Partida Rol por web

Plus Ultra - La Conquista del Cipango

Los hombres de Nishi (Escena 1)

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09/09/2015, 22:12
Don Diego de Tarantela y Villegas

Don diego rió, el cabo tenía ganas de poner la pica en Flandes...porque en el cipango ya estaba

-Quirós!, que las fualanas son las del lazo delante, esa es como una teatrera, hacen buenas funciones, y escogen con quien quieren pacer, y parece que no eres de su agrado, seguro que esas de allí atenderán mejor el tintineo de tus reales-

Apuró el sargento el sake y siguió recostado, disfrutando de la escena mientra reía a por la metedura de pata de Quirós.

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10/09/2015, 03:14
Director

El diligente criado la acompañó fuera de aquel recinto, hasta la casa particular, dentro del complejo, que había sido del comandante samurai al mando de aquella guarnición militar. Era una casa modesta, aunque amueblada de un modo correcto y nipón. Ya no había armas en ella, ni siquiera la naginata que solía haber sobre la puerta, para que la usaran las bugeishas de la familia en última instancia.

En compensación, habían llenado la casa con artefactos muy extraños y caros de los españoles, como un reloj de torre dorado, una mesa baja de estilo chino, una vajilla de plata y un juego para servir chocolate con pocillo, mancerinas y jícaras. En la pared habían colocado una pintura, el retrato de un hombre con armadura, que según le contaron era el rey de aquellos extranjeros, su emperador, que se llamaba Felipe. Ella apenas había probado o servido dicha bebida, que era del gusto de la aristocracia española. Afortunadamente, en otra mesa auxiliar había vajilla e ingredientes para servir té y vino.

El criado le indicó que se preparara para la reunión, mientras otros sirvientes procuraron que todo estuviera listo, y el chocolate caliente y recién preparado, dejando sobre la mesa bizcocho que él conocía por el nombre de Castella o Ogura, panes azucarados y bollos de leche, junto a unas servilletas de paño bordado para limpiarse.

En una sala contigua, unos músicos extranjeros con sus extraños instrumentos comenzaron a tocar. Su música era diferente, pero le pareció bella y armónica. Ella estaba arrodillada junto a la mesita del té, cuando dos hombres entraron en la sala, sentándose al estilo japonés. Eran dos nanban, que parecían de mucha categoría, pues sus ropas eran de telas caras y lucían sobre ellas unos collares de oro puro. Uno era un hombre viejo y de porte grandioso, con su barba blanca. El otro, era de mediana edad, moreno y muy educado, le dijo unas palabras en un japonés elemental, diciéndole que era su deber servirles durante aquella reunión y traducir todo aquello que ambas partes no comprendieran.

Poco después de decir aquello, el criado abrió la puerta y anunció a los dos hombres que habían de pasar: el "Sakyō-dayu" Hōjō Ujinao y su consejero, el señor Keisuke. Eran, respectivamente, un joven aristócrata de 20 y pocos años, con rostro dulce, aunque serio, y un hombre maduro vestido a la usanza de los funcionarios.

Sorprendentemente, los dos extranjeros recibieron con unas cortesías apropiadas y correctas a hombres de aquella condición, rogando que se tomaran asiento frente a ellos, al otro lado de la mesa, cosa que hicieron con tranquilidad, no exenta de cierto recelo.

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10/09/2015, 03:42
Yanagisawa Keisuke

El consejero hizo las presentaciones, aunque éstas eran innecesarias. Si habían llegado hasta allí y no les habían detenido, era por que aquellos hombres poderosos se conocían de antemano. O, al menos, habían mantenido correspondencia.

-He aquí que les presento a mi sama, Hojo Ujinao, hijo y heredero de éste clan y de mi señor, el daimyo Ujimasa, señor de Odawara y cuyos dominios se extienden por la provincia de Kanto, en la isla de Honshu. Yo soy Keisuke, su humilde servidor, consejero y funcionario de su casa. Mi señor les saluda con respeto, y celebra su victoria en el mar sobre las fuerzas de sus enemigos, los aliados del clan Nobunaga y su títere el shogún.

