Partida Rol por web

Daniel sonríe. - Si no lo pruebas no sabes si te va a gustar... - dice con un guiño. - Pero yo había pensado algo más tranquilo. ¿Conocéis el Dark Star, en el distrito Zakera?

Candy enciende un cigarro en cuanto salís a la calle. - ¡Malditas tramposas! ¿Por qué querías aprender a disparar si puedes hacer... eso?

- ¡Jaja! - ríe Violín. - ¿Por qué te crees que nadie ataca un territorio asari? No tenemos un gran ejército, pero ¡a ningún invasor le gustaría ver cómo una camarera lanza por los aires a sus tropas de élite! - Se vuelve hacia ti. - ¿Sabes crear barreras bióticas? Te recomiendo que la próxima vez lo hagas nada más empezar. Ya has visto que los escudos de la armadura no duran demasiado...

- ¡Barreras bióticas! - exclama Candy. Se la nota ligeramente picada porque casi pierde la apuesta. - ¡Entonces me teníais que haber avisado para coger mi munición especial!

- ¡Y un par de granadas! - dice Daniel. - Como las que llevan los turianos con sus largos rifles.

- ¡Serás animal! - ríe Violín dándole una colleja al humano. - ¡Que hay señoritas delante!

Riendo, cogéis el RapidTrans al distrito Zakera. Dejando a un lado a un vendedor de videojuegos, entráis en el Dark Star a tomar unas copas. Como habías imaginado, acabar con uno de los LOKI te ha ahorrado un montón de créditos viendo el ritmo de Candy bebiendo una copa tras otra.

- ¿Qué vais a hacer luego? - pregunta Violín. - ¿Os hace salir de compras? Hay que aprovechar que hoy está cerrada la Gata...

- ¡Jaja! Sí, aprovechadlo, chicas. - Dice Daniel. - Porque mañana nos toca inventario a primera hora...

- ¡Serás...! ¡Podías haberlo avisado! - protesta Candy ahorrándose el insulto, para variar.

La imagen mental de un turiano con dos granadas y un rifle se graba en mis retinas, horrorizándome y haciéndome sacar la lengua.

- Por todos los demonios, qué salido estás, Daniel... En serio, ¿has pensado en hacértelo mirar? Porque con que folles solamente la mitad de lo que te apetece, no sé como consigues estar sentado.

Riendo, remuevo la aceituna de mi martini, como un pez en una pecera, dando vueltas...

- Pues sí, mi plan era originalmente ir de compras. Comprarme algo bonito, gastarme las propinas de ayer en un caprichazo.  Unos tacones de Jimmy Choo, por ejemplo; tal vez algún vestido bonito. Ya veré. Quizá me compre un gato, a mayores. Una caja enorme de bombones. Y después meterme en un spa y dejar que me conviertan en mantequilla.  Vamos, día laxitud total. No pienso gastar ni medio ATP en hacer algo útil. ¿Os tientan mis planes de desidia absoluta?

Tu jefe sonríe en un gesto pícaro, pero obvia la respuesta a tu comentario. Cuando propones salir de tiendas, tuerce el gesto y le da un trago a su bebida.

- ¡Ya me gustaría a mi! Pero tengo que preparar algunas cosas en la Gata para mañana. - En su voz se nota que no tiene muchas ganas de irse. - Me temo que esta vez no os voy a acompañar.

- ¿¡Me dejas sola con estos dos culos azules!? - Exclama Candy. - Venga, Daniel, mañana recuperamos entre los cuatro lo que no hagas tú esta tarde... - Añade mirándoos en busca de confirmación.

- Tentador, pero... - empieza Daniel antes de que Violín le interrumpa.

- ¡Pero nada! No has ganado en la galería de tiro, así que no puedes decidir... ¡Ven con nosotras a comprar! - La asari te mira y guiña un ojo. - Conozco una zapatería donde tienen unas plataformas que te mueres. ¡Y unos zapatos de tacón de aguja impresionantes!

- ¡Chicas, chicas! ¡No puedo, de verdad! No será porque no tenga ganas, pero hay mucho que hacer...

