Partida Rol por web

Había salido rápidamente detrás de Rebecca, sobre todo porque papá me había dicho que me fuera con ella, pero también porque allí sola, en el restaurante, no podía hacer nada. La verdad es que no me hacían mucho caso, pero de repente, todos se quedaron parados delante de un sitio que ya habíamos visto antes.

Era aquel museo y alguien parecía haber entrado a lo bruto en él.

-No te preocupes, señor Pebbles, no te ocurrirá nada -le dije, pegándome a Rebecca y cogiéndola de la mano.

Después, levanté la vista hacia ella.

-¿Verdad?

—Yo no soy aburrido, solo sensato... —farfullé cruzándome de brazos mientras hacía una mueca al escuchar el apelativo que me había puesto Rebecca.

¿Era cierto? Tan solo trataba de aportar un ápice de sensatez y sentido común con el fin de no precipitarnos en nuestros actos, pero tal vez tuviera razón. Y, además, si me ponía a pensar, con mi edad mi padre no hubiese dudado si se le hubiese planteado un plan como aquel. "Debería ser más decidido con lo que hago y digo..." —me decía continuamente. Tras haber permanecido un tiempo en silencio, recorriendo junto al resto los muelles y el pueblo, volvimos al punto de inicio de nuestro viaje; solo que había una pequeña diferencia en el entorno. Abrí los ojos como platos al llegar a la entrada del museo y presenciar el estado que presentaba. ¿Quién tendría tanta fuerza como para arrancar de cuajo unas puertas de aspecto robusto sin aparente esfuerzo? Debía ser alguien muy fuerte... o, aún peor, el cuadro del faro albergaba en realidad un espíritu y este se había escapado en busca de venganza. 

—¡Oh, no! ¡Alguien ha entrado a robar! —grité, omitiendo de momento la opción agorera de un posible fantasma—. ¿Qué hacemos? ¿Entramos para ver qué ha ocurrido? —pregunté girando sobre mí mismo, observando a los demás. No es que me hiciera especial ilusión adentrarme allí, pero algo había que hacer. 

Después del museo, lo mejor que podíamos hacer aquí era... ¡Ir a comer! Mientras satisfacía mi apetito con varias hamburguesas y patatas fritas, escuchaba cómo divagaban los demás. Paul encontró el faro real del cuadro, que estaba en el Mediterráneo.

-"Bien hecho Paul, eres un crack. Pero es raro que esté tan lejos ese faro, ¿no? Pensaba que estaría por la zona."

Seguí con la hamburguesa que me daba Rebecca, no había que desperdiciar la comida y tampoco ser maleducado. Era como un regalo que me hacía, así que la sonreí tontamente mientras le daba las gracias.

-"¿Meternos en el museo sin permiso? ¿Y si nos pillan? Iríamos a la cárcel, ¿no?"

Hablaba con la boca llena y algún perdigón salía disparado hacia todos lados. Tenía mi lado de la mesa llena de migas y cachos de comida, además de varios vasos de refresco.

Salimos del local para dar una vuelta por los alrededores, mientras nuestros padres terminaban de divertirse. Estar aquí, en los muelles de Goon era agradable, junto a mis únicos y verdaderos amigos. Rebecca patinaba de un lado para otro y me tenía embelesado, solo tenía ojos para ella. Al llegar cerca del museo, vimos que las puertas de entrada estaban rotas y tiradas en el suelo, como si un coche se hubiera estampado contra ellas. Miré a los demás.

-"¡Ostrás! Deberíamos de irnos y avisar a nuestros padres o a la policía. Seguro que han entrado a robar las joyas de Willy y están armados, ¡mirad cómo han dejado las puertas!"

Un ruido extraño resonó por todas partes. Era como una especie de graznido, pero muy fuerte. Primero sonó en algún lugar indefinido. Después a vuestra espalda, en un extremo de la calle, en el otro...

Lo cierto es que fuera lo que fuese, o había varios o era uno que estaba moviéndose rápidamente, y solo había un lugar en el que no parecía estar.

El interior del museo.

Casi automáticamente, todo el temor que teníais por entrar en el museo desapareció. Aquel parecía ser el único lugar seguro porque el restaurante en donde estaban vuestros padres parecía estar verdaderamente lejos. 

Uauuu... ¿habéis oído eso, chicos? - exclamé, visiblemente emocionado... tenía muy claro que quería entrar. Las puertas destrozadas no presagiaban nada bueno pero, ¿qué sería del mundo si no le poníamos algo de emoción? Si nuestros padres no hubieran desobedecido todas las normas, incluso las del sentido común, los hubieran echado de los muelles, y nosotros ni siquiera nos conoceríamos y... y todo esto, todo lo referente al tesoro, se habría perdido para siempre...

No, retroceder no era una opción... y llamar a la policía tampoco. Si lo hiciéramos, se acabó. Precintarían el lugar y nuestras vacaciones se habrían terminado.

