Partida Rol por web

Para esta primera cita, el programa se lo había currado mucho. Os había hecho llamar bien temprano en la madrugada y os había hecho ir al helipuerto más cercano que tuvierais. No teníais ni idea de dónde ibais pero todo estaba siendo muy extraño. Ponéis rumbo dirección al mar cuando a penas ha salido el sol, tan solo el cielo se ha vuelto un poco más claro. Lo único que sabéis es que pasaréis 24 h con vuestra cita. Sea cual sea el lugar, absolutamente todo estará a vuestra disposición. No es hasta  pasado un tiempo que entre tanto mar, conseguís ver una isla. El helicóptero pierde altura y termina aterrizando en una zona libre de árboles. A vuestros pies, un camino de conchas os dirigen a algún lugar. A penas habéis caminado unos metros, hasta que véis el lugar de la cita, justo cuando empieza a amanecer.

En la mesa, un delicioso desayuno que contiene un poco de todo: desde fruta, a cereales, zumos y tostadas. Si vuestra cita no está ahí ya, poco tardará en llegar, pues véis a lo lejos como se alejan dos helicópteros. Seguramente os han dejado a la vez.

Cuando se embarcó en aquella pequeña aventura, Grace no llegó a pensar, ni por asomo, que montaría en un helicóptero en plena madrugada en dirección a alguna parte perdida del mundo. Una de la que no tenía ni idea, además, porque no había logrado sonsacarle nada al piloto, ni tan siquiera poniéndole su carita de perrito asustado. Se apretaba las manos sobre su regazo, jugueteando con los dedos y llevándose de tanto en cuanto el dedo gordo a los labios para morderse la uña. Un cúmulo de sentimientos se arremolinaba en su interior; miedo, inseguridad, curiosidad, ilusión y esperanza…todo a la vez.  ¿Quién la habría escogido? ¿Le habría tocado con su primera elección?

Suspiró y decidió mirar a través de la ventana del helicóptero, apoyando la frente en el cristal y recostando el rostro sobre sus brazos cruzados. Sonrió. No había podido tomar una mejor decisión; el mar se extendía allí donde veía, un mar tranquilo que le transmitía paz…sus ojos se movían rápidos, captando el vaivén de las olas, las gaviotas que volaban alto y los primeros rayos del sol  que despuntaba a través de las nubes. De pronto sintió una pequeña sacudida, haciendo que se tambaleara un poco en su asiento.

- Vamos a empezar a descender. Ya casi estamos llegando.-le transmitió tras hacerle una seña para que se pusiera aquellos enormes auriculares oscuros. Parecía una peli. Grace asintió, con la emoción dibujada en su rostro. Y nervios, muchos nervios.

Dicho y hecho. Tocaron tierra firme, en… ¡¿una isla?! ¿Dónde demonios estamos? quiso preguntar, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Miraba a todos lados, intentando captar alguna señal que la orientara. Vio que el piloto movía los labios. ¿Qué intentaba decirle? Sí, bajar. Hay que bajar.

- Ah… ¿qué? -parpadeó un par de veces, atolondrada.- Sí, cierto. Muchas gracias por traerme…ha sido estupendo.-le dijo, estirando una sonrisa sincera.  

Al bajar, la brisa marina sacudió su pelo ya de por sí revuelto. Se estremeció, abrazándose a sí misma para entrar en calor. Iba con una camiseta de manga corta y un sencillo suéter rojo, además de unos pantalones vaqueros cortos. Se miró los muslos paliduchos, apenada. Nunca le habían gustado sus muslos. Tardó en darse cuenta de que, a sus pies,  había un curioso camino de conchas que se extendía hacia algo así como una plataforma…algo que no lograba ver desde allí. Grace ladeó la cabeza y se mordió el labio inferior, sonriendo de medio lado. Qué mono. Avanzó lentamente, sujetando su totebag con una mano y abrazándose con la otra, disfrutando de los detalles hasta que…

- Guau.-se llevó la mano a la boca. Sus ojos brillaban y hasta se le humedecieron un poco.- Esto es…guau.

