Partida Rol por web

Las palabras del dorniense no agradaron a Ser Roshar, que desconocía hasta que punto podrían influir en Whalen. Era consciente de que existían voluntades por encima de la suya propia. Y si un Crogall dictaminaba la ejecución del prisionero la acataría, aunque fuera a regañadientes. Por eso intentó plantearse la situación como una prueba para el heredero, pues sería una decisión trascendente que revelaría parte de su carácter. Para el caballero no había decisión mala, aunque una le gustase más que otra, pero conocer a Whalen facilitaría su trabajo. Y tenía curiosidad por saber a quien serviría su hijo. 

Aquella preocupación fue borrada de inmediato al pasar la mirada por Ser Adrik. Su cambio de actitud era un problema y le hizo un gesto para que se acercara. En caso de ser ignorado se acercaría hasta él para hablar en privado.

- Comparto tu pesar, Ser Adrik. - le puso una mano en el hombro, acercándose más para que las palabras no llegaran a más oídos que los suyos. - Pero necesito que te recompongas. Por desgracia, en este momento no podemos detenernos a llorar la perdida. Estamos en guerra. - lo miró a los ojos para discernir si atendía y comprendía sus palabras. - No puedo marchar hasta estar seguro de que te encargaras de proteger a tu primo. - una nueva pausa, el escrutinio interrumpido de sus gestos... - El resto de la familia podría estar en peligro. No permitamos que se lleven a más de los nuestros. - 

Todo parecía controlado, y entonces aparece Bryan, el caballero ideal, cuyo ejemplo le encantaría imitar Whalen. Sus deseos frustrados... Asiente ligeramente, entendiendo sus ag¡rgumentos y considerando lo que dice, pero al nombrar a su padre se le congela el rictus. Recuerda lo ocurrido en el camino real. En su infancia. En sus deberes como Crogall. Paciente. Letal.

Se vuelve a Bryan, despacio.

Este hombre... A este hombre se le ofreció una rendición honorable. Va diciendo con vos baja, monocorde. No sólo rehusó cosa que habría sido digna de elogio, sino que se valió de nuestra bondad para matar a Galdrín de una forma que sólo lo haría un perro rabioso. ¿Qué se ha de hacer con un perro rabioso? Sí. Matarlo. Y encima resulta que este perro rabioso tiene la claves para conocer la conjura que ha manchado nuestra casa con la deshonra. No, ser Bryan. Si esta cosa de aquí delante fuera un hombre, os haría caso, pero no es un hombre. Es una puta rata rabiosa. Y a las ratas rabiosas, los Crogall aplican su lema...

Aquí mira muy fijamente al jodido caballero zorro.

Paciente... Letal...

En este punto Whalen entiende que es un Crogall. Recuerda las conversaciones con su padre. Se debe a su casa. A su familia. Y Galdrín era su familia. No. Aquí no cabe la misericordia. La falsa misericordia de quien quiere sentirse superiormente moral  a su enemigo. No. Va a disfrutar escuchando gritar a Archay.

Vuelve a mirar al dorniense.

Os agradezco mucho vuestra ayuda. Sin vos no habría sido posible la captura de este traidor. Estoy en deuda con vos. Creedme que me gustaría haceros caso pero no puedo. No ya por mí, sino por lo que represento. Me debo a mi casa, ser.

La decepción en los ojos de ser Bryan se fue volviendo patente conforme escuchaba las palabras de Whalen. Era un Whalen distinto al que había conocido días atrás, de eso no cabía duda. El dorniense agachó la cabeza y asintió lentamente con gran pesar.

-Entiendo. -Logró decir en voz baja. Aunque lo intentó, no pudo disimular su desencanto con el heredero de los Crogall. -Entonces debo irme. No puedo participar de algo así. Lo siento. Os prometí ayuda, pero no para una tarea semejante. Os ruego vuestra comprensión.

