Partida Rol por web

Me acerco a mirar los dibujos, extrañada. Los agarro y un escalofrío me recorre al ver tal escena. Seguramente no debería impresionarme, hoy en día había artistas con mentes mucho más oscuras. El problema es que no estábamos en hoy en día. Miro los dibujos con extrañeza y busco algún mueble donde esconderlos, no podía dormir con esa cosa mirándome. Luego me acomodo en el jergón y me acerco un par de troncos por si tuviera que echarlos en mitad de la noche. No me gustaba nada la situación, pero aún menos haber tenido aquel sueño y que el joven también hubiera soñado conmigo. ¿Qué estaba pasando?

Mañana cuando el joven viniera le preguntaría sobre quién había estado antes en esta cabaña, puede que le enseñara también los dibujos. O no. Era muy impresionable.

Muebles no hay, salvo alguna estantería donde si puedes poner los dibujos y lo demás. El jergón estaba duro, pero al menos acolchaba más que el suelo y daba calorcito. Poco a poco tu cuerpo se atempera y el cansancio comienza a abrirse paso después de un día cargado de tensión y emociones. Caes rendida y te ves  transportada a un sueño tan profundo que ni siquiera tienes un mísero sueño o pesadilla. Una marmota.

No sabes cuantas horas has dormido, pero unos golpes en la puerta te despiertan. La ventanas de aquel sitio están enclavadas, así no sabes si sigue siendo de noche o ya amaneció.

Pronto una voz te saca de la duda.

- ¿Señorita? - Marcus, cuya voz se escucha amortiguada por el grosor de la puerta. 

Me deslizo en los brazos de Morfeo sin darme cuenta, el cansancio y las emociones del día hacen que duerma a pierna suelta. Algo que no esperaba. Estoy descansando, sin soñar y todo está oscuro. El fuego del hornillo se ha apagado. Miro alrededor y oigo una voz que pregunta, parece ser el chico.

-Pasa- le doy permiso, al tiempo que me desperezo y trato de recomponerme el pelo. Sin mucho éxito, pero normalmente no me peinaba mucho si no hacía acto social. ¿Y cómo estaría mi maquillaje? Ni me lo había limpiado.

La humedad ha hecho que la madera de la puerta se hinche levemente, y le cuesta un poco abrirla. Da un par de empujones hasta que el portón acaba cediendo. Cuando lo hace, una brisa gélida llega de fuera. Acabas sabiendo el motivo. El exterior está completamente emblanquecido por una espesa nieve, que se amontona en el suelo y la copa de los árboles. 

El chico viene tapado hasta las cejas con alguna especie de bufanda. Trae una pequeña bandeja cubierta con paño. Cierra la puerta inmediatamente dejando el frío atrás.

- Está helada...- dice, refiriéndose a la cabaña y va a reavivar el fuego del hornillo. No le impresiona tu pelo de haber estado durmiendo. Ni el maquillaje, que aún no viste como lo tienes.

La ráfaga de viento hace que me estremezca con un escalofrío. Me abrigo bien con la manta y le veo entrar a la cabaña, siguiéndole con la mirada. Ni darme cuenta que aquel lugar estaba helado, el fuego me había mantenido caliente al menos el resto de la noche, pero como era lógico no podía avivarlo si dormía.

Le paso los troncos que dejé al lado de aquel colchón de paja, duro y al mismo tiempo cómodo con el cansancio que traía encima. -Ni me di cuenta que se apagó...

Se acerca al hornillo y, antes de coger los troncos, te tiende la bandeja. Sea lo que sea, está calentito o eso sientes con el contacto de tus manos en la bandeja, que está cubierta por un paño blanco.

- Son crumpets...Cogí unos pocos....- te explica y echa los troncos al interior del hornillo, ahora habitado por cenizas grises y frías. Usa papel y un mechero que tu ves antiquísimo:

Con el que además se enciende después un cigarro que saca de una pitillera de piel un poco raída ubicada en el bolsillo de su pantalón.