Se acercó a la mesa y recorrió el respaldo de una de las sencillas sillas con el dedo índice. Justo en el momento en el que empezaba a amanecer escuchó un ruido en la lejanía y después unos pasos. Se giró abruptamente y abrió mucho los ojos al reconocer la figura que se acercaba.

- ¿Crees que esto será Cuba?-dijo, enigmáticamente para sonreír después.

Desde que me habían despertado de madrugada para dar comienzo a la segunda parte del programa, me acompañó una lánguida pereza que había vuelto mis movimientos lentos, leeeentos y pulcros. Me paseé en silencio por la casa, una ducha interminable y sin excusas para dilatar más el momento había caminado hasta el coche con paso lento. El barrio todavía dormía y el murmullo del mar incesante era sólo un rumor del que me costaba separarme. 

Conduje con cuidado, sin prisa, con la mente vacía de pensamientos, con movimientos mecánicos, siguiendo la estela de las luces sobre el asfalto y las señales reflectantes. Aparcar, buscar la zona de embarque del helipuerto desierto y asentir a las indicaciones de la gente de la agencia que había montado todo aquello no me llevó más de un par de monosílabos y algún asentimiento de cabeza. 

Así que puedo decir que tras ese letargo, aquel día ciertamente desperté volando sobre el mar. Porque no fue el ruido ensordecedor de las hélices rotando sobre mi cabeza ni la pequeña nausea en el estómago al ascender bruscamente lo que me había despejado: había sido la estela brillante del agua corriendo bajo el aparato. ¡No! Era yo el que se deslizó sobre la espuma oscura, y era una ola más rápida que ninguna otra, que se extendía hasta más allá de lo que era capaz de adivinar.
Una emoción profunda me venció, porque aquello no era como sobrevolar el océano a diez mil pies, incierto y lejano. Uniforme como un desierto. Allí el agua, el mar entero, estaba allí debajo y se podía adivinar el vaivén de las olas. Casi pude escucharlas. Sí, para eso servían aquellos cascos... podías oír el mar.

Y volamos rápido, ganándole minutos a la noche, que a duras penas conseguía ocultar el sol a nuestras espaldas. No me pregunté a dónde ibamos, y sólo cuando la isla se hizo visible en el horizonte caí en la cuenta de que alguien va a estar allí conmigo. Volvió una sensación de vacío, de ansia y agitación. Pero era el helicóptero que descendía de nuevo, me dije. Sólo eso, me repetí cuando sus patas se posaron en terreno firme.

Agaché la cabeza y saludé al piloto, pero también era un tipo silencioso y le bastó un lacónico gesto de la mano como despedida antes de levantar el vuelo y dejarme allí, solo.

A él en cambio rápidamente se le unió otro aparato y pronto fueron dos los pájaros que volaron hacia el mar, así que seguí el camino bordeado de conchas hasta que la vi allí, dándome la espalda. 

Y no vi la esmerada decoración ni el elegante mirador junto a la arena, ni las velas que imprimían calidez y titubeos a la débil luz de la mañana. Ni siquiera vi el sol alzándose tras ella, ni el mar. 

Vi a Grace y su jersey rojo y sus cabellos alborotados por la brisa. Entonces se giró y la vi sonreír. - Eh, eso espero porque pienso desayunar un mojito. - Me acerqué, le puse una mano en la cintura al acercarme y besarle la mejilla y le devolví la sonrisa. - Me alegro mucho de verte, Grace. Mira - señalé a su espalda, al sol que empezaba a formar ya un disco anaranjado al emerger del mar. - Un día.
 

Acarició suavemente el brazo con el que Jack la sujetaba cuando besó su mejilla. Volvió a estremecerse un poco con ese contacto, haciendo que suspirara…pero sonrió, mirándolo a los ojos con cariño.

