Partida Rol por web

El sol se reflejaba en la arena… en el blanco de mi túnica… en mis ojos miel que se acercaban a él orgullosos mecidos por la cadencia de las caderas.. por la brisa que me acompañaba…

Saludos Ricardo… llegaba a él.. con la mirada maliciosa y la sonrisa más que eso… con el plata de las dagas destellando a mi alrededor a cada giro de muñeca… a cada rasgar el aire de su filo… Hace tiempo desde la última vez que cruzamos aceros.. sí... Pero juraría que no tanto desde que compartimos mesa... la sonrisa se ampliaba mal sujeta entre los dientes.. mientras el cuerpo se tensaba espigado... mientras nuestros ojos se enredaban como pronto lo harian nuestras dagas... Quieres decir que esa deuda no esta ya saldada, norteño?... sonreía maliciosa... Aunque es cierto que no llegaron a servirnos comida... Pero no te quejes... la compañía de dos hakhims disculpa eso...

Las armas brillaron amenazantes... y hundida en su mirada la sonrisa se me difuminó de los labios mientras inclinando la cabeza le esperaba... Ricardo... el tono fue confidente.. suave... la mirada más que eso... Todo... bien?

La verdad es que tienes razón, no todos los días uno comparte mesa con dos mujeres tan extraordinariamente bellas. Aunque yo esperaba un lugar un poco más intimo que la sala común.

Anat se movió cual relampago y antes de que Ricardo se diese cuenta sus dagas de plata ya habían abierto un uen corte en su pecho.

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El norteño asintió mientras aguantaba un gemido de dolor.

Sí, no te preocupes, sigamos.

¿Y como te va a tí? He visto que te relacionas bastante con los elfos oscuros. Por lo menos con Liu An.

La conversación era trivial. Ambos estaban concentrados en el combate.

Las dagas habían mordido su piel... y le ví sujetar el dolor entre los dientes... le vi retener el gemido y algo más que eso... Sigamos había dicho... sin más...Ricardo no habló... no confió... Corazónfrío era su nombre y a él hacía honor... Yo haría honor al mío...

Comprendo....

Las dagas silbaban... entremezclado el ruido del chocar del acero con los gritos de un público exaltado de la primera sangre... deseoso de la última... Y yo me aferraba a sus pupilas insondables con las mías intrigadas... con mi dorado interrogante reflejado en su mirada... Que era lo que definía a aquel norteño? Que había... tras su corazón frío?...

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La pregunta me sorprendió... y afilé la mirada casi ofendida para encararle... tarde... lenta... distraida. Su puñal se clavó en mi pecho antes siquiera de que le viera acercarse. Y sentí las pupilas dilatar...el sabor cálido de sangre en la boca... los labios entreabrise asombrados dejando escapar el gemido de dolor... el poco aliento que aún me restaba... Apenas un destello en el aire, y el segundo puñal se hundía también atravesandome torso... negandome ya el aliento... rasgando la túnica y tiñendola de un carmesí que se derramba y se expandía inexorable...

Apreté los dientes... orgullosa... indómita... con la llama en las pupilas mientras me desclavaba de sus dagas... mientras tambaleante daba un par de pasos hacia atrás, y el acceso de tos me inundaba la boca de mi propio rojo, que se me desbordaba... que dibujaba un tenue hilo serpenteante en la comisura de los labios.... en la barbilla... el cuello....

Mi.... costaba hablar, el pecho abierto y perforado por los puñales de aquel hombre... mi hermana.... quizá sea una... elfa... los hombros se inclinaban.... el pecho subía y bajaba frenético intentando obtener un aire que no llegaba.... pero no hay en su ser... un ápice de.. oscu..ridad....

No esta sola.... no estoy sola.... tú tampoco lo estas... Ricardo.... el brillo miel le iluminaba... convencido...firme... intenso... Muchos quieren ayudarte.... Parnassus... yo....

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El comentario pilló por sorpresa a Ricardo. Se detuvo de golpe. No debía haber oido bien.

No se que te habrá contado pero yo de ti no me fiaría. Es una elfa oscura. Y nunca confiaré en su maldita raza. En verdad te aprecio Anat. Y valoro mucho tu ayuda y la de Parnassus. Tan sólo te pido que tengas cuidado.
Y si hay algo que pueda hacer por tí dimelo.