- Como quieras. Cuanto más hagas tú, menos tendré que hacer yo -respondo, sacudiendo la mano con fingido desinterés. Psicología inversa-. Además, eres competencia directa a la hora de acechar hombres, y ni Violín, con la edad que tiene, puede competir con tu experiencia. Ni con tu inmunidad a venéreas.

Echo un vistazo a mi alrededor. Me gusta el local; tranquilo, limpio, agradable. Clientela recomendable y servicio amable. No se le puede  pedir más. Miro la barra, hay parejas y solitarios, gente que ha venido a buscar una copa y gente que ha venido a buscar compañía.  Me doy cuenta de que llevo tres años aquí en la Ciudadela y prácticamente no conozco a más gente que a esta panda de desequilibrados maravillosos con los que estoy  jugando a apilar copas vacías de martini. Mis horarios no son los más normales, ni mis circunstancias tampoco. Y eso hace que la idea de salir al Flux, vestirme de depredadora y cazar a alguien, aunque finalmente decida no devorarlo, más y más atractiva. Saber si soy capaz.

O incluso serlo.

- ¿Sabéis lo que quiero comprar? Quiero unos zapatos de tacón de aguja de metal afilado. Estoy hasta los mismísmos del tipo ese, el que siempre se sienta en la mesa quince y se empeña en intentar ligar con todo lo que lleve falda. Le clavaría uno de esos tacones en el pie y me quedaría tan a gusto. Seguro que a ese capullo se le quitaban las ganas de tener los dedos tan largos.

Cabeceo y sonrío ante la aprobación de Candy, la cual estuvo a puntito de arrancarle la cabeza de una bofetada al tipo ese. No se anda con chiquitas.

- Eh, Violín -miro con discrección tras ella, percatándome de algo-. Hay un turiano en la barra que te está mirando -digo, procurando ser discreta para que el turiano no se dé cuenta de que le he descubierto-. ¿No quieres ir a comprobar si lleva un rifle y dos granadas bajo los pantalones? -termino burlándome. 

Daniel se gira rápidamente para mirar al turiano, y le recorre con la mirada con todo el descaro del mundo.

- ¡Ay! Me temo que es más de los vuestros... ¡Qué desperdicio de material! - dice lamentando la orientación sexual del turiano. - ¡En fin! Tendré que ir a buscar a otra gente más... abierta. - Con una sonrisa se levanta de la mesa. - Cuando terminen en la Gata. ¡Os llamo cuando acabe por si seguís de fiesta! Si no, nos vemos por la mañana.

Se levanta y coge su maletín con el rifle desmontado. Camina moviendo las caderas hacia la puerta del local y vuelve a mirar al turiano de la barra de forma sugerente, susurrándole algo mientras pasa a su lado. El hombre se gira evitando su mirada mientras las dos aletas laterales de su boca se abren y cierran un par de veces con nerviosismo.

Candy se ríe mientras mira cómo Daniel sale del pub.

- ¿Cómo podrán gustarle los turianos? ¡Si son feos con ganas! - Se queda pensativa un momento. - Bueno, no tanto como los krogan, pero al menos estos tienen más potencia - concluye con un guiño.

Seguís tomando unas copas y charlando alegremente durante un rato. Candy os señala hacia unos humanos que no paran de girarse para miraros desde la barra.

- ¡Ya recuerdo por qué no me gusta salir con vosotras! ¡No sé que tendrán vuestros culos azules, pero cuando estáis a mi lado os lleváis todas las miradas de los tíos! - protesta mientras enciende otro cigarrillo. - Bueno, ¿salimos de compras o buscamos algunos chicos por aquí? O... - sonríe maliciosa antes de presentar la opción que le parece mejor - ¿vamos de compras y luego nos arreglamos para salir de caza?

"¿vamos de compras y luego nos arreglamos para salir de caza?"

Sí.

Casi me sobresalto al oír ese "sí" reverberando en mi cabeza, nítido y brillante, con la voz de mi hermana. 