- Me gusta como piensas, Jack.-dijo, señalándolo.- Acepto ese mojito, además no hay nadie más que pueda juzgarnos por estar bebiendo demasiado pronto.- se echó a reír, con su típica risa musical.- Y también me alegro de verte, por supuesto.-añadió, aferrando su mano con cuidado para transmitirle esa sensación.

Se giró suavemente, siguiendo la dirección que le marcaba. Un maravilloso amanecer se erigía frente a ellos. Dio un par de pasos a un lado, poniéndose junto a Jack, hombro por hombro.

- Es precioso, ¿no crees?-murmuró, conmovida.- No me esperaba…esto. ¿Quieres que nos acerquemos? Podemos…trasladar parte del desayuno hasta el borde la plataforma, como en un picnic.

Grace quería tocar la arena; andar en ella con los pies descalzos, acariciarla y tocar el agua salada. Hacía mucho que no pisaba aquél tipo de playa…y no, aquello no era como Edimburgo, desde luego. Miró a Jack, quiso saber si aquello le había sorprendido tanto como a ella. Seguro que él estaba acostumbrado a ese tipo de parajes.

Su brazo rozaba el mío pero su mirada estaba fija en el horizonte, donde el sol ya formaba un arco anaranjado y extendía sus llamas de millares de tonos naranjas por un cielo limpio de nubes.

- Si nos vamos ahora, para cuando preparemos todo, habrá terminado - le advertí, para retener su imaciencia. Miré la mesa llena y caí en la cuenta de que el día había empezado en ayunas. - Luego podemos comernos todo eso en la orilla, y cuando lo terminemos pediremos más. Tampoco veo que haya tarta, pero ya nos encargaremos de eso... - Me di cuenta de que mi palabrería no mejoraba el momento y que la rotación de la tierra no se detendría por más que un momento de calma y armonía como aquel quisiera preservarse toda una vida. Sólo quedaba guardar el recuerdo, así que fijé aquella imagen en mi retina y aspiré el salitre en la brisa mañanera.

No hay dos amaneceres iguales, pero ese me gustó. Me gustó mucho. Estaba lleno de luz y traía alegres augurios. Y no brotaban del horizonte, sino de la pequeña muchacha que tenía a mi lado envuelta en su jersey rojo. Bajé la cabeza hacia ella y cuando volví a mirar el sol ya despuntaba redondo alejándose del mar. Le estreché el hombro y avancé hacia la mesa. 

- Sí - retomé el asunto. - La tarta - miré sobre la mesa principal, pero allí no aparecía, pero la señalé en una mesa auxiliar cercana. - Y aquí están los vasos. Necesito picar hielo, y zumo de limón, y hierbabuena, angostura... y el ron, claro. Si vamos a compartir una porción, pártela bien grande. ¿O nos la llevamos entera? - Porque desayunar tarta era la señal inequívoca de que ese era un día muy especial, todo el mundo lo sabe.
 

Miró de reojo a Jack y asintió, sonriendo cálidamente. Tenía razón. Clavó la mirada en el horizonte y disfruto de la compañía y el silencio, de la suave calidez de aquellos primeros rayos de sol. El aire allí era diferente, así como el cielo. Parecía más brillante y lejano, no como el manto gris que pendía sobre Londres, amenazando, siempre amenazando con cubrirlos. Ese cielo era elevado por la brisa marinas y aspirarlo purificaba. Miró más allá del horizonte, preguntándose qué habría al otro lado. Otros mundos, claro. Lejanos, donde podría descubrir nuevas historias…

Ah, otra vez. Se había quedado pendiendo de un hilo. Reaccionó con el apretón de Jack. Observó sus movimientos desde la lejanía mientras se entretenía a buscar todos los ingredientes necesarios para esos preciados mojitos. Ladeó la cabeza y estiró una sonrisa.