Ser Roshar trató de encontrar una reacción en los ojos llorosos de Ser Adrik, pero estos estaban perdidos en algún recuerdo lejano. El caballero estaba ausente, completamente impactado y superado por la muerte de su amigo. Adrik era un guerrero feroz, un caballero impecable, y un fiel servidor de la casa. No había herida en la batalla que pudiera hacerle frenar su espada, no tenía mujer ni hijos, por lo que nadie podía dañar su parte emocional. Pero su mejor amigo había muerto horriblemente, y eso le derrumbó. Ser Roshar no consiguió hacerle reaccionar. A pesar de la mano amiga en el hombro que el caballero ni siquiera notó. A decir verdad, podría haberle zarandeado y ni siquiera hubiera logrado sacarle lo más mínimo de ese estado de conmoción y aturdimiento en el que se encontraba. Las palabras de Roshar eran el sonido de un sueño lejano que sonaban sin fuerza en sus oídos.

Todo ocurrió nuevamente demasiado rápido para que fueran conscientes de como había empezado hasta que no pasaron unos largos minutos de aquella secuencia de sucesos. Ser Joris languidecía en el suelo con quejidos apagados y algún que otro rezo a la Madre para que le permitiera salir de aquella. Pero un grito se escuchó con fuerza por encima de aquellas lamentaciones del anciano caballero. Cuando quisieron darse cuenta, Lord Clayton Archay corría hacía Whalen para apuñalarle con un cuchillo que llevaba en la mano izquierda. En medio de la confusión lo primero que les sorprendió fue que se hubiera logrado soltar de las cuerdas que lo sujetaban, además con una sóla mano operativa y sacando un cuchillo de saben los Dioses dónde.

Había aprovechado la mínima distracción para hacerse con el cuchillo que llevaba escondido en algún lugar que habían pasado por alto a pesar del minucioso registro al que le habían sometido y cortó las cuerdas y se lanzó a por Whalen mientras charlaba con Bryan, quien quedó igualmente sorprendido que los demás sin tiempo de reacción. El Zorro había quedado sin vigilancia, pues Roshar trataba de reanimar a Ser Adrik, quien estaba completamente conmocionado por la muerte de Galdrín, y le bastó ese único minuto sin vigilancia para intentar causar más daño.

El grito había sido proferido por Orten Lugus, quien trataba de advertir a los demás como buenamente pudo. El joven muchacho, más dado a las letras que a las armas, agarró el puñal que sujetaba fuertemente en su mano temeroso de cualquier acción por parte del Zorro y se lo hundió en las costillas antes de que éste pudiera alcanzar a Whalen. Su reacción había sido rápida y había prevenido la muerte segura del heredero de los Crogall, quien se hallaba desarmado y completamente sorprendido. A pesar del miedo que sentía por el viejo sirviente de su padre, había logrado vencerlo en el momento justo.

Lord Clayton cayó al suelo y miró a Orten con los ojos inyectados en sangre. Trató de decir unas palabras pero no le salieron pues aquel fue su último aliento. Un charco de sangre comenzó a manar de la herida aún a pesar de que el puñal había caído junto con el cuerpo del Caballero Zorro. La afilada hoja había atravesado por completo el pulmón derecho de Lord Clayton y había atravesado su corazón.

-Yo... yo... -Orten se miraba las manos incrédulo por lo que acababa de realizar. Había matado a un hombre, le había clavado su puñal en las costillas y ahora estaba muerto. Conmocionado miró a Whalen y sin saber muy bien que decir, le pidió perdón a pesar de que le acababa de salvar la vida. -Lo siento, yo... yo no quería matarlo pero... os iba a... os iba a matar a vos...

Las manos le temblaban; el cuerpo entero le temblaba; se sentía como en una extraña nube que le embotaba la cabeza. Hubo un par de momentos en los que sintió que iba a desfallecer pero, sin saber muy bien cómo, logró continuar en pie mirando aterrado la escena. Había sido una suerte que hubiera conservado su puñal durante todo el camino, apretujándolo entre sus dedos por miedo al Caballero Zorro

El heredero estaba meditabundo sobre las palabras y la reacción del dorniense. ¿Estaba haciendo lo correcto? Él creía que sí. Se lo debía a Galdrín. A los Crogall. Ese cerdo no merecía misericordia alguna. Era un ser de la peor calaña posible. Ojalá tuviera allí una de las jaulas de padre. Empezaba a ver la utilidad de aquellos odiosos ingenios que había proyectado eliminar. ¿Estaba haciendo bien? ¿Le guiaba el odio? Bryan había visto muchas cosas, sin duda. Quizás estaba equivocado. Quiz...