Había que entrar, y ahora que habíamos escuchado ese bestial gruñido... o grito... o lo que demonios fuese... no podíamos obviarlo... 

Me siento como el agente Pendelgast entrando al Metuopolitan... ¿me seguís?

Y tras mirar con cierto nerviosismo a ambos lados eché a correr hacia dentro del museo hurgando en mis bolsillos hasta que dí con una pequeña linterna sin pilas que siempre llevaba encima...

Era una de esas que dan de regalo comprando una lata de champiñones, pero le hice unas mejoras y ahora alumbraba hasta 20 metros delante tuya...

Oigo un extraño ruido que parece proceder de varios puntos al mismo tiempo y antes de darme cuenta estamos todos en el interior del museo. Miro a mi alrededor buscando a Billy para ver que esté aquí también. Lo único que faltaría es que lo perdiera después de lo que me ha dicho mi padre.

- Pues no... no sé quien coño es el agente como que se llame... respondo a Paul antes de que este me deslumbre con su linterna...

Apenas notó la mano de la pequeña que apretaba la suya. Rebecca se alarmó mucho con aquellos aullidos o graznidos. A veces le parecían monos y otras...algo que desconocía. Sonidos de la jungla.  -Verdad, enana. Al señor Pebbles no se, pero a ti puede si no te callas. Shhh.

Álex y Bernie no querían entrar, Billy dudaba pero parecía esta vez sí decidido, y Paul fue el más atrevido, corriendo escaleras arriba. Ella miró aquí y allá, inquieta, y optó por seguir la estela del pequeño McGiver, subiendo los escalones tirando de su hermana.

-¡Vamos, corred, chicos! No me gustan esos chillidos, me ponen los pelos de punta.

Me quedé de piedra, quieto como una estatua, al escuchar aquel ruido más propio de una película de terror. No sé qué demonios era, pero no me gustaba en absoluto. A nuestro alrededor, no se veía a nada ni a nadie. Únicamente estábamos nosotros, el museo y ese extraño ruido que parecía proceder de cualquier lugar. Tragué saliva y, armándome de valor, seguí la estela de los pasos que había iniciado Paul, seguido por Rebecca y Hailee después. Giré el cuello un instante para mirar a Bernie y Alex que se encontraban rezagados.

—¡Vamos, chicos! Algo me dice que quedarnos aquí fuera es una invitación a los problemas —dije volviendo la vista al frente—. Cómo odio tener razón siempre...

Empujados por el miedo, el sentido de la aventura o un poco de ambas cosas, todos terminasteis entrando en el museo, pasando por por encima de las puertas que estaban en el suelo, caídas y medio rotas, como si una gran fuerza las hubiese echado abajo.

Una vez dentro, no observasteis en principio nada especial. El museo parecía estar igual que lo habíais dejado un par de horas antes. El mapa, Willy, el órgano, los tesoros... todo estaba en el mismo lugar, al menos en apariencia, y en silencio, a excepción del sonido que ocasionaba el viento al entrar desde el exterior.

Cuando llegasteis a la zona en donde estaban aquel conjunto de imitaciones de artefactos piratas y el cuadro, sí que descubristeis algo diferente. Justo en el suelo, bajo el cuadro, había el cuerpo de un hombre muerto. Además, no era un hombre cualquiera.

Era el cuerpo de un pirata.

Me acerco con cuidado al cuerpo del pirata para observarlo desde más cerca...

La reacción que tuvo Becca en cuanto vio a aquel hombre tirado en el suelo vestido de pirata, fue ni acercarse al principio y, sobre todo, ponerse delante de su hermanita, como si quisiera protegerla, del muerto, de su visión, o de cualquier peligro que pudiera caerles del cielo. 

La cosa se complicaba. Y la travesura ya era algo más. Un problema. Un problemón. -Ten cuidado, Álex...No toques nada. 

Miró en derredor, asustada, en particular hacia la entrada, y luego a sus amigos, para acabar contemplando, un poco fascinada, al muerto, o inconsciente, lo que fuera, y lo que hacía Álex.

Un nudo se formó en mi garganta al contemplar, de primera mano, un cuerpo tendido junto al cuadro. Y no un cuerpo cualquiera, sino el de un pirata. Lancé una mirada suspicaz al resto, moviéndome nervioso. Esto estaba alcanzando unas dimensiones difíciles de imaginar.

—Es... ¿está muerto? —le pregunté a mi primo quien se había acercado sintiendo cómo las pulsaciones se me aceleraban y el corazón me latía con fuerza en el pecho, amenazando con escaparse de un momento a otro del mismo—. Ya os lo dije. Esto nos traería problemas... No me equivocaba —aseveré, sin dejar de observar el cuerpo. Era como si no pudiera apartar la vista de él, tal vez tratando de averiguar qué le habría ocurrido.

Una mota de polvo pareció decidida a fastidiar a Billy, que rápidamente se llevó una mano al ojo derecho, en donde se había alojado. Dolorido, pareció no poder echar un vistazo más de cerca al pirata muerto, mientras lo hacían los demás. Las preguntas se acumulaban. ¿Qué hacía un pirata allí, y por qué estaba muerto?