- Voy.-dijo, acercándose rápidamente al trote. La tarta tenía una pinta estupenda, rebosando glaseado por los lados. No pudo evitar rebañar con el dedo, relamiéndose y abrió mucho los ojos.- Creo…que deberíamos llevarla entera. Sí. En serio. Está riquísima.-dijo, riendo e hinchando los carrillos como una niña pequeña.- Pero compartir una porción será más cómodo.- cortó cuidadosamente un trozo grande y se le deshizo por un lado. Cogió un cachito y se lo tendió.- Toma, prueba.

Le hizo gracia el hecho de que estuvieran desmontando poco a poco aquella mesa tan formal, sustituyéndolo por casi un picnic en la playa, mucho más mundano y cercano. Cogió cuidadosamente el primer mantel y lo trasladó hasta el borde la plataforma junto a la tarta y un par de tenedores; aunque si fuera por ella lo comería a pedazos, con las manos.

- Espera, deja que te ayude con eso.-regresó y se puso a su lado, dándole un suave golpe en el brazo con el hombro y guiñándole un ojo, traviesa.- ¿Pico la hierbabuena?

Grace se había quedado ensimismada mirando al mar y cuando nos pusimos en marcha volvió en sí y, al hacerlo, su cuerpo se estremeció al contacto, lo que me hizo sonreír.

La agencia había dicho la verdad y allí podías encontrar lo que quieras. Así que escogí dos grandes vasos anchos de cristal tallado. Entonces Grace me habló escondida tras una enorme tarta y propuso llevarnos... sólo una porción.

- Bueno - suspiré resignado. - Pero estoy seguro de que me mandarás a buscar más. - Partió una porción generosa y me ofreció un pedacito entre sus dedos. Yo me agaché y atrapé la tarta directamente con la boca, rozando apenas sus dedos suaves y ahora pringosos. - Sí que está rica. Riquísima. - Cruzamos las miradas un instante, justo antes de que yo me volviera a mis vasos y ella trasladara manteles y demás hasta el lugar que prefería, al borde de la arena.

No tardó en volver. Para entonces yo tenía todos los ingredientes dispuestos alrededor de los vasos, como el instrumental de una complicada operación. Grace me ofreció su ayuda con un gesto que me hizo reír, y le devolví el gesto con otro suave empujón de mi brazo. - No no... ¿picar? ¿Pero qué mojitos preparáis en Edimburgo? No hay que picar nada. Hay que majar. - Y dicho esto, cogí una cucharada de azúcar moreno y la puse en el fondo del vaso y añadí un buen puñado de hierbabuena fresca, junto al zumo de lima. Entonces tomé la mano de un mortero y apreté la mezcla con suavidad unos segundos, exagerando los movimientos.

Me detuve y la miré, alcé las cejas fingiendo estar cansado del esfuerzo y le señalé el otro vaso. - No se si voy a poder sólo con esto. Mejor échame una mano, sí. - Cogí otro manojo de las hierbas y las puse bajo mi nariz. El aroma era intenso y fresco y las acerqué para que ella también pudiera sentirlo.

- Yo prepararé el tuyo y tu preparas el mío - propuse, y esperé hasta que hubiera igualado los pasos que yo ya había avanzado. Me quedé quieto y serio, esperando que me lo confirmara, luego sonreí y llené el vaso con hielo picado, vertí una generosa cantidad de ron, dudé, la miré y añadí todavía un chorrito más y por fin cogí el agua de seltz y rellené el vaso hasta el borde. Al fin, tomé la pequeña botella de angostura. - Cuidado con esto... - vertí sólo unas gotas y le pasé la botella. - Ya casi está.
 

Sus mejillas se tiñeron suavemente con el contacto de sus labios. Se quedó con los dedos en alto durante unos segundos, mirándolo directamente a los ojos hasta que se apartó, suspirando.

- Oh, venga.-empezó, con una hilo de voz. Carraspeó.- Si estamos aquí al lado. Así bajamos la tarta con cada mini viajecito a la mesa…- replicó, riendo.- Hasta que nos cansemos, claro. Al final acercaremos todo.

