Partida Rol por web

Dave, pese a sus esfuerzos, apenas logra herir a uno de ellos con la palanca.

Mientras, Alessandra, ilesa pero asediada, no advierte un grueso y afilado pedrusco en el camino hasta que da con una de las esquinas del coche en él y lo "afeita" completamente.

*¡BONG-CRRRRRANCH!!* El sonido del pedrusco dando contra el coche y luego prácticamente desgarrando la carrocería os pone la piel de gallina. En seguida se acaba, seguís adelante, pero no podéis evitar ser conscientes de lo que está sufriendo.

Poco después Sergio, agazapado, dolorido, hace brotar y crecer a su alrededor un capullo de cristales de hielo que lo aísla completamente de sus tres atacantes. Una línea de escarcha se extiende hacia Alessandra y unas paredes similares también la aíslan a ella, dándole un respiro por el momento.

Bob, poco después, manifiesta de nuevo su cuchilla de hueso, y desgarra a toda prisa a dos de los atónitos asaltantes de los asientos delanteros hasta matarlos.

En un intento de eludir el destino de sus compañeros, el tercero pasa a atacar a Bob, pero no logra hacerle ni un rasguño.

Detrás, mientras dos tratan de romper el hielo inútilmente, el herido por Dave intenta devolverle los golpes para sacárselo de encima. Pero está claro que lo han subestimado, porque tampoco acierta.

En un uno contra uno, parecen simplemente incapaces de superar vuestros reflejos inhumanos.

Rujo como un animal enfurecido, esquivando fácilmente el torpe ataque de mi enemigo. La verdad es que casi me parece verlos moverse a cámara lenta, aunque sé que no lo están haciendo precisamente. A ver, según mis recuerdos nunca he sido precisamente un blandito, pero esto excede mucho todo lo que recordaba.

Con una tenue sonrisa a mover mi brazo para acabar con mi enemigo y con uno de los que intentan alcanzar a Sergio, atravesando para ello el respaldo del asiento delantero.

-¡JODER!- Exclamé al sentir el golpe, no podía ver bien por donde estaba el camino si al mismo tiempo tenía que intentar evitar llevarme alguna herida también. Mientras maniobraba con dificultad entre los árboles, intentando al mismo tiempo no ser un blanco seguro, noté como un muro de hielo parecía rodearme, haciendo de escudo protector. No tenía idea de quién lo había hecho pero solté un suspiro agradecida.

Sin embargo el hielo no estaba ayudándome tampoco en cuanto a visión, y aunque estaba esforzándome en mantener el coche fuera de peligro, los obstáculos estaban comenzando a hacer mella en mi, y en el coche también.

Sergio se hizo un ovillo en el interior de su recubrimiento helado, tratando de regenerar los fragmentos dañados por los soldados y engrosando las paredes de hielo. Además, el coche cada vez se movía más y el último golpe había sonado muy mal. No podía ver nada al otro lado del hielo, pero anticiparse a la inminente colisión parecía la mejor idea.

Rojo contra azul. Calor sobre frío. Confiando en la dureza del capullo de Sergio y en el calor que tanto destaca contra el hielo , Dave vuelve a asir la pistola entre el caos, y con más maña que capacidad dispara un par de veces.

Dave logra acertar a su atacante, que se desploma, pero no tiene tanta suerte con su siguiente disparo, que falla, rebota en el hielo y se pierde dios sabe dónde.

Mientras, Alessandra, a pesar del alivio, no puede evitar llevarse por delante otro obstáculo, esta vez un pequeño tocón de árbol, y otro golpe sacude el coche.

Sergio no da señales de vida. En el interior, sigue concentrado en mantener la estructura de hielo, que cruje y se engrosa. En cambio, Bob sigue en movimiento y a la ofensiva, hiere bastante al cercano y empala al lejano por sorpresa a través del asiento. Hace un agujero enorme pero logra su objetivo y el segundo exhala con un gemido ronco.

Quedan sólo dos de los agresores vivos. Uno sujeta la mano contra la herida sangrante que tiene. Ignorando al resto de ocupantes, juzgan a Bob como el más peligroso allí, y en un último intento desesperado, ambos se lanzan sobre él...inútilmente.

Quizá sea el hielo, pero Alessandra empieza a notar un débil olor a agua en movimiento.

Esquivo con insultante facilidad el ataque de ambos, casi dándome pena. Pero ellos nos han intentado matar, así que...