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10/09/2015, 03:49
Dom Felipe Duarte

El namban más joven habló luego, llevándose una mano al pecho donde lucía un lagarto de la Orden de Cristo. Su acento era un poco extraño, no totalmente español, si no portugués.

-Saludamos a vuestro joven señor y su noble padre con respeto y reverencia. Yo soy Don Felipe Duarte, almirante de la flota de Portugal, conde de Faro y gobernador de Goa, caballero de la órden de Cristo.

Miró un momento a su acompañante.

-Éste es mi superior, don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz y grande de España, capitán general de ésta flota y maestre de campo general de sus fuerzas de tierra, entre otros títulos. Ambos servimos a su católica majestad el rey don Felipe, cuyos dominios se extienden por medio mundo en Europa, África y Asia. Él os saluda con sus mejores deseos de amistad, y os hace extensiva ésta misiva que pasamos a entregaros, y con ella como presente de buena voluntad para con vuestro clan, y ayuda para enfrentar a nuestro común enemigo, promete  y asegura quinientos jin de plata* para armar a más hombres, bastimentos, levantar defensas, comprar caballos y cualesquiera otra cosa.

Notas de juego

*Media tonelada, según el sistema métrico chino.

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10/09/2015, 03:59
Hojo Ujinao

El joven señor parpadeó, mirando de reojo las cosas que estaban en la habitación. Cosas caras, exóticas. Estaba acostumbrado a aquello, pero al mismo tiempo, era diferente. Lo que más le había impresionado de los kastilas no era su riqueza, pues ésta era evidente por los cargamentos de plata que mandaban a China para comerciar, si no la efectividad de sus barcos. De un plumazo habían borrado del mapa la flota de Nobunaga. Una flota con la que había querido conquistar Filipinas, Corea o Manchuria. Un proyecto que ahora mismo no era si no un sueño de locos.

Se fijó en la maiko, y eso le extrañó. ¿Disfrutaban los extranjeros de la educada compañía de una mujer así? Si era así, después de todo no serían tan bárbaros, aunque vistieran ropas extrañas y su higiene personal dejara mucho que desear. Éstos parecían más educados, aún comían y hablaban como japoneses. Pero los chinos también lo hacían, y ellos no dejaban de sentirse superiores a ellos, o a los afeminados coreanos.

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10/09/2015, 04:08
Don Álvaro de Bazán

El viejo no hacía si no mirar las expresiones de aquellos hombres. Como si les estuviera tomando la medida, intentando tener claro quienes eran realmente sus interlocutores, y qué podía esperar de ellos. Esperó a que la chica tradujera todo aquello fielmente.

-Tened la bondad de servir chocolate a éstos hombres. Es mi deseo que lo prueben.

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10/09/2015, 15:42
Dôa

Mientras caminaba muy de cerca de aquel criado, me pregunté una y mil veces, con un nerviosismo acuciante, por qué se me requería. Aunque pensaba que la pregunta era la incorrecta. El porqué ya lo sabía, lo que no sabía era por quién había sido llamada, y aquélla incógnita me obligaba a recordar todos mis actos. Podría no ser una simple labor de traducción e interpretación, sino algo mucho más oscuro e insidioso que mi mente no podía llegar todavía a imaginar. También mi mente me dijo que me había metido en problemas, por lo que me pregunté si yo no debía de estar allí.

Los desvaríos fueron tales que, durante el trayecto, me pregunté si podía irme disimuladamente, y escapar de lo que, seguro, era un castigo por algo que había hecho, y no recordaba.  

Me cogí las manos para calmarlas, para hacerlas parecer quietas, que dejaran de temblar, pero me resultó difícil. En aquel momento, si me hubieran dado un shamisen, habría inventado un estilo musical nuevo, agitado y revigorizante.

Cuando llegamos a la estancia, me quedé observándola como si aún fuera una chiquilla de pueblo sin modales. Con la boca entreabierta, observé aquellos muebles y utensilios que jamás había visto. Aquellos españoles debían de ser muy ricos, pensé, pues, no sólo tenían una guerra entre manos con poderosos barcos y cantidad ingente de hombres, sino que, además, podían permitirse aquellos lujos.