Un grito rompió sus meditaciones. El caballero zorro corría hacía él con un puñal. ¿Cómo? Estaba paralizado como un cervatillo. Como alguien que ve algo que cree imposibe. Es imposible. No puede ser. Habría muerto antes de darse cuenta que iba a morir, pero allí está Orten, al que todos habían ninguneado todo el rato. Allí está para salvarle. Allí acaba la posibilidad de encontrar respuestas. Si pudiera, lloraría. Pero no puede. Hace un esfuerzo para ocultar las lágrimas que van a aflorar a sus ojos. No sabe si son por haber visto la muerte tan de cerca o por todo lo que han perdido.

Posa una mano temblorosa en el hombro de Orten.

Gracias.

Pero algo no cuadra, y busca la mirada de Roshar. Aquello no es posible.

Me habéis salvado la vida. Jodida alimaña. Que... Que escurridizo. Habéis sido muy valiente.

Dice con la voz quebrada por la emoción.

Y mira el cadáver tendido del manco. Observa las ligaduras de las que se ha librado y si tenía algún tipo de funda para el puñal oculta en alguna parte... Y el propio puñal que iba a matarlo. Le parecía una hazaña demasiado imposible para un tullido malherido. Hasta hacía un momento era un hombre diestro. Sin un brazo hasta para un zurdo habría sido difícil librarse con una sola mano. Ni hablar de un diestro que ha perdido su mano buena. Y con todo el dolor y el shock... Y Roshar lo había registrado. El caballero es bueno en su oficio... ¿Pero quien? Bryan? No... Orten? Extraño...

Whalen descubrió que las cuerdas que sostenían al Caballero Zorro, efectivamente habían sido cortadas con un arma de filo similar al cuchillo con el que Lord Clayton había intentado asesinarle. Mas no pudo sacar información alguna sobre como había conseguido ocultar el cuchillo ni como podía haber hecho para liberarse. No estaba seguro si la parte cortada de las cuerdas se encontraba en el frente del Zorro, en uno de sus costados o en su lado posterior.

Cabía la posibilidad de que el Caballero Zorro no hubiera estado bien atado, o se hubiese valido de alguna artimaña para liberarse mientras se encontraban distraídos. Lo cierto era que no había ninguna prueba que explicara claramente cómo había hecho para soltarse.

El pánico se instaló en la mente y en el rostro de Ser Roshar cuando percibió al Zorro avanzando hacia Whalen. Quedó paralizado, consciente de que le era imposible hacer nada por evitar el trágico final. Su mirada clavada en el corto filo que haría estallar en pedazos parte de su mundo… Hasta que una mano salvadora acabó con el terco criminal, otorgándole lo que tanto ansiaba.

El caballero del puño negro, controlando a duras penas los nervios, apartó la vista del cadáver y abofeteó a Ser Adrik con un revés*. El joven había desatendido sus obligaciones en un momento crítico y le había arrastrado a él a perder de vista a Lord Clayton.

- ¡Despierta! -

Clavó los ojos en el Crogall hasta atrapar su mirada y lo enfrentó con un gesto pocas veces visto en el Blackfist, un rígido rictus que no lograba ocultar su colosal enfado. Entonces desvió la atención hacia el cuerpo inerte del Zorro, soltó un gruñido, y se acercó. Confirmaría su muerte y lo prepararía para el viaje hasta Desembarco. Y antes de partir se quitaría el disfraz.

Ser Roshar, más calmado, empezó a preguntarse si Lord Clayton no habría recibido ayuda para soltarse y conseguir un arma. Comprobó entre sus ropas si había dejado algún lugar sin registrar mientras sus sospechas crecían y las hipótesis se formaban en su mente. Intentó recordar quienes se habían acercado al prisionero. No haría acusaciones por el momento, pero no perdería de vista a ninguno. No otra vez. 

- Debemos irnos cuanto antes, mi señor. - Se dirigió a Whalen. 

Apenas le sostienen las piernas por lo que se sienta en el suelo, para evitar que lo vean temblando, y cuando se acerca el Blackfist a él asiente y le muestra las cuerdas cortadas con un gesto. Sin añadir nada.