¿Qué es el Universo, a fin de cuentas? Un cúmulo de seres, especies, individuos depredándose unos a otros por el privilegio de perpetuar sus genes. El poder, el dinero, la violencia son medios; el objetivo inconsciente de todos nosotros es el sexo y por ende, la reproducción.  Aquellos que nos hemos, como diría Daniel, "bajado del árbol", tenemos la posibilidad de bloquear la finalidad y burlar a la Naturaleza; no obstante, ninguna especie ha conseguido bloquear el impulso. El deseo de relacionarse y mezclarse. Llámalo como quieras, desde follar hasta cohabitar; desde conocer bíblicamente hasta joder. Sigue siendo lo mismo, sea recubierto de romanticismo o desnudo, mostrando la médula, enseñando que todos somos esclavos de las hormonas, de la bioquímica.

Y yo me he pasado cuatro décadas poniendo presas al mar. Que se desborde y ahogue ciudades enteras es una cuestión de tiempo. ¿No sería mejor... abrir las presas que yo decida, poder al menos controlar quién o quiénes van a ser víctimas de la riada en vez de causar una masacre indiscriminada?

Suena lógico... ¿suena lógico?

-  Vamos de compras, señoras. Y después -sonrío, y al mirar mi reflejo en la copa que tengo en la mano me doy cuenta de hasta qué punto se parece mi sonrisa a la de Esfinge-, vámonos de caza.

Violín se levanta casi bruscamente. - Bien y... ¿a qué estamos esperando? - pregunta con una sonrisa. Sin embargo, parece que algo ensombrece su mirada, aunque esa sensación dura tan solo un momento.

Candy se levanta y guiña un ojo a los humanos que os observan desde la barra antes de cogeros del brazo y dirigirse hacia la salida con una carcajada. Salís del Dark Star y no tarda en encender un nuevo cigarrillo.

- Entonces, ¿dónde vamos? - te pregunta Violín.

Las llevas a una tienda de moda que conoces un par de niveles más abajo. Os probáis decenas de conjuntos entre las tres, algunos que cuestan más de lo que podéis ganar en un mes contando con propinas más generosas de las que los clientes de La Gata acostumbran a dejar.

Finalmente acabáis comprando unos provocativos vestidos(*) en los cuales gastáis todos los créditos obtenidos tras el concierto de la noche anterior. Salís de la tienda aún riendo por las numerosas bromas que os habéis gastado cuando salíais de los probadores con distintos modelos y Candy os lleva a una tienda de cosméticos. Tras un buen rato decidiendo qué compráis (**) os permitís un pequeño exceso para celebrar un día especial.

- Bien chicas, ¿os parece si vamos a mi casa a cambiarnos de ropa y luego salimos por ahí? - pregunta la asari.

Su pequeño apartamento está bastante cerca de la última tienda que habéis visitado, así que decidís aprovechar el agradable clima artificial de la Ciudadela para ir dando un paseo. Subís al apartamento y estrenáis vuestros nuevos conjuntos y maquillajes.

- ¡Fiu, fiuuu! - silba Candy al verte arreglada. Violín secunda su opinión con una sonrisa y un gesto de asentimiento.

- Aornis, te toca decidir por dónde quieres salir... - dice finalmente dándose unos últimos retoques de maquillaje en las pestañas.

- Con esa pinta -señalo a Violín-, creo que en algún sitio que haga esquina... desde el cariño, pero tengo bragas que llevan más tela que tú ahora mismo.

Pese a todo, he optado por ropa bastante más discreta que la de mis compañeras. Sí, vale, con estos tacones podría sacarle los ojos a alguien, pero el negro es un tono muy sobrio.  Ahora que lo pienso, gran parte de mi ropero es negro... la imagen de una viuda negra cruza fugazmente mi cabeza, pero la aparto. Un vestido negro de fiesta no tiene nada que ver con el luto, así que ya vale. Por lo menos llevo medias, no como Violín, que va enseñando pierna como si no hubiera mañana. Como ya he dicho, parece que estén intentando ahorrar en tela... Finalmente he optado por dejar para ellas dos el aspecto de vampiresas cazahombres... seamos serios. Puede que yo crea que quiero comprobar "si"... pero creer que lo quiero no es quererlo, ¿no? No, no quiero. Sólo quiero... sólo quiero tomar unas cervezas, bailar un poco, quizá aceptar una copa... ¡para, para! Nada de copas. Nada de copas, porque después de una copa puede ir otra, y después muchas más cosas.

