Partida Rol por web

Galdrín no necesita oír dos veces que se marchan para ponerse en movimiento. Además, tiene la firme idea de azuzar el paso, aunque sea a costa de quedarse a la intemperie para estar cuanto antes en Desembarco.

Ordena a los hombres que revisen todo, por si alguien se dejaba algo atrás, y luego tuvieran que lamentarse. Coloca a los animales en la puerta, y se prepara para el viaje.

Tiene el mapa y el camino en la memoria, y no deja de pensar en que maneras puede aumentar el ritmo de la comitiva.

No dice nada ni de su animal exótico, ni de lo que hubieran hecho los señores y señoras en estos días. Simplemente hace su trabajo, y lo hace sin hacer ruido.

Giana, la joven criada de la posada es quien se encargaba de servir los desayunos y recoger los platos conforme iban terminando. Parecía ser la única de la posada que les miraba de forma distinta a como lo habían hecho el día anterior, sobre todo a Lady Varya, a quien inclusive le dedicó una sonrisa.

-Qué tengáis buen viaje, señora. -Le dijo amablemente cuando recogió su plato.

La dama se giró nada mas levantarse y le devolvió la sonrisa a la muchacha, una sonrisa que se reflejó en sus ojos.

- Gracias, que los dias sean llevaderos.

Le contestó mientras aprovechaba que su cuerpo tapaba la zona de la barra y la cocina, y deslizaba un objeto en el bolsillo del delantal de la joven.

- Un regalo de parte de la casa Crogall, hasta la vuelta.

Susurró de tal modo que solo la chica y quien estuviese en la mesa lo pudo oir antes de darse la vuelta rápidamente y dirigirse hacia su marido.

Cuando Whalen vuelve, y al ver que aún no se han pasado cuentas con la posadera, paga tres venados de plata por la estancia de todos, así como por las empanadas y la cerveza.

Hemos pasado una noche magnífica, señora. Gracias por su hospitalidad.

Le dice Whalen, no sin cierta ironía después de la noche de perros que ha pasado, aunque eso no sea culpa de la posada ni la posadera.

El ambiente es el que precede una marcha. Gente de pie, ademanes algo ansiosos...

Se ajusta la espada, el escudo a la espalda y sale, a la espera que ya esté allí su escudero con su yegua, para darle a su esforzado escudero el desayuno tardío.

Scarlett se tomo su tiempo para acabarse el desayuno y fue testigo del intercambio entre la niña y Varya. Cuando todo hubo acabado se levanto y salio de aquel antro sin dignarse siquiera a mirar a aquellos mindundis que, en su opinion, los habian estafado, insultado y maltratado.

Cuando hubo salido se disgusto al ver que el maldito crio aun no estaba alli con su montura, esperandola.

Al escuchar las palabras de la posadera se dirigió a ella y le contestó cortésmente, como era de esperar en alguien de su posición.

 - Ha sido un placer pasar la noche en su establecimiento. No olvidaré vuestro magnífico asado. Que los siete sean con vos y con los vuestros  - Hizo un breve gesto de despedida y se marcho hacia la salida-

Cuando salió  de la posada respiró hondo y se dirigió con calma hacia su montura, al coincidir con su hijo lo miró y le hizo un gesto de aprobación.

El hombre que daba nombre a la posada estaba junto a su esposa ultimando los preparativos para empezar aquella jornada de duro trabajo en la posada, por delante tenía mucha comida que preparar y muchos invitados que atender entre los viajeros que se dirigían a Desembarco para el torneo.

No obstante hizo un hueco para ver partir a la infame casa de los Crogall de su establecimiento, no fuera que pese mostrarse pacíficos esta ocasión les diera otra vez el arrebato de matar inocentes. No fue así, y en cierto modo parecían unos nobles normales más por lo que pensó que tal vez aquellas historias sobre ellos estarían algo exageradas, aunque siempre quedaría la duda y la desconfianza hacía ellos.

