Partida Rol por web

Gerald se despidió del grupo y convino en reunirse con Percival y Renée en el hotel una vez hubiera adquirido los billetes de avión. Salió de la sala con paso vivaz y decidido, pero una extraña sensación le envolvió al cruzar la biblioteca e inconscientemente redujo el paso. 

Mientras tanto, Percival y Renée, acompañados por Albert, permanecían aún en la sala de lectura y repararon en que Johanna no estaba con ellos. Ninguno de los dos se había percatado de su ida. 

Renée había permanecido con la mirada fija en el volumen desde el momento en que Albert se lo cedió y Percival pudo observar que el rostro de la muchacha había adquirido un matiz pálido que contrastaba fuertemente con el colorete de sus mejillas. También observó que sus manos temblaban levemente al pasar las páginas. 
 

Renée logró a duras penas alzar la mirada de aquel libro que había logrado envolverla de tal manera que había perdido la noción del tiempo y el espacio. Confusa miró a su alrededor viendo que faltaba gente. Creía haber escuchado que Gerald iba a comprar no se que. La bella mujer que había conocido hacía poco tampoco se encontraba allí.

Intentó calmar el temblor de sus manos rodeandose su abdomen con ambos brazos mientras alzaba la mirada hacía Percival.

- No me encuentro muy bien... - musitó - ¿podría traerme algo de coñac? Necesito calmar los nervios - añadió con timidez sin que la preocupación se borrase de su semblante.

Luego dirigió la mirada hacia la puerta. Hacía rato que Pierre se había marchado a realizar unos recados y todavía no había vuelto - ¿Se va a unir su amiga a este... viaje? - preguntó de repente la joven sin desviar la mirada. Comenzaba a sentir que sus ideas se reorganizaban - Si ella quiere puede venir con nosotros al hotel, verdad señor du Lancaster? -

Johanna quedó paralizada al escuchar las voces.La ano alzada casi hasta el pomo de la puerta y el gesto de ilusión congelado en el rostro.Parpadeando retiró la mano y miró hacia atrás para ver si alguien venía,pero no,estaba sola y sin armas.Muy despacio se quitó los zapatos y buscó un lugar en el que poder esconderse para escuchar a los hombres y poder ver sus caras cuando salieran de la sala.Si no encontraba ningún sitio y notaba que la escuchaban saldría corriendo de allí,esos hombres parecían muy peligrosos

Johanna retrocedió varios pasos mientras se descalzaba, pero tuvo que ahogar una maldición cuando rozó uno de los expositores que había elegido como cobertura. Por suerte, la frágil vasija de cerámica que reposaba sobre el expositor bailó sobre si misma sin llegar a caer y apenas produjo un sordo y hueco tintineo. 

La muchacha suspiró de puro alivio y cuando alzó los ojos, su mirada se cruzó con la de Gerald, uno de los compañeros de Albert, el cual parecía a punto de abandonar la biblioteca por la puerta principal. El gesto de sorpresa en la cara del hombre parecía decirlo todo.
 

Al atravesar la biblioteca, Gerald reparó en los mozos que transportaban las piezas expuestas hasta donde Albert les había indicado. No había nada anormal en sus acciones y a punto estaba ya de abandonar la sala cuando, por el rabillo del ojo vio, junto a la puerta de la sala de las momias, la figura de la compañera de Albert, Johanna. 

La muchacha permanecía casi totalmente inmóvil junto a la puerta y el gesto que se dibujaba en su cara reflejaba a la par sorpresa y una sombra de miedo. Parecía sumamente atenta a lo que sucedía más allá de la puerta cerrada que tenía ante si y Gerald pudo atisbar como la chica comenzaba a descalzarse, lenta y cautelosamente, mientras retrocedía varios pasos. 

Antes de que Gerald pudiera reaccionar, Johanna, en un intento por ocultarse entre dos expositores, había chocado contra uno de ellos. Por suerte, apenas fue un roce y la frágil vasija de cerámica que reposaba sobre el expositor bailó sobre si misma sin llegar a caer y apenas produjo un sordo y hueco tintineo. 

En ese momento, los ojos de Gerald se cruzaron con los de la mujer. 
 