- Vale, vamos al Flux - me apetece ir allí porque quiero bailar, no porque sea un sitio para ligar. Que quede claro. Que me quede claro.

Me miro al espejo dentro del baño de Candy.  Me miro a los ojos. Bar, cervezas, baile. Y se acabó. ¿Vale? Vale.
Salgo de allí completamente convencida. A ver cuánto me dura. ¿Apuestas?

Joder, mira que si resulta que no tengo el DNS y lo que pasa es que soy gilipollas sin más...

Violín frunce el ceño ante tu comentario. La apertura lateral de su vestido hace que la tela prácticamente cubra solo una de sus piernas. Su torso no va mucho más cubierto, dos bandas doradas que se cruzan sobre el pecho para atarse detrás del cuello, dejando el ombligo y toda la espalda al descubierto.

- Tal vez deberías usar bragas más pequeñas, chica... - dice finalmente. Por un momento te da la sensación de que está a punto de añadir algo más, pero finalmente se da la vuelta y entra en su habitación.

Sale al cabo de unos segundos con una pulsera que antes no llevaba, dorada al igual que su vestido.

- ¿Al Flux? De acuerdo, pero tendremos que mantener a Candy alejada de las máquinas de quasar si queremos verla más de dos minutos en toda la noche... - dice riendo mientras le lanza una pulla a la humana.

Candy, que aún se estaba riendo de vuestros piques con la ropa, protesta fingiendo indignación.

- ¡Eh! Yo no tengo la culpa de que el juego esté mal diseñado... Si juegas lo suficiente acabas ganando más de lo que pierdes. Realmente no entiendo cómo pueden tener ganancias en ese local - se excusa. - Venga, vamos al Flux y prometo no apostar. ¡Pero como el volus se intente propasar, le voy a dar una buena tunda! Siempre me he preguntado cómo se levantarán esos tipos cuando les tiras al suelo...

Salís del apartamento de Violín y cogéis un RapidTrans para ir directamente al Flux.

Cruzáis la puerta y un humano de gran tamaño os mira de arriba a abajo, abriendo la boca desmesuradamente al ver el traje de Violín que deja muy poco a la imaginación.

El lugar está bastante lleno. Todas las mesas del nivel inferior están ocupadas, aunque aún hay espacio libre en la barra. Candy se precipita a ocuparlo mientras pide una copa a una camarera pelirroja que estaba charlando con una cliente quariana.

- Ahí va Candy... a mantener en alza la industria galáctica del alcohol. El día que esta mujer muera muchos perderán su trabajo -comento la desmedida afición a la bebida de Candy. Más que afición, inmunidad al alcohol.

Quizá sería buen momento para intentar indagar el porqué del aspecto preocupado de Violín ahora que Candy tiene toda su atención en batir su propio récord... Ya van dos veces que da impresión de ir a decir o a hacer algo que no coincide con lo que está pensando, y eso no es propio de ella. Oh, en realidad puedo suponer qué se ha callado cuando le hice el comentario de las bragas. Que igual lo que yo tenía que hacer era hablar menos y follar más, usar bragas más pequeñas y bajármelas más a menudo.  Bueno, Candy lo diría así, Violín sería más delicada. Pero el fondo sería el mismo.  Y tiene razón. Pero he dicho que hoy no.

- Te noto inquieta. ¿Preocupada? -aventuro, con una sonrisa amable-. ¿Te pasa algo? No he podido evitar fijarme que estabas algo extraña en el Dark Star... Por cierto -añado en tono coloquial, porque no quiero dejar traslucir más que educada preocupación por mi amiga; nada de esa ansiedad que me corroe-, hay tres tipos en el bar que no te están mirando. No, perdona, uno es ciego. Ese no cuenta.

Lanzo una mirada por el local en busca de una mesa, pero es en vano. Toda la planta baja está más llena que el cenicero de Candy. Quizá arriba, aunque eso implicaría permitir a Candy estar cerca de las tragaperras. Bueno, yo no tengo nada en contra de que juegue como una cosaca. Ya bebe como una cosaca y fuma como una cosaca, se podría decir que es su estilo de vida.

La asari te mira con expresión preocupada.