-Muchas gracias, Lord Crogall. -Dijo agachando humildemente su cabeza. -Me alegra saber que mi asado es de vuestro agrado. Que los Siete os guarden en vuestro viaje.

-Que los Siete os guarden. -Repitió Meg.

Ella se encargó de recoger el pago de las habitaciones de manos del joven Whalen y ordenó a Giana que le llevara las empanadas que había pedido. Dag se había levantado pronto aquella mañana para cocinarlas en el horno de su chimenea y las había sacado hacía poco, de hecho todavía estaban calientes cuando la joven criada se las entregó.

Tanto Dag como Meg se mostraban algo fríos todavía con los miembros de la casa. Les miraban con cierto temor, sin pizca alguna de aquella alegría con la que les habían recibido en la calurosa bienvenida que les habían dado cuando todavía no sabían quienes eran. La mujer en especial deseaba que se fueran sin causar ningún problema y por eso les miraba seria desde la puerta de la posada.

La cara de la niña al recibir el regalo de Lady Varya fue de completo asombro y felicidad. No se atrevió todavía a meter la mano en el delantal para ver de qué se trataba por miedo a que Meg lo viera y le hiciera devolverlo o se lo arrebatara. Sin embargo las palabras susurradas por Varya y el peso que sentía en el bolsillo fueron suficientes motivos para su felicidad.

-!Muchas gracias!. -Exclamó tratando de mantener su voz susurrante y recomponer la compostura. Al escuchar la voz de Meg solicitándola pensó que la habían descubierto pero se tranquilizó de nuevo al escuchar que tan sólo tenía que darle un par de empanadas a Whalen. Así lo hizo, y después también le dedicó un buen viaje con una sonrisa amable y sincera. La única que verían por allí hasta el momento.

El nieto de los Moleskin, Colin, apareció con los caballos ya ensillados después de que Galdrin se lo hubiera solicitado para preparar la marcha de la comitiva. Parecía un tanto incomodado con la presencia de toda la casa allí observándole y esperando por sus animales. El muchacho ya de por si tenía una cara de pazguato redondeada y con los mofletes colorados, pero al verles a todos ese gesto se hizo más intenso.

Ayudó a los criados y criadas de la familia a subir los baúles de pertenencias de los señores a la carreta que cargaba con ellos y a todo lo que se requiriera para preparar la marcha. Después fue hasta Whalen, con quien había parecido coger algo de confianza después de su conversación en la noche anterior, y le susurró unas palabras.

-Mi señor... -Dijo con preocupación agachando la cabeza y hablando en voz baja cuando Whalen pasó cerca suyo. -Cre.. creo que falta uno de los caballos... uno de los que tiraba de la carreta de vuestras pertenencias.

Whalen se infla como un pavo al notar la mirada de aprobación de su padre, pese a que se esfuerza por ocultarlo bajo una máscara de suficiencia.

Agradece con una inclinación la bendición de Meg y le dedica una sonrisa a la joven sirvienta cuando le desea un buen viaje.

Gracias, muchacha.

Le dice, a pesar que tampoco es mucho más pequeña que el joven lord, y por un momento fugaz le pasa por la cabeza que es bonita y que sin duda parece tener mucho mejor humor y disposición que su arisca esposa.

Todo parece ir bien. Todo va bien. Se acaba de montar en Bella y no se puede sentir más gallardo, con la espada al cinto, el escudo prendido de la silla de montar y su coraza puesta, reluciente, a pesar que ya empieza a dolerle el cuerpo por el peso de su armadura.

Hoy va a ser un día muy largo...

Entonces Moleskin se acerca, y se agacha para poder escucharlo, casi pegado al lomo de su yegua. Después de escucharlo se incorpora y lo mira, claramente alterado, se vuelve para comprobar lo que le ha dicho. Al ver que es así, se acerca con su caballo, a paso vivo, hasta Galdrín, a la vez que llamo con un gesto a Willard para que me acompañe.

Galdrín... Perdonad... ¿Pero acaso no falta un caballo de mi carreta? Es cosa vuestra? O debemos alarmarnos?