-¿Crumpets?- pregunto un poco perdida y huelo la bandeja, la cual emanaba un calor reconfortante. Es cuando le veo ese mechero que a saber de dónde salía, pero lo siguiente me interesaba más. No solía fumar, por mi salud y blabla, pero uno no me vendría mal. No fumaba desde la universidad, aunque ahí fumaba algo más que cigarros. Ya se sabía, la hierba fomentaba la creatividad muchas veces. -¿Puedo fumar uno de esos, por favor?

Marius retira el paño de la bandeja y tus ojos contemplan algo así:

Parece como tortitas gruesas y desprenden un aroma que vuelve a hacer a tus tripas querer recordarte que están ahí. Va a explicarte, cuando le preguntas acerca del cigarrillo y te mira atónito. Como si lo hubieras desencajado de nuevo, algo que empezaba a ser habitual.

- ¿Fuma? - pregunta, como si le resultada sumamente extraño.

-A veces- respondo casi sin percatarme de su expresión cuando le pido un cigarro, aquellas cosas habían captado toda mi atención. Las huelo y cojo una para llevármela a la boca de inmediato. Olían de maravilla y seguro sabían aún mejor. -En la universidad más, ya sabes...- se me escapa sin más y luego caigo de nuevo en que no estoy dónde debo. O más bien cuándo debo.

Aquellos pastelitos hacían justicia a su olor. El sabor te hace salivar y querer comer más. Era una pequeña delicatessen que no habías probado antes y tenías toda  la bandera para tí. Marius tenía bastante con ir lidiando con todo lo que salía por tu boca. 

Debido a la oscuridad remanente, la luz de las llamas ilumina la cara de Marius dándole un tono rojizo. Su pelo dorado parece aún mas claros. Aún tiene el cigarrillo en las manos.

- ¿Universidad? - pregunta. Porque en aquella época ya había mujeres universitarias...Pero toda pudientes.

-No importa...- zanjo su pregunta sobre la universidad o que yo fume. Todo le iba a parecer una locura o un escándalo. -Esto está muy rico- digo acabando de engullir el pastel  y comenzando otro. Su sabor se diferenciaba mucho de cualquier cosa que hubiera probado, una diferencia abismal de hecho.

Que zanjes el tema no hace que el chico deje de mirarte con suma extrañeza. Avivó el fuego y él si se enciende un cigarro, para luego ir a abrir la hoja de un de la contraventana (que está por dentro). Cuando hace eso, la luz del exterior profana la penumbra de la estancia, levemente cegadora. A través del cristal contemplas como el exterior está completamente nevado.

- Usted es muy extraña...- dice el chico, mirándote desde la ventana - Todo esto es muy extraño...¿De donde viene? Miss Betsy me preguntó que cuando voy a zanjar este asunto...

-Vengo de Londres...- contesto al chico, mirando el gélido exterior nevado. -Aunque creo que aquí el problema no es dónde sino cuándo. Ya te dije que no me creerías si te lo contara. ¿Zanjar qué asunto?- le miro con curiosidad, porque no sé si se refería a echarme a la calle o a ayudarme. Viendo la cara de Miss Betsy, seguramente lo primero.

- ¿Cómo que cuándo? - pregunta él, sin entender muy bien el asunto. Desde luego, no debía ni imaginarlo. En la época que tú conociste, todo el mundo está sugestionado por la televisión y los medios de comunicación, que bombardean a todas horas historia peculiares. Él, un criado que seguramente no sabía ni leer, a saber - Lo de usted. - te da la espalda, mirando para la ventana - Miss Betsy está inquieta. Le dije que me guardara el secreto con el señor Sartorius hasta que viera que hago...Si es de Londres, quizá pueda llevarla.- te propone aquello, mientras da una calada profunda a su cigarrillo arcaico.

