Partida Rol por web

 Parecía que el guerrero tenía completamente controlada la situación, cuando la criatura se abalanzó sobre él. Sentí como se me comprimía el pecho en el instante en el que las fauces  del animal atravesaban la armadura de aquel hombre y lo lanzaba hacía el aire. "Esta bestia es peligrosa, la ayuda de la armadura no es suficiente, solo Herenias podrá salvaguardarme de sus fauces" 

Con ese pensamiento consigo esquivar y golpear a la bestia, ahora el enano acapara toda su atención al provocar  una herida mayor que la mía.

- ¡Tenemos que acabar con ella ya! Puede que el otro guerrero este gravemente herido y si no hacemos algo acabará con el y con todos nosotros.

Ataco de nuevo con toda mi fuerza.

 Valiente y heroico acto el del mordido humano, nos ha dado unos segundos de distracción que no podíamos desperdiciar. Ojala pueda levantarse por su propio pie. Solo espero que haya merecido la pena, yo puedo ser el siguiente. Debo aguantar, debo acabar con la bestia. Aprieto los dientes y me preparo para lanzar el que espero que sea el golpe final.

Aquellas palabras no gustaron para nada a Durin, el cual se apresuró a coger su hacha firmemente mientras la golpeaba contra su escudo, el cual portaba en la otra mano.

Entiendo, lo que queréis es probar mi hacha, pues bien, ¡venid aquí y acabemos con esto!

Byron, Durin

- ¡Malditos! ¿No se quieren ir? ¡Entonces ya son un par de cadáveres! – grito el primero de los rufianes, lanzándose hacia ustedes armado con un gran cuchillo de hoja curva.

El resto de sus compañeros no tardaron en secundarlo. Hachas de mano, Pesadas porras forradas de metal e incluso una espada corta salieron a relucir. Evidentemente, aquellos criminales pretendían avasallarlos mediante su número.

Pierot, Thortek, Trebol

El reptil se vuelve entonces hacia el enano y le muestra sus fauces abiertas erizadas de colmillos, arrojándose sobre el guerrero para devorarlo de un solo bocado. Pero la armadura de Thortek resiste y es el enano quien logra herir a su enemigo, abriéndole una gran herida en el cuello por la que se le escapa la vida.

El reptil moribundo es rematado rápidamente por Trebol, que así da fin a la agonía de la criatura.

El circulo de espectadores estalla en aplausos y vítores, mientras que por fin se adivinan entre la muchedumbre apiñada los cascos plateados y puntiagudos de los mercenarios al servicio de los señores de la ciudad, que aparecen armados con lanzas y escudos, acompañados de un par de magos.

Los mercenarios se encargan de dispersar a la multitud y de asegurarse de que no hayan escapado más monstruos. Después de responder unas cuantas preguntas, ustedes son libres de marcharse y es entonces cuando el anciano que había observado la pelea se acerco y les dijo:

- No todos los días se ve algo así en esta ciudad. Gente que se preste a ayudar desinteresadamente. Mi nombre es Lazarus, y si no tienen inconveniente me gustaría tener algunas palabras con ustedes guerreros. Pero no aquí. Conozco una posada tranquila y alejada del bullicio. Ahí podremos beber algo mientras charlamos, sin temor a que nos molesten o a que nuestra conversación llegue a oídos curiosos.

 Todo estaba decidido, habría confrontación. Hizo un movimiento con los brazos hacia atrás para descubrirse los brazos, dejando la capa colgando a su espalda de manera que no le estorbara en el combate. Después se dispuso a hacer lo que mejor sabía hacer. Combatir.

Avanzó su pierna izquierda y preparó su primer ataque.

El enano sonríe ante el ataque de los marineros y agarra con firmeza su hacha y su escudo lanzandose a su encuentro.

 Exclamo con un rugido de satisfacción al ver caer a aquella salvaje bestia. "Bien ganada tiene esta ciudad su reputación de peligrosa", reflexiono mientras con mi mano quito las gotas de sudor que la batalla, y la armadura pesada con esta temperatura, provocan en mi rostro.

Justo en ese momento, veo a la gente comenzar a aplaudir, y busco la mirada del enano, que extraer su espada del ahora inofensivo animal, tras una gran estocada que ha terminado con su vida en un instante fugaz.

- Bien merecido tienes este aplauso, enano - exclamo con alegría cuando se cruzan nuestras miradas.

A continuación, envaino mi arma y mi escudo y me aproximo a examinar al herido guerrero, que nos ha permitido aquel inestimable momento de distracción. Me pongo de rodillas y examino sus heridas (Tanto como la armadura me permite) desde el exterior, a la vez que me fijo en su vestimenta y armadura, buscando la procedencia de aquel valeroso guerrero.

Mientras realizo esta tarea, ajeno a lo que me rodea, me giro al escuchar las palabras de un hombre de larga barba blanca, un tanto descuidada y un pelo que ha dejado crecer a su antojo se dirige a nosotros, aún así intuyo en sus ojos ausencia de maldad. Después de escuchar las palabras respondo.

