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Los Crímenes de Saint Louis

La Inglaterra Victoriana

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12/11/2015, 15:44
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El largo reinado de Victoria de Inglaterra, entre 1837 y 1901, marca la época de apogeo de una determinada concepción política, económica y social en cuyo centro, a modo de foco irradiador, se sitúa la burguesía, grupo social que resultó vencedor de la confrontación con la aristocracia y la Iglesia sucedida en las turbulentas décadas pasadas. 

Las décadas finales del siglo XIX ven triunfar a un hombre optimista y confiado en sí mismo, dominador del Mundo y la Naturaleza merced a unos conocimientos técnicos y científicos que se suceden con una rapidez nunca antes vista en otro periodo de la Historia de la Humanidad. Por primera vez es capaz de viajar por el aire y bajo el agua, se combate con eficacia a la enfermedad, se viaja a zonas inhóspitas; el hombre es capaz de comunicarse a distancia, de tener un hogar cómodo y tiempo de ocio. Inventos como el cinematógrafo, el fonógrafo, el automóvil, la luz eléctrica o el teléfono, entre muchos otros, hacen pensar al individuo de principios de siglo que se encuentra en la cima del Mundo y de la Historia. 

La Exposiciones Universales devuelven al hombre europeo, a modo de espejo, una imagen de sí mismo engrandecida y orgullosa. En ellas se exhiben los últimos adelantos tecnológicos, el conocimiento y control sobre pueblos alejados, primitivos y extraños, la victoria sobre el tiempo y el espacio. Europeos, estadounidenses y japoneses, las regiones más industrializadas, se lanzan a la conquista de nuevos pueblos y territorios donde proveerse de materias primas y colocar sus productos, a la par que empiezan a lanzar sus dados sobre estratégicos tableros de juego en los que empieza a dirimirse la supremacía universal. 

Sin embargo, son también tiempos de incertidumbre e inestabilidad social. Si bien es cierto que la calidad de vida en general alcanza un nivel inusitado, las mejoras no alcanzan a todos ni lo hacen de la misma manera. Los nuevos modelos económicos surgidos de la Segunda Revolución Industrial crearán diferencias, a veces irreconciliables, entre los dos grupos sociales resultantes: la burguesía capitalista y financiera y el proletariado, básicamente industrial. Este último, armado ideológicamente por diversas corrientes de pensamiento y transformación social, iniciará una época de reivindicación y contestación que se prolongará hasta muchas décadas posteriores y que marcará el conjunto de las relaciones sociales, políticas y económica a lo largo del siglo XX.

Desde una perspectiva política, las últimas décadas de la época victoriana se caracterizaron en el Reino Unido por la misma estabilidad institucional que las anteriores. No obstante, los principales instituciones experimentaron importantes variaciones en sus funciones y en sus relaciones mutuas. La Corona perdió poder efectivo y ganó poder simbólico. Aunque la Cámara de los Lores siguió reteniendo, y ejerciendo, todas sus atribuciones, el principal protagonismo correspondió, cada vez más, a una Cámara de los Comunes cuya elección se había convertido en el centro de la vida política. El ejecutivo alcanzó una nueva autonomía. 

El espiritismo en la época victoriana

Conforme se aproximaba el fin del reinado de Victoria, la urgencia por comunicarse con el más allá se volvió obsesión en las altas clases británicas. Pero fue un pretexto para escapar, así fuera a través de las ganas de creer, de una sociedad escandalosamente opresiva. 

Decenas de exploradores del Imperio Británico conquistaron territorios en África, India, la lejana China, Medio Oriente y América en lo que parecían ser misiones peligrosas, sí, pero emocionantes. En cambio, la capital, Londres, perecía de aburrimiento al promediar 1890. Por supuesto que había diversión, juegos ilegales, prostitución y todo lo que uno quisiera pero todo a nivel subterráneo, fuera del radar victoriano. 

La octogenaria soberana había pasado de una juventud lozana y pispireta a las costumbres mas recatadas tras la muerte de su consorte Alberto de Sajonia, en 1861. De hecho, la proliferación de exploradores británicos por todo el mundo tenía una explicación que se ligaba con ese reinado, esto era, el hastío respecto de una sociedad donde hasta cocinar en domingo estaba prohibido. Las apariencias estaban llegando a un punto de saturación.

Por si fuera poco, las incontables tardes lluviosas de la capital obligaban a muchos a quedarse en casa. Ese factor sirvió para que llegara, como un huracán, el espiritismo como la moda de matar el tiempo y burlar la estricta etiqueta victoriana.

Buena parte de los aficionados al espiritismo eran familiares de gente que se había ido de exploradora y jamás de supo de ella, así como de jóvenes soldados muertos en combate y, por supuesto, de personas interesadas en saber dónde había dejado sus riquezas el tío o el abuelo acaudalado que nunca se molestó en redactar un testamento.

Hubo dos maneras de que se popularizaron para "contactarse" con los espíritus. La primera era la ouija, término derivado de la palabra "sí" en francés y alemán. Aunque los orígenes de la Oiuja se remontan a un momento en la Edad Media, su resurgimiento se dio desde mediados del siglo XIX, lo que desembocó en una manía en su última década. Se trataba de una tabla con el alfabeto, números y un vidrio ampliado el cual creaba palabras impulsadas por los dedos del "contactante". 

El otro método era organizado por un médium que se sentaba con los demás participantes, se apagaban las luces y todos se tomaban de las manos para concentrar energía y atraer a los espíritus. Por entonces las médiums cobraban más por sus servicios pues en apariencia eran más efectivas.