Mi brazo se mueve en un arco fluido, buscando rematar al herido con un corte a la altura del pecho y rebanar la garganta del otro. A ver si así nos dejan en paz.

Otro golpe, otra maldición. Comenzaba a hacerse muy cuesta arriba intentar mantener el control del coche en esta situación, pero no quedaba otra que seguir avanzando, hasta que pudiéramos estar seguros, o... La verdad ya no tenía idea sobre qué estábamos buscando. Estábamos en una maldita selva que bien podía estar en cualquier parte del mundo, y me daba a mi que no íbamos a encontrar civilización de pronto.

El olor a agua me hizo parpadear un momento. Aún no me acostumbraba a tener esta capacidad, por lo que me tomó de sorpresa. Bien podía ser el hielo; aún así intenté escuchar por encima del ruido del motor para ver si lo que estaba oliendo podía tratarse de un río. De hecho, sería lo más lógico por el lugar en el que estábamos.

¿Pero había algo de lógico en esta situación?

Sergio trataba de recuperar el aliento hecho un ovillo en el interior del hielo. No se atrevía a deshacer su envoltorio. Y sin embargo aún no se habían estrellado. La herida de arma blanca le dolía horrores. Nunca había llevado muy bien lo del dolor aunque el frío ayudaba. 

Cuando ve que se lanzan a por Bob, Dave aprovecha para volver a agarrar la palanqueta y empezar a asestar golpes a toda prisa al que tiene más cerca.

Alessandra pierde el control por un momento en una curva y algo golpea una de las ruedas. El coche sigue adelante pero resulta obvio que no aguantará mucho más este tratamiento. Bob remata al primero con un desgarrón de lado a lado que hace pequeño el anterior, y da la puntilla al apaleado por Dave.

Tras unos momentos de tensa incertidumbre, parece que eso era todo de parte de vuestros perseguidores. No hay más coches negros persiguiéndoos, ni más soldados opacos disparando. Incluso apartando el lío de miembros uniformados para mirar por otro lado no los veis. Os habéis librado, o deshecho, de todos ellos.

Y no aparecen refuerzos por sorpresa.

Al poco, para añadir a esta nueva tranquilidad, el terreno se suaviza, la vegetación se abre. Llegáis, como Alessandra ya intuía, a un gran y caudaloso río, atravesado justo enfrente vuestra por un puente de cemento y madera. Algo tosco, pero parece sólido y lo bastante ancho para atravesarlo en el todoterreno.

La paz no dura mucho. Cuando estáis empezando a atravesarlo, un grupo de helicópteros negros aparece de repente en el cielo con estruendo de rotores, y lanzan una volea de misiles sobre vuestra posición. Antes de que podáis reaccionar, impactan contra el puente y todo salta por los aires en una gran explosión gris y roja.

Cuando el humo se disipa, sólo quedan escombros y miembros sobre el río.

Algunos kilómetros río abajo...

Boqueando, jadeando, os arrastráis aturdidos sobre una de las orillas para terminar de salir del agua. Os reconocéis a cierta distancia unos de otros, alguno falta al principio, pero poco después también aparece manoteando y luchando por salir a la superficie y llegar a la margen.

La explosión y la caída al agua subsiguiente no fueron bastante para mataros, aunque os sentís a punto de desmayaros. Mientras luchabais por no ahogaros, os habéis visto arrastrados por la corriente hasta aquí con los demás restos.

En el horizonte, una humareda señala el lugar de la destrucción que habéis sobrevivido. Pero no hay ni rastro de los helicópteros. Tampoco os sorprende ningún integrante del resto de esa maquinaria de guerra pintada de negro. ¿Acaso os han abandonado y dado por muertos definitivamente?

Alessandra jamás podría haber imaginado que esto iba a pasar mientras acechaba con cierta lástima aquel oso que hacía falta sacrificar por el parque natural, antes de quedar repentinamente inconsciente.

Tampoco Bob, que creyó que la figura que apareció en el umbral de la habitación aquella noche era simplemente uno de sus antiguos conocidos de la mafia, llegado para hacerle pagar por fin la "faena" que les había hecho sin querer en sus tiempos de estudiante de medicina desesperado por el dinero.

Ni Sergio al subir a aquel taxi de extraño olor alegrándose de haber podido pillar uno para él solo tras una reunión "económica" en la que muchos no reconocerían haber estado.

Mucho menos Dave, que cuando oyó esos pasos acercándose por el pasillo sólo temió que quienes había intentado hackear en busca de cifras que no cuadraban, habían penetrado y reconstruido el rastro a través de todas sus precauciones, y llegaban para silenciarle por la fuerza.