De pie y con los brazos en jarra, inspeccionó el desayuno en la playa sintiendo que le faltaba algo. Estuvo tentada de alzar el dedo en el aire como si se tratase de un pintor con su pincel invisible, intentando encontrar la perspectiva perfecta. Se giró, volviendo la vista a las mesas…y se acercó rápidamente a las sillas, deshaciendo las ataduras de los cojines con cuidado. Los apoyó en el borde de los tablones, sirviéndoles de respaldo, uno al lado del otro y entre ambos dejó la tarta y los cubiertos…sí, se veía cómodo. De vuelta en las mesas localizó un poco de fruta, el perfecto acompañamiento para la suculenta tarta. Preparó un par de platos hondos con uva, piña y…¡oh! Sandía, ¡estupendo! Satisfecha con el resultado final, regresó al lado de Jack.

- ¡Auch!-contestó con un fingido gesto de dolor al juego de empujones y después se rió.- Ah…pues…no sé...a ver, la verdad…es que nunca he preparado mojitos.-admitió, roja como un tomate.- Es que en Edimburgo somos más de pintas, a palo seco.-añadió, sonriendo.- ¿Entonces majar, no picar?- miró como lo preparaba con suma atención, alzando las cejas y asintiendo tal y como lo haría un niño al que enseñaban algo nuevo y apasionante. Estaba tan entretenida con el proceso que tardó un par de segundos más de lo normal en entender que le pedía. - Claro, sí. Déjame probar…te demostraré que los escoceses sabemos hacerlo. ¡Por el honor de Edimburgo!- dijo cómicamente, alzando la mano del mortero en el aire como si blandiera una espada.

Aspiró el refrescante aroma de la hierbabuena bajo su nariz y la movió un poco, como un conejito. Eso sí que le resultaba conocido…había tenido unos pequeños maceteros con plantas aromáticas…hasta que se le habían fastidiado al aparecer hongos por el exceso de agua y humedad. Pero eso no se lo diría, no, no quería que pensara que descuidaba sus plantas, lo cual era un poco tontería, la verdad, porque probablemente se hubiera reído…no, había que mantener una reputación, por lo menos un ratito. Empezó a machacar las hojas con el azúcar. Al tratarse del mojito de Jack lo hizo con más cuidado para no fastidiarlo. Le indicó que ya podía continuar y miró como vertía el alcohol…echándose a reír cuando se detuvo, vacilante y acabó echándole un poquito más.

- ¿Intentas emborracharme?-bromeó, con una suave risita.- Ten cuidado, que tengo el control de tu mojito…- repitió sus pasos; echó el ron sujetando la botella entre sus dos manos, más o menos a la misma altura que ella y sólo dos gotas de angostura.- Listo. Creo que deberíamos probarlo ahora mismo.

Seguramente intentar emborrachar a una chica escocesa sería una decisión muy poco sensata, así que me reí con ganas. - Ni demasiado fuerte... ni demasiado flojo. - Me volví a acercar a su oído para susurrarle. - Ese es el secreto, chica de Edimburgo.

Cuando lo lo tuvo listo metí dos pajitas en cada vaso y le ofrecí el suyo, cogiendo el mío de sus manos. Luego brindé rápidamente y probé el que me había preparado. - Eh, tienes buena mano para esto. - Volví a darle otro trago y señalé el merendero improvisado que había organizado. Se había esmerado y realmente daban ganas de sentarse allí. Ya se notaba que el sol ascendía y la temperatura se elevaba, diluyéndose la humedad del amanecer. 

Caminamos hasta allí despacio y entonces descubrí los platos llenos de fruta. Colorida y jugosa, hizo que el hambre volviera a hacerse notar. - Esto ha quedado genial - le aseguré, y dejé que eligiera el cojín que más le apeteciese antes de sentarme en el otro, junto a ella. Enseguida tomé un pedazo de sandía y comprobé que estaba tan dulce y sabrosa como parecía, y después me metí un par de uvas en la boca. Masticando despacio aproveché para admirar la vista un momento, la calma de aquel rincón que ni sabía dónde estaba ni me importaba, y también la miré a ella y su naricilla vivaracha y sus ojos traviesos y me quedé así, pensativo, sujetando una uva entre los dedos pero detenido a medio camino, sin completar su camino inevitable hasta mi boca.