Ser Roshar no tenía prisa por acelerar el paso, contaba con que una comitiva grande se moviera con excesiva lentitud. Además la urgencia no sería propia de un hombre devoto y podría desmoronar la inofensiva imagen que quería exhibir, cualquiera se haría preguntas ante la escena. 

La apariencia concorde a anteriores descripciones obliga al caballero a igualar el paso con el caballero de pelo canoso. Habían incongruencias, una de las cuales no situaban al hombre del que había escuchado hablar en dirección sur, pero ¿cuántas circunstancias pueden cambiar nuestros planes para dirigirnos justo en sentido opuesto? 

- ¿Un largo camino, Ser? - Su voz sonó cascada y rasposa desde el interior de la capucha. Esperó a que mirase hacia él antes de añadir. - Tiene que ser muy cansado portar con una de esas. - su mirada, forzada, con los ojos levemente achinados aparentando mala visión, recayó entonces sobre la armadura para que el caballero supiera a que se refería. - ¿Va hacia Desembarco? ¿pretende participar en el torneo?- terminó con cierto entusiasmo, quizás pudiendo dar a pensar que su deseo hubiera sido convertirse en caballero para salir triunfante de una justa y disfrutar de los honores propios de tales gestas. 

El hombre devolvió la sonrisa a Ser Roshar, no parecía importarle que se unieran a su tranquila marcha. Al contrario, parecía agradecer la compañía. Hizo un gesto con la cabeza para devolverle el saludo. Cuando se dirigió a él, siguió la mirada del Blackfist hasta la coraza que cargaba su viejo caballo para averiguar a qué se refería con sus primeras palabras.

-Por eso mismo la transporta mi viejo Rufus. - Señaló. -Yo prefiero el cuero. -Añadió golpeándose la armadura que llevaba puesta con la palma de la mano.

El hombre era delgado y, aunque caminaba ligeramente encorvado, era alto. La armadura de cuero que llevaba no tenía ningún símbolo dibujado ni ningún escudo. Por contra la coraza sí que lo tenía, pero Ser Roshar era incapaz de distinguir bien de qué se trataba.

-En efecto. -Respondió el viejo caballero con la voz cansada y algo melancólica. -Este es nuestro último torneo. -Golpeó suavemente con cariño el cuello del caballo con la mano que tiraba de las riendas y éste relinchó como dándole la razón a su amo. -Soy Ser Lineston Coldwell, del Valle.

-¿Vos también vais al torneo del Rey?. - Le preguntó. -¿Sois uno de esos hombres que rezan en el Gran Septo de Baelor?.

- Mi nombre es Urio. - 

Se presentó antes de descabalgar con cierta torpeza, quería evitar cualquier señal que pudiera delatar que también era un hombre de armas. 

- Uff... Me vendrá bien caminar un poco. - emitió fingidos quejidos casi mudos por los habituales dolores de quien no acostumbra a montar. - Si. - respondió tras darse unos largos segundos y coger de nuevo el ritmo del caballero. -No todos los días puede uno disfrutar de un torneo de semejante calibre. - sonrió, mostrando de nuevo ese entusiasmo. - Y no, no soy un septón destinado al Gran Septo de Baelor, ni a ningún otro. Considero que mi trabajo esta a lo largo de todo Poniente y por eso viajo de una a otra punta al servicio de todos los habitantes de los siete reinos. - no añadió más sobre su historia por el momento. No hacía falta para saber como debía ser su vida y la insistencia sobre los datos ofrecidos podía crear suspicacias. - Nunca escuche nada sobre los Coldwell - se quedó pensativo, simulando que intentaba recordar sus numerosos viajes. - ¿de que zona del valle son ustedes, Ser? Quizás haya estado en un septo cercano. - Añadió, dando por hecho que habría un septo cercano, siempre había uno. 

El maestro de armas gira la vista atrás, y hace un rápido conteo, durante unos escasos segundos parece sorprendido, luego su rostro vuelve a la normalidad.