Veo que no me entiende, ni lo hará. Es todo demasiado complicado, lo es para mí, no quiero ni imaginar para él. Niego con lo que dice de llevarme a Londres, ¿dónde me iba a llevar? Si no conocía a nadie en esta época. El cabrón de mi agente ni había nacido como para ir a gritarle a la puerta de su casa.

-Es complicado, soy de Londres, pero no de este Londres...- le miro, sin saber bien qué hacer. Él me había dado cobijo una noche, pero la hospitalidad no se alargaría. No conocía a nadie, ni tenía dónde ir, ni siquiera un centavo válido en esta época. Es cuando caigo en ello y busco entre mis bolsillos. -Mira esto- le tiendo uno de las libras de mi bolsillo.

Se acerca cuando le tiendes las monedas. Las coge con cuidado y achica la mirada ante lo que tiene ante sus ojos. Claramente no le cuadra. La palpa, le da la vuelta mirando ambas caras y luego te mira a ti. Sin duda está desencajado. Aunque quizá no conciba aún la magnitud del asunto.

- Esto...Esto es...- dice un poco tartamudo - ¿Un libra? - vuelve a mirar la moneda, dándole vueltas como si con ello consiguiera desvelar el misterio. La mira de cerca, los  grabados, todo... - No puedo ser...¿de donde sacó esto? - y te vuelve a mirar. 

-Es una libra...- le confirmo. -Es la moneda que hay de donde vengo vigente, mirad la fecha. Tengo más, no penséis que esa la he acuñado yo, no tengo ni idea de eso. La que sale en el dorso es Isabel segunda, reina de Gran- Bretaña e Irlanda del norte, desde 1952.

Aquel muchacho iba a entrar en shock, pero no se me ocurría otra forma de explicarle esto. Bastante lioso estaba de por sí para mí, como para que el resto comprendiera también qué ocurría.

Por aquel entonces, debía estar por nacer el padre de Isabel II, Jorge VI de Inglaterra y segundón de la familia, y a día de hoy seguiría reinando su progenitor Jorge V. Nombras a Marius el nombre de una reina que todavía no ha nacido, mostrándole una libra con su rostro estampado, y el chico no sabe ni qué cara poner. Palpa la moneda de forma nerviosa, mira la fecha, balbucea cosas que no llega a terminar...

- Mil novecientos cincuenta y dos...Dos mil once....- repite, leyendo en el último caso en la moneda - No, no...Me está tomando el pelo...Me lo está tomando - dice, ya un poco serio e incrédulo. Realmente no debía asimilar aquello - Le estoy ayudando y se está riendo mi...¿donde ha sacado esto? - niega, como dolido.- Me está mintiendo...Son locuras...

Meto la mano en mi bolsillo y saco un puñado de calderilla, para tendérsela. De perdidos al río. Era imposible explicárselo de otra forma y si me echaba a la calle o me llevaba a la autoridad iba a ocurrir lo mismo. O hacía al joven razonar, o acabaría en un manicomio igual.

-No tengo por qué tomarte el pelo... Mira mi ropa, no es nada que lleve una mujer ahora. Mira las fechas de las monedas... ¡o mi móvil!- lo saco, que sigue apagado para ahorrar batería. -Esto es un teléfono, ahora no tienen cables, son así. No te tomo el pelo, no te conozco para hacerlo, solo quiero que entiendas. Yo vivo en Londres, pero no en este cuándo...

Abre los ojos como platos cuando sacas mas monedas y hasta el móvil. Da hasta un par de pasos atrás, con los ojos desorbitados. Parecía al borde del shock.

- Ha perdido el juicio...Lo ha perdido !esto no es posible! - dice, ahora mirando las monedas, como si por más que las mirase, pensase que iba a dar con aquello las delatasen como falsas. - ¿De donde ha sacado todo? La ropa, las libras raras, ese trasto...¿es una especie de broma? ¿a que está jugando, Señorita Kerrie? - te mira desconcertado. - No la entiendo...¿que pretende sacar de esta burla? ¿quiere volverme loco? - te mira como pasmado.