Más tarde hablaría a solas con el caballero. Ahora no era el momento. Miró al séquito. El moribundo Joris, el apocado Orten y el noble caballero que se ha ido hace nada.* Adrik quedaba descartado. Y Roshar también.

Miró a Orten una vez más. Le había salvado la vida.

Os lo agradezco una vez más. A la vuelta hablaré de vuestra hazaña ante vuestra familia. Que sepan lo que habéis hecho. Habéis sido muy valiente.

Y se dispuso a seguir las indicaciones de los demás para ponerse en marcha.

Sólo el paso del tiempo logró calmar la tensión que se vivía en ese momento entorno a los seis hombres tras el ataque frustrado del Caballero Zorro hacía Whalen. El cuerpo de Lord Clayton yacía en el suelo con la expresión de furia todavía grabada en el rostro: los dientes apretados con fuerza, los ojos muy abiertos llenos de ira y el rictus colérico con el que lo conocieron ya en vida. La sangre comenzaba a manar bajo su cuerpo en un charco de oscuro carmesí. Su mano izquierda todavía sostenía con fuerza el cuchillo con el que pretendía cometer el asesinato.

El muchacho heredero de los Crogall respiraba aliviado de no verse con un puñal en la garganta como el que había terminado con la vida de Galdrín. Ser Adrik, extremadamente afectado por su perdida, todavía no era capaz de salir de estado de conmoción que le había sumido en una especie de estafermo que aguantaba las sacudidas de Roshar sin reacción alguna. Pese al enfado del caballero y los gritos que le profería, Adrik no volvió en sí. Llorando todavía la perdida de su amigo. Decidieron marchar cuanto antes de allí y Ser Adrik les siguió, aunque sin voluntad alguna.

Ser Bryan estaba igual de sorprendido que todos los demás, el susto le había dejado igual que a Roshar y Whalen, paralizados por el sobresalto vivido. Una vez pasado todo, su primera reacción fue interesarse por el estado de Whalen, y comprobando que estaba entero felicitó a Orten por su actuación; no en vano, el muchacho había sabido reaccionar cuando todos los demás se habían quedado inmóviles. Por su parte, el joven Lugus dejó clavado el puñal en las costillas del Caballero Zorro, sin atreverse a extraerlo de aquel lugar mortal. Temía que al hacerlo, Lord Archay pudiera volver de entre los muertos para intentar una última jugarreta. Visto lo visto, con aquel hombre cualquier cosa era probable.

Ser Roshar sugirió que debían marcharse de allí cuanto antes, y Whalen lo refutó con las indicaciones pertinentes. Entre tanto, Ser Roshar había recuperado su apariencia habitual dejando atrás ese extraño disfraz con el que se lo habían encontrado horas atrás. La noche ya estaba comenzando a caer sobre aquella parte del mundo por lo que deberían apresurarse en llegar a la puerta de la ciudad antes de que los guardias la cerrasen si querían acceder a la posada donde estaban los demás, aunque también podían dirigirse a la tienda de la familia en el campo dedicado para el torneo en el exterior de la muralla. Como fuera, la noche en el Bosque Real no era todo lo segura que unos nobles pudieran desear. Así que se apresuraron en cargar las cosas y seguir el camino con los caballos tirando del cadáver de Galdrín y el agonizante Ser Joris, quien todavía gemía en susurros hablándole a la Madre.

Al caballero le hubiera gustado poder acelerar la marcha, pero no podían dejar la carga atrás. Echó una mirada al resultado de aquella incursión y le bastó para concluir que no había merecido la pena, como le valdría a cualquiera. Estaban a tiempo de salvar al anciano Ser Joris, pero al Blackfist ya le tenía sin cuidado. Había complicado las cosas desde el principio e incluso llegaba a molestarle que aún se aferrara a la vida... Aunque sospechaba que su mal humor tenía otras razones. Como que el Zorro había conseguido librarse de su doloroso porvenir...

- Os ruego de nuevo que... no se mencione mi presencia en lo acontecido. - se dirigió a todos los presentes. A Ser Roshar no le gustó tener que hacerlo, no era el mejor momento, pero habían cosas necesarias. Como regresar junto a Lord Evan. Tenían malas noticias que darle y rezaba porque no hubieran otras peores de las que enterarse. 