- Sí, Aornis... ¡Quién me mandaría intentar ocultar mis sentimientos a otra asari! Estoy preocupada por ti. - Explica. - Ayer estabas llorando por un hombre y hoy decides salir a ligarte al primero que encuentres. No sé... Nunca habías salido con nosotras. ¡No es que lo desapruebe! ¡En absoluto! Es sólo que me preocupa que hagas esto más por despecho que por diversión.

Su rostro se relaja mientras habla y al momento de terminar, esboza una sonrisa.

- Pero, ¡no me hagas caso! - exclama al final. - Supongo que todas nos ponemos algo más melancólicas al llegar a los trescientos años. ¡Ay! A veces olvido que aún eres poco más que una niña según nuestros cánones de edad. ¿Me pregunto qué te ha hecho madurar tan rápido? - Niega con la cabeza y señala hacia la barra. - ¡No importa! ¡Vamos! Seguro que Candy ya ha pedido para nosotras.

Mira a su alrededor mientras os acercáis a vuestra compañera que, efectivamente, os aguarda con dos copas junto a ella y un vaso casi vacío en su mano. Tal y como habías dicho, la mayor parte de los hombres (y un en absoluto despreciable número de mujeres) se vuelve al veros pasar. Violín coge su copa y brinda con vosotras.

- Pero te equivocas, Aornis. Esos de allí no me están mirando a mi precisamente - dice señalando con el vaso a un grupo de humanos que no apartan la mirada de ti.

- Bueno... -me encojo de hombros. No voy a negarle que tiene razón, pero tampoco quiero dársela-. Se supone que un clavo saca otro clavo... y eso es lo que intento. Si estoy ocupada pensando en otras cosas, no acabaré la noche tratando de no desesperarme por Mark Kane.  No es despecho... pero no quiero obsesionarme por lo que no puedo tener. Fue bonito mientras duró.

Mentirosa, mentirosa, mentirosa. Ya estoy obsesionada, claro que lo estoy, ¿cómo podría no estarlo? Pero es mejor que Violín no sepa nada. El único que lo sabe, si lo sabe, es Mark Kane.  ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá recibido el vídeo, jamás lo leerá, habrá enviado un mensaje a Seg C y ahora mismo vienen a detenerme o pegarme un tiro?

-Además, por encantador que fuera, sólo iba a durarme otros cincuenta o sesenta años, setenta tirando muy por lo alto -esbozo una sonrisa, bromeando sobre la breve fecha de caducidad de los humanos-. No sé yo si cunde.

Supéralo, Aornis. La vida sigue. Tu vida sigue. Ya has saboreado la nostalgia más veces. ¿Porqué no te permites, esta noche, saborear algo diferente?

Coño, que no.

No quiero decir que mates a nadie. Pero un poco de conversación o un par de besos tampoco van a matarte a tí.

Eso no ha tenido ni puta gracia.

Genial, estoy desarrollando doble personalidad. Y las muy putas se llevan mal entre ellas. Maravilloso.

- ¿Trescientos años? Con lo joven que estás, nadie te echaría más de un siglo -comento a Violín, haciendo exagerados aspavientos en un intento de arrancarle una sonrisa-. De verdad. Me están entrando ganas de preguntarte si sabe tu madre que vas así vestida... -me río.

Le paso la mano por la cintura y la abrazo cariñosamente. Es tan gratificante tener a alguien que se preocupa por uno...

- Eres un encanto. Pero no te preocupes por mí... la vida es inevitable y las preocupaciones no van a cambiar el flujo de las cosas. Mark Kane se ha largado. Vale. No pasa nada. Es mejor para él, y quizá también para mí. Venga -añado al ver que el tono de la conversación vuelve precisamente a lo que he estado tratando evitar-, ¡vamos a bailar! Tú mejor no te muevas mucho no se te salga una teta... -señalo la escasa ropa de Violín con gesto burlón. Ya pasó una vez.

Le doy un largo trago a la copa, saboreando el alcohol que baja por la garganta quemando células a su paso... a Candy le gustan los gin-tonics sin tónica, los cubalibres sin cola  y el resto bien cargado. Noto como cae al estómago y prácticamente de inmediato es absorbido por el epitelio, pasando al torrente sanguíneo y ahogando los centros nerviosos que controlan la inhibición... Es extraño pensar como una científica en cosas que te están pasando a tí misma, pero yo estoy acostumbrada a analizar mis nervios y neuronas, a pensar en ellos como membranas y potenciales eléctricos en vez de asumirlos como armas mortales descontroladas.

