que volviese pronto con nosotros. Hice un gesto con la cabeza para saludar a Bjorn y me acerqué a ellos. Teníamos que saber lo que habían averiguado.

- Entonces... - dije con un deje de desesperanza - ¿Qué habéis descubierto? -

- Menos de lo que deseariamos y más de lo que esperábamos.- dijo enigmático. No sabia si era buena idea hablar abiertamente de aquello en ese lugar y con los niños delante.

Esos críos iban a crecer sin padre pero no estarían desvalidos mientras alguno de los que conocieron a su progenitor mantuviera una sola gota de sangre en las venas. Se dirigió a su viuda con todo el respeto.- Si en algo puedo ayudarte o poseo y lo necesitas, tu o tus hijos... solo dilo.

Luego habrá tiempo para hablar, Haakon. Hemos encontrado alguna pista. Intento suavizar la respuesta de Erik, es cierto que no es el momento ni el lugar para hablar de todo esto.

Permanezco junto al cuerpo de Ívarr, en un silencio respetuoso. En momentos como este prefiero sumirme en mis pensamientos que charlar con el resto.

Las calles son silenciosas, cada vez más que la oscuridad se cierne sobre la ciudad. Los pasos de Uhtred son cada vez más rápidos, hasta que antes de que se de cuenta, está trotando, casi corriendo. Las esquinas, con su oscuridad parecen amenazadoras, como si ocultasen algún mal, algún enemigo. O incluso algún monstruo, pero nada ocurre. Los viadantes se van dirigiendo hacia sus casas y las calles comienzan a quedarse vacías. Una vez más, el sudor perla la frente de Uhtred y por su espalda hilillos de humedad caen. Antes de que se de cuenta, está frente a la puerta de la casa de Ishild. Abre la puerta y se encuentra a todo el mundo. Es el último en llegar y todos le miran, algunos aliviados, otros impacientes, cuando entra por la puerta. Uhtred saluda con la cabeza, pero por unos segundos pone las manos en sus muslos e, inclinado, recupera el aliento. Cuando está mejor, da unos pasos más hacia el interior del hogar.

Mientras tanto, el resto han estado organizando su mente, tratando de asimilar lo ocurrido en todo el día. Unos se preguntan qué habrán descubierto los que han estado fuera todo el día, los otros se preguntan qué hacer con la información obtenida y en cómo honrar al caído. Karl se ha marchado poco antes de que Uhtred llegase, en busca del resto de la tripulación que, por suerte, no viven lejos.

Björn mira curioso a Uhtred, pero no dice nada. Aunque su mirada es inquisitiva, como preguntándose dónde habrá estado. Pronto llegará el resto y podría ser un buen momento para compartir informaciones, sacar conclusiones y, sobre todo, decidir los siguientes pasos.

Saludo a Uthred con un movimiento de cabeza. Me acerco a Ishild y le hablo al oído. Lo cierto es que la pista que hemos encontrado es bastante preocupante. Quizás sería bueno que Bera se ocupe de los niños y podamos hablar antes de que llegue más gente a honrar a tu marido.

Asentí con la cabeza a Bernt y me aparté cuando fue a hablar con Ishild. La llegada de Uthred también terminó de calmar mis nervios. Ahora que estábamos todos, aunque fuera para honrar tan nefasto suceso, solucionaríamos todo aquello que nos afligía sin lugar a dudas.

Al menos esa era la sensación que tenía...