El vello de la nuca se le erizó al notar a Jack tan cerca de su oído. Lo miró de reojo y sonrió, pero no dijo nada por el momento. Se centró en sujetar el vaso que le tendió y admiró el resultado.

- ¡Espera!-detuvo su mano con un par de dedos.- ¿Brindamos? Como cuando nos conocimos por primera vez.-murmuró, sin borrar la sonrisa de sus labios. Le invitó a que chocaran y dio un buen trago, masticando el azúcar moreno que se había colado por la pajita y relamiéndose los labios. Abrió mucho los ojos, impresionada por la explosión de sabores y lo bien mezclado que estaba.- Riquísimo. Cargado en su justa medida, bien hecho chico surfero.

Le siguió hasta el picnic y se sentó en uno de los cojines trastabillando un poco, haciendo que se mojara la mano con el mojito. No, no iba borrachilla con un solo sorbo, sólo era torpe, demasiado torpe. Ninguna novedad.  

- Ay, leches.-dijo, limpiándosela con la otra una vez hubo dejado el vaso en un sitio más estable.- Qué patosa.-rió mientras se frotaba la nuca, nerviosa. Carraspeó y miró a su alrededor.- Oh, gracias. Bueno, el material ya estaba, tenemos que agradecérselo al programa.  Yo sólo lo he puesto más informal.

Alargó la mano hasta una tajada de sandía y se la llevó a la boca, manchándose suavemente la comisura de los labios. Estaba deliciosa. Mientras la saboreaba sin prisas cerró los ojos y aspiró el salitre del mar, disfrutando un momento de aquella quietud apacible que les rodeaba. Seguía pareciéndole increíble que ese pedacito de playa fuera sólo para ellos por unas horas.  

- Qué paz…-murmuró, volviendo a abrir los ojos y buscando su mirada. Se lo encontró mirándola a ella, con una uva a medio camino de sus labios. Ladeó la cabeza con gesto curioso y a continuación se echó a reír. Sin pensárselo mucho acortó la distancia entre ambos y estiró la mano para robarle la uva y comérsela. Mientras masticaba sonreía, como una niña pequeña tras una travesura.- Sí, está muy rica, ¿no crees?

Acercó el trozo de tarta y le tendió un tenedor…por muy buena que estuviera la fruta, el propio pastel era la guinda del desayuno. Le invitó a coger el primer pedazo.

- Bueno…¿cómo has estado desde las citas rápidas? ¿Y cómo te fueron?  

- Sí... muy rica - volví a su lado cuando me quitó la uva y se la llevó a la boca riendo. No tuve tiempo para reprocharme mi lapsus: la gran tarta estaba entre los dos y Grace me ofrecía la ocasión de hincarle el diente... Así que cogí un gran pedazo y me lo llevé a la boca. 

La fruta era sabrosa y dulce, pero comparada con el empalagoso sabor del chocolate me pareció pura amargura. Estaba realmente buena, aunque no pude comentarlo hasta que tragué el bocado, y cuando lo hice preferí coger otro pedazo, señalándole con insistencia la porción que iba menguando: debía probarla, estaba realmente bien.

- Las citas. Sí... - torcí el gesto un momento y luego reí. - No empezaron mal del todo, mejor de lo esperado. Había una chica bastante mona y muy divertida, te hubiera caído bien. Pero siempre me ocurre lo mismo, la cosa se torció enseguida - me encogí de hombros. Acerqué el tenedor a la tarta pero esta vez apenas recogí unas migas de bizcocho con un pequeño borde de cobertura y lo mordisqueé despacio.