Me siento menos preocupada, y aunque sé que es producto del etanol metabolizando a formaldehído, acetaldehído y glicoaldehído, no me importa. Hago un gesto con la cabeza a Violín y Candy y enfilo hacia la pista de baile bañada en la falsa seguridad que da el alcohol; dedicándole una sonrisa al pasar a los tipos que me ha señalado Violín. Si alguno me gusta, quizá...

Quizá nada. Por favor.

Junto con la inhibición, el alcohol ahoga también mis buenos propósitos.

Tomáis un par de copas y, al cabo de un rato, dejáis a Candy en la barra mientras os acercáis a la pista de baile. Unos instantes después parece se empieza a llenar más de lo que estaba hace unos momentos. Violín te guiña un ojo y te señala a un humano que lleva fijándose en ti desde hace un buen rato.

El hombre se aproxima a ti y empieza a bailar a tu lado. De alguna forma parece moverse perfectamente al son de la música y estás segura de que conoce bien la canción porque al cabo de un momento un cambio de ritmo hace que quedéis colocados uno en frente del otro.

- ¡Bailas bien! - dice elevando su voz por encima de la música. - Me llamo Jake, ¿y tú? - dice con una sonrisa. - ¿Me permites invitarte a una copa? - Pregunta al finalizar la canción.

Violín sonríe mirándoos de reojo y se da la vuelta para no influir en tu decisión, llevándose con ese simple movimiento a varios de los hombres que bailaban a vuestro alrededor, sin contar las miradas que atrae desde todos los puntos del flux.

Mataría por tener esa seguridad que tiene Violín.  Qué perra, me has dejado sola con todo el marrón...
Observo al humano de la cabeza a los pies, pero con discrección. Sus modales me llaman la atención: "me permites invitarte".  Modales cuidados. ¿A qué se dedicará?

Jake. Mentalmente repito su nombre e imagino el trazo de las cuatro letras escribiéndose en la lista de la esfinge. Mi mano guiando el lápiz con delicadeza, acariciando el papel como la caricia de un amante.

Le examino, cuidadosa, cautelosamente. Cada cabello y cada poro, absorbiendo su imagen. Un ligue en un bar no es candidato a la lista del escorpión, pero sexo en el cuarto de baño de un bar sí será candidato a la esfinge. Jake. Podría ser el Mark Kane de alguien. ¿Quieres convertirte en la Esfinge de otra Aornis? 
No. Sí. Quizá. ¿Porqué no?

¿Qué han sido de todas mis buenas intenciones?

Para ahora que puedes.

- Me llamo Aornis... -respondo con una sonrisa; mis modales de camarera actúan por mí automáticamente, antes de que pueda pensar-, pero no creo que yo sea lo que buscas. Sólo he venido a bailar. Ya sabes. -me encojo de hombros ligeramente, como si eso explicase algo-. Sólo a bailar -me repito. 

Una parte de mí se pone en tensión. Un trozo de mí que es el Escorpión de la caja lacada, que es lo que Esfinge desea de mí, que es todo lo que quiero hacer y no me atrevo. Que es la Ardat, esperando, acechando en mi conciencia. El escorpión observa a Jake; acechando a la presa vital, ágil, joven. A los ojos del depredador, la presa no es más que un juguete divertido cuyo destino es ser devorado sin piedad.  Mark Kane y la piedad no existen, son muestras de debilidad y patetismo. Caza. Devora. Juguemos a la chica tímida, deja que crea que él está tomando el control, que se guíe a sí mismo hacia el aguijón envenenado, que se meta en la boca del lobo creyendo que obtiene una victoria.

Parpadeo y esos sucios pensamientos desaparecen de mi cabeza... no sin antes tomar el control de mi boca y decir:

- ¿O te parece que voy vestida para matar? -me escucho añadir a mí misma, con coquetería- Y yo que intentaba ser discreta.