Me detuve un momento a contemplar el cuadro de aquel hombre, y me sorprendí lo real que parecía. No me costó mucho imaginarme que salía del lienzo, y se ponía a dar órdenes. Chasqué la lengua, algo nerviosa, y me pregunté si él iba a ser nuestro emperador en el que caso de perdiéramos la guerra.

Sonreí al criado, saliendo de mi ensimismamiento, y pestañeé ante la nueva ostentosidad que me señalaba. No podía ser un hombre cualquiera el que residía allí, sino alguien poderoso. De pronto, noté un nudo en el estómago, y, de manera incrédula, me dije que iba a conocer en persona al hombre que había visto pintado en el cuadro.

Me pasé la mano por las rodillas para alisar el kimono, y me senté, mirando aquellos bollos que me tentaban. Tragué saliva con dificultad, y me obligué a apartar la mirada. No me habían llamado allí para comer, sino para cumplir.

Ladeé la cabeza ante el grupo de músicos, aunque apenas podía verlos debido a la distancia, y sonreí. La música consiguió calmarme, y disfruté con aquellos acordes tan diferentes a los nuestros. Contemplé sus instrumentos, y las manos ágiles con las que los tocaban. Aprecié los buenos tonos, los silencios apropiados, y las pausas indicadas. Tocaban muy bien.

Aparté la mirada de inmediato cuando entraron aquellos hombres, y me vi, horrorizada, que yo estaba arrodillada antes que ellos. Me sentí estúpida, qué falta de respeto.

Sin embargo, cuando iba a incorporarme para saludar de manera apropiada, ellos, directamente, se sentaron, por lo que me quedé inmóvil. Tan sólo hice una ligera inclinación de cabeza, presentado mis respetos ante ilustres personajes, sintiéndome estúpida momentos después al darme cuenta de que no iba a ser a ellos a quienes les hiciera el trabajo, sino a los que entraron a continuación.

No reconocí a ninguno como el hombre del cuadro.

Atendí a sus palabras, asintiendo con la cabeza, comprendiendo la labor, y esperé hacerlo lo mejor que pudiera, aunque me costaba no apartar la mirada de aquel extranjero, pues se parecía mucho a los que había en la otra sala, donde se estaba haciendo el espectáculo.

Miré en silencio cuando se sentaron los cuatro hombres, y escuché lo que se dijo con suma atención. Retuve todo lo que pude, y pasé a traducirlo, no sin dificultad en algunos puntos, pues había nombres, títulos y honores que en japonés no existían, y me vi obligada a describir algunos, y a equiparar otros a los títulos japoneses. Me disculpé después por mi torpe interpretación, pues allí se hablaban de cosas importantes, que podían decidir el destino de no sólo las vidas de hombres, sino del futuro de Japón también.

Asentí, después, al requerimiento de aquel extranjero, y tomé el recipiente con sumo cuidado, sonriente, pues aquello sí que lo había hecho muchas más veces, y me encontraba cómoda. Vertí aquella bebida oscura en las bandejas tan extrañas, dejando entrever un poco la muñeca, para que se deleitaran con su mera muestra inocente.

Olfateé con suavidad el olor que desprendía, y me pregunté de dónde habrían sacado algo así, pues jamás había visto ni olido algo parecido.

—Kore wa chokorētodesu— dije, señalando con discreción el brebaje, ensanchando la sonrisa, y pensando lo privilegiados que eran por probar algo tan exótico, y raro.

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10/09/2015, 16:54
Don Álvaro de Bazán

Cuando los japoneses no sabían muy bien que hacer con aquel brebaje, el "sama" nambam dió unas indicaciones.

-No lo tomen directamente de la taza, pues está muy caliente. Usen la cucharilla si lo desean tomar solo, y soplen antes como si fuera una sopa. Aunque en España lo habitual es mojar un trozo de bizcocho en él, y así irlo comiendo.

Hizo una pausa.