- Porque sinceramente, el resto fue un puto desastre. Alguna fue simpática pero no llegamos a congeniar del todo, me parece. Y alguna pensó que en mi caso las citas no eran lo suficientemente rápidas. - Levanté la vista y me puse serio, mirándola fijamente. - Me echó y me mandó a tomarme mi copa en la barra - rompí a reír, porque recordar aquel mal rato innecesario y lamentable no me dejaba otra opción, aunque puede que para Grace fuera más sencillo optar por otro punto de vista. O plantearse algunas preguntas sobre el tipo al que no soportan cinco minutos. Si era así, el día podía cambiar rápidamente a un trago muy amargo e incómodo, pero ya no tenía vuelta atrás.
 

Grace lo escuchaba con atención mientras atacaba el pedazo de tarta por el lado opuesto. Por un momento temió por sus dientes, tan dulce como estaba el glaseado y su interior, con capas de rico chocolate y confitura. Pero, tal y como había esperado, estaba igual de rico que todo lo que habían ido probando. Miró al hombre que tenía a su lado con cariño, tomándose un momento para recorrer su perfil deteniéndose en sus pequeños ojos que tanto sosiego le transmitían y preguntándose, a su vez, cuanto tenía que ver él en que todo lo supiera más rico.

Se acomodó en el cojín y observó las comisuras de los labios de Jack abriéndose y cerrándose mientras le iba explicando su experiencia con las citas. Notó un cambio en sus gestos…y no le hizo falta esperar mucho para saber porqué motivo era.

- ¿En serio te pasó eso?- exclamó, incrédula.- Es muy feo…independientemente de si congenias o no, ¿es necesario? Creo que las citas debían tomarse como una oportunidad para salir de la zona de confort y conocer a gente distinta…personas con las que probablemente no hubieras coincidido nunca. Y hasta aprender cosas nuevas. Yo me lo pasé muy bien contigo, la verdad…-admitió y lo dijo sin ningún ápice de duda en la voz.- Y por eso te puse en primer lugar.

Grace no se rió, pero pareció comprender que aquel momento no había sido un buen trago. Por eso mismo, me recompuse y me mostré más serio, porque quería darle una respuesta sincera.

- Ahí está el problema... ella dijo más o menos lo mismo que acabas de decir tú. Le dio la impresión de que yo había llegado "poco receptivo", y no pude convencerla de otra cosa. - El dulzor de la tarta estaba secando mi boca y busqué el mojito para darle otro buen trago, dejándolo por la mitad y haciendo tintinear el hielo.

- No creo que sea culpa de nadie. Ni que lo hiciera como un desprecio. Si me río es porque, pasado un tiempo, la situación no deja de tener su gracia... Pero al menos fuimos sinceros y tuvimos claro que la cosa no funcionaría. Y lo dijimos. - Aunque me mantuve serio, mis ojos ya sonreían, más relajado. - Además, yo tuve suerte. ¿Cuántas probabilidades había de encontrar alguien con quien poder sentirse realmente bien? Y apareciste tú.

Ella parecía reafirmarse en mi elección como primera opción y me reí. - Creía que lo habías hecho para pasar el mal trago cuanto antes. - Luego la miré a los ojos otra vez y cogiendo un bocado de la tarta que recogí con mi tenedor, acercándoselo a la boca y abriendo la mía para que me imitara, como se hace con los niños pequeños.

- Yo te he elegido la primera porque... no podía esperar para volver a verte - confesé. El calor de la mañana empezaba a sentirse y de pronto me apeteció sumergirme en el agua fresca y salada que rompía en pequeñas olas frente a nosotros.
 

Caviló en sus palabras. Había algo que no acababa de entender y probablemente no entendería nunca. ¿Poco receptivo? A ella no se lo había parecido, para nada. Pero, bueno…la chica había sido sincera y realmente había que ser bastante valiente para soltarlo, lo fácil era caer en la falsa complacencia…ella, a veces…lo hacía, pero desde luego esas no eran las formas. Alargó la mano y acarició afectuosamente la de Jack, dirigiéndole una pequeña sonrisa. Intentaba transmitirle que ella había estado y estaba muy a gusto.  