Cuando la dama escuchó la respuesta correcta y vio la cara del chico se dio cuenta que esa contestación no era verdadera, nada más podía hacer, pero aún así hizo algo.

-¡Ríos! -llamó al bastado elevando ligeramente la voz cuando no había dado ni dos pasos, metió la mano en un pliegue de su ropa y la sacó con un par de cobres reluciendo en ella -Estate atento a estos apellidos: Dannet, Archay, Espadafiel, Lugus, Woods y Piper. Lo que oigas de ellos me lo vienes a contar.

Y le tendió las monedas con gesto sereno y amable, como el que había mantenido durante toda la conversación.

La noche cubría con su manto de estrellas las tierras cálidas de Desembarco del Rey y aliviaba la terrible concentración de su ambiente con algo de fresco y una suave brisa. Era la mejor noche desde que habían llegado a la ciudad aunque las concurridas calles cada vez se veían más abarrotadas de gentes llegadas de todos los rincones del reino por el inminente torneo. Al día siguiente por la tarde estaban invitados a la ceremonia de inauguración que tendría lugar en el terreno de los torneos y la posterior presentación de armas ante el pabellón real. Allí además tendría lugar el banquete de bienvenida para todas las casas invitadas al torneo, una gran oportunidad para conocer a señores importantes e influyentes, intercambiar información discretamente y cerrar nuevos negocios comerciales. Pero también un punto de encuentro para encarar a Adham Dannett y su séquito, quienes sin duda alguna estarían allí, pues ninguna casa osaría rechazar la invitación del Rey.

El grupo que había partida junto a Ser Joris Landseer para participar en el desafío que el Caballero Zorro le había lanzado regresaba ahora por el camino que moría frente a la Puerta Real, tomaron un desvío para dirigirse al terreno de los torneos donde todas las casas mantenían sus pabellones y tras localizar los colores de los Crogall se dirigieron hacía allí. Era la hora en que todos cenaban o se emborrachaban con pellejos de vino bien cargado, por lo que a excepción de algunos pocos guardias la zona estaba tranquila. La cosa se había saldado de manera muy nefasta, como pronto adivinaron por los rostros serios y cariacontecidos de los componentes de aquel pequeño grupo. Ser Joris Landseer necesitaba atención médica inmediata, se aferraba a la vida por pura tozudez puesto que tenía una fea herida en el vientre y ya había perdido mucha sangre. Gemía despacio mientras decía inconsistencias. El cadáver del Caballero Zorro también acompañaba al grupo, le faltaba un brazo que había sido seccionado a la altura del antebrazo, pero había dado más problemas de los necesarios. Un hueso duro de roer. La vida de Galdrín había sido el precio a pagar por detener al conspirador que atentaba contra ellos, aunque poco le pudieron sacar antes de su muerte pues lo único que les había dedicado desde su rendición fueron insultos y amenazas. Mató a Galdrín con la guardia baja, cuando ya parecía rendido, y con un brazo menos estuvo a punto de escapar y matar también a Whalen, aunque el heredero fue salvado por Orten Lugus en última instancia. Ser Adrik seguía al grupo como si la vida se la hubieran arrebatado a él a pesar de que se encontraba intacto: estaba tremendamente conmocionado por la muerte de Galdrín y no había reaccionado desde entonces. Tan sólo lloraba en silencio junto al cadáver de su amigo.

Lord Evan y el resto de la familia se encontraban en el pabellón comiendo y bebiendo vino cuando uno de los guardias avisó de que Whalen y el resto regresaban. El Señor de la Casa Crogall suspiró aliviado al saber que su hijo regresaba a salvo aunque pronto se enteró de las malas noticias y lanzó enfadado su copa de vino al ver el cadáver de Galdrin. Pocos lo sabían, aunque muchos rumoreaban sobre ello, pues Galdrín era hijo bastardo de Lord Evan y ver su cadáver le hizo envejecer diez años de un sólo golpe. Aliviado se sintió al ver de una pieza a Whalen, su heredero, y agradeció a Orten Lugus el haberle salvado la vida, aunque el muchacho estaba más tembloroso que quien había estado a punto de morir. No era un héroe al uso, eso sin duda. Evan pronto recuperó la compostura y empezó a ordenar cosas, el Maestre no había regresado todavía por lo que pidió a sus hombres que llevaran a Ser Joris ante un curandero y se mantuvieran con él.