Se mordió el labio inferior pero su cara de susto lo decía casi todo.Miró al hombre que estaba frente a ella y se llevó un dedo a los labios indicando silencio y señalando la puerta donde se encontraba la momia.Alzó dos dedos para que el hombre entendiera lo que pasaba y luego señaló hacia el pasillo por donde había aparecido para que fuese a llamar a alguien

Rezó para que ese hombre la estuviese entendiendo y no pensase que estaba loca aunque tras lo que ellos mismos habían pasado la noche anterior,estaba casi segura de que Gerald la entendería al instante

Supuse que algo sucedía en el salón donde las momias se encontraban, posiblemente habría otros dos delincuentes o así. Señalé a la dama recién conocida y luego con mi pulgar hacia el cuarto desde el que había llegado, mientras que con mi mano derecha extraía a María de debajo de mi axila.

Exploré el cuarto intentando tener una idea más clara de lo que acontecía, pero no el tiempo suficiente como para arriesgar mi "factor sorpresa".
Conté hasta tres mentalmente, preparando el arma, y entré listo para acribillar lo que sea que pululara en el cuarto.

Si Schells estaba otra vez allí, lamentaría haber vuelto.

Al acercarse a la puerta cerrada, Gerald percibió unos ligeros sonidos filtrándose desde la otra habitación. Parecían el resonar de dos pares de botas. 

Sin perder tiempo alguno, abrió la puerta de golpe y apuntó con su arma al interior de la habitación.

Tras la mirilla de María vio a dos hombres en traje de faena. Ambos parecían estar registrando la habitación pero interrumpieron sus quehaceres de golpe ante la entrada de Gerald. Uno era rubio, de baja estatura y los pocos dientes que le quedaban aparecían sucios y podridos; el otro, bastante mas alto, era calvo y tenía la cara picada por la viruela. 

Los dos hombres se giraron hacia Gerald y levantaron las manos en gesto sumisión. 

- Ss... se.. ¡señor! -tartamudeó el de los dientes podridos con un profundo acento del West End- por... por favor, no.. no.. dispare..., nosotros solo... -se interrumpió al notar la insistente mirada de su compañero por el rabillo del ojo, detalle que no se le escapó ni a Gerald ni a Johanna. 
 

Percival asintió a la petición de Renée y se acercó al bar para prepararle una copa. El hombre parecía pensativo y su mutismo le hacía parecer aún mas ajeno y distante. 

El caballero atravesaba la sala con la copa en la mano, cuando un fuerte golpe sonó más allá de la habitación y a punto estuvo de dejar caer la bebida sobre Renée y el libro que esta leía. El golpe pareció el de una puerta abriéndose bruscamente y entre otras cosas, hizo que Albert se dirigiera instintivamente hacia la biblioteca rápido como una exhalación. 
 

-De rodillas, ahora- exclamé, concentrado en el que parecía menos asustado -ustedes solamente... ¿Qué? ¡Respondan, maldita sea!-.

Hice una pausa y aferré con más ímpetu mi arma -esta es propiedad privada, las entradas ilegales pueden ser tomadas como ataque y nadie dudaría en que dispararles sería en legítima defensa, ahora hablen-.

Era severo el tono del joven Blackwood, pero sereno así como implacable.

Percival miro con preocupación a Renée, a la que notaba pálida, el color ido de sus carnes y sus pequeñas manos temblando extremadamente y me dirigí hacia rápidamente, retirando de sus manos el libro.

-Perdóneme bella dama pero creo que sería mejor para su salud si dejara de leer este libro por un momento, sabe la palidez no embellece a los ángeles- Sonrió pícaramente  mientras mantenía el libro en sus manos.

El hombre que iba por el vaso de coñac que había pedido casi dejo este caer cuando el sonido de un fuerte portazo inundo la mansión y por lo que pude ver nuestro anfitrión había desaparecido tan rápido como sonó el portazo dirigiéndose hacia la biblioteca, Percival se apodero rápidamente del vaso y se le dio a Renée para qué no le ocurriera nada a ella ni al libro del que estaba leyendo.

-¿Qué  estará ocurriendo?- Dijo suavemente el mirando primero hacia la mujer de bello dorado y después hacia el camino que había tomado Albert hacia su grande y espaciosa biblioteca.