- Bueno…supongo que es una experiencia más.-suspiró.- Yo apenas hablé con uno de los chicos, no congeniamos mucho…el resto fueron amables. Y me sorprendió dar con tantos ingleses.-sonrió.

Volvió a ruborizarse. Apartó la mirada, mordiéndose el labio inferior y tuvo que echar mano del mojito para refrescarse y sí…esconderse. Cuando le decían esas cosas se sentía torpe, como si volviera a sus catorce años, con sus bracitos enclenques y su pelo enmarañado, intentando pedirle al chico que le gustaba que la acompañara a casa al salir del cole.

- Oh…-contuvo una sonrisa.- Me has pillado.-le respondió, alzando las cejas. Lo miró fijamente a los ojos, intentando mantenerse seria…pero no pudo.- ¡Qué va! ¡No haría eso!-espetó, riendo.- Aunque es una teoría interesante, no se me había ocurrido…-bromeó, llevándose dos dedos a la barbilla, pensativa. Finalizó sacándole la lengua.

Lo miró con ojos brillantes, observando sus gestos e imitándolo, divertida. Le acercó el pedazo de tarta y abrió los labios, esperando que el hiciera los mismos. Cuando iba a acercárselo ella se adelantó y pegó un bocado. Apretó los ojos, haciendo un largo “mmmm” y se rió.

Se quedaron en silencio un momento, disfrutando del calor del sol tostando su blanquecina pies mientras comía un poco más de tarta y uvas. Miró a la playa, de nuevo a Jack…

- ¿Quieres que nos acerquemos?-le preguntó, señalando el mar.- A refrescarnos los pies…ahora que empieza a notarse el calor.

No le hizo falta respuesta. Se acabó el mojito de un largo trago y se descalzó, hundiendo los pies en la arena que empezaba a calentarse.

- ¿Vamos?-de pie, le tendió la mano para que la estrechara, acariciándola y echó a andar hasta la orilla, sintiendo el frescor del agua acariciando sus yemas una vez llegó.- ¡Qué fría!- sonrió y lo miró con gesto travieso antes de agacharse y salpicarle, riendo.

Lo siento pero no creo que pue$a poner nada decente hasta mañana o Hasta el lunes. Espero que después la Master nos deje seguir de alguna manera con esto porque creo que merece la pena

No pareció escuchar mi pequeña confesión, o no le dio tanta importancia como para creer necesaria una respuesta. Sin embargo Grace seguía tan risueña y alegre como desde el primer momento en que la había conocido y me dejé contagiar por su buen humor y olvidarme de cualquier otra idea. Aunque todavía despuntase el día, las horas pasarían demasiado rápido.
Yo también vacié mi copa y acepté la mano que me ofrecía para acompañarla hasta la orilla. El agua en los pies sentaba bien, y la muchacha pronto empezó a bromear y salpicarme.

- Nunca empieces una guerra - corté la frase cuando vi la mancha oscura del agua en mi camiseta. de un movimiento rápido me la saqué por la cabeza, la tiré en cualquier lado sobre la arena y me agaché hacia el agua - ¡que al enemigo no le importe perder! 

Y diciendo eso, avancé un par de pasos rápidos, solté un grito corto y gutural salpicando con mis pies en todas direcciones y dejando claro que no tenía ningún reparo en mojarme a mí mismo. Para completar el ataque, le salpiqué también con las manos. - No está fría, sólo hay que zambullirse con decisión. Así la impresión es rápida y más intensa - hablaba por hablar, porque seguramente no hacía falta ninguna explicación y de todas formas ya estaba junto a ella y la rodeé por la cintura, atrapándola suavemente y mojando su jersey rojo con las gotas que me cubrían a mí mismo.
 

Uh si es que termina ya! Creía que mañana también se podía. Jou, pues sí, por si no hay otra... ahí se quedan juntitos. Un placer, que descanses ^^