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Agónica... con la respiración ensangrentada le miraba extrañada... Por qué hablaba así de mi hermana? Cierto que yo apenas la conocía.. cierto que su raza era una raza de tiniebla... Pero yo sabía que ella era diferente.... me lo gritaba el instinto... me lo gritaba mi fuego interior... Eramos los Hakhim un pueblo que mirabamos más alla de la piel... que mirabamos con algo más que los ojos... Así lo hice con Liu An... así lo hacía con Ricardo...

Me costaba respirar... tanto... y me acerqué a él lentamente... mecida por la brisa que enmarañaba mi pelo, que enredaba la túnica a mi cuerpo... Las dagas giraban esbozando platas sobre mis caderas... asfixiadas y faltas de aliento como lo estaban los labios... faltas de aire, que no de orgullo... Orgullo de desierto que no me abandonaba....

Por qué?... por que dices eso de... mi... hermana?.... aún me acerqué un poco más... y el giró le buscó sin demasiada convicción mientras sentía su puñal moridiendome de nuevo la piel... El dolor familiar... No importaba.... Por qué hablas asi de Liu?... ella no es... como los demás... ya no....

Apreté los dientes... sujetando el dolor de su acero para llevarle el dolor del mio... y de mi mirada... y de mi cuerpo... que ahora rozaba el suyo... No lo entiendes.... Quieres hacer...algo.. por... mi?... el relámpago me cruzó el dorado de los ojos...el orgullo de la Diosa... la fuerza salvaje del Desierto... su energía, su poder... y hundí aún más la mirada en los ojos del norteño mientras elevaba los brazos dibujando bailes suaves en el contorno de mi talle... mientras mi aliento le susurraba... Por mi.... intenta mantener la esperanza de que todo puede cambiar... de que incluso un grano de arena, cuenta...de que es valioso.... Por mi dale tregua a tu rabia y escucha el latir de tu corazón.... Sí puedes hacer algo por mi, mi niño.... No te conviertas en uno de ellos, Ricardo... no dejes que te contaminen de su.... tiniebla.... el plata de mi daga se fundia con mi oro frente a él....

A pesar de sus heridas, a pesar del combate, lo que realmente preocupaba a Anat era lo que Ricardo pensase de Liu An.

Es una elfa oscura. No puedo. ¿Verdad?

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La frase llegó junto a su ataque. Le dejó atónito y apenas pudo parar la daga que se dirigía a su cabeza. Sin embargo la otra le dejó el brazo izquierdo sin poder moverlo casi.

No...nunca. No seré como ellos. Jamás.

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La frase le seguía sonando en la cabeza. Ricardo tenía miedo. Anat tenía razón. Su odio hacía los elfos oscuros no les dejaba ver en perspectiva.
Aun así tenían que terminar el combate. Hablarían despues.
Un nuevo ataque al dolorido estomago de la hakhim. Si Anat no podía esquivarlo el combate sería para el norteño.

Su puñal detuvo mi daga sobre su frente en el último momento... y allí la sostuvo.. acero contra acero... pupila contra pupila mientras mi filo desgarraba su brazo con el movimiento limpio... mientras mi voz desordeanba su conciencia... mientras quizá... asi lo deseaba... la chispa, el Fuego Interior de Ricardo, se prendía en su pecho...

Le vi dudar... vi su firme mirada titubear frente a mi sonrisa... frente a la fe... frente a la certeza de que todo puede ser mejor... de que la justicia llega... de que el mundo mejora... y la sonrisa radiante me iluminó la cara... el orgullo y la fe la mirada... Sentía mi sangre tibia manar del pecho... sentía la respiración escapar entre los labios roja... moribunda... dolorosa.. Y aún así sonreía... sonreía enredada en los ojos del hombre del norte... yo... la mujer del Sur... porque su duda me alegraba el alma... porque hasta un grano de arena en el desierto... era importante....

El giro pausado me retiró de él y de su nuevo ataque... y las dagas apenas si me siguieron exhaustas....Un giro suave... un roce dulce.. y la piel de su cuello se abrió a mi paso mientras el gesto permanecía firme... mientras mi acero le besaba la piel... mientras a su vez, al tiempo que su sangre manaba, mi túnica se empapaba también de mi propia sangre... y se vencía a su peso ciñendose al pecho herido y jadeante... Entorné la mirada a las gradas.. a las gargantas negras que gritaban... y volví a él... a Ricardo... a mi sangre que ahora empapaba sus manos...

Y sonreí... con las dagas lacias a los lados del cuerpo... con el aliento en un silbido herido... Quizá la sangre del Desierto en su piel le mostraría algo... quizá hasta una muerte ajena en una arena de infierno... fuera importante....