Renée le dedicó una sonrisa trémula mientras asentia a sus palabras. Se sobresaltó al escuchar aquel ruido. Acto seguido se bebió de un trago el vaso que le había llevado y se incorporó dejando el libro sobre la mesa que tenía más cerca

- No lo sé, pero no pinta bien. Vayamos a ver si alguien necesita nuestra ayuda... - dijo la joven arrastrando a Percival en su camino hacía la puerta. Tenía que saber que diablos estaba sucediendo. Quizás había sido que algo se le había caido al mayordomo o quizás no....

Gerald permaneció apuntándoles en todo momento mientras Johanna, alzando la vista por encima de los hombros de Mr. Blackwood y escudándose tras de sí, atisbaba el interior de la habitación y a sus dos ocupantes. 

Ambos hombres intercambiaron entre sí una nerviosa mirada y lentamente hincaron las rodillas en el suelo. 

- Solamente estamos trabajando -contestó el de la cara picada por la viruela- . Nos contrataron para recoger y limpiar y eso es lo que estábamos haciendo, ¿no es verdad, Mack? - preguntó a su compañero.

Mack por su parte se limitó a asentir rápidamente con la cabeza mientras su mirada permanecía fija en las baldosas del piso. El pequeño hombre estaba claramente nervioso y las preguntas y constantes miradas de su colega no parecían servir de ninguna ayuda para su ya alterado estado. Parecía a punto de saltar como un muelle. 

En ese preciso instante la puerta de la Sala de Lectura se abrió de golpe. Albert apareció bajo el marco y se acercó con presteza hasta donde se encontraban Gerald y Johanna.

- ¡Gerald!, ¡Johanna! ¿qué es lo que pasa? -preguntó sin esperar respuesta mientras desenfundaba su arma, oculta ésta en el bolsillo interior de la chaqueta. 
 

Renée y Percival siguieron a Albert con presteza hasta la biblioteca y allí, para su sorpresa, contemplaron la siguiente escena: 

Gerald estaba de pie empuñando a María, su fiel revolver, y apuntado hacia el interior de la habitación donde se hallaban las momias, se le veía claramente excitado, aunque la firmeza con la que sujetaba el arma mostraba una fría seguridad en su interior. Johanna, la amiga de Albert, permanecía tras él con la mirada expectante y una mueca de disgusto en el rostro, curiosamente parecía haberse desecho de sus altos zapatos de tacón.

Alguien desde el interior de la habitación respondió unas palabras que Renée y Percival no llegaron a escuchar con claridad. En ese momento, Albert, que corría unos metros por delante de ellos preguntó:

- ¡Gerald!, ¡Johanna! ¿qué es lo que pasa?
 

La sola presencia del hombre con el arma hace que se sienta más tranquila.Sea quien sea los que están dentro tendrán que rendirse ante el arma del hombre.Entra detrás y coge algún objeto pesado que tenga Albert por ahí (si es que lo hay) y se queda detrás,esperando la reacción de los hombres

Los dos se ponen de rodillas y uno,el que parece el jefe,empieza a contar una patraña que la hace fruncir el ceño.Está totalmente en tensión aunque sólo se da cuenta cuando Albert entra en la habitación,su voz casi la hace pegar un grito

-"Por dios,Albert,qué susto.Estos dos hombres parece que buscan algo que debió quedarse aquí tras el robo,aunque dudo que lo puedan encontrar"-les dirige una afilada mirada,sobre todo al que parece más seguro de sí mismo

La respuesta de Johanna corroboró el mal presentimiento que había sentido sobre aquel ruido. Alguien se había colado en la casa a saber por que. ¿Sería Schells?

Se quedó rezagada pues evidentemente no llevaba arma alguna, aunque parecía que solo eran dos y ellos eran más.

- Gerald, por favor. Tened cuidado - temía que pudiera pasarle algo como al tal Jason, que tras enfrentarse a aquel hombre tan desagradable, acabó hecho papilla.

-Espero por su propio bien, señores, que comiencen a cantar. Ahora- miré al que parecía ser el "cerebro" de la operación, que lanzaba miradas a su compañero, y le dije -te tiras boca abajo con las manos en la nuca, ahora-.

Cuando lo hace no dejo de apuntarle pero pregunto al otro -y tu ¿Qué me estabas por contar? ¿Ehh? Pareces menos idiota que tu amigo en el suelo-.

Mis ojos viajaban de uno al otro pero siempre apuntaba a quien parecía ser el que coordinaba aquello.