-Quiero que se ocupen de Galdrín de inmediato. -Dijo al sentirse más calmado. -Que Wybert y Nym se encarguen de llevarlo de vuelta a Heavybridge para que su esposa pueda velarlo hasta nuestro regreso. Le haremos un funeral con todos los honores.

Sentía la muerte de Galdrín pero no podían marcharse todos a pesar del dolor que le destrozaba el pecho y las ganas que sentía de regresar a sus dominios donde nada se escapaba a su férreo control. Allí, en la gran Capital del Reino, las intrigas y los planes urdidos en las sombras eran demasiado para un hombre acostumbrado a encarar de frente a los enemigos. Tenía que descubrir toda aquella mascarada, por su hijo muerto, por el honor manchado de su familia. Y para ello deberían quedarse en el Torneo, abrir bien los ojos y cuidar sus espaldas como nunca antes habían hecho.

-Bien, mañana da comienzo el torneo. Descansad si podéis. Tengo el presentimiento de que lo más difícil está por llegar. - Miró a su esposa antes de retirarse a descansar, esperaba que ella le acompañara para aliviar su pena y aconsejarle cuando el camino que se presentaba ante él estaba oscuro, lleno de trampas y además debía andar a tientas.

Lady Scarlett rezó a los 7 que son 1 para que el alma de Galdrin encontrara descanso.  Esperaba que la viuda estuviera bien acompañada de familia, protegida, cuando le llegara la noticia.   Y nosotros nos encargaremos de que estén bien, que no pasen hambre, ni nada.  Que sea gente protegida y creciendo, como si Galdrin mismo estuviera ahí para cuidarlos.

Buscó a Whalen, lo abrazó casi llorando. 

Dime que pasó allá querido.  ¿Era una trampa?  ¿Le dieron muerte? 

Whalen volvía cabizbajo. Todo había salido mal. En lugar de un testimonio traían un cadáver. Bueno, dos. Galdrín había dado su vida por nada. Y casi el joven heredero también deja la suya. El viejo caballero Joris, el muy cabrón, seguía vivo. Era como que le culpara a él por la muerte de Galdrín. Él debería de estar muerto y no su hermanastro. Era el viejo el que buscaba la muerte, pero el Desconocido había ignorado a Joris y se había llevado al joven maestro de armas.

Y todo para nada. No. No podía ser. Entendía a Adrik. Y compartía su dolor. Aquello era injusto. Irreal.

A la tarde siguiente tocaría enfrentarse a los nobles y sus dardos envenenados. Ahora mismo le abriría la cabeza a cualquier imbécil que dijera alguna imbecilidad sobre su casa. Neceistaba descansar. Serenarse. Esas reacciones eran justo lo que buscarían sus enemigos.

Todo para nada... Joder, Galdrín.

Su mujer se le acerca y le abraza con ternura. Él corresponde a su abrazo, enterrando su rostro en su cabello cobrizo que huele a ámbar y pan recién hecho.

Era una trampa... Pero no estoy muy seguro de para quien. Maldito viejo zorro. Jamás había visto tanta convicción el aguien. Deseo que su alma no encuentre descanso.

En el camino de vuelta había estado meditando sobre todo aquello. Lo cierto es que ahora, en frío, apreciaba a Archay. Había sido fiel a su rey, y con tal de cumplir con su voto había hecho cosas horribles.

Ojalá Robert tuviera vasallos así.

De alguna manera, Whalen creía que los vasallos fieles a Robert eran más pragmáticos y tornadizos. Alguien capaz de apoyar a un usurpador una vez, pueden hacerlo una segunda. Si no fuera por lo traidor del ataque a Galdrín sentiría admiración por el caballero rebelde.

No tuvimos alternativa. Murió sin decir nada. Y creo que alguien ayudó a ello. Pasaron varias cosas extrañas. Nos falta saber cosas. Pobre Galdrín... Y suerte de Orten o yo también habría muerto. Ese viejo cabrón era más peligroso que un escorpión.