¿Estoy desarrollando personalidad múltiple? Lo estoy haciendo. Y una de ellas es una zorra psicópata. Tengo miedo de mí misma. 

Me recupero, volviendo a ser yo, y reacciono con una risita nerviosa que seguramente él no escuche debido al volumen de la música.

- Qué tontería... -añado con inquietud. 

Contrólate, chica. Sé que cuatro décadas sin sexo es mucho tiempo, pero no estamos hablando de que contagies la sífilis y  este chico se tenga que tomar un par de pastillas. 

El hombre sonríe.

- Bueno, yo sólo había venido a buscar a un colega - dice sin separar la mirada de tus ojos - y en cambio te he encontrado a ti. Así que supongo que el haber venido a bailar no excluye que puedas tomarte una copa con alguien que acabas de conocer. - Evita descaradamente decir "un desconocido".

Ríe ante tu comentario.

- ¡Ay! Con esa mirada no se puede ser discreta - dice sin dejar desaparecer su sonrisa. - Aunque, desde luego, tu vestuario es más comedido que el de tu amiga - añade haciendo un gesto hacia Violín. La asari te golpea con la cadera mientras baila, dándote a entender que ha escuchado el comentario y empujándote ligeramente hacia el hombre.

Jake da un paso en dirección a la barra y te tiende la mano. - Entonces, ¿una copa? Si no te gusta mi compañía siempre puedes volver a bailar...

Miras hacia la barra y ves a Candy mirarte con cara de guasa. Conociéndola sabes que de alguna forma tus dudas le resultan enternecedoras, aunque sabes que ella ya se habría abalanzado sobre él. Claro que ella no puede tener DNS.

- Oh, es que mi amiga está en contra del exceso de embalaje. Ecologismo radical , ya sabes-comento divertida ante la alusión de la escasez de ropa de Violín.

Me muerdo los labios.

No lo hagas. Este pobre chico no tiene la culpa de nada. No sabe nada, no te ha hecho nada, probablemente no le deba nada a nadie.

- Sólo una copa -acepto finalmente, saliendo de la pista junto a él pero sin tomarle la mano. El calor humano es para la gente normal, no para mí-. Sólo una copa, y luego me vuelvo a la pista. Y que conste que es porque me has sorprendido con ese "me permites". Creo -le dedico una sonrisa divertida para que note que estoy bromeando- que eres el humano más educado que he conocido en los últimos seis meses -me río, ahogando la voz traicionera que me recuerda a Mark Kane- ¿A qué te dedicas?

Os acercáis finalmente a la barra y Jake pide vuestras bebidas. Un whisky solo sin hielo para él, tomas nota mentalmente acostumbrada como estás a fijarte en lo que bebe la gente.

- Relaciones públicas - contesta. - Me dedico a buscar nuevos clientes para mi empresa - explica, aunque algo te dice que omite bastante más de lo que realmente dice.

La camarera se acerca con vuestras dos copas y las deja sobre la barra. Jake te acerca la tuya mirándola con fingida tristeza.

- Si tan solo me concedes el tiempo de una copa, espero que bebas despacio - dice. Aunque alza su copa para brindar contigo. - Y tú, - pregunta después de darle un sorbo a su whisky - ¿a qué te dedicas? Además de embellecer la Ciudadela, tendrás algún trabajo. ¿O tan sólo pretendes rivalizar con Sha'ira?

Se apoya en la pared esperando tu respuesta, dejándote de espaldas a la pista. Puedes escuchar a Candy reprimiendo una carcajada justo detrás de ti, y consigues evitar darle un codazo casual pese a pensar que se lo merece.

- Ahórrate los halagos -respondo con una sonrisa-; no van a conseguirte nada. Soy camarera en La Gata y mis clientes ya me han dicho de todo; lo delicado, lo dulce, lo soez y lo francamente obsceno. Es un bar bastante más tranquilo que este, para gente bastante más tranquila que la que pulula por aquí. Normalmente a estas horas estaría trabajando... está bien variar por una vez y que sea a mí a la que le lleven las copas -añado.- Así que relaciones públicas... ¿y de qué es la empresa? Porque no es lo mismo que sea una fábrica de armas que una distribuidora de peceras... -esbozo una sonrisa divertida.