-Se llama chocolate. Se obtiene de un fruto de las Indias, que se llama cacao. Es una receta que tenían las naturales de allí, que se llaman mayas.

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10/09/2015, 16:57
Hojo Ujinao

El hijo del daimyo tomó la cuchara de plata. No era un utensilio que le resultara raro, por que estaba acostumbrado a las cucharas soperas chinas, hechas de porcelana. Pero aquella tenía el mango bastante más largo. Tomó una cucharada del mejunje, que le pareció espeso y caliente como el infierno. Venía mezclado con azúcar, vainilla y un toque de canela.

Probó la cucharada cuando la temperatura fue propicia, y se sorprendió del intenso y delicioso sabor. Su consejero le miró, y él asintió, de modo que ambos hombres comenzaron a probar aquello.

No obstante, el señor no quitaba el ojo a Dôa. Aquella maiko le interesaba por más razones de las que podría pensarse. Por eso, a pesar de que allí se iban a tratar asuntos muy importantes, quiso tener hacia ella un gesto de deferencia.

-Por favor, sírvete tu también. Es un manjar tan delicado que sería un crimen que no lo probaras.

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11/09/2015, 21:33
Gonzalo Quirós

-¿Lo qué? 

El Cabo se quedó mirando a las mujeres y un atisbo de entendimiento pareció cruzar su rostro. Se sentó de nuevo y dejó ir a la geisha mientras se servía otra de esas tacitas. Quirós soltó una carcajada y dió un palmetazo con el pecho caliente por el aguardiente.

-!Cagonros, en España si ye muyer y esta en una mancebía, ye puta -dijo haciendo un gesto explicativo con la mano- Aquí no explicanse bien.

Quirós miró a una de las furcias de los abanicos y sonrió con su mejor sonrisa que puede que no fuera la mejor pero conservar todos los dientes no era moco de pavo siendo coselete en los ejércitos de su majestad.

- Tiradas (1)

Notas de juego

¿Puedo hacer tirada de voluntad para resistirme a tener que seguir probando suerte con las furcias?

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12/09/2015, 19:47
Director

Segundo intento, igual de torpe. Pero en éste caso, no era necesaria sutileza. Un lenguaje internacional el de las prostitutas: tienes dinero, bueno eres. Si eres más feo o más torpe, cuestas un poco más. Y si eres un amante prodigioso, un poco menos. Pero como no era necesario seducir a una prostituta, más allá de mostrarle tu interés, la chica se acercó tapándose la boca con un abanico.

Se sentó a su lado, no encima, y le sirvió un poco más de sake, retirando el abanico para mirarle a los ojos. Unos ojos extraños, para ella. Él había visto bastantes ojos rasgados en Filipinas, se estaba empezando a acostumbrar. En realidad, a pesar de la pintura facial, le hizo gracia. Los europeos creían que los orientales eran "amarillos", pero los japoneses tenían exactamente el mismo tono de piel.

La muchacha era educada, aunque atrevida en sus gestos. No tenía demasiado pecho, ni demasiado trasero. Pero eso allí era lo normal. Para el estándar occidental, era como tener permanentemente un cuerpo de niña.

En la mesa de juego, donde las daban las tomaban. Ésta ronda, sus contricantes se llevaron la mano. Sin embargo, no se había apostado tan fuerte, por lo que perdieron un poco de dinero, habiendo ganado antes más. Sus oponentes no parecían dispuestos a terminar hasta recuperar las pérdidas. Pero quizá sería prudente plantarse ahí y disfrutar de las ganancias. Las cartas son traicioneras y mudables como un moro ladino.

- Tiradas (1)
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12/09/2015, 19:58
Don Diego de Tarantela y Villegas

Don Diego le palmeó la espalda al cabo de infantería, pues parecía que había conseguido su objetivo.