La tristeza la embargó a la Scarlett.  Había sido un intercambio de vidas.

Que la Madre y el Padre lo guarden, y que el Extraño lo guíe al mejor lugar donde estará. 

Descansa hoy, Whalen. Mañana ya veremos que nos trae el día.  Ven.  -lo llevó a asearse y descansar.

¿Cómo que no sabe quién tendió la trampa? ¿Hay alguien más detrás de todo esto? 

Lady Varya no estaba contenta, no había podido estar a solas con su marido y al caer la noche la llegada de la comitiva, que había ido a hacer frente al desafío, traía demasiados cadáveres. El del caballero Zorro sin haber hablado antes de los instigadores no era nada bueno, pero la cara se le mutó en una máscara pétrea al ver los rizos del maestro de armas escapar de la mortaja.

La dama no se movió del lugar que ocupaba, ni un paso para adelante ni uno para atrás, asistió como congelada al reencuentro familiar y a las órdenes que el señor de la casa Crogall daba. Casi podía sentir lo que éste guardaba en su interior, la delgada línea bajo el labio inferior, el ojo izquierdo ligeramente más cerrado que el derecho, el débil temblor de las aletas de su nariz: rabia, contenida a base de pura fuerza de voluntad. Para ella Galdrín había sido el único que no la había mirado... como todos los demás a su llegada a Heavy Brigde, una mano amable, a pesar de todo lo que se decía de él siempre estuvo en su lugar, un hombre recto, y la devoción y lealtad para con la familia eran de las mejores cualidades que tenía, aunque no las únicas. En una palabra, Varya estimaba al hijo bastado de su esposo, aunque nunca lo dijese en voz alta pues ya bastante tenía con los rumores que había sobre ella como para que circulasen más. Pero eso no era lo mismo que lo que sentía Evan. La pérdida de alguien amado, de alguien de tu misma sangre... la mujer sabía lo que era aunque no quisiera recordar, la visión del cadáver de tu legado...

La mirada del lord cortó esos pensamientos y sentimientos.

-El desconocido lo acogerá para su eterno descanso -Y el responsable de esto sufrirá muuuucho antes de seguirlo -completó la frase en su mente.

Un leve asentimiento fue la respuesta para indicar que lo seguía, pero antes de hacerlo no pudo evitar preguntar a Whalen por sus palabras.

-¿Qué cosas extrañas? dinos todo lo que recuerdes.

Si había alguien que tenía que hacer las preguntas incómodas y a quien tuviesen que mirar mal, prefería ser ella a que fuese su esposo. 

En el trayecto de vuelta Ser Roshar se dedicó a vigilar a los integrantes de la comitiva sin ningún disimulo. Fingir su falta de discreción servía a su papel y le facilitaba la tarea. La situación vivida los había puesto a todos alerta… y hasta llegar al pabellón Crogall él era la única protección de Whalen. Ser Adrick estaba fuera de combate, desorientado tras la perdida, y sobre el resto pendía la sospecha. No les daría más oportunidades.

Al llegar ante la familia rehuyó la mirada de Lord Evan. No podría evitar mostrar un gesto de profunda culpa, de dolor, un detalle que podría delatarlo ante ojos atentos. Se distanció del grupo, sin dejar de observarlos, consiguió un pellejo de vino y buscó asiento fuera de la atención de los presentes, quedando en segundo plano. El mismo lugar que esperaba tener en los relatos públicos de aquel suceso.

Desde su rincón se cuestionó si sería buena idea reducir la poca guardia que habían traído hasta la capital. Y le asaltó de nuevo, entre trago y trago, el pensamiento de poder haberlo evitado todo. ¿Cuándo comprendió que el Zorro no diría nada? ¿por qué no le dio muerte desde el primer momento? Se llevó el pellejo a la boca e intentó alejar aquellas reflexiones. Galdrín seguiría vivo... Pero no lo estaba y seguían en guerra. No podía caer en el mismo estado que Ser Adrick.

Alzó levemente el odre en un brindis personal. 

- Pagaran por tu muerte, amigo mio. -