Anat estaba moribunda, el último atque le había costado casi todo lo que tenía. Ricardo estaba malherido también, pero su mayor herida estaba en el interior.
Los dos estaban muy juntos, las dagas cruzadas con los puñales. Los alientos en la cara del contrario.

Yo... creo en ti Anat.

La sonrisa iluminó su rostro, y Ricardo quedó prendado. Pero estaban en medio de una lucha. Y con los reflejos de numerosas peleas, el norteño se desenbarazó de una de las dagas de la hakhim y clavó su hoja en el pecho herido de la mujer.

Descansa. Hablaremos. Tenlo por seguro.

Con delicadeza dejó el cuerpo en el suelo. Luego le acarició la cara y cerro sus ojos miel.

El rugido del publico le sacó de su ensueño. Furioso a punto estuvo de lanzar una de sus armas. Pero se tranquilizó al ver como llegaban los monjes a por el cuerpo de Anat.
Olvidandose de los elfos oscuros acompaño a Anat hasta su resurrección.

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No dolió... Su acero se hundió con suavidad en el torso ya moribundo... suave... como suave caí en la arena... como suave y tibia me recibió... como suave me acompañó y suave sentí su caricia cuando ya era incapaz de enfocarle.. cuando ya la oscuridad me engullía...

Cerró mis ojos... la sonrisa perduró en mis labios...

Parnassus abordó a Anat cuando esta se encontraba practicando duramente en la sala de entrenamiento. Sus dagas giraban en torno a uno de los muñecos giratorios, cortando ficticias articulaciones y junturas, al ritmo de las evoluciones de la hakhim. Su piel transpiraba copiosamente , y los velos se pegaban a su cuerpo curtido por las arenas, dándole un atractivo indómito y lleno de energía:

-En otro tiempo fui yo, y no ese instrumento el que llenó el vacío de tus movimientos; el que te enseñó a bailar para el resto, y no solo para Ella, Dama del Siroco. Te he recordado en mi larga ausencia, y veo que los días y la sangre derramada te han enseñado bien.- interrumpió Parnassus, con sus palabras, las evoluciones de la Hija del Profeta -Veo que luces un nuevo velo; el gusto de los elfos oscuros por aquello que cubre lo que realmente importa, siempre ha sido exquisito. Si su interior fuese igual de atractivo, en vez de tan oscuro, no tendrían parangón. Por fortuna esta vez viste a la persona adecuada.- declaró el guerrero andando lentamente por detrás de ella, mientras la luchadora recuperaba el aliento tras su entrenamiento.

Su respiración cálida del Paladín de Obsidiana, contra su cabello húmedo, evocaba sensaciones desacostumbradas para la solitaria figura de tierras lejanas. Él siempre hablaba más con ella, se abría más... era más sincero; demasiado sincero.

Finalmente se volvió, y los ojos de color miel del hombre la abrazaron más dulcemente que ningún contacto de piel contra piel. El brillo en sus ojos le susurró que se alegraba de verla:

-¿Crees que aún seré digno de impedir que tus dagas me postren sobre el frío mármol de los Monjes Restauradores, o el moalim no merece tal gracia?- sonrió irónico, mientras jugueteaba con la mirada.

Un gesto de sus escudos reveló sus intenciones, mientras se preparaba para un entrenamiento algo más duro que un muñeco con algunas bolas y contrapesos. Llevaban tiempo sin verse; la lucha los había unido y la lucha los separaba. Era lógico que los volviera a juntar tras la larga ausencia:

-La última vez que te vi me nombraste a tu diosa, a sumirada en mí; a su preocupación. Que ella guíe tu mano por tanto, si te place: si me vences, ella me tendrá para sí misma toda la noche, con su guia enseñándome a aceptarla; si no, tendré yo a su guía, para enseñarla a aceptarme a mí. ¿Es tu fe lo suficientemente fuerte, Anat?- preguntó sin malicia, pero con desafío y curiosidad.

Entonces realizó un solo movimiento de equilibrio perfecto, sujetado con un solo pie, mientras sus escudos se abrían y se cerraban como una mortífera flor de loto, acompañada por su pierna, para acomodarse seguidamente en una forzada pose defensiva, que parecía portar con la máxima naturalidad. Su técnica y su dominio de sí mismo eran impresionantes. Él había mejorado más que ella, si cabía. Nuevamente aprendería mucho de su mentor en el Coliseo; de eso no le cabía duda alguna.