Sea como fuere, el tiempo pasa sin nuevas interrupciones. La civilización debe de estar por alguna parte, pero ya resolveréis eso más adelante. Estáis vivos, libres, y a salvo.

Sergio sonreía boca arriba, mostrando los dientes al sol a pesar del dolor de las heridas. Pero el dolor era solo un recordatorio de que respiraba, estaba vivo ¡Había sobrevivido contra todo pronostico! Enseguida una carcajada incontrolable cabalgó por su garganta para explotar sonoramente. ¡Lo había conseguido! Y sus compañeros también. Parecía que nada podía con ellos. Ignoraba quien estaba detrás de todo aquello, pero ahora tenía poderes increíbles. Sin parar de reír abrazó a sus compañeros presa de la euforia del momento. Quien sabe, quizá este fuera el comienzo de algo, aunque no se veía por ahí con un traje de licra se moría de ganas por ver como le sentaba a Alessandra.

Nadie nos persigue, hemos conseguido líbranos de todos. Parece que encaramos la libertad, hasta que llegamos al puente. Algo dentro de mí se estremece, como si quisiera avisarme de algo. Pero el deseo de libertad nubla ese sexto sentido y solo veo la carretera libre por delante.

El sonido de los helicópteros ya me hace ver que debí prestar atención. Todo vuela por los aires en una bola de fuego que termina cuando la oscuridad me envuelve.

Un tiempo después siento humedad en mis pies. ¿Cómo puedo sentir humedad si estoy muerto? Eso deberían sentirlo los vivos, ¿no?

Entonces abro poco a poco los ojos y veo el cielo limpio sobre mi cabeza. Una suave ráfaga de viento trae a mi nariz los olores de la selva. El sonido del agua golpeando las rocas me hace notar que estamos al lado del curso de agua. El sabor metálico en mi boca es señal de haber tenido probablemente sangre allí. Pero lo que me hace sentir que realmente estoy vivo son las piedras de la orilla del río en mis manos.

Miro a mis compañeros con cara de asombro que pronto se va transformando en una sonrisa. Desde ahora tendremos que vivir con cuidado, probablemente alejándonos de todo y de todos los que conocemos. Pero a cambio tenemos unos poderes increíbles que podremos ir explorando.

Estamos vivos digo, remarcando lo evidente. Mis ojos siguen la dirección de la corriente de agua, río abajo encontraremos la civilización. Pero por ahora estamos muertos y mejor que siga siendo así para todos menos para nosotros. Me parece que se acabó el tema de la mafia.

Desde el momento que habíamos despertado en una camilla, sin recuerdos, sin saber lo que ocurría con nosotros, no habíamos tenido ni un sólo respiro. Debí imaginar que tampoco sería así en el momento en que escuché el sonido de las aspas sobre nuestras cabezas, y pude ver por un fugaz segundo los helicópteros apuntando en nuestra dirección.

Explosión. Inmersión. Por un tiempo indefinido, ya fueran segundos, minutos, horas, no fui realmente consciente de lo que ocurrió a mi alrededor. El instinto animal, aumentado por lo que hubieran experimentado en nosotros, me volcó hacia la supervivencia, a no dejarme vencer sin luchar. Cuando por fin logré arrastrarme a la orilla, recuperando el aliento y parte de mi humanidad, pude volver a pensar, a razonar.

El abrazo de Sergio me tomó por sorpresa, por suerte ya el lado salvaje en mí había mermado como para no tomar aquel gesto como una amenaza. El alivio parecía ser el sentimiento general. De momento, parecía que estábamos a salvo. Sin embargo habían muchos enigmas que resolver, que intentar entender.

-En marcha. Estamos muy a la vista aquí, debemos encontrar un refugio hasta poder regenerarnos.- Por suerte nuestra nueva biología parecía ser capaz de curarnos más rápido de lo normal. Miré hacia Bob, con una sonrisa torcida. -Estamos vivos. Tratemos de seguir vivos.- E incorporándome, me dispuse a ayudarlos a ponerse en pie.

No era el final, sino el principio.

Dave, tendido en el suelo, se cubre el rostro con las manos y exhala un largo gemido, a la vez de cansancio y alivio.

-¡AUUUUUUUUURRRRRGHH!

Por fin un descanso de tanta tensión. En un momento se volverá a poner en movimiento, pero ahora mismo sólo quiere un instante de paz.