- Este hombre esta mal herido, así que me parece oportuno llevarlo a algún lugar seguro donde se puedan curar sus heridas. Además, provengo de un largo viaje y mis pies están cansados y mi boca sedienta. Si me ayudan - digo refiriéndome tanto al anciano como al enano - a llevarlo con nosotros y me permiten acomodar a mi montura en la escuadra, será un placer escuchar sus palabras.  - Después me giro, para escuchar la respuesta del enano.

- ¡Vaya, es cierto! ¡Perdonen la descortesía, no sé cómo pude olvidar que primero debíamos ocuparnos de este valiente!

Tras exclamar lo anterior, el anciano que decía llamarse Lazarus, rozo muy ligeramente con su mano el hombro derecho de Pierot.

El efecto de este simple gesto fue desconcertante. Por un instante, algo había brillado en la mano del anciano, pero fuera lo que fuera, las heridas del paladín habían sanado completamente, dejándolo tan bien como si nunca hubieran combatido contra el reptil, cuyo cadáver estaba siendo arrastrado en ese momento por dos esclavos semiogros hacia una carreta tirada por 4 fuertes caballos.

 Pierot pasa su mano enfundada en metal por donde hace unos instantes había una dolorosa herida, ahora sólo sangre que se secaba rápidamente y unas marcas en su armadura. El jove hace un regio saludo al hombre que lo ha sanado.

 - Gracias maese Lazaru, a que diós tengo que darle las gracias para poder seguir viviendo para servir?

 Mientras limpio mi hacha de la oscura sangre de la bestia el humano (Trêbol) se acerca. 

- Los dos hemos hechos méritos pero es el pobre mordido el que se los merece de verdad. Espero que pueda recuperarse, vayamos a ayudarle. Por cierto puedes llamarme Thortek.

Me reajusto dentro de la armadura y sigo los pasos de Trêbol. A simple vista parece grave pero lo cierto es que poco se yo al respecto. Después de que lo examinara no saca nada en claro, necesita que lo vea alguien urgentemente. 

Llega el anciano, parece que le gusta lo que ha visto. ¿querrá recompensarnos? Despues del esfuerzo y el calor aceptaría gustosamente una rica y fría cerveza. Pero por Moradin, en que pienso? lo importante ahora es el humano herido, debemos...espera....parece que se levanta por su propio pie, sus heridas cicatrizan. Vaya, es mejor recompensa que la fría cerveza. 

Con el humano en pie me dirijo a él ofreciéndole la mano:

- Un acto altamente heroico. Has salvado hoy a mucha gente. Mi nombre es Thortek. Encantado

Despues de su respuesta (si la hay), me giro al anciano:

- Que hay de esa cerveza?

- No ha sido nada más que un gesto de agradecimiento por haber evitado que mucha gente resultara herida o muerta. Y en cuanto a lo segundo, digamos que hay que agradecer a la causa del bien, sea cual sea el nombre o la forma que adopte. Ahora, si gustan seguirme, le daremos a este señor enano una cerveza fría, que vendrá muy bien para aliviar este calor abrasador.

 Antes de empezar la marcha el joven se gira hacia el humano y el enano y les saluda cordialmente.

 - Mi nombre es ser Pierot Benedigno, provengo de las tierras del Reino de Bravia, aunque recientemente tomé los votos del caballero errante. Les agradezco que sumaran sus esfuerzos para hacer frente a la criatura. Claramente no fuí rival para ella.

Veo como el anciano camina con pasos divididos hacía mi y hacía el cuerpo del herido y con un solo y simple destello, comienzan a curar sus cicatrices. Mi rostro se convierte en una expresión de sorpresa y admiración. Después de mi examen, dudaba que pedirle fuerzas a Herenias para curar al guerrero fuera suficiente para salvar su vida, y ahora, este buenaventurado desconocido...

Siento que al fin, después de toda la batalla, se desvanece el peso que había ocupado mi estomago, al final, se ha quedado en una simple anécdota en la que no ha vido que lamentar ningún herido.

Escucho la conversación entre el enano, cuyo nombre deletreo mentalmente para afianzarlo en mi mente... "Thorek" ... Nunca se me ha dado bien la pronuncación enana. Inclino levemente mi cuerpo como un gesto de respeto y hablo. También aprendo el del guerrero que ha sacrificado su posición por un valioso intento de distracción..

- Encantado de conoceros, y en tan oportunas circustancias. Mi nombre es Trêbol, y también soy uno de los muchos brazos armados de Herenias, que busca velar la paz y justicia de los que encuentra por su camino. Ha sido un honor compartir la espada con vosotros, y ahora - dirijo mi mirada a Lazarus - Sería un gran placer compartir esa cerbeza fría de la que hablais. Guíenos hasta aquella posada sin más dilación. - Termino con un toque de jocoso y una gran sonrisa en mi rostro.

- Les agradezco infinitamente lo que hicieron, pero me temo que los señores que gobiernan esta ciudad no lo verán con buenos ojos. Aquí impera la ley del más fuerte o el que más dinero tiene. No hay lugar para la justicia. ¡Pronto, vengan conmigo y les ofreceré el refugio y la hospitalidad que merecen en mi casa!