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Moalim....... Las dagas se congelaron en el aire... brillos plata suspendidos en la nada... Igual que suspendido quedó el destello de la mirada ámbar... el esforzado jadeo en el pecho... el sudor en la piel... y así permanecí aún un segundo, inmóvil... sorprendida... con la media sonrisa dibujándose en los labios y el gesto sujeto por su voz... y me obligué a reaccionar... El último ataque certero a aquel muñeco.... uno de sus brazos artificiales desgajados... y las dagas pendieron dóciles de mis manos... y los brazos mansos de mis hombros...

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Sentí su avance tras de mí... mientras con calma llevaba las dagas a la cintura... mientras la sonrisa y las pupilas se perdían en el blanco radiante del velo que descansaba sobre mis hombros... El velo que me regalara Liu, demasiado importante para arriesgarlo en la arena... pero aquí...

Mi velo.... sentía las gotas de sudor corretear y descender por mi espalda, el pelo azabache serpentear y lamer los hombros y el cuello... húmedo y salado por el esfuerzo... y el pecho subía y bajaba al ritmo acelerado de una respiración aún jadeante por el cansancio...intentando recuperar un aliento que parecía escabullirse de aquella sala... que pareció retirarse cuando sentí el suyo erizándome la piel... Incluso entre los elfos de tinieblas algunos brillan... Este velo es un regalo de La Dama Liu... hermosa por dentro y por fuera... y es importante para mi... mucho...

Mi dorado buscó al suyo por encima del hombro... girándome despacio para encarar al maestro... con la sonrisa en los labios y en el destello malicioso de los ojos... con el gesto espigado... con los hombros orgullosos y la mirada más que eso... Indómita luz del desierto...Seré yo acaso digna de intentar postrarte, mi Moalim....? Parnassus movió los escudos y sonriendo asentí muy levemente al comprender... Así era el Coliseo... así debía ser...

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La cabeza se me inclinaba en el gesto familiar.. mientras el miel de los ojos se enredaba con el suyo... mas allá de la mascara.. más allá de la obsidiana... Y sonreí mientras levantaba la barbilla... mientras las manos retiraban suaves el velo blanco de mi cuerpo y con delicadeza lo doblaba y lo resguardaba de la lucha y del rojo... del acero... de la muerte...La piel de los hombros desnudos, dorada de sol y viento de desierto mostraba ahora las filigranas de los tatuajes que la recorrían... tatuajes que nacían de la nuca y se perdían por la espalda bajo la ropa... que adornaban los brazos... Cruce las manos sobre la cintura buscando las empuñaduras de las dagas, que abandonaron su descanso reticentes...

Sabes que sí...

La conviccion y la respuesta sin reservas a su propuesta despertaron la felicidad en el alma del esclavo; una felicidad que aferro y moldeo como un afilado embudo de atencion sucinta. Cuando Anat avanzo por fin hacia el, dispuesta a que la mano de la diosa guiara su filo, el dolor del desierto busco el muslo derecho de Parnassus, que se presentaba descubierto de sus escudos, desamparado y apetecible para una hoja despiadada.

Mas el senuelo quedo claro cuando el escudo mas elevado descendio sobre el ataque en sesgo, elevando el brazo depredador y girando el cuerpo de la mujer. Su espalda semidesnuda por la ausencia del velo que antes la cubriera parcialmente. Sintio el calor del pecho del gladiador, un instante antes de que la parte posterior de su craneo sintiera el duro impacto del mithril colado. La oleada de dolor crecio exponencialmente con el paso de las siguientes dÃfff(C)cimas de segundo, anegando sus ojos de rojo y negro. Estaba de espaldas a Parnassus, a la Muerte de Obsidiana, y sabÃfff-a cuan fatal podÃfff-ia resultar eso; busco la luz de la diosa en la oscuridad que el golpe le habia provocado, y vio el blanco plateado venir a su encuentro.

Las sombras se disiparon justo a tiempo de girarse y sajar el torso del gladiador con presteza.

Parnassus sonrio al ver la rapida respuesta de su contrincante ante un ataque tan solido, y no pudo evitar un gesto de orgullo, mientras le ofrecia la herida con una reverencia a Anat:

-Me congratula saber que la Diosa sigue velando por ti, Sierva del Profeta. Su brazo es poderoso, si puede guiar el tuyo tan lejos de tu hogar. Veamos entonces si guiara el mio esta noche, o bien sere yo el que guie el tuyo.- indico el gladiador, listo para continuar.

Ambos comenzaron a moverse de nuevo, buscando un encuentro mas en medio de la zona de entrenamiento. Aun quedaba mucho combate por decidir.