-Mancebía no es, al estilo de España, pero fulanas si que hay, y por cierto, no gustan a las teatreras que has molestado, solo hay que ver la mala tez que te han puesto todos estos señores-  señaló a los sirvientes japoneses

-Y ten cuidado, no vaya a ser que la furcia te embriague y al final pierdas todas las bolsas, la de los reales y la de los quintales* , que no sería la primera vez que te roban y luego te acusan, esto no es tierra patria donde puedes jugarte el honor con la espada, recuerda que en el fondo enemigos son, y no quiero que mi mejor cabo aparezca en la playa, con los higadillos acuchillados-

Tras terminar su taza, dio por finalizado el tiempo de beber, pues no quería amanecer con una resaca de órdago.

le echó un vistazo a Ortega, desde su asiento, para ver que tal le iba a los naipes.

 

Notas de juego

* Por si acaso explico: hace referencia a la bolsa escrotal xD

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13/09/2015, 11:29
Lope de Figueroa y Barradas

Aunque le dijeron que podía ser de un rango superior a él, Lope no se amendrentó y siguió inquiriendo al rehén más respuestas.

- ¿Y en tierra dónde aguarda el ejército de su rey? ¿Está comandado por el shogun?- La palabra le supo extraña en boca.- Preguntadle después sobre su familia Namura...Donde posee sus tierras, quien manda sobre sus gentes y si disponen de más fuerzas para el combate.

Recordó al mencionar el clan Namura otro nombre de clan famoso, el del valido del rey.

- Y sonsacad también sobre la familia Nobunaga. ¿Cuántos soldados puede comandar? ¿Y qué enemigos tiene? Alguna otra familia se opondrá a su estatus...

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13/09/2015, 19:22
Dôa

Con las manos en el regazo, esperaba que aquellos hombres tuvieran a bien mi trabajo, y me perdonaran por la torpeza con la que traducía ciertas cosas. Realmente, había palabras no sólo complicadas, sino que, directamente, en el idioma japonés no existían, como aquel extraño brebaje marrón. Fue por ello que traté de darle una fonética parecida a como el caballero extranjero me lo dijo. Aunque temí haberlo hecho mal o, aún peor, haber insultado a nuestra lengua por mi desfachatez.

Escuché con gran interés la explicación que les dio aquel occidental, y la traduje tal y como pude,  y con verdadero entusiasmo. Me gustaba la sencillez con la que había explicado algo tan raro y tan valioso, y lo miré aún con más interés. Aquel líquido me parecía fascinante, y casi una invención. Volví a olfatear, por si acaso, moviendo las aletas de mi nariz con discreción, y sonreí para mis adentros. Tenía un dolor dulzón, y estaba realmente caliente.

Los envidié un poco por tener el privilegio de tomar algo que ni siquiera existía en nuestro país.

Contemplé a mi compatriota tomar la cuchara fina, que, tenía que reconocer, creía que se iba a partir de un momento a otro de lo delicada que parecía, y ensanché la sonrisa al ver que le gustaba. No habría querido imaginar si aquella cata hubiera salido mal parada.

De repente, sentí un vuelco al corazón. ¿Y si estaba envenenado? ¿Y si aquel sabor nuevo escondía un veneno? ¿O todo ello lo era, pues al decir que era un brebaje nuevo, podía ser cualquier cosa que aquellos extranjeros quisieran decir?

Me cogí las manos con fuerza para no dejar entrever mis pensamientos, y las coloqué en el regazo, contemplando la escena costumbrista con un deje de temor. Mi imaginación volaba mucho más rápida que mi raciocinio, y había hecho con mi sentido común un combate donde había terminado perdiendo.

Ni me di cuenta que uno de los hombres me miraba, cosa que mi hermana mayor me había recordado muchas veces: debía de tener mil ojos para servir a todos los invitados de la mejor manera, hacerles sentir especiales, y terminé saliendo de mi ensimismamiento con un respingo, y un ligero sobresalto. Las ideas estúpidas de mi cabeza volaron como el humo en una fogata.

¿Yo?— me señalé, dubitativa, pestañeando, sin poder creerme que me lo estuviera diciendo de verdad—. No sé…

Tragué saliva con dificultad de nuevo, y traté de sonreír.

—Como diga el caballero— dije, finalmente, haciendo un autocontrol de mí misma para evitar saltar como una niña ante un plato exquisito.