Lo que desató la fiebre espiritista en Inglaterra fue la muerte, en 1891, de Madame Blatavsky, una mujer ucraniana a quien se le atribuían poderes sobrenaturales. Y como suele ocurrir cuando una médium reconocida fallece, rápido proliferaron lo que se da en llamar "cajas", esto es, personas que aseguran mantener un contacto y, por ende, parte de esos poderes. Bien pronto a estas médiums también se les llegó a conocer como "Madames". Sin embargo y con contadísimas excepciones  la mayoría de los participantes en esta fiebre espiritista victoriana eran simples charlatanes.

 

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13/11/2015, 00:47
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Otros aspectos de la vida cotidiana

Familia

Las familias eran, frecuentemente, numerosas y los niños eran criados con reglas estrictas, donde la obediencia era parte esencial de su educación. La vida de los niños se desarrollaba en las habitaciones de juegos o nurseries, donde las niñeras o nannies se ocupaban de sus lecciones , juegos y comidas.

La visita dominical a la iglesia y las veladas cantando alrededor del piano – todas las jóvenes eran instruidas en piano y canto – , jugando a las cartas, o haciendo labores mientras el padre leía en voz alta pasajes de la Biblia, eran parte de la vida cotidiana de la familia victoriana.

Los sirvientes vivían en la planta baja. El número de sirvientes en una casa dependía de la capacidad económica de la familia. Las familias de clase alta contrataban a un gran número de sirvientes; cada uno de ellos usaba un uniforme diferente según su trabajo y su rango dentro del staff de los sirvientes. Todos ellos se reunían en el hall habilitado para ellos.

* Mujeres, hombres, moral y viceversa

La sociedad en la época victoriana estaba exacerbada de moralismos y disciplina, con rígidos prejuicios y severas interdicciones. Los valores victorianos se podrían clasificar como "puritanos" destacando en la época los valores del ahorro, el afán de trabajo, la extrema importancia de la moral, los deberes de la fe y el descanso dominical como valores de gran importancia.

Los varones dominaban la escena tanto en los espacios públicos como en la privacidad, las mujeres se debían a los lugares privados, con un estatus de sometimiento y del cuidado de sus hijos y del hogar, referente de ello es la novela Ana Karenina mostrando que la sociedad no permite el resquebrajamiento de la moral.Otro claro ejemplo fue la condena por sodomía a Oscar Wilde con Lord Alfred Douglas a dos años de trabajos forzados.

Las condiciones como la pereza se vinculaban con los excesos y la pobreza con el vicio. La repulsión social hacia el vicio también se traduce en el sexo, relacionado con las bajas pasiones y su carácter animal proveniente de la carne. Por ello, la castidad era una virtud a resguardar.

La insatisfacción femenina, en cualquier ámbito, era tratada como un desorden de ansiedad con pastillas y psicoanálisis y, si la mujer tenía suficientes recursos económicos, lo trataba en manos de un "experto" que las estimulaba sexualmente con sus manos.

Las putas

La doble moral sexual es propia de la era victoriana. La reina mandó alargar los manteles de palacio para que cubrieran las patas de la mesa en su totalidad ya que, decía, podían incitar a los hombres al recordar las piernas de una mujer. Sin embargo, paralelamente a las estrictas costumbres de la época se desarrollaba un mundo sexual subterráneo donde proliferaban el adulterio y la prostitución. También existían las "cortesanas" que eran personas que, en el principio, asistían a los monarcas.

La noche se encargaba de ocultar los vicios de las personas: en el Este londinense se albergaban muchos burdeles, salones de espectáculos, salas de juego. Pero también se desarrollaba un ambiente callejero de drogas, sexo y apuestas sin escatimar en variantes como las orgías, espectáculos del tipo erótico, relaciones homosexuales, abuso de menores y azotes. En esta Inglaterra se desarrolló el primer preservativo realizado en látex, aún cuando se suponía que las relaciones sexuales debían mantenerse con fines reproductivos.

La prostitución era una actividad muy frecuente en la Inglaterra del siglo XIX. Tan sólo en Whitechapel la policía metropolitana calculaba que existían unas 1.200 prostitutas de clase social baja y unos 62 burdeles. Generalmente éstas eran mujeres que hacían la calle por unas pocas monedas y que procedían de las más diversas nacionalidades. Londres era una capital terriblemente pujante y era un destino muy popular en los flujos migratorios. 

Los pobres

Evidentemente, la vida de la clase trabajadora era más dura, y su principal ocupación en la vida era la supervivencia. En una familia de clase baja trabajaban habitualmente todos los miembros. Los niños desarrollaban múltiples trabajos, algunos muy peligrosos y de extraordinaria dureza. Las mujeres, cuyos salarios eran menores a los de los hombres, trabajaban como sirvientas, costureras o en la industria textil; incluso hubo mujeres que trabajaban en las minas, aunque la rígida moral victoriana consideraba que no era un trabajo propio de mujeres, no por los riesgos que entrañaba, sino porque creían que la cercanía de hombres y mujeres en un espacio reducido no era moralmente aceptable. Aquellas mujeres que habían tenido la suerte de haber tenido acceso a una preparación cultural, podían trabajar como maestras o como nannies instruyendo a los hijos de las familias ricas.

Las drogas

Eran extendidas las prácticas non sanctas tales como la culturación al opio. Esto no resulta extraño si se conoce que en la botica real se distribuía libremente el opio a los cortesanos, la misma reina Victoria lo consumía en forma de goma de mascar con cocaína, junto al joven Winston Churchill y, en cuanto a la ficción, Sherlock Holmes se inyectaba frecuentemente cocaína ya que era considerada para gente «cerebral y muy nerviosa». El opio era libremente consumido como «droga social», aunque con el tiempo adquirió mala fama debido a que, en los antros donde se consumía, se hallaba también presente la prostitución.