Me temo sí señor, que Ser Roshar ha debido de canjear el animal de la carreta por su corcel. Fíjese que Pomposo está ahí mismo.

Sin duda ha debido de considerar que un corcel como el suyo quizás no fuera el más indicado para realizar un viaje en solitario, podrían atacarle solo para robárselo.

Lamento que su carreta no esté como pretendía mi señor. Si quiere, puedo dejarle mi montura para que tire de esta. Si usted lo considera necesario.

Galdrín sabía que si Ser Roshar había cambiado el animal, era por una buena razón, y es más, aun así estaba seguro que los motivos no eran los que había presentado ante el heredero, pero poco podía hacer para cambiar esa situación.

No mostro más preocupación de la que pudiera ser necesaria, porque tener a la comitiva preocupada sería contraproducente. Espero nuevas palabras, para poder salir inmediatamente.  

Whalen asiente gravemente, haciéndose cargo de la situación.

Está bien. Supongo que mi carreta podrá ir con un caballo menos.

Tras pensar un instante niega con la cabeza a la proposición de Galdrín.

Por favor, si se puede evitar, no deseo que vuestro caballo o Pomposo, sean puestos a tirar de un carro... Eso sí, me habría gustado ser informado de ello.

Sacude la cabeza, como alejando una preocupación.

Por un momento había temido que fuera cosa de ese mercenario desesperado, que hubiera decidido volver a jugárnosla una vez más, y decidir que puestos a conseguir um caballo, ninguno mejor que el de un Crogall.

Asiente satisfecho y avanza unos pasos, montado, dejando atrás a su gente mientras apareja la carreta. Saca un venado de su bolsa y se lo lanza a Colin.

Tomad. Vuestro celo ha de ser recompensado. Sed siempre virtuoso. No hace falta ser caballero para comportarse como tal.

Y tras ello espolea su caballo y se une al resto de la comitiva.

El maestre Nicholas se subió a su asno y se colocó en cabeza de la comitiva esperando a que los demás tomaran sus posiciones y el Lord diera comienzo a la marcha. Antes de que hiciera eso se le había visto desayunar tranquilamente en compañía de las damas charlando de forma banal del tiempo que podían encontrar durante el viaje. Según la opinión del maestre el calor iba a aumentar más para ese día.

El viejo había desayunado muy ligero, decía que de lo contrario la comida se le subiría a la boca con tanto trote de su asno y terminaría vomitándola o encontrándose mal por lo que prefería desayunar poco y dejar su estomago bien asentado durante el viaje.

-Muchas gracias, señor. -Le dijo a Whalen cuando éste le ofreció una de las empanadas que había comprado.

Lo cierto era que el estomago del pequeño escudero ya estaba rugiendo como el león de los Lannister cuando parecía que todos iban a partir ya por fin. Mientras ellos habían estado desayunando, él había estado ayudando a Colin a preparar los caballos y la carreta y a tenerlo todo listo para la marcha. En especial se había preocupado del caballo de Whalen, ya que era su señor, pero había echado una mano con los demás y también había ayudado a cargar la carreta.

Ahora el joven descansaba sentado en un hueco de la parte posterior de la carreta dando buena cuenta de la empanada que le había traído Whalen.

Ser Adrik acercó el caballo del Lord a Evan y lo sujetó de las riendas mientras su señor montaba en él. Después, miró a los ojos de su tío y asintió con seriedad sin que hiciera falta que Lord Evan le formulara la pregunta.

-Todo listo. -Añadió cediéndole las riendas a su legitimo propietario.

Luego volvió a su caballo, se retiró la capa y subió a la silla con gran agilidad. Espoleó al animal y se colocó junto a Lord Evan para esperar a que éste abriera la marcha. Lanzó una mirada atrás para ver que retenía a Galdrín, que parecía intercambiar unas palabras con Whalen y cuando todo pareció estar listo volvió a mirar al Lord y asintió de nuevo con la cabeza.