Imité a los demás, y recordé las indicaciones que había traducido hacía unos minutos. Cogí la cucharilla con delicadeza, tomé un poco de chocolate con ella, y la llevé a la boca con sumo cuidado, evitando que el kimono se me manchara, cosa que hubiera sido horrible.

En cuanto aquella pócima, pues me parecía un verdadero remedio milagroso, se asentó en mi lengua, noté que una calidez mi recorría entera, y los ojos me brillaron. Estaba delicioso. Más que delicioso.

—Gracias, caballero— agradecí, haciendo una inclinación de cabeza—, es muy generoso conmigo.

No sabía si podía volver a tomar un poco más, o habría parecido que era demasiado para una sola persona, por lo que me quedé mirando qué hacían los demás para imitarlos. Me di cuenta de que, en cuanto se acabara aquella taza, recordaría el sabor del chocolate el resto de mi vida. 

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14/09/2015, 17:53
Pedro Ortega Alonso

Los naipes revelan su caracter adúltero y fortuito dando la mano a los contrincantes de Ortega, que se crecen como pavos reales y sueltan la lengua más afilada que el acero toledano. El coselete cruza la mirada con Jacinto, cuyo rostro curtido de veterano como un zapato viejo está perlado de gotas de sudor y ladeaba la cabeza, en señal de disgusto.

Si no erraba los cálculos, aún había ganado lo suficiente para pagar a una de aquellas pequeñas prostitutas antes de domir y aunque le tentaba dejara a aquellos dos con cara de pasmarote, se impuso la sesera y el sentido común, que no era el más común de los sentidos de Pedro.

Pues hasta aquí hemos llegado-dijo a la mesa-partimos las peras y cada mochuelo a su olivo, ¿eh Jacinto? que aún me queda para dormir caliente con una de estas japonesas de culo escurrío.

El de Tordesillas acompañó la gentil sugerencia de una dura mirada de soldado viejo, dejando claro que la decisión estaba tomada y que si alguien sacaba la húmeda a pasear, tal vez no la encontrase de vuelta.

- Tiradas (1)
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14/09/2015, 18:45
Martín de Nagakura

Necesita de todo su autocontrol para evitar mostrar una mueca de desagrado por las preguntas del capitán. Hasta ahora habían sido preguntas honorables, pero ahora el tema era más... quizás ladino era la palabra que estaba buscando. Dar informes de tropas de su señor o dar los nombres de las familias enemigas... Eso parecía más trabajo de espías que de prisioneros, pero no podía enfrentarse a su capitán por eso... y menos delante del prisionero.

Hai...

Se limita a decir al nanban antes de volver la mirada hacia el prisionero y hablarle en su japonés natal.

Sama... Figueroa sama desea saber el lugar dónde puede ir a encontrarse con las tropas del shogun para presentar batalla honorable... También desea saber donde se encuentran vuestras tierras y si tenéis más hombres para oponerse a sus hombres... Por último quiere saber de cúantos hombres dispone Nobunaga sama... Y qué enemigos tiene.

Le pregunta, pasándose una mano por su cabeza rapada, como para darle seguridad.

Sin duda preferiría estar matando... O morir, a hacer estas preguntas tan incómodas.

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15/09/2015, 00:03
Otari Takuro

Cuando le preguntaron todo aquello, rió. Bien podía decirlo, por que aquellos extranjeros habían desembarcado y se había fijado, no eran tan numerosos. Si esperaban enfrentarse a Nobunaga en campo abierto, su mentalidad samurai estaba convencida de que sería una derrota aplastante de los occidentales.

-¿Que donde tiene sus fuerzas? Donde las tiene mi casa, en la isla de Honshu. Incluso los vasallos de ésta isla, enemistados con él, pueden unirse a sus fuerzas si lo que éstos namban pretenden es conquistar nuestro sagrado suelo...

Le miró.

-Tu eres japonés, lo sabes. Ésta es una nación de guerreros, y no consentirá un atropello semejante. Ni siquiera los clanes rivales, los de ésta isla, los de Shikoku, los señores de Edo u Odawara, seguirán luchando contra Nobunaga si la amenaza es clara.