¿Habría roto él la puerta... o habría sido otra cosa que aún no habíais visto?

Al fijaros un poco más al pirata pudisteis daros cuenta de varias cosas. La primera y más evidente, que estaba empapado. Sus ropas, su pelo, su sombrero... era como si hubiera estado en una maldita tormenta. Pero no estaba lloviendo; no había llovido en todo el día.

Lo segundo, que tenía los brazos, las piernas y el cuello lleno de mordiscos; había manchas de sangre en la ropa, pero en el cuelo, podía verse un arañazo bastante grande... y una herida profunda que llegaba al interior, y que estaba sangrando profusamente.

El rostro del pirata estaba curtido por el sol y el mar, endurecido y con barba de varios días, y también tenía un gesto extraño en su boca, como de terror. No era nadie que conociese o hubierais visto antes, de eso estabais seguros.

Al ver toda aquella sangre, Rebecca dio unos pasos hacia atrás, empujando a Hailee suavemente y casi resbalando con los patines. Se mantuvo en equilibrio, agitada, con el corazón acelerado. Sus ojos no podían apartarse del cadáver, ya fuese por morbo, por impresión aterradora, o por la fascinación que le causaba este encuentro. 

-Está empapado de agua...y...mirad...todo lleno de mordiscos...-Beca miró a sus amigos, de hito en hito y con preguntas en su mirada asustada. No se atrevía a argumentar que procedía del cuadro, seguramente esto era imposible, sino de los muelles, eso sería. Salió del agua, a saber de donde venía, algo le atacó y llegó hasta aquí...

Pero no había sangre en otra parte del museo.

-Chicos...¿qué está sucediendo aquí? -Ni siquiera pensó en comprobar qué le decían sus cartas. 

—¡Ay, mi ojo! —protesté restregándome con ahínco, sin poder ver prácticamente nada. "Si lo llego a saber no me hubiese quitado las gafas" —pensé, con el ojo derecho visiblemente enrojecido. Ahora bien, si me pusiera un parche en el ojo, podría pasar por la viva imagen de Willy "el Tuerto" en su más tierna adolescencia. 

Pese a no haber podido observar el cuerpo con detenimiento, las palabras de Rebecca llegaron a mis oídos y tuve que contener la respiración. "El pirata está lleno de heridas de mordiscos, ergo ha sido atacado por algún animal... Y ahí fuera del museo lo que se escuchaba parecía ser un tipo de bestia salvaje" —se agolpaban los pensamientos en mi cabeza instándome a abandonar cuanto antes el recinto. O a buscar un sitio en el que escondernos hasta que llegara algún adulto que pusiera cordura en todo este asunto. ¡Esto pintaba a una aventura peligrosa a la altura de una de Jacques Cousteau!

—Rebecca, no sé qué está sucediendo, pe-pero sugiero que nos escondamos... —murmuré tratando de mirar a mi alrededor, por si había un buen lugar en el que guarecerse.

Observo con atención el cuerpo y noto como Rebecca se asusta al ver las heridas repartidas por el cuerpo. 

-Tranquila... - le digo sin tener muy claro si lo hago para tranquilizarla a ella o bien para autoconvencerme a mi mismo - seguro qué todo tiene una explicación.

Continúo observando la escena, notando que hay algo que se me escapa hasta que por fin caigo en ello... Miro a mi alrededor buscando restos de agua por el suelo, huellas húmedas... si el hombre está tan mojado ha tenido que dejar rastros por su camino por el museo hasta llegar a donde está... la otra alternativa no me la quiero creer...

Al escuchar esos sonidos tan horripilantes, todos corrimos hacia el interior del museo. Alguna especie de bestia salvaje andaba suelta por los muelles y probablemente era la que hubiera roto las puertas. Al meternos, me giré un momento para ver si veía algo afuera, pero no vi bestia alguna. Miré la entrada, para ver si las puertas habían sido destrozadas desde dentro o las habían roto desde fuera. Después, nos adentramos en las salas que habíamos recorrido hacía escaso tiempo. Aproveché y volví a calzarme el sombrero pirata que había cogido anteriormente del maniquí. Me encantaba, con su forma triangular y sus plumas. Al llegar a donde estaba el cuadro, nos percatamos de un suceso escalofriante. ¡Había una persona vestida de pirata tendida en el suelo!

-"¡Ostrás! ¿Creéis que estará muerto? Hay que avisar a la policía, ya os lo dije. ¿Y si el que ha roto las puertas se encuentra todavía aquí dentro? ¡Nos hará picadillo! Seremos cebo para peces..."

Me acerqué al cuerpo para verificar si estaba muerto o solo inconsciente. Parecía que estaba mojado, pero no habíamos visto rastro alguno al entrar y llegar hasta esta sala. Un escrutinio exhaustivo me revelaría muchas cosas, como lo de la puerta de entrada...