Se pasó la mano por la barba crecida de tres días, sonriendo lentamente.

-Decidle que si tengo vasallos, en Shibara, y mi hijo que ha de mandarlos contra ellos. Él me vengará, y restaurará el honor de mi casa.

Respiró hondo. Por si él fuera, daría por concluída la conversación. Pero sabía que esos namban estaban deseando torturarle, pues ya habían empezado a hacerlo, en su ausencia. Prefería decirlo todo, y que luego le dejaran quitarse la vida como un samurai.

-Nobunaga tiene muchos hombres, más de cien mil. Y eso sin contar todos los que puede reclutar contra vosotros, que serán otros tantos. ¿Pueden los namban resistir esa fuerza?

Trató de serenarse, y no sonar "excesivamente" ofensivo. No quería terminar muerto de sus manos.

-Tu eres japonés, tu puedes ayudarme.

Señaló la katana que llevaba al cinto.

-Tómala y córtame la cabeza. Déjame irme con honor, pues no saldrán más palabras de éstos labios.

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15/09/2015, 00:15
Dom Felipe Duarte

El portugués rompió el silencio, después de que disfrutaran de sus jícaras de chocolate caliente durante varios minutos. La sustancia contenía mucho azúcar, y eso encendía el ánimo y provocaba cierto zumbido en la cabeza.

-Es nuestro deseo, y el de nuestro rey, iniciar operaciones militares de castigo contra el señor Nobunaga, por su ataque a Manila de hace unos años.

Carraspeó.

-Y sabiendo que estáis en guerra con él, deseamos rubricar una alianza entre nuestro señor, cuyos intereses quedan representados por su excelencia, aquí presente, y la casa de Hojo.

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15/09/2015, 00:19
Hojo Ujinao

Tras la traducción de aquel esperado mensaje, el joven señor hizo un gesto a su secretario, que ya venía prevenido con una copia del acuerdo que pretendían rubricar. Un acuerdo con bastantes condiciones.

Quería sondear cuales eran los propósitos últimos de los extranjeros. Hacerse con el control del país, o situar un shogún más de su agrado, que no interfiriera con sus asuntos comerciales y las tierras que ya habían conquistado en Filipinas, Surinam y la India.

Notas de juego

Puntos del tratado:

  • Los kastilas se comprometen a apoyar la causa de la casa Hojo para derrotar al shogún y obtener para si dicho título, o el de kampaku (regente).
  • En compensación, las tropas de la casa están a disposición del ejército namban en calidad de aliados e iguales, que no subordinados.
  • Asimismo, para certificar esa alianza, además del dinero y los pertrechos que se han entregado, los kastilas deben enviar un contingente de sus tropas, no superior a los mil hombres en un primer momento, para ayudarles en la defensa de sus territorios en la isla de Honshu.
  • Dicha fuerza, aunque mandada por sus capitanes y oficiales naturales, quedará bajo el mando estratégico de la casa de Hojo hasta que no se disponga lo contrario, o sean reclamados por su ejército para una operación conjunta de mayor envergadura.
  • Cualquier intento de traición provocará el fin de la alianza.
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15/09/2015, 08:11
Padre Rodrigo Expósito

Rodrigo, que se había quedado en segundo plano hasta el momento por voluntad propia, vuelve a acercarse tranquilamente a su protegido para comentarle con brevedad:

-Lo estás haciendo muy bien Martín. Traduce para el capitán la información que acaba de concedernos este hombre, y espera su reacción, incluso si deseara preguntar más cosas, antes de decirle que se acaba de cerrar en banda. Después me encargaré personalmente de que te permitan ejecutar al prisionero como desee. Di mi palabra, y sé bien que eso es algo mucho más respetable entre vuestro pueblo que entre nosotros, los nanban.

Notas de juego

Por cierto dire, ¿no sería más apropiado que los posts del prisionero solo fueran dirigidos a Martín y a mí? El capitán no puede entenderle, y me da la sensación de que sería más realista. Además, tendría que fiarse de que nuestra traducción es sincera y fiel a